Con una buena taza de café en el improvisado escritorio que tiene en la sala de la casa que alquila, Nayel Martínez Artola comienza sus días leyendo noticias y poco después de las 8:00 de la mañana, recibe llamadas y correos de los redactores que tiene a su cargo con propuestas de temas para trabajar durante la jornada.
"Me parece bien, pero trabájalo con otro enfoque". "¿Llamaste a tu fuente? ¿Qué nuevo te ha dicho?". "Consulta bien eso y si no encontramos nada nuevo, busquemos otro tema". Son frases comunes en la redacción de un periódico, pero Martínez las pronuncia por teléfono.
Hasta hace 3 años, esta periodista vivía el sueño que tuvo desde que era una jovencita en Diriamba, una pequeña ciudad en el oriente de Nicaragua, a unos 45 kilómetros al sureste de la capital Managua. Quería ser periodista y trabajar en La Prensa, "el diario de los nicaragüenses", como dice su eslogan.
Nayel Martínez Artola escribe para La Prensa desde Costa Rica.
Empezó como reportera de sucesos en 2007 y 5 años más tarde fue nombrada editora. Le fascinaba la emoción de los cierres a medianoche, cuando la enorme rotativa debía ponerse en marcha para imprimir el periódico del día siguiente. "Era una adrenalina a la que te vuelves adicto", recuerda nostálgica.
Todo cambió el 13 de agosto de 2021, cuando la Policía Nacional asaltó la redacción del diario, sacó a los periodistas, se tomó el edificio y encarceló al gerente general Juan Lorenzo Holmann. Desde entonces, La Prensa quedó confiscada y Nicaragua se convirtió en el único país de occidente sin medios impresos.
El drama no acabó ahí. En julio de 2022, la Policía ejecutó una cacería en contra de los periodistas del periódico y encarceló a dos conductores cuyo trabajo únicamente era llevar a los reporteros a los sitios para cubrir las noticias. Los reporteros escaparon hacia Costa Rica desde donde Martínez define cada mañana la agenda de sucesos y coordina al equipo de internacionales.
Nicaragua es un pequeño país de Centroamérica que está bajo la dictadura de Daniel Ortega y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, acusados de crímenes de lesa humanidad por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Es una de las dictaduras más feroces del mundo, que incluso supera métodos represivos aplicados en Venezuela, Cuba o Rusia, y que se asemejan a Corea del Norte o Afganistán.
El año pasado, la revista británica The Economist, calificó a Nicaragua como el octavo país más opresor del mundo en una valoración de más de 40 dictaduras que existen en el planeta. La Prensa es el principal periódico que critica a Ortega, lo cual ha provocado que todos sus periodistas sean perseguidos y obligados al exilio.
Este periódico centenario ha sido galardonado con el premio Rey de España de periodismo como "Medio de Comunicación de Iberoamérica", organizado por EFE y la Agencia Española de Cooperación Internacional. "Actualmente afronta la que podría ser la etapa más dura de su historia, informando a la población nicaragüense a través de su plataforma digital y desde el exilio", valoró el jurado del galardón que será entregado por el rey Felipe VI en una ceremonia que se celebrará en Madrid en una fecha aún por determinar.
¿Cómo se hace un periódico desde el exilio?
La Prensa no tiene una redacción física. Sus noticias y reportajes son producidos por los periodistas desde San José, Costa Rica, en donde se ha establecido principalmente el periódico, pero sus redactores también están en Estados Unidos, México, Canadá y España.
Quien escribe para La Prensa desde España es quien firma este reportaje, un periodista nicaragüense de 26 años que lleva los últimos 4 de su vida exiliado. Estuve 3 años en Costa Rica, y desde octubre de 2024 me he establecido en Madrid mientras colaboro para EL ESPAÑOL.
Cada redactor hace entrevistas por teléfono o videoconferencia, y mantenemos contacto con nuestras fuentes en Nicaragua. Además del teletrabajo, nos encontramos con otros compatriotas en las ciudades donde estamos para entrevistarles de manera presencial. Incluso asistimos a conferencias de prensa o actividades que realizan los opositores a Daniel Ortega en el extranjero.
