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Eduardo, Patricia, Dani, Álex, Carlos, David, Pablo, Nacho, Inés y Berta son los 10 hijos de Berta Lamas (1969) y Eduardo García (1964). El padre, de procedencia alemana, sólo tenía una hermana, sin embargo, Berta, madrileña, sí viene de una familia numerosa.

En su casa, además de sus cinco hermanos y sus padres, vivían la tía, la tata y la abuela materna. "Cuando veraneábamos en Galicia, porque mi madre era gallega, dormíamos diez en un dormitorio con tres literas. Mi novio, y ahora marido, cuando llegó a mi casa pensé dos cosas: o se enamora o se muere y no quiere volver a veranear con nosotros", explica Berta en conversación con EL ESPAÑOL.

Se cumplió lo primero y Eduardo se encandiló de ese concepto de familia, de juntarse todos los días alrededor de una mesa 20 personas para comer, de siempre tener la sensación de haber ambiente en la casa y del pueblo de Galicia en el que veraneaban todos los años su familia política.

"Mi marido dice que siempre había alguien dispuesto a beberse un gintonic contigo. Si uno dice no, siempre había tres que le decían que sí, un cuñado, un primo, un sobrino..., así que poco a poco se fue enamorando de la gente del pueblo".

El primero de sus hijos tiene 34 años y la menor, 9, por tanto, en esos 25 años de diferencia, aunque no han coincidido mucho tiempo los 12 juntos en su casa de Albacete -donde viven desde hace 30 años-, para Berta ha sido "todo una aventura que ha merecido la pena" por cómo han sabido organizarse.

Los diez hijos de Berta y Eduardo. Cedida

"Yo tuve que dejar mi vida, como digo yo, de fuera de casa. Hubo un momento en el que yo tenía dos cunas, una a cada lado, porque en cinco años tuve cuatro hijos. Tenía un niño de un año, un niño recién nacido, una niña de tres y un niño de cinco, y mi marido viajaba mucho. Con el primero cometes errores de atenderlo demasiado, pero ya con cuatro hijos cambias de mentalidad y no sufres tanto por verle llorar. Yo he usado siempre el sentido común porque te sirve para no perder la cabeza. Hay que saber poner límites, un hijo no puede acabar contigo", dice.

La suerte de estos padres ha sido la de tener cuatro hijos prácticamente seguidos y, a medida que iban naciendo unos, otros iban creciendo y pudiendo ayudar con las tareas de casa. Berta decidió dejar la enseñanza para cuidar de su familia, pero que sus hijos fueran conscientes de que tenían que participar en las labores de casa le hizo más fácil ser madre. Según ella, sus hijos siempre han tenido dos años más de los que les corresponde porque maduras antes de tiempo al nacer en este tipo de familias.

"Yo con niños de siete años los he mandado a comprar pan. Sacaban el lavavajillas, hacían sus camas o guardaban los juguetes. Darles más edad de la que tienen para madurar, para que maduren antes y te echen una mano. Yo me he visto con ocho hijos más tranquila y con menos trabajo que cuando tenía dos o tres, aunque la gente no se lo crea. Es como una pequeña empresa donde cada uno tiene sus cargos y sus faenas y los vas educando así".

Para Berta, su familia es "empática, divertida y está llena de superhéroes y heroínas". Los hermanos han tenido que renunciar a planes, hacer turnos y buscarse la vida porque criarse en una casa donde compartes espacio con 11 personas no es tarea fácil. No considera a sus hijos mejores, pero sí afirma que nacer en familias tan numerosas hace que los niños desarrollen más habilidades: paciencia, capacidad de perdonar, de compartir, de pedir perdón e, incluso, de pelearse.

"Si uno llega tarde a la comida sabe que va a comer sobras, así que tienes que ingeniártelas para que quien llegue antes no se las lleve. Tonto el último. También pasa con los eventos del año que, al tener tantos, si nos juntamos podemos llegar a ser más 20 personas en una casa. Si hay que salir a una hora y nos tenemos que duchar todos, hay que organizarse. Yo he visto a alguno de mis hijos decir que se iban a duchar a la 1 de la mañana para evitar al día siguiente peleas o mis hijas lavarse el pelo de madrugada. Todo esto te va forjando el carácter". 

