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En el ajedrez los primeros en ser sacrificados son los peones, y últimamente la paz mundial está en jaque. Se respira tensión en los despachos presidenciales y los gobernantes comienzan a coquetear con el botón rojo. Aunque no existen motivos de alarma extrema, ya se están produciendo choques de trenes entre las potencias mundiales. Prevenir es de sabios, y al imaginarse el escenario es imposible no preguntarse: ¿En caso de guerra mundial, hay algún lugar seguro?

En el supuesto de una guerra a gran escala, la mayoría de los países estarían en peligro, pero también hay trincheras seguras, como los niños que juegan con protección siendo “palomita”. ¿A dónde huir en caso de un conflicto mundial? Encomendarse a la sabiduría IA puede ser una buena opción. En apenas unos segundos, la Inteligencia Artificial puede emitir un informe con los oasis más seguros.

El primero de ellos es un clásico: la eternamente neutral Suiza. Protegido por una geografía montañosa, el país del Toblerone siempre ha sido un santuario de paz en mitad de la barbarie. El país no participa en conflictos armados desde 1815, la última vez que combatieron fue con caballos. Cuentan con refugios antiaéreos y suplementos de agua y comida. Allí no se verían misiles, pero sí unas buenas bombas de azúcar de chocolate con leche. Además, no pertenece a la OTAN, por lo que no estaría obligada a responder por el ataque de un país aliado.

Nueva Zelanda se suma como otra apuesta segura. Su ubicación en el Pacífico Sur le protege por sí sola. Se trata de un punto remoto, alejado de rutas estratégicas y focos de tensión. País autosuficiente que no alberga bases militares extranjeras, por lo que no le rinde cuentas a nadie. Toda una burbuja paradisíaca en caso de una guerra. Además, las propiedades digestivas de sus típicos kiwis invitan a liberarse de todo tipo de tensiones.

Otro país del club, Islandia. Asintomática a las guerras. Isla con una posición geográfica preferente, alejada de zonas de conflicto. Son líderes en el Índice de Paz Global. Se desentienden de las balas hasta tal punto de que ni siquiera tienen ejército permanente ni instalaciones militares extranjeras.

Un proyectil volador desentonaría con las auroras boreales que tintan sus cielos, no hay necesidad. Su autosuficiencia también sería clave. La densidad de población islandesa es baja, por lo que habría abundancia de recursos naturales para abastecer a quien lo necesitase.

EL ESPAÑOL entra en los refugios nucleares de Helsinki, Finladia. Javier Carbajal

Una de las sorpresas del ranking proporcionado por la IA es Bután, un país poco conocido. Precisamente ser la cara oculta de la moneda le convierte en un lugar más que exclusivo. Este pequeño oasis se encuentra ubicado en mitad del Himalaya, el retiro espiritual de los monjes budistas. Está rodeado de formaciones montañosas, por lo que nada ni nadie podría perturbar su meditación. Su política exterior también ayuda, el reino se caracteriza por aplicar políticas discretas, sin involucrarse en conflictos internacionales.

Estos cuatro países encabezan la lista de zonas de confort, aunque les siguen otros territorios que no tienen nada que envidiarles. Uno de ellos es la Antártida. Aunque su clima no garantice una estancia VIP, su lejanía certifica un asilo fuera de todo peligro. Otro refugio helado es Groenlandia, territorio autónomo con densidad poblacional mínima, aunque últimamente amenazado por los intereses geopolíticos de Trump.

Irlanda, otra isla por la que la IA tiene fijación. Su aislamiento geográfico le aleja de zonas de conflicto, con una política exterior reservada, inmune a las guerras. Tal vez un pub de cervezas irlandesas puede ser un punto de encuentro para garantizar la paz entre líderes mundiales. Canadá y Costa Rica son otros pacifistas en la escena internacional, no hay una pizca de pólvora en sus políticas, aunque Canadá pertenece a la OTAN.

Por último, la IA recomienda un surtido de países sudamericanos lejos del foco de conflicto. Argentina, Chile y Uruguay son algunos lugares de exilio históricos que estarían completamente desconectados de conflictos a gran escala. En definitiva, toda una guía turística, ser pacifista implica tener muchos sellos en el pasaporte. Quien sabe, tal vez lo mejor sea una escapada a un pueblo de Extremadura, con chorizo y cosechas de tomates a prueba de guerras.