Publicada

“Subo al Turbón, me pongo a meditar y siento una presencia a la que no sabría dar un nombre”, dice Margit Glassel. Aunque ella es alemana de Baviera, lleva “media vida” en Graus, que es la capital administrativa de la Ribagorza aragonesa. También es una de las principales puertas de entrada al Pirineo, un reino de brujas (casi siempre mujeres inocentes acechadas por la inquina de sus vecinos y los poderes fácticos) y, sobre todo, de hechiceras y hechiceros.

Ahora la magia ha vuelto a la cordillera y, especialmente en verano, las montañas se llenan de pequeños grupos de practicantes de wika, grupos de sanación holística, círculos espirituales y esotéricos, colectivos de biodanza, neochamanes, neodruidas y neodetodo.

Les atrae, como al resto de la gente, los escenarios majestuosos y su belleza misteriosa, pero también toda esa larga tradición de lo que algunos consideran fuerzas sobrenaturales y telúricas, el “no sé qué” inefable al que Glassel no sabe dar un nombre.

Tan solo en la comarca del Sobrarbe, el antropólogo aragonés Ángel Gari Lacruz logró documentar en su atlas de la brujería la presencia de 91 lugares relacionados con las tradiciones mágicas. Y eso, al final del día, es como un enorme imán que seduce y que fascina con su prestigio a todos los creyentes en lo mágico. Eso, más su espectacular belleza escénica.

A Margit lo de llamarse bruja no le encaja, “pero aceptaría lo de maga aunque no pertenezca a ningún ismo”. Es, de hecho, una maga profesional, que paga mensualmente su cuota de autónomos y que vive de la astrología y el tarot, entre otras cosas. “Es que en el Pirineo se detecta la presencia de algo muy profundo”, afirma. “Yo lo siento también especialmente en las ermitas muy pequeñas, que fueron precisamente construidas para subyugar a las fuerzas paganas. Muchas veces he ido a caminar por las de Tella y he percibido de una forma muy visible todas esas energías”.

La maga alemana Margit Glassel en el Pirineo.

“Se podría decir que yo he estado expuesta ya desde muy pequeña a todo lo que se relaciona con la magia y los misterios iniciáticos porque mi abuela materna era ocultista”, afirma. “Y no me refiero a la brujería ni a los hechizos, sino a un trabajo mediante el que aprendes a conectar con el ambiente e impactar en la realidad con tu voluntad. Yo soy astróloga. Esa es mi profesión. Y además soy una astróloga muy seria y profesional. Y lo que hago es ayudar a la gente a que aprenda a gestionar su vida de una forma más saludable y desarrolle su potencial”.

A Margit no le sorprende que el Pirineo atraiga a toda la gente bien predispuesta hacia la magia. “Yo misma voy a menudo a la montaña”, dice. “Acostumbro a hacerlo sola y cada vez que estoy en alguna cumbre del Pirineo siento que hay algo más fuerte que tú y que yo, algo muy puro, sagrado y primitivo con lo que puedes conectar practicando la magia de los cuatro elementos: fuego, agua, aire y tierra”.

Brujas legendarias de Tella

El área de Tella que menciona la alemana es precisamente conocida como uno de los grandes epicentros de la brujería del Pirineo. “Tella, Dios nos libre de ella”, dice el refranero popular aragonés. Se trata de un pequeño pueblo situado en el Sobrarbe (Huesca) que ha servido de escenario para docenas de leyendas sobre brujas, akelarres y rituales mágicos. Nada, en todo caso, que haya podido ser documentado seriamente por la Historia, lo que no lo hace menos real en el imaginario de la gente.

En la aldea exista un museo dedicado a ellas que contiene todos los clichés sobre las brujas de Blancanieves. Los hay también en el Baztán (Navarra), en Piedrafita de Jaca (Huesca), Laspaúles (Huesca) y en el Pirineo de Lleida. Es un hecho que las brujas venden posiblemente más que el románico lombardo, lo que explica toda esa emergencia de festivales y ferias dedicadas a lo oscuro o, mejor dicho, a todos los estereotipos relacionados con las sombras y lo sobrenatural.