Pregunta.– ¿Cómo se mantiene económicamente una familia tan grande?

Respuesta.– La gente si no tiene fe no lo va a entender. Yo creo que tengo un Padre en el cielo y que existe la Providencia, que hay gente a tu lado que te echa una mano sin saberlo, que hay generosidad. Yo a veces pregunto a mi marido ¿cómo hemos hecho todo esto?.

Hemos casado a cinco ya, les hemos dado estudios a todos, pero además tenemos la pública, que es una maravilla. Yo siempre les digo, ahí está la pública, a apechugar. La privada se la hemos pagado a algún hijo que ha tenido dificultades y hecho un esfuerzo sobrehumano y, bueno, también hemos tenido padres que nos han echado una mano.

También haciendo muchos números, renunciando a muchísimas cosas, quitas muchísimos adornos. Tú das lo que necesiten y ellos van heredando. La ropa se cuida y se compra menos. Además de que tenemos amigos y familia que también nos dan ropa que ya no necesitan. Ha habido épocas mucho más difíciles y hemos tenido que renunciar a muchísimas cosas.

Yo no he trabajado, hemos vivido con el sueldo de mi marido, que es Director Comercial y sigue trabajando mucho. El sueldo no llega, evidentemente, pero yo creo en la Providencia y el Señor nos ha echado siempre una mano. 

Verano con los Lamas

En relación con las vacaciones de verano, la familia se niega a renunciar a la casa familiar en Ferreira, un pueblo de Lugo, a pesar de los ajustes económicos. Se consideran afortunados por haber heredado la vivienda tras el fallecimiento de los dos padres de Berta.

De esta manera, evitan alquilar durante sus vacaciones, aunque eso no significa que ese dinero se destine a caprichos. Mantienen el mismo estilo de vida que en su hogar de Albacete y, al tratarse del pueblo de siempre, no gastan como si visitaran una ciudad desconocida. Se llegan a reunir alrededor de 45 familiares, por tanto, los gastos se dividen y acuerdan poner X cantidad de dinero en el bote. 

"Pasamos diez días en nuestra finca, Villarao, la vida es muy de turismo rural. Hacemos una vida muy de vacaciones y muy tranquila. Nos hemos criado aquí así que no tenemos que ir a ver sitios nuevos. No hacemos turismo. Vamos a la playa porque tenemos la costa a 14 kilómetros y es la playa de cuando éramos pequeños nosotros. Gasto por las cervecitas que me tomo en el pueblecito o en ir al mercadillo. Si hacemos excursiones, nos llevamos la comida todos e invitamos a los niños a un helado. Pero no es que tengamos que hacer grandes desembolsos porque ya tenemos el verano hecho", comenta Berta.

La familia de Berta Lamas en Lugo. Cedida

Entre risas, la madre afirma que el coche es un tema tabú en su casa. Lo único a lo que no se ha acostumbrado su marido después de 25 años -cuando ya tenían diez hijos- es a llevar un coche tan grande. Uno de sus sueños siempre había sido un biplaza, pero, al ser familia numerosa y aún tener a cinco niños en casa, ese anhelo le parece todavía muy lejano.

"Siempre tenemos que ir con furgoneta, porque a mi marido le da igual que le digan que es una Mercedes, que es una BMW, da igual, para él es una furgoneta. No lo puede soportar. Tenemos un Volvo de siete plazas, que es el que utilizamos ahora. Nuestros viajes siempre son muy largos, porque siempre vamos al norte o íbamos a Melilla o a Valencia. Siempre hemos comprado coches con siete plazas y lo hacíamos de ocho. Anclábamos una sillita en medio de los dos y, si nos paraba la Guardia Civil, siempre decíamos, pues mire usted, ¿a quién echamos del coche? ¿Quién nos sobra? Métanos en la cárcel. También ha habido veces que pito, pito, gorgorito, ¿dónde vas tú tan bonito? A la era de la abuela era, pin, pon, fuera, pues tú en autobús".