"En 2001 y 2002, nos armamos de valor y tras conseguir prestado algún dinero, organizamos dos campañas de búsqueda del calamar gigante en el Cantábrico junto al equipo de una productora audiovisual", asegura el científico gallego Ángel Guerra Sierra, que fue justamente quien lideró las dos expediciones españolas que menciona.
"No logramos filmarlo, tal y como nos proponíamos, pero hicimos un documental (En busca del kraken) que puede verse en Internet. Otros —como Clyde Roper de la Smithsonian Institution— lo intentaron también como nosotros antes y después, pero hubo de esperarse hasta el 10 de julio de 2012 para que un equipo sobrado de recursos y financiado por el Discovery Channel y una cadena nipona de televisión (NHK) lograran grabar a esa criatura tan elusiva en su hábitat natural. Para sacar adelante esa misión aunaron fuerzas los expertos Steve O'Shea, Edith Widder y el japonés Tsunemi Kubodera".
"Siete años más tarde, me encontré a mi buen amigo Kubodera en un hotel de Brasil", prosigue el español. "Yo era muy consciente de que me había ganado la carrera. Y entonces, el japonés se me acercó; me miró fijamente a los ojos y, sin ninguna acritud, me dijo: 'Guerra, we did it'. Guerra, lo hicimos. Desde entonces, ha sido grabado nuevamente en varias ocasiones más. Un alumno mío lo registró incluso en las Canarias. El calamar gigante ya ha dejado de ser una criatura ignota".
El científico gallego, Ángel Guerra Sierra.
En efecto, el también llamado kraken ya no es una leyenda y, aunque el gallego no nos lo diga abiertamente, él tiene buena parte de la culpa de ello, junto a una pequeña aristocracia mundial de expertos en cefalópodos entre quienes ocupa un lugar de privilegio. Guerra ha desarrollado el grueso de su labor científica desde su posición de profesor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Instituto de Investigaciones Marinas (Vigo).
Ahora está jubilado (tiene 78 años), pero conserva intactas su curiosidad intelectual y una bien ganada reputación planetaria como teutólogo, que no es un experto en alemanes sino el nombre con el que se designa a los naturalistas que estudian a los cefalópodos, un grupo de invertebrados marinos que incluye a los pulpos, las sepias, los nautilos y, por supuesto, a los calamares gigantes del género Architeuthis a los que los antiguos conocían también como medusas.
La historia de los 'kraken'
La historia de los kraken es extraordinaria y fascinante porque establece un puente entre los bestiarios medievales y los modernos manuales científicos. Las dudosas criaturas de ayer que estudiaban los criptozoólogos siguen siendo en parte un gran misterio debido a que pasan la mayor parte de su vida a un kilómetro y medio de profundidad, en los océanos.
El primer calamar gigante conservado en el Aula del Mar de Luarca, Asturias.
En todo caso, el aura legendaria que les atribuía, por ejemplo, la capacidad para enroscar un mercante entero entre tentáculos de cuarenta metros ha quedado completamente destruida por los estudios de Ángel Guerra y su selecto grupo de colegas (su personalidad esquiva y su aspecto aterrador abonaba el terreno para las fabulaciones y las hechicerías de nuestros antiguos). El gallego es muy probablemente el científico europeo que más calamares ha diseccionado y estudiado.
"Explicar la conexión entre la bestia legendaria y la criatura real que hemos logrado describir a partir de los hallazgos de cadáveres da para dos capítulos del libro que publicamos a finales de 2009 (El calamar gigante, ¿qué sabemos de...?, escrito en colaboración con Ángel F. González)", afirma el profesor.
"Hay ya menciones a un polipo enorme en los escritos del primer siglo de nuestra era de Plinio el Viejo. Aparece en un sitio no bien identificado de las costas españolas muy probablemente próximo a Gibraltar. Lo describe como un animal enorme de unas quince ánforas, que vendría a ser el equivalente de doscientos litros de volumen y alrededor de nueve metros de longitud".