Que el folklore popular del Pirineo es rico en leyendas sobre brujas es más que obvio, lo que no está tan claro es si la brujería fue realmente un fenómeno real, fuera de las mentes de los inquisidores y los funcionarios de la justicia ordinaria. “A diferencia de lo que sucede en Laspaúles, en Tella no hay documentos que acrediten que se produjeran juicios contra brujas o simplemente, su existencia”, admite Isabel Sesé, que es la responsable del museo de la brujería de esa pequeña población del Pirineo.

Ritual chamánico en el Pirineo.

“Todo se basa en la tradición oral”, explica. “El nuestro era un pueblo muy aislado así que no nos extraña que surgieran esas historias. Solo te diré que yo tengo 59 años y cuando tenía cinco, llegó la carretera. Antes de eso teníamos que bajar a Lafortunada en burro cuando tenías un dolor de muelas. Lo que eso significa es que la gente se arreglaba con lo que tenía. Si tenías un catarro, te daban saúco. Y a las puertas de las casas se ponía una herradura o una pata de jabalí en busca de protección. Lo de la carlina no lo hacíamos aquí”.

La carlina (Carlina acaulis y Carlina acanthifolia) a la que se refiere Sesé es el eguzkilore de los navarros, una planta emblemática del Pirineo y otras zonas de montaña de Europa, reconocida tanto por sus usos medicinales y simbólicos como por su presencia en la cultura popular. Es una especie de gran cardo blanco o amarillento y con forma de sol que todavía hoy puede verse amarrado a las puertas de las casas pirenaicas. Con diferentes nombres (cardiguera o cardigassa, en catalán) era usado desde Euskadi a la Jacetania, el Alt Empordá o el Montseny como amuleto protector contra brujas, malos espíritus, rayos y enfermedades.

Nada de brujería

La pregunta inevitable aquí es si todas esas leyendas populares que han convertido el Pirineo en tierra de brujas hunden verdaderamente sus raíces en episodios reales. La filóloga y antropóloga Julia Carreras nos responde a eso desde Esterri d’Àneu, en el Pirineo catalán, que hoy en día se conviene en “que la brujería es un constructo” y que “las supuestas prácticas de las que se les acusaba no se produjeron realmente”. En suma, no había brujas ni akelarres fuera de la fantasías enfermizas de los perseguidores.

“Claro, lo primero que hay que hacer es definir la idea de bruja”, afirma. “Las brujas no eran personas, sino espíritus nocturnos que causan enfermedades y tempestades. Su caza comenzó con la llegada del Renacimiento porque había unas autoridades a quienes les interesaba. Especulaban con la existencia de un ente nocturno destructivo y se sirvieron de ello para quitarse de encima a ciertos segmentos de la sociedad. No obstante, sí podemos afirmar que el Pirineo es la cuna de esas cacerías de brujas. Incluso se especula con la idea de que la palabra bruja tenga un origen pirenaico”.

En palabras de la barcelonesa, “la extendida creencia de que había sectas que se reunían en akelarres o conciliámbulos surgió en buena medida de un historiador francés del siglo XIX llamado Jules Michelet que especuló con la noción de que existían unos grupúsculos organizados que llevaban a cabo ceremonias heréticas. Yo no he encontrado jamás nada que apoye que eso sea cierto”.

En realidad, ni siquiera hay testimonios documentales que permitan conocer las verdaderas creencias de las llamadas brujas y brujos, porque, después de todo, los documentos de los procesos contra ellos están filtrados por la ideología de sus perseguidores. A menudo, los reos decían lo que el inquisidor o el juez querían oír. Lo que sí había, según Carreras, era hechiceras y, tal vez más todavía, hechiceros, porque de éstas y de estos los ha habido siempre en todo el mundo. En el concepto de hechicero cabe cualquier persona capaz de influir en la realidad recurriendo a lo sobrenatural.

La antropóloga Julica Carreras, en el Pirineo catalán, junto a la flor de la carlina o eguzkilore, protectora ante las brujas. Cedida

Al decir de la antropóloga, “la brujería implica la adherencia a una secta organizada de adoración a equis, además de unas reuniones malignísimas y secretísimas. La hechicería es otra cosa y, por supuesto que la había. El mal de ojo es un clásico. Véase la Celestina, por ejemplo. Había además muchos tipos de adivinos y de encantadores. Algunos estaban especializados en impedir que los lobos mataran el ganado. A veces se pagaba a alguien para que desembrujara a la vaca”.

