Los jóvenes de la generación Z, también conocidos como centennials, ya se están graduando. Ahora, los nacidos en 2002 acaban de terminar una de las carreras que marcarán el futuro. Uno de esos dobles grados con el que tendrán un 100 % de empleabilidad debido a que el mundo informático no sólo atraviesa nuestras vidas, sino que ahora, con la llegada de la inteligencia artificial, se convierte en un pilar básico del siglo XXI.
Así pues, 10 chicos y chicas de esta generación optaron por lo práctico cuando tuvieron que elegir sus estudios universitarios. Y lo práctico pasa por ser conscientes del mundo en el que viven para observar los nuevos perfiles que demanda la sociedad.
Por ello no lo dudaron. Por ello han estudiado –y acabado– el doble grado en Matemática Computacional e Ingeniería del Software, una carrera que desde que la empezaron hasta 2025 ha tenido que evolucionar sobre la marcha y reinventarse a sí misma con la aparición de la IA. El doble grado, impartido en el Centro Universitario de Tecnología y Arte Digital (U-tad) desde el curso 2019/2020, ahora se ofrece con la carrera el Título Propio en Inteligencia Artificial Generativa.
Un grupo de alumnos, aprendiendo en la U-tad.
Y aunque en su momento no fueron del todo conscientes, estos 10 magníficos eligieron el grado del futuro. De ese futuro que ya ha llegado. Ellos son José Delgado, Gonzalo de Antonio, Ana Isabel González, Alexander Bas, Manuel Peláez y otros cinco alumnos que han declinado participar en este reportaje de EL ESPAÑOL.
Ahora, la promoción de 2025 confirma que tiene ya un pie en el mercado laboral. Muchos han firmado contratos antes de acabar y sus trayectorias personales dibujan un retrato generacional de talento, ambición y realismo. “Quiero probar distintos sectores antes de casarme con uno, pero siempre alrededor de la IA y el análisis de datos”, reconoce Alexander Bas (Madrid, 2002). “Nuestro perfil vale para trabajar en proyectos de Inteligencia Artificial, datos, Aprendizaje Automático, Blockchain...”, añade otro.
Sueños de ayer, profesionales de hoy
Hace apenas cuatro años, la apuesta por este doble grado parecía una jugada arriesgada. Hoy, la realidad ha superado cualquier expectativa. El sector tecnológico español —y europeo— sigue clamando por perfiles híbridos, capaces de moverse con soltura entre la lógica matemática y la construcción de sistemas complejos.
La Inteligencia Artificial, la analítica de datos y la automatización han dejado de ser promesas de futuro para convertirse en el presente de la industria. Y estos jóvenes, nacidos en 2002, han crecido justo en el epicentro de esa transformación.
“Lo que más me atrajo fue la combinación de lógica pura y construcción práctica. El rigor de las Matemáticas te afila la mente, la Ingeniería del Software te da herramientas para crear”, resume José Delgado Jiménez (Ávila, 2002) que acaba de terminar el grado con una media de 7,8 y ya prepara su salto a un máster de Inteligencia Artificial.
Alexander Bas, graduado en el doble grado en Matemática Computacional e Ingeniería del Software.
La suya es una historia de curiosidad y método. De pequeño, José era ese niño tranquilo que resolvía acertijos y soñaba con inventar cosas. Hoy, tras unas prácticas en Mutua Madrileña, tiene claro que quiere “ocupar posiciones donde se combine lo técnico con lo estratégico”, en proyectos de impacto estructural.
“Me gustaría trabajar en una unidad internacional de análisis estratégico o innovación tecnológica, donde se mezclen datos, decisiones y visión de futuro”, confiesa, con la mirada puesta en empresas como Telefónica Tech, BCG Gamma o alguna bigtech.
El caso de Gonzalo de Antonio, madrileño, es el reverso complementario. “De pequeño era muy introvertido, jugaba a videojuegos con mi grupo de amigos y soñaba con ser ingeniero, aunque no tenía claro de qué”, recuerda. La oportunidad de cursar el doble grado llegó casi por casualidad: iba a matricularse solo en Ingeniería del Software, pero le ofrecieron la opción de añadir Matemática Computacional. “Como las Matemáticas siempre me habían gustado, decidí darle una oportunidad”, explica.