"Lo más difícil es mantener el contacto con Nicaragua y confirmar ciertas cosas que solo podríamos hacer si estuviéramos en el terreno", dice Nayel Martínez Artola, quien a sus 41 años está exiliada en San José, la capital de Costa Rica, a 441 kilómetros de Managua.
El periódico pasó a ser una redacción de más de 200 reporteros, a menos de 30. Sus gastos se han reducido al mínimo y los periodistas sorteamos cada día las dificultades del exilio y de informar sobre un país en el que no podemos vivir.
Nicaragua está ubicada en Centroamérica.
Un problema al que nos enfrentamos todos los días es que algunas fuentes no quieren ser citadas por temor a que la dictadura tome represalias en contra de sus familias. Es por ello que en muchas noticias y reportajes de La Prensa se encuentran fuentes anónimas.
"No podemos respetar el anonimato porque estamos conscientes del riesgo que es para las fuentes hablar con nosotros y eso no nos resta credibilidad, al contrario, los lectores saben bien que es imposible hablar con libertad en Nicaragua sin recibir algún tipo de represalia", detalla Martínez.
Cada redactor escribe sus noticias desde los lugares en donde viven y luego las suben en el sitio web de La Prensa. Estas son revisadas por los editores antes de ser publicadas y compartidas a través de las redes sociales del periódico. Bajo esa lógica funcionan todas las secciones: política, nacionales, economía, sucesos, derechos humanos, y para las que yo escribo, las revistas Domingo y Magazine dedicadas a trabajar en reportajes especiales.
Irónicamente, en el caso de este diario, la pandemia de la Covid-19 trajo algo positivo, explica el gerente general y uno de los dueños del periódico Juan Lorenzo Holmann Chamorro, el mismo que fuera preso político en Nicaragua durante 17 meses y actualmente exiliado a Estados Unidos.
"La pandemia nos entrenó para trabajar de forma remota. Antes no existía esa filosofía de trabajo. La pandemia nos obligó a que la mayoría del personal trabajara desde sus casas. Ahí nos graduamos en el trabajo remoto y cuando se tomaron las instalaciones, nosotros estábamos preparados para eso porque todos los periodistas tenían sus herramientas para trabajar de forma remota. Eso nos ayudó a reinventarnos", señala Holmann como la clave de la sobrevivencia en el exilio del periódico.
Sin embargo, Holmann reconoce que más allá de la parte técnica, el verdadero reto que tenemos los periodistas es que el vínculo con el país para el que informamos no se pierda. "Eso es lo primordial porque la parte de la tecnología es fácil, pero el vínculo que hay es la parte más importante y cada vez es más difícil, porque mientras va pasando el tiempo te vas desvinculando cada vez más. Ahí es donde surge la magia de mantener ese vínculo lo más cercano posible".
Así quedó la entrada de La Prensa después de ser bombardeada en 1978.
Enemigos de Ortega
En 2007, Daniel Ortega regresó al poder y acabó con el estado de derecho. Se hizo con el control del legislativo, el judicial y el electoral, además de las Fuerzas Armadas, y en 2018 los nicaragüenses le desafiaron exigiendo su renuncia en las calles. Ortega reprimió aquellas protestas que dejaron 358 personas muertas, según cifras de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Además de muerte, Ortega ha recetado cárcel, destierro, desnacionalización, confiscación, tortura y todo tipo de vejámenes en contra de quienes no están de acuerdo con su gobierno. Eso incluye a periodistas y medios de comunicación. Las cifras de la organización gremial Periodistas y Comunicadores Independientes de Nicaragua (PCIN) indican que más de 300 reporteros han huido del país y 56 medios de comunicación han sido cerrados por Ortega.
La Prensa es quizás uno de sus más grandes enemigos. En 2018, cuando el periódico informaba sobre los crímenes, el dictador ordenó la retención en aduanas de tinta, papel y repuestos de la rotativa que eran importados. Fueron más de 500 días de lo que el periódico llamó "secuestro aduanero". Esto obligó a hacer varios ajustes. Pasó de su formato tradicional a tabloide y redujo el número de páginas de sus ediciones impresas.