En el Pirineo había incluso gente que recurría al capellán de la iglesia para que leyera unas oraciones y pusiera enfermo a alguien, lo que, según Carreras explica que se les acusara a menudo de fe mágica y de realizar conjuros y maleficios. “De hecho, en el Pirineo aragonés se procesaba a menudo a los miembros del clero porque claro, ellos sabían leer libros y si sabes leer, pues eso”, dice la catalana. “En última instancia, a los hechiceros los terminan llamando brujos o brujas por adherencia, pero hablamos de otra cosa”.

Le preguntamos a la antropóloga si, a pesar de su condición de científica, cree que haberlas haylas. “Lo que yo creo es que hay cosas”, nos responde. “Yo creo en el ánimus (una especie de espíritu o principio masculino que, según Jung, toda mujer lleva en su interior y a la inversa). Pero no me he involucrado en nada de eso. Me dedico a investigar y a divulgar. Y el punto clave aquí es que la brujería vende. El entorno académico debería ponerse al servicio del público para subsanar ciertos errores de base. Cuando se usa la brujería como reclamo turístico se puede hacer bien o mal; se puede hacer con voluntad divulgativa o solo lucrativa”.

Si se quiere de otro modo, se habla de brujería coloquialmente cuando la palabra clave es “magia”. Y es justamente eso lo que conecta esas creencias que han pervivido hasta hoy con todos los círculos de creyentes que ahora frecuentan el Pirineo en busca de enclaves con energías especiales. “Entiendo perfectamente la conexión de aquellos falsos brujos con los neochamanes”, afirma Carreras. “Y entiendo igualmente que elijan un lugar tan potente como el Pirineo porque aquí hay mucha presencia megalítica y mitología antigua; hay creencias en hadas y espíritus del lugar y hay deidades precristianas atestiguadas. Se trata de un lugar muy poco hollado y con una fuerte presencia natural que al final posee una gran fuerza romántica”.

Chamanismo en el Pirineo navarro

“Ni un chamán es un brujo ni hay relación alguna entre la brujería y el chamanismo”, nos dice la navarra Isabel Etxarmendi. “El chamanismo es la práctica espiritual más antigua del mundo, anterior a todas las religiones. Y lo de las brujas fue un invento. Yo sería una bruja por tocar el tambor”

A Isabel no le gusta asignarse la etiqueta de chamán porque le parece pretencioso y arrogante. Se considera a secas una practicante. “¿Y qué pasa, entonces, con ese interés notorio que ha surgido por la cordillera pirenaica?”, le preguntamos. “Más allá de que el origen más antiguo de la cosmología vascona es el Pirineo y de que esto esté lleno de vestigios chamánicos, la única razón por la que yo lo practico en esta cordillera es porque nací aquí”, nos responde. “Aquí están mis muertos y mis ancestros. Estos son mis bosques y en el escudo de mi casa, que era la casa de mi familia, tengo un jabalí. A mí el eguzkilore me corre por las venas”.

Para ella, practicar el chamanismo involucra sobre todo conectar con unos guías en busca de alguna clase de sanación u otro objetivo personal. “Se trata de algo muy sencillo y nada estrafalario que te permite estar en el bosque y convocar a tus espíritus aliados tocando la maraca o el tambor”, precisa. Ella, concretamente, utiliza y fabrica percusiones lakotas.

La practicante navarra de chamanismo Isabel Etxarmendi, con uno de los tambores que fabrica y usa para sus rituales. Cedida

“Yo crecí y fui educada en el cristianismo”, dice. “De joven leí libros de Castaneda que me llamaron mucho la atención. Y siempre tuve esa inquietud que luego se tradujo en una búsqueda. Anduve mucho por la cuenca del Orinoco porque era reportera gráfica y poco a poco fui aprendiendo. No me tengo por chamán porque un chamán es la gente preparada para ello desde infante y nosotros somos unos recién llegados. Aunque podamos coincidir en el mismo escenario, tampoco veo la relación entre el chamanismo y la brujería porque nosotros buscamos la sanación creando un puente con el otro mundo y el brujo puede incluso manejar la maldad”.

