Poco a poco, Patricia Pardo ha ido conquistando a los espectadores de Telecinco. Atrás quedaron sus diez años como reportera o el lejano año 2010, cuando fichó por El programa de Ana Rosa donde, desde 2019, fue la elegida para sustituir a la veterana presentadora al frente del programa en sus vacaciones de verano.
Su buen hacer en plató hizo que Mediaset confiara en ella, junto a Ana Terradillos y Joaquín Prat, para sustituir a Ana Rosa cuando estuvo enferma. Desde esta temporada, copresenta junto a Prat el programa Vamos a ver en las mañanas.
La gallega seguirá trabajando este verano, compatibilizando sus tramos de vacaciones con su compañero de Vamos a ver, eligiendo su Galicia natal como destino junto a sus hijas, su hijo pequeño y el presentador Christian Gálvez, su marido.
Patricia Pardo junto a su marido Christian Gálvez.
Patricia Pardo ha hecho balance del año con EL ESPAÑOL, valorando la vuelta de Ana Rosa a las mañanas o las audiencias del programa. Además, también ha querido 'mojarse' con algunos temas de actualidad.
Cambio de programa
El comienzo de la temporada televisiva, en septiembre de 2024, todos los espectadores de Telecinco se sorprendieron al ver como Ana Rosa Quintana pasaba a las tardes del canal para estar al frente de TardeAR, dejando la mañana para Ana Terradillos con La mirada crítica y Patricia Pardo y Joaquín Prat con Vamos a ver, ocupando el vacío dejado por 'la reina de las mañanas'.
Aunque a mitad de año la veterana presentadora regresó a su franja favorita y a volver a madrugar, tanto Terradillos como Pardo y Prat continuaron conquistando a la audiencia de Telecinco con sus programas.
Pregunta: ¿Qué balance hace de la primera temporada de Vamos a ver?
Respuesta: Hago un balance muy positivo, estamos muy contentos, sobre todo después de la sorpresa que nos llevamos con el regreso de Ana Rosa. Creo que algunos consideran que ha sido sorprendente el resultado del programa, para nosotros no porque confiábamos mucho en nuestro público, que nos ha dado una gran acogida y eso que somos el tercer programa de la actualidad de la mañana y lo tenemos excesivamente complicado porque hay historias que son del día y a lo mejor vienen un poquito ya más trilladas de los dos programas que van antes que nosotros, que son La mirada crítica y El programa de Ana Rosa, que es el buque insignia de la mañana y tiene el músculo de verdad.
Pero estamos muy satisfechos, porque a pesar de ser el hermanito pequeño, los datos nos respaldan, la gente también, el feedback que recibimos desde la calle o en redes sociales es muy positivo.
P.– ¿Cuál es el secreto para que funcione tan bien el programa?
R.– Creo que a la gente le gusta nuestra manera de comunicar, que están en sintonía con nosotros, que le gusta el estilo que tiene el programa porque todos los que hacemos Vamos a ver somos personas con mucho carácter y con una personalidad muy marcada, convirtiéndolo en el sello del programa. Además, a la gente le gusta identificarse con lo que significa Vamos a ver, así que muy felices y contentos.
P.– ¿Qué balance hace usted de este primer año en Vamos a ver?
R.– Ha sido muy especial, fue la página siguiente a El programa de Ana Rosa, como una segunda parte en la que hay otras personas y el formato un poquito diferente, entonces, para mí, Vamos a ver ha sido una nueva oportunidad en mi carrera. Además, si lo juntas con que a mitad de temporada Ana Rosa volvió a las mañanas, justo Joaquín se ausentó 15 días, fue como: "¿Qué va a pasar ahora?".
Para mí supuso un reto importante y, como siempre digo, esto es como hacer la Selectividad todos los días, es como presentarse a un examen diario y quien te aprueba, te suspende o te da el sobresaliente es el público y eso lo sabemos al día siguiente, cuando nos envían la audiencia que hemos hecho. Por todo eso, de este año hago un balance muy positivo, yo soy muy agradecida y siempre que tengo un mal día y querría hacer otra cosa, me gusta mucho mirar atrás, respirar y valorar también los logros, y creo que no es poco lo que hemos conseguido este año.
Patricia Pardo cuando estuvo cubriendo en El Vaticano.
P.– ¿Está muy pendiente de las audiencias de cada día?
R.– Es imposible no estarlo porque nuestro director, todos los días, nos manda puntualmente la audiencia, la franja de coincidencia y todo lo que tenga que ver con la repercusión que ha tenido el programa, que es su trabajo y es nuestra obligación también estar pendientes y saber por dónde van los gustos de la gente, qué podemos modificar, qué hay que mejorar…
No somos muy esclavos de la audiencia en el sentido de que intentamos hacer nuestro trabajo lo mejor posible y trabajamos igual en verano, en otoño, con un 10% o con un 15% y la mecánica es la misma, intentamos hacerlo lo mejor posible, tengamos la audiencia que tengamos. Lo que pasa es que si el día anterior no ha gustado lo que les has ofrecido al público, hay que cambiar el menú.
