Ramón Espejo (Barcelona, 1969) lleva casi 30 años siendo profesor de universidad y cuatro años como catedrático. Fue en 2021 cuando este docente obtuvo la cátedra en el Departamento de Filología Inglesa y Norteamericana de la Universidad de Sevilla. Y también fue, durante ese proceso y después de él, cuando empezó a preocuparse a fondo por “el declive del sistema educativo en España”.
Movido por ello, este sabio de la educación especialista en teatro norteamericano comenzó una andadura que le ha llevado a publicar el libro El laberinto educativo y el aprendizaje fake (Editorial Brief). En él, el catedrático Espejo ha recogido el testimonio de 84 entrevistados de toda España, incluyendo profesores, inspectores, pedagogos, políticos y otros actores del ámbito educativo, para poder firmar una crítica sobre el sistema educativo basada “en la investigación”.
Cree que el sistema educativo es “un edificio con la estructura erosionada”. Casi todo se tiene que mejorar, a su juicio, porque él, como profesor universitario, ya está viviendo en sus propias carnes la bajada del nivel académico del alumnado que llega a la facultad.
El catedrático de la Universidad de Sevilla, Ramón Espejo.
“Las generaciones actuales cada vez están peor preparadas y lo peor es que no hay visos de que esto vaya a mejorar. Es más, va a ser peor. Yo te diría que en la universidad ya estamos viendo niveles importantes de analfabetismo”, ha afirmado en esta entrevista con EL ESPAÑOL. En ella, el docente no sólo analiza el alumnado, sino el sistema educativo en general, las leyes educativas, como la LOMLOE, y los retos a asumir para mejorar el sistema.
Pregunta.– A su juicio, ¿qué problemas estructurales tenemos en el sistema educativo de España?
Respuesta.– Yo haría la pregunta al revés: ¿qué problema no tenemos en el sistema educativo español? No soy una persona necesariamente negativa o pesimista, pero en el ámbito educativo, mires donde mires, solamente veo problemas estructurales. Hay cosas que sí se hacen bien, pero son tan marginales que son casi invisibles.
Es decir, el problema es que toda la estructura del edificio del sistema educativo está tan erosionada que se va a caer. La única cuestión es: ¿qué se caerá en primer lugar? La única forma de arreglar las cosas es derruir el edificio y construirlo de nuevo.
P.– Entonces, ¿cuál es (o son) el principal problema del sistema educativo? Diga algún ejemplo concreto.
R.– Muy fácil: la politización de la educación. Y cuando hablo de politización realmente me refiero a la política pequeña, esa que vemos en los informativos todos los días. Esa política de partidos en la que te das cuenta de que verdaderamente su único interés es las próximas elecciones, cómo conseguir los votos, cómo no perder los votos…
Realmente no hay una altura política en general. Y desde luego tampoco la hay en el ámbito educativo. Los políticos utilizan la educación para ejercer el control sobre ella con una óptica cortoplacista donde lo único que interesa son los cálculos electorales. Yo creo que si sacáramos a los políticos de la educación habríamos dado un paso enorme para intentar acercarnos a una posible solución del problema.
P.– Desde 1978 hemos tenido ocho leyes educativas. Valore esta situación y comente la LOMLOE (Ley Celaá), la ley educativa vigente.
R.– Es verdad que se repite con mucha frecuencia que hemos tenido muchísimas leyes educativas. Es verdad y es mentira a la vez. Es verdad que nominalmente ha habido mucho cambio legislativo, pero también es cierto que cuando uno lee todas esas leyes detalladamente, se da cuenta de que los cambios que existen entre unas y otras son mínimos.
Aun así, vamos a hacer una distinción entre las leyes educativas del PSOE y las del PP. En general, las de PSOE están en la línea de profundizar en la LOGSE, incluso en aspectos que materialmente habían fracasado. Siempre han sido más opresivas para el profesorado, culminando en la LOMLOE. Y, básicamente, la ley educativa que tenemos en España desde finales de los 80 y principios de los 90 es la LOGSE.
En cuanto a la LOMLOE, cabe decir que es todavía más perversa que las anteriores porque se ha atrevido a entrar en algo que leyes anteriores no se habían atrevido: la libertad de cátedra. Es decir, la Ley Celaá es un atentado frontal contra la libertad de cátedra. No solamente se decide qué es lo que se enseña, sino que en la LOMLOE ya se establecen los principios para ejercer un control estricto sobre cómo se enseña. La ley proporciona herramientas para que la Administración ya no solamente decida los contenidos, sino también cómo hay que enseñar.
Ramón Espejo.
P.– ¿Y las leyes del PP?
R.– Es cierto que cuando el PP ha hecho leyes educativas ha intentado cambiar el sistema, pero no tanto como debería. La que más intentó apartarse del espíritu de la LOGSE fue la ley del ministro Wert. Fue realmente muy disruptiva. Pero el problema es que cada vez que el PP se ha puesto a legislar sobre educación, lo ha hecho muy tarde, al final de las legislaturas. Y como siempre han esperado hasta el último momento para aprobarlas, rápidamente ha venido el PSOE, las ha derogado, y ha vuelto a su ley fundamental: la LOGSE.
P.– Una de las tesis que defiende en su libro es que a día de hoy “los docentes cada vez están más presionados a aprobar a toda costa”. ¿Influye la ley actual?
R.– Llevamos mucho tiempo así, pero la LOMLOE lo hace todavía peor porque tiene esa cultura del facilismo. Tristemente desde la LOGSE se entiende que a los jóvenes no hay que ponerles dificultades porque ya las tendrán a futuro. Ahora, además, lo que hay que hacer es enseñarles a controlar sus emociones y que sean felices y no proporcionarles presión. La cultura de la LOGSE.