Ángel Guerra, junto a un ejemplar de más de 150 kilos y unos doce o trece metros de longitud, hallado hace veinte años por un arrastrero en Asturias.
Hay también leyendas marineras sobre calamares gigantescos desde siempre y, entre ellas, destacan las historias escandinavas sobre el kraken, que significa "árbol con las ramas hacia arriba" en noruego. El obispo de Upsala, Olaus Magnus, habla en el siglo XV de un bicho de colosales dimensiones en las costas de Bergen".
"A partir de muchas de esas menciones se va conformando la leyenda que prevalece con variantes y añadidos a lo largo de los siglos", continúa Guerra. "Fue un danés llamado Japetus Steenstrup quien acuñó el término Architeuthis dux para designar a los calamares gigantes en un documento de 1857.
Tras el surgimiento de la criptozoología se había empezado a sospechar que todas esas criaturas que describían los marineros o se hallaban varadas en las costas de Terranova, Escandinavia o incluso Nueva Zelanda podrían ser, en realidad, grandes cefalópodos.
Grabado de un cachalote devorando a un calamar gigante.
Respaldó más esa idea los hallazgos de restos de calamares gigantes en los estómagos de cachalotes pescados en Noruega. Claro que lo que se conocía hasta no hace demasiado sobre el calamar era parcial y pobre porque las descripciones zoológicas se habían realizado solo a base de cadáveres, de los restos varados en las rocas".
"En 1984, estando trabajando en Plymouth con Malcolm Clark, el zoólogo británico me dijo que se proponía crear una asociación de teutólogos que reuniera a los mayores expertos mundiales. Yo formo parte del comité ejecutivo de ese Consejo Internacional para el Estudio de los Cefalópodos desde su constitución".
A partir de ese momento, empezamos a hacer mejores descripciones del animal porque comenzamos a conseguir también ejemplares moribundos pescados por poteros o arrastreros. Entonces comenzó esa divertida competición por ver quién era el primero en filmarlos en su ambiente, la carrera que ganó nuestro amigo Kubodera".
Las expediciones
Las dos expediciones que lideró Ángel Guerra (dotadas de unos medios notablemente inferiores a la de los japoneses y los anglosajones) concentraron su interés en las costas cantábricas porque el gallego y los miembros de su equipo del Instituto de Investigaciones Marinas habían venido comprobando, gracias a los calamares que aparecían varados, que los kraken disponían de un ecosistema muy de su antojo en algunas áreas del litoral gallego y, más especialmente, en las costas asturianas de Luarca, donde llegó a existir un museo que destruyó la mar donde reunieron cuarenta especímenes.
"Sucede que allí hay unos cañones submarinos muy semejantes a los del Japón que son muy queridos por los calamares", aclara el científico español. "Ellos viven a unos mil quinientos metros de profundidad pero ascienden para comer merluza o bacaladilla. Resulta que esas criaturas deben ingerir cada día en torno a un diez por ciento de su peso corporal, lo que viene a ser unos diez kilos de comida diaria. Como no lo pueden tragar entero porque poseen un esófago muy estrecho, deben trocearlo con su pico de loro".
La pregunta del millón aún continúa siendo cuáles son las dimensiones máximas de estas criaturas que tanto aterraban a los marinos de la antigüedad. Existe incluso a día de hoy una cierta tendencia a la exageración, pero acostumbra a convenirse que el peso máximo de las hembras podría superar ligeramente los trescientos kilos. Hay citas de especímenes que medían más de 20 metros de longitud, pero nunca se ha documentado científicamente.
Ángel Guerra y Luis Laria, en el Aula del Mar de Luarca, junto a un pulpo gigante.
"El mayor calamar gigante que he tenido en mis manos fue encontrado en Luarca; pesaba 156 kilos y medía trece metros, tentáculos incluidos", afirma Guerra. "Respecto a su reputación de criaturas inteligentes, yo no me referiría a sus habilidades como inteligencia. No, al menos, tal y como la entendemos desde una perspectiva humana. Pero es cierto que, a diferencia del resto de los invertebrados, tanto el pulpo como el calamar poseen una especie de cráneo cartilaginoso.