En ocasiones publicó ediciones de protesta en contra de la retención de sus materiales. La más cónica fue la del viernes 18 de enero de 2019 cuando lanzó su portada en blanco con la leyenda "¿Se ha imaginado vivir sin información?", mientras en su editorial denunciaba el secuestro de 92 toneladas de papel, tinta, goma, reveladores y repuestos para la rotativa.
Una de las portadas de protesta de La Prensa
Fueron 75 semanas de retención aduanera, hasta que el 7 de febrero de 2020, la dictadura finalmente liberó los insumos. Meses más tarde, volvió a retener otra carga de papel hasta que ya no quedó una sola bobina. La Prensa anunció su última edición impresa el jueves 12 de agosto de 2021, pero aclaró que continuaría informando en su versión digital como lo hace hasta ahora desde el exilio.
"Maldito periodista"
De la actual redacción, yo fui uno de los primeros periodistas de La Prensa que se fue del país.
Crucé de manera irregular por un punto ciego de la frontera de Nicaragua con Costa Rica. A veces, hay situaciones en las que el fin justifica los medios. No podía salir de mi país por los puestos fronterizos habilitados porque los agentes de Migración podían detenerme, entregarme a la Policía y convertirme en un preso político.
En mi periplo al exilio aquel nublado 19 de agosto de 2021, me topé con muchos otros migrantes irregulares. Venezolanos, haitianos, cubanos, colombianos. El régimen de Ortega me convirtió en uno de ellos. La mayoría iban rumbo al norte tratando de llegar a Estados Unidos y alcanzar el "sueño americano", y yo, hacia el sur, huyendo de la represión. Todos evadiendo los puntos fronterizos a través de caminos improvisados llenos de fango, entre la maleza y evitando a los tigrillos y cocodrilos que habitan en la zona.
Mi mayor temor era toparme con algún militar del ejército nicaragüense que me detuviera.
A mis espaldas cargaba una mochila en la que llevaba apenas unos pantalones, dos camisetas, cosas de higiene personal y mi pasaporte. Eso, más lo que llevaba puesto, era prácticamente lo único que me quedaba en la vida tras salir de mi país.
Tomar la decisión de dejar mi tierra me tomó más de un año. La idea empezó a dar vueltas por mi cabeza desde marzo de 2020 cuando delincuentes simpatizantes de Ortega me molieron a golpes durante una cobertura periodística y me provocaron un daño en los riñones, además de agravar las crisis de la epilepsia que ya padezco desde hace algunos años.
Estuve 5 días hospitalizado y la paliza se volvió viral en Nicaragua porque fue grabada por colegas que estaban en el sitio. Desde entonces las amenazas de muerte y encarcelamiento no pararon de llegar a mi celular y redes sociales: "Tu cabeza va a aparecer en un cauce". "Te vas a morir". "Maldito periodista, terrorista. Tus días están contados". "En el Chipote (cárcel) vas a parar".
Además, la Policía solía retenerme en las coberturas periodísticas y tomar fotografías a mi identificación, una práctica que se volvió habitual en contra de los reporteros, así como el espionaje de civiles que nos perseguían a los sitios que íbamos para hacer entrevistas, a las redacciones de nuestros medios, e incluso a nuestros hogares.
Pensé que todo eso no era más que intimidación para hacerme caer en la autocensura, pero una tarde de julio de 2021, mi casa fue allanada por la Policía. Me buscaban, según le informaron a mi novia en ese momento, por "difundir noticias falsas", la misma acusación que hacían en contra de otros colegas que criticaban a la dictadura.
Por casi un mes estuve escondido en algún lugar de Managua, negándome a salir del país, hasta que sucedió lo impensable.