Y bueno, por ejemplo, ahora en la universidad, como es mi caso, hay determinadas asignaturas que aunque estén suspensas, si tienen todo lo demás aprobado, los alumnos pueden titular. Y los profesores tenemos esa presión para aprobar. Hay una presión en la que ya no solamente quieren que los apruebes a todos, sino que provoca que un suspenso no sirva absolutamente para nada. Es decir, que no suponga ningún obstáculo para el alumno.
Esa cultura está instalada y es lo que lleva, como yo digo en el libro, al aprendizaje fake en el que el alumno no sabe de un tema de una asignatura y se le acaba aprobando por los mecanismos que hay para hacerlo. Él creerá que tiene un nivel de conocimiento, pero en realidad es papel mojado.
P.– ¿Cree que esta generación está más preparada que las generaciones anteriores?
R.– Las últimas generaciones que hemos visto pasar por las aulas son generaciones cuyo nivel de conocimiento de la realidad y cuyo nivel académico ha ido progresivamente deteriorándose. En este sentido, antes los profesores tardábamos años en notar el declive académico, en torno a una generación; ahora lo notamos de un año para otro.
Notas que su nivel de conocimiento es ínfimo y que no saben prácticamente nada. Llegan a la universidad sin ningún conocimiento y sin ninguna destreza tampoco. Yo, en un momento dado, incluso albergaba la estúpida esperanza de que esa reducción de conocimientos se compensaría de alguna manera con un nivel competencial superior. Pero no, ha sido un espejismo.
Es decir, ni conocimientos, ni competencias, ni actitudes, ni nada de nada… La generación que nos está llegando a las aulas ya es la nada absoluta, pero todavía hay gente que sigue insistiendo que estas son las generaciones mejor preparadas de la historia.
P.– Entonces, a su juicio, esta generación no es la más preparada de la historia.
R.– No hay ningún estudio que demuestre que efectivamente el nivel de preparación actual es más alto que nunca antes en la historia humana. Evidentemente, si comparamos con la Edad Media, obviamente sí, porque por lo menos algunos alumnos saben leer y escribir, pero claro, yo no estoy comparando la generación actual con la Edad Media. Me parecería estúpido comparar el mundo actual con la Edad Media.
Lo que está claro es que las generaciones actuales cada vez están peor preparadas y lo peor es que no hay visos de que esto vaya a mejorar. Es más, va a ser peor. Yo te diría que en la universidad ya estamos viendo niveles importantes de analfabetismo.
P.– ¿De analfabetismo?
R.– Sí, sí, sí, sí, sí, por supuesto, sí, sí. Hay alumnos que ya no saben escribir, que ya no entienden lo que leen. No voy a decir que sea 100%, evidentemente, pero esos niveles de analfabetismo funcional son cada vez mayores.
Ramón Espejo, catedrático.
P.– ¿Considera que si continuamos con esta mala dinámica, la pérdida de nivel académico podría agravarse?
R.– Por supuesto que sí. Las generaciones actuales están bastante idiotizadas. Es difícil concebir algo peor. Pero es verdad que la historia siempre nos demuestra que cuando piensas que todo lo malo no puede ser peor, se puede dar otra vuelta de tuerca, y llegar a ser peor. Entonces, como no tomemos medidas, va a pesar eso. Y el problema de raíz es que no existe una conciencia mayoritaria de este problema.
Esto que te digo, sobre la educación, te lo digo desde dentro. Todos los que estamos dentro sabemos esto, pero muy poca gente se atreve a decirlo públicamente. Pero es un secreto a voces. Si preguntaras a otros docentes sin pedirles la identidad, estoy seguro de que el 90 % comparte esta percepción.
P.– ¿Qué medidas propondría para mejorar el sistema educativo?
R.– Hay una que me parece fundamental. Hay tres colectivos que deberíamos apartar radicalmente de la educación por su manifiesta incapacidad para gestionarla. Uno, lo hemos hablado antes: los políticos. Desde que hay democracia y empezaron las reformas educativas, han demostrado su incapacidad para gestionar la educación. Cada vez estamos peor. Por tanto, aquellos que nos han llevado hasta aquí tienen que salir inmediatamente del terreno educativo y dejar esto a los profesionales.
En segundo lugar, el segundo colectivo que tenemos que arrancar de cuajo de la educación son los pedagogos. Y cuando digo esto no me refiero al pedagogo que trabaja en el ámbito de la educación especial, del que ayuda a chicos que tienen necesidades especiales, problemas físicos o cualquier tipo de problema. Ellos son fundamentales.
Me refiero a esos pedagogos que jamás han pisado un aula, pero que se han especializado en confeccionar leyes educativas, en crear normas, en imponer obligaciones, etc. Ellos son los que nos han traído realmente hasta aquí. Creo que estos pedagogos tendrían que salir de manera inmediata de la educación.
P.– ¿Cuál es el tercer colectivo?
R.– Los inspectores, que, sobre todo la Secundaria, se inmiscuyen en la labor del profesorado. Llegan a los centros como matones para conseguir que todos titulen, que todos aprueben. Incluso pueden provocar que el profesor que tenga un cierto nivel de exigencia se vea acosado por las familias o por la propia inspección, etc.
Es decir, si eliminamos estos tres colectivos de la educación yo creo que estaríamos en el camino correcto para reformular el desarrollo de nuestra educación. Y rápidamente te matizo y te añado: los que tienen que volver a los diseños educativos son los especialistas, los historiadores, los que tienen que verdaderamente decidir los contenidos y decidir cómo hay que secuenciar esos contenidos.
Y por supuesto, estár ahí para prestar ayuda a los docentes, para ver cómo se puede enseñar mejor y con más efectividad. En definitiva, hay que recuperar a los expertos, que son los grandes estigmatizados dentro del sistema.
