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Trabajaba solo. No era necesario que hablase con nadie. Y si por un casual tenía que tratar con alguna persona, generalmente personal de la alcaldía, lo hacía en catalán, a pesar de que no fuera su lengua materna y la conociera al dedillo. El problema: no disponer en el momento que se lo exigían de un certificado que acreditase sus conocimientos lingüísticos en catalán.

El despido del cocinero Manuel Escribano Cobos (Pedroche, Córdoba, 1979) del Ayuntamiento de Barcelona por no saber, o más bien, no obrar en poder del título B2, de catalán, tras más de 17 años de trayectoria en el Consistorio de la Ciudad Condal, le desembocó en numerosos problemas en su salud mental. "Tuve que ir varias veces al psicólogo. A día de hoy sigo teniendo ansiedad por aquello. Fueron unos años complicados en mi vida", sostiene Escribano, con gran pesar, en una entrevista reciente con EL ESPAÑOL.

Oriundo de un pequeño pueblo del norte de Córdoba de no más de 1.700 habitantes, decidió trasladarse a Barcelona hace casi 20 años a emprender un nuevo camino lejos de su zona de confort. "Mi padre se marchó para allá y siempre se me quedó la espinita clavada de conocer la ciudad y me fui también. Como es una ciudad alternativa, quise probar. Yo fui muy feliz allí, pero los últimos años fueron un calvario para mí", considera el cocinero cordobés.

Conoció que el Ayuntamiento de Barcelona estaba realizando un proceso de selección porque buscaban cocinero "de carácter urgente" y Escribano no dudó en presentarse: "Pasé tres pruebas hasta que al mes y medio me dijeron que estaba dentro. Fui a recoger una carta certificada que estaba en catalán y yo ahí no entendía mucho, pero no le di mucha importancia. Trabajaba con vistas al mar, para un grupo cerrado, buenas condiciones...", hasta que todo se torció.

"En mi nómina constaba que yo era auxiliar administrativo. Luego me cambiaron a la plaza de cocinero. No podía negarme ni no negarme. Yo estaba contento con mis labores y seguí trabajando. No me pidieron el catalán para nada. Pero en 2020 dicen que cambian las condiciones", añade el chef. Él, sin saber aún las imposiciones lingüísticas del catalán, comienza a ir a clases de dicha lengua, pero llegó la pandemia: "Lo seguí online, pero el problema era que no había cursos intensivos, tienes que ir año a año para sacarte el título y el proceso era lento".

A falta de un mes de obtener el certificado que le exigían, con previo aviso a sus superiores, se dio cuenta de que su plaza "la querían quitar de en medio": "Todo el mundo en el Ayuntamiento lo pensaba. Me dijeron que no me preocupase por el nivel y que haría una prueba en el Ayuntamiento, aunque yo ahí estaba de baja porque me rompí un ligamento con la bici justo en la puerta del trabajo. Si no te presentabas, te quitaban de en medio de un plumazo".

"Me volvieron loco"

Se presentó al examen con la férula y la prueba le resultó compleja. Salieron los resultados y Escribano no apareció en la lista de aprobados. "La plaza sí estaba, se quedó vacante". Solicitó una revisión del cuestionario, pero no le contestaron. Ya con su título del B2 en la mano, le dijeron que era "no apto". "Me estáis echando con el certificado en la mano", les espetaba a los funcionarios, cuando le explicaron que tenía que acudir a firmar su despido. "Estaba claro. Me querían quitar de ahí en medio. Nunca vi la revisión del examen", asegura.

Sus superiores le dijeron que no se preocupase y que "volvería pronto". Nunca sucedió. Le prometieron que le meterían en una bolsa de empleo, pero él no tiene constancia de ello. La destitución tuvo un impacto mayúsculo en su salud: "Los últimos cuatro años allí, con esta historia del catalán, me volvieron loco. Yo le eché horas y horas a los cursos para aprender la lengua y llegó un punto en el que no podía ir más rápido. Además, estos títulos no te los dan de un día para otro".

Con todo este viacrucis, el cocinero andaluz decidió poner el caso en manos de su abogado, el letrado Ángel Escolano, y emprender acciones legales contra el Consistorio barcelonés. Pero la Justicia avaló su despido. El Juzgado de lo Social número 32 de Barcelona desestimó la demanda interpuesta por Escribano contra el Ayuntamiento. Según recoge la sentencia, a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, el chef les demandó por "discriminación por razón de la lengua".

Su defensor ratifica a este periódico que recurrirán el fallo a la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña porque consideran que la sentencia "no sanciona adecuadamente el claro abuso de temporalidad que ha sufrido el trabajador". Escolano reflexiona que si su defendido ha podido desempeñar sus funciones como cocinero "a plena satisfacción" durante 17 años "sin que se haya notado que no tenía un nivel alto de conocimiento del catalán es lógico suponer que dicho nivel no es necesario para su puesto de trabajo". "Es un claro caso de hispanofobia", apostilla el defensor.

Por su parte, fuentes del Ayuntamiento barcelonés declaran a este diario que "llegado el momento de obtener su plaza de funcionario por el proceso extraordinario de concurso de méritos, no fue capaz de acreditar aquello que es necesario según la ley". El Ayuntamiento, ante la "imposibilidad de estabilizar su situación", le abonó la indemnización al chef, hechos que Escribano corrobora. La Casa Consistorial explica que "aseguró una reserva de plaza en la bolsa de trabajo hasta que consiguiera esta acreditación obligatoria".

Ahora, el experto gastronómico tiene la vista puesta al futuro. Continúa ligado al terreno de los fogones, pero esta vez desde un punto de vista más de aprendiz, a pesar de su amplia experiencia y trayectoria en cocinas. Ha accedido a un grado de Formación Profesional de Restauración: "Lo hago por actualizarme un poco", relata con ilusión. Y no piensa claudicar en su causa. "Llegaré hasta donde haga falta", concluye el chef andaluz.