Han evolucionado de tal forma que los nódulos o centros nerviosos próximos a la cabeza se han fusionado formando un auténtico cerebro de una gran complejidad. Es algo muy llamativo. Yo compararía su inteligencia o sus habilidades a las de un pequeño vertebrado del estilo de una rata.
Digamos que, más que inteligentes, son ingeniosos y desde luego, no hay duda de que sí son los más inteligentes entre los invertebrados. Poseen capacidades muy notables como la de mimetizarse. Y por supuesto, son seres sintientes que experimentan dolor".
El kraken solía ser caracterizado igualmente como una criatura despiadada y agresiva, lo que conectaba en realidad con su reputación medieval de "estrangulabuques". En su descargo hay que decir que no hay nada que apoye semejante pretensión. Como explica el gallego, "manifiestan una cierta agresividad cuando capturan una presa, pero si lo que se pregunta es si es capaz de atacar a un ser humano, la respuesta es que lo desconocemos porque en su ecosistema natural no hay humanos a su alcance.
De todos modos, no parece que sean especialmente violentos. Cuando los cachalotes bajan hasta los mil quinientos metros de profundidad con la esperanza de comerse un calamar gigante pueden defenderse de diferentes modos. Uno es echando tinta. A su vez, poseen un ojo tan grande que son capaces de detectar a unos cien metros las luminiscencias que crean los depredadores en el agua, lo que le da un cierto margen para huir. Pero también pueden tratar de enroscar sus tentáculos en la nariz de su adversario, tal y como hemos comprobado que ha hecho en ocasiones con los tiburones”.
No hay ninguna gastronomía de renombre que incorpore en sus menús al Architeuthis dux, lo que no significa que no pueda comerse. "Yo lo he probado, de hecho", precisa el gallego. "En Asturias, durante la guerra, se los comían también. Los llamaban 'peludines' porque cuando la barca los pescaba y los sacaba del agua tenían como una fila de fibras epidérmicas que se pelaban.
El "Pulpo Colosal" de Pierre Dénys de Montfort atacando una nave mercante.
No es que sea una delicia gastronómica, dado que tienen un alto contenido en amoniaco, que el animal usa para desplazarse por el agua. Desconozco cómo se cocina para eliminarlo de la piel, aunque hay distintos métodos no excesivamente complicados como añadir bicarbonato. La primera vez que lo probó Clyde Roper, en Canadá, tuvo arcadas y vómitos. Claro que cien kilos de calamar no podían ser desdeñados por los asturianos en una época de hambre como fue la guerra".
El número de especímenes conocidos de calamar gigante se estableció en unos 600 en 2004 pero, desde esa fecha, se ha ido incrementando la cifra cada año. Los hay en todo el mundo pero solo donde existe una influencia de corrientes oceánicas.
Además de en Asturias y en Galicia, se han detectado en Málaga y un poco en Valencia, a la que sí que alcanza a acariciar el Atlántico de refilón. Que científicos como Ángel Guerra hayan sido capaces de expulsar de los bestiarios al calamar gigante no significa, sin embargo, que no existan todavía enigmas pendientes de iluminar por la Biología.
"Yo ya estoy jubilado", añade el teutólogo español. "Pero aún hay muchos retos que nos traen de cabeza como una criatura tremendamente extraña a la que hemos llamado 'calamar araña' y que solo ha podido ser filmada con submarinos tripulados capaces de bajar con humanos dentro hasta los tres mil metros de profundidad.
Es un bicho extraordinariamente raro con un cuerpo pequeño pero con unos tentáculos finísimos de unos ocho o nueve metros que parecen los hilos que tejen las arañas. Ha dado lugar a la creación de una nueva familia. Y no sabemos cómo caza, cómo come o cómo vive o copula".