Gonzalo ha cerrado su expediente con un 8,6 y lleva un año trabajando como analista e ingeniero de datos. No planea estudiar más a corto plazo: su vocación está clara y su sueño profesional pasa por la defensa y la aeronáutica militar, siempre en la rama técnica y de datos. “Quiero seguir en lo que hago, pero me encantaría trabajar en proyectos de defensa, en aeronáutica militar”, afirma.
Feminizar la profesión
El año pasado, Ana González ya era noticia: la contrataron antes de acabar la carrera, con una empleabilidad del 100% y sueldos que rondan los 55.000 euros. Nacida en Valladolid, hija de un medallista olímpico, Ana representa la irrupción femenina en un sector históricamente masculinizado. “Siempre me incliné por las ciencias, especialmente las Matemáticas, porque no requerían tanta memorización, sino razonamiento y lógica”, cuenta. Desde la ESO supo que lo suyo era la programación.
Hoy, con una media de 8,2, hace prácticas en NTT DATA, en el área de Data & Analytics, desarrollando modelos de Inteligencia Artificial. “Desde el primer día me han involucrado activamente, permitiéndome aprender y aportar en los proyectos. Me encantaría poder continuar trabajando allí”, reconoce. Su objetivo inmediato es ganar experiencia profesional y no descarta, en el futuro, trabajar fuera de España.
Ana González, graduada en el doble grado en Matemática Computacional e Ingeniería del Software.
Alexander Bas, madrileño, es otro de los nombres propios de esta promoción. Hiperactivo de niño, soñaba con ser militar o bombero, pero la informática se cruzó en su camino gracias a su hermano mayor. “Las Matemáticas siempre se me dieron bien, y la tecnología me fascinaba. Entre eso y las enormes salidas del sector, el doble grado me cuadraba perfecto”, explica.
Alexander ha terminado con una media de 8,5 y trabaja como Data Engineer Intern, desarrollando pipelines en PySpark y afinando modelos de predicción de ventas. Su meta a medio plazo es clara: “Quiero probar distintos sectores antes de casarme con uno, pero siempre alrededor de la IA y el análisis de datos. A medio plazo, montar algo propio y ser mi propio jefe, trabajando 100% en remoto y cambiando de país cuando me apetezca”.
El perfil de Manuel Peláez, nacido en Alpedrete, es el del ingeniero que desmontaba cables de pequeño y aprendió a programar a los 14 años. “Me pareció la mezcla perfecta de dos ramas que siempre me han gustado. Cuando fui con mi padre a las jornadas de puertas abiertas y conocí este doble grado, supe que sería un reto para mí”, recuerda.
Con una media de 7,6, Manuel hace prácticas como analista de datos en una consultora y sueña con montar su propia empresa de soluciones de inteligencia artificial. “Primero quiero trabajar de consultor para seguir formándome, pero mi trabajo soñado sería liderar mi propia empresa tecnológica, desarrollando soluciones innovadoras basadas en IA para ayudar a otras empresas a optimizar sus procesos”, afirma.
¿Qué tienen en común?
Más allá de las notas —todas por encima del notable— y de la empleabilidad, hay un hilo conductor que une a esta promoción: la pasión por aprender, la curiosidad y una visión pragmática del futuro. Ninguno se considera un “cerebrito” en el sentido clásico. Todos han tenido dudas, momentos de esfuerzo y, sobre todo, una capacidad de adaptación que parece ser la marca de su generación. Para ingresar en los trabajos de ese futuro que ya ha llegado.
“Quiero ocupar posiciones donde se combine lo técnico con lo estratégico, y trabajar en proyectos con impacto real”, resume José Delgado. Ana González, por su parte, prefiere centrarse en el presente: “Mi objetivo es seguir aprendiendo y ganando experiencia. Me gusta centrarme en el presente, pero sí me gustaría, en algún momento, trabajar fuera de España para ampliar horizontes”.
La segunda promoción del doble grado en Matemática Computacional e Ingeniería del Software, en suma, confirma que la carrera del futuro ya es el presente. Jóvenes preparados, con visión internacional, que combinan la lógica matemática y la creatividad tecnológica, y que han aprendido a moverse en un mundo donde el cambio es la única constante. El relevo está asegurado. Y, visto lo visto, el futuro también.