Lo que Etxarmendi practica es el chamanismo universal, que es muy minoritario. “Y eso es algo que se puede hacer aquí, en el Pirineo, o irte a Barna o a Lugo, a donde me dirijo ahora mismo para juntarme con gente de toda España”, apunta.

Acusaciones modernas de brujería

Es un hecho, no obstante, que el Pirineo atrae a los creyentes en la magia y lo sobrenatural, sea cual sea la modalidad. El citado antropólogo aragonés Ángel Gari coincide con Carreras en que el principal motivo es que es “un espacio muy prestigiado por la documentación histórica y la tradición como escenario sobrenatural. Claro que eso no significa en ningún caso que esas nuevas prácticas tengan algo que ver con la sociedad tradicional y sus creencias”.

“Hay un sesgo tremendo en la reinterpretación moderna de la brujería”, sostiene Gari. “Aquí en el Pirineo hay neodruidas que colocan piedras con fines rituales y gentes que profesan otro tipo de creencias, pero se trata de algo exógeno. Una cosa son las creencias sobrenaturales de la sociedad tradicional pecuaria aragonesa desde la Antigüedad hasta el principios del pasado siglo y otra, por ejemplo, la reinterpretación que ha hecho la wika, que es un fenómeno nacido entre determinados sectores urbanos de Inglaterra”.

Gari cree asimismo que es obvio que la magia se practicó en el Pirineo como en el resto del planeta, pero no del modo en que sugerían los cazadores de brujas. Son creencias que ni siquiera son lejanas en el tiempo y tan humanas como las guerras. “No te diré el lugar pero durante los 70 una mujer del Altoaragón fue golpeada porque aparecieron daños en una pequeña empresa y se lo atribuyeron a ella”, cuenta. “Hubo también un pueblito situado en los límites con Cataluña donde aparecieron pintadas que pedían que se echara a la bruja”.

Círculo de biodanza.

Cincuenta años lleva Gari investigando la brujería y, según nos confiesa, nunca ha encontrado pruebas de invocaciones al diablo, aunque sí algunas personas que decían tener poderes y, tal vez, alguna posible relación con la magia negra. “Por supuesto, el curanderismo era también algo habitual que se ha hecho durante siglos y, de hecho, la mayoría de las curanderas y curanderos no eran perseguidos”, dice.

Bailar en el Pirineo 

En el Pirineo también se baila mucho con fines espirituales. “Yo suelo trabajar en una escuela de Zaragoza, pero organizo cursos en el Pirineo durante los veranos”, dice Rosabel Lacoma, que es una reconocida formadora y directora de Biodanza en España, especialmente activa en Aragón y el Pirineo. Tal y como la entienden sus propios practicantes, la biodanza es un sistema de crecimiento personal que utiliza la música, el movimiento y el encuentro grupal para inducir vivencias integradoras y favorecer la salud física, emocional y existencial. Bailan para sentirse bien. Y en el caso de Lacoma, integran igualmente en sus talleres y retiros propuestas neochamánicas.

Este año se reunirán en los aledaños del parque nacional oscense de Ordesa. Otros lo han hecho, por ejemplo, en el valle de la Guarguera. “Alquilamos casas rurales y nos reunimos en pequeños grupos”, explica Rosabel. “La biodanza es una práctica terapéutica que utiliza los efectos que tiene determinada música, el movimiento y la danza, pero cuando lo hago en los Pirineos, nos servimos también del contacto con la naturaleza”.

Ritual realizado en el Pirineo y dirigido por la zaragozana, instructora de biodanza, Rosabel Lacoma. Cedida

Al igual que Etxarmendi, tampoco se tiene por chamana, aunque a veces sus alumnos la han llamado así. “Todo el mundo puede despertar a su chamán interior porque hay una parte de nosotros conectada al mundo espiritual que se puede alcanzar mediante la danza o la meditación”, añade. “Pongo a la gente a bailar y, a partir de ahí, surgen experiencias y momentos de transformación. Hay danzas de conexión de cielo y tierra y danzas, por ejemplo, para las estrellas, que es la que hacemos en los Pirineos aprovechando el cielo que hay”.