P.– ¿Cómo ha visto la vuelta de Ana Rosa a las mañanas?
R.– Los datos la respaldan, con lo cual ha sido positivo, eso es indiscutible, su lugar natural es la mañana. Creo que, cuando arrancó el programa con esa fuerza, con su editorial, se reafirmó en lo que a ella le gustaba hacer, el contenido político y ahí es donde tiene que estar.
P.– ¿Cómo vivió su vuelta a su faceta como reportera en Roma como enviada especial para cubrir el fallecimiento del papa Francisco y la elección del nuevo papa León XIV?
R.– Hay veces que tengo mucha morriña de mi época de reportera. De Roma volví fascinada, me encantó la cobertura, me lo pasé fenomenal y sentí una intensidad y una emoción maravillosas. Recordé esos tiempos como reportera y me di cuenta de que sigo siendo exactamente la misma: muy exhaustiva, con mi libreta de notas... hay cosas que nunca cambian. Pero es verdad que con tres hijos, necesito estar en un plató, no con una maleta a rastras. No obstante, hacer de reportera puntualmente, me gusta.
P.– ¿Trabajará este verano?
R.– Mis vacaciones, en verano y el resto del año (risas), las marcan mis niñas, fruto de mi primer matrimonio. Ni la audiencia, ni la información, ni mi director. Las marcan ellas, y nos iremos a Galicia a descansar las primeras quincenas de julio y agosto, con lo cual me toca trabajar las segundas quincenas. De hecho, para mí, el 18 de agosto es el arranque de temporada.
El peso de la fama
Además de la notoriedad que le han otorgado sus años en televisión, desde 2022 es pareja de Christian Gálvez, otro presentador muy conocido desde sus tiempos de Caiga quien caiga o Pasapalabra. La gallega y el madrileño se casaron en 2023, año en el que nació su primer hijo en común, Luca.
P.– ¿Cómo lleva la fama?
R.– En cuanto a la fama, si se puede llamar así, la peor etapa de mi vida fue cuando se hizo pública, mejor dicho, nos obligaron a hacer pública la relación que teníamos Christian y yo. Eso fue lo peor porque nos obligaron a exponer una relación que ni siquiera era en ese momento relación, solo que algunas personas lo calificaron así antes de tiempo. Gestionar eso me costó mucho, pero, te confieso, que yo ya había ido antes a terapia. Decidí ir a cuando me separé y creo que es una cosa muy sana y que ya no es un tema tabú.
Es más, te diría que, según los psicólogos y los profesionales con los que yo hablo, ahora hay una especie de psiquiatrización de las cosas. Todo el mundo necesita una etiqueta, un porqué y el nombre de la patología mental que tiene sin, en ocasiones, tenerla. Los expertos invitan a todo el mundo a que vaya a terapia si lo necesita porque siempre va a ser beneficioso. No me considero una persona famosa, soy periodista, la misma persona de siempre, una tía súper familiar a la que ahora han obligado a ser un personaje de corazón y yo no quiero serlo.
P.– ¿Qué ventajas e inconvenientes tiene la fama y tener una pareja tan conocida como Christian Gálvez?
R.– ¿Ventajas? Que cuando tienes un mal día y vas a un centro comercial a dar una vuelta, venga alguien, te reconozca y te diga: "Gracias porque habéis abordado la semana pasada tal tema y nos ha encantado". Eso es muy satisfactorio y lo percibo como algo positivo. Eso es maravilloso. Ahora, lo negativo. Pues a mí me encantaría hacer mi trabajo y, una vez que ponga el pie en la calle al acabar el programa, ser invisible. Que nadie me reconociese. A mí eso me fascinaría. Ya sé que es imposible, pero, pues hay veces que te cortan mucho la libertad y yo soy una persona muy tímida, solo soy extrovertida cuando me pongo delante de la cámara.
El tema de estar tan expuesto y el tema de que la gente pueda criticarlo todo y parece que todo lo que haces o lo que dices se toma como algo negativo. Todo el mundo lo lleva a la crítica. Eso me cuesta bastante. También el ver una portada de una revista con tu familia, organizo un plan para ir a comer por ahí con mis hijas y mi marido y te encuentras fotógrafos en la puerta… Ahí los niños pequeños no siempre lo saben gestionar o no les gusta. En casa lo tenemos ya más que asimilado y se lo hemos explicado a las niñas, pero el sentirte observado, saber que te están haciendo una foto o sentirte juzgado no es muy reconfortante. Forma parte del oficio y ya está. No pasa nada.
P.– ¿Se le acerca mucha gente para hablarle de Christian?
R.– Sí, es que la gente le adora y hasta mis hijas alucinan. Yo les explico que él ha estado muchos años presentando Pasapalabra, que el público le quiere mucho y es uno más de esas familias. Es que es una pasada el cariño que le dan. Y lo entiendo porque es que en mi casa pasaba eso. Mi abuela Aurora, que murió en el 2019 y por desgracia no le pudo conocer, estoy segura de que le encantaría abrazarle y decirle, era ya de la familia porque le veía todos los días en el concurso. Ese cariño, para mí, es un motivo de orgullo y, a veces, hasta me emociona y pienso: "Pero por favor, ¿pero cómo se puede querer tanto a un señor que ni conoces?".
P.– ¿Cómo se llevan sus hijas con Gálvez?
R.– Él dice que, aunque no son sus hijas, son sus niñas. Ellas tienen a su papá, por supuesto, pero son sus niñas. No escatima en esfuerzos ni en responsabilidad. Lo asume todo, lo mismo hace de deberes, que les ayuda a montar un Lego, les lee algo… cualquier cosa que haya que hacer, él lo hace. Y no es que me ayude, nos ayudamos los dos. Y eso se nota. Hay una fluidez en casa como una familia normal y corriente, solo que mamá madruga muchísimo y, de repente, ha llegado un niño a la familia, de un año y medio, que es un terremoto y que nos obliga a estar con la lengua fuera. Pero muy felices (risas).
Patricia Pardo y Christian Gálvez.
P.– ¿Qué significa para usted Christian Gálvez?
R: Él siempre dice que yo le devolví la fe, pero él ha hecho algo infinitamente más grande, convirtió esa fe en certeza porque para mí la gran certeza de nuestra relación es Luca, nuestro hijo. Ahora mismo pienso que el calvario que atravesamos al principio de la relación mereció la pena. Nos juzgaron sin escucharnos y nos condenaron sin tan siquiera conocernos como personas o como pareja. Somos dos trabajadores tenaces y honrados que hemos labrado nuestras carreras a base de esfuerzo durante años.
Que las críticas despiadadas y las sentencias de unos cuantos interesados menoscaben nuestra imagen es muy doloroso y sobre todo es injusto. Christian es la persona más honesta, transparente y valiente que conozco. Él no dudó en dar ese salto de fe que decidimos hacer juntos y al final las rosas florecieron. Estar a su lado es una lección permanente; es un entusiasta y un trabajador infatigable.
Un repaso a la actualidad
La gallega siempre está atenta a la actualidad, esté trabajando o no en Vamos a ver. En especial está viviendo la situación en Israel, ya que uno de los viajes más especiales de su vida lo hizo junto a Christian Gálvez, su marido, a Jerusalén.
P.– ¿Cómo están viviendo en casa el conflicto en Israel?
R.– Es un tema del que hablamos muchísimo en casa porque uno de los viajes más importantes y que más nos ha marcado como pareja a Christian y a mí fue a Jerusalén, a Tierra Santa. Siempre digo que Luca, nuestro hijo, vino de Jerusalén porque se lo pedimos al muro, además inspiró a Christian para escribir su último libro, Te he llamado por tu nombre. Al igual que pienso que en el tema de la polarización de la derecha y la izquierda todos nos parecemos mucho más de lo que demostramos, creo que aquí también. Considero que lo que todos queremos es que haya una paz efectiva y de una vez por todas. Creo que nadie está tan polarizado en este tema como a veces parece.
Patricia Pardo en 'Vamos a Ver'.
En verano de 2014 estuve en la guerra de Gaza, durante la operación Margen Protector. Vi niños mutilados en el hospital Al-Shifa y conozco bien el sufrimiento de los gazatíes; nadie me va a decir lo que pasa en Gaza porque lo he vivido. Algunos tratan de darme lecciones de moralidad y me echan en cara que qué pasa con los palestinos cuando expongo que admiro al pueblo judío por su resiliencia, unidad y capacidad de resurgir, pero también les digo que no es incompatible con condenar su acción militar y que yo sigo teniendo contacto con gazatíes y me preocupa mucho lo que está sucediendo allí.
P.– ¿Ve cercano el final?
R.– Por desgracia no tenemos la respuesta al conflicto. Ojalá la tuviésemos, ojalá pudiésemos saber cuál es la línea ideal y la más beneficiosa para todos, pero es muy complicado porque es verdad que, por una cuestión de civilización, progreso y cultura, se supone que estamos más cerca de los judíos, pero por una cuestión de humanidad y de sentido común, es imposible y insostenible consentir lo que está pasando en Palestina, especialmente en Gaza.
¿Posicionarme? La equidistancia a mí nunca me ha gustado, creo que lo que está haciendo Netanyahu es demencial, creo que se aproxima a un genocidio y me parece que muchos líderes políticos son unos hipócritas, unos miserables y unos cobardes por no querer o no ser capaces de pararlo. Eso es lo que creo.
P.– ¿Cuál es la alternativa o cuál es la solución?
R.– Pues yo no soy política y, por desgracia, no la tengo ahora, te aseguro que no me puede doler más lo que está pasando allí. Desde un punto de vista egoísta, a mí me encantaría llevar a mi familia a Jerusalén. He estado dos veces allí y creo que es un viaje fascinante para cualquier persona y más para un cristiano, que yo lo soy, pero no sé cuándo se va a poder volver allí.
Me encantaría poder decir que es un conflicto que se va a acabar, pero es que aquello empezó en 1948 y las cosas solo han ido a peor. No sé quién debe tocar la tecla correcta, pero puedo decir que todos somos responsables por no exigirles a nuestros políticos que paren esa masacre de una puñetera vez.