Viernes 13
Agosto es un mes nostálgico desde aquella calurosa tarde de viernes 13 cuando llegaba a la redacción del periódico para terminar de escribir un reportaje previsto a publicarse ese fin de semana. Sabía que esa historia que tenía entre manos no se publicaría en el periódico impreso porque el jueves 12, La Prensa ya había informado que no tenía más papel en sus bodegas.
Bajo el inclemente sol de mediodía de Managua, el ardiente asfalto y mis pensamientos en caliente con las primeras líneas del reportaje que llegaba a escribir, aquel viernes 13 entraba andando al parqueadero externo del periódico y detrás de mí lo hicieron 3 patrullas policiales repletas de agentes que llegaban con un objetivo: confiscar el diario.
–Para afuera que está cerrado – dijo un policía mientras me cogía del brazo para llevarme a la calle.
–¿Cómo que está cerrado? - respondí.
–Está cerrado. Fuera de aquí - repitió, echándome del sitio y cerrando el portal.
Desde la calle solo podía ver cómo los policías obligaban a los guardas de seguridad a permitirles el acceso al estacionamiento interno del periódico y a la redacción, además de las bodegas, la rotativa, la gerencia y el resto de las oficinas.
Varias patrullas policiales asaltaron la redacción del periódico el viernes 13 de agosto de 2021.
Juan Lorenzo Holmann, el gerente general y dueño del periódico, recuerda que él estaba hablando con el financiero en su oficina cuando un subcomisionado policial de apellido Amador que estaba al frente de la operación, abrió la puerta y le ordenó que saliera.
Casi no había periodistas en la redacción a esa hora porque todos estaban en la calle reporteando sus noticias, pero sí estaban unos 60 trabajadores del área de informática, imprenta, ventas, finanzas y la gerencia. Todos fueron concentrados por la Policía en el estacionamiento y Amador preguntó:
–¿Quién es el encargado aquí?
–Soy yo.
–¿Quién es usted?
–Juan Lorenzo Holmann, secretario de la Junta Directiva y gerente general.
–Venimos a hacer un allanamiento – le dijo Amador mientras le daba una orden judicial.
–Déjeme llamar a mi abogado.
–No, no hay tiempo para eso.
–Pero, yo necesito hablar con mi abogado para ver qué significa esto.
–Es simplemente un allanamiento. ¡Fírmelo!
Ante la insistencia de Amador, Holmann no tuvo de otra más que obedecer. El oficial permitió que todos los trabajadores que estaban retenidos se fueran a sus casas, pero Holmann debió quedarse con él para mostrarle las oficinas, bodegas, cuartos, baños y cada rincón que había en las instalaciones del edificio.
El allanamiento se extendió hasta las 3:00 de la madrugada del 14 de agosto. Holmann recuerda que la Policía se llevó cientos de documentos del aérea financiera y una vez que terminó de mostrarle todo el edificio, le dijo que debía acompañarle a la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ), mejor conocida como "El Chipote", para firmar unos documentos.
Holmann fue conduciendo su propio vehículo junto a 3 policías que subieron con él y apenas llegaron al Chipote, un reconocido centro de torturas en Nicaragua, le pusieron esposas en sus manos.
–¿No era que solo venía a firmar unos papeles? – le preguntó a Amador.
La respuesta del subcomisionado fue una sonrisa de burla. Amador ordenó que llevaran al gerente del periódico a una celda.
Un camión con varias cajas y documentos de La Prensa. Detrás va una patrulla policial y el coche conducido por Juan Lorenzo Holmann.
Con el encarcelamiento de Holmann, algunos periodistas de La Prensa temíamos que la Policía nos buscara casa a casa para encarcelarnos, así que decidimos abandonar nuestro país para seguir trabajando desde el extranjero, sin embargo, la mayor parte de la redacción continuó teletrabajando desde sus hogares en Nicaragua, pues desde aquella tarde de viernes 13, el edificio quedó confiscado.
Entre el fango y la maleza
Fueron unos 30 minutos de caminata por el fango hasta llegar a territorio costarricense. Me acompañaba otro colega y un "coyote", que es como llamamos a los baqueanos que conocen la zona y que nos guían para evitar al Ejército y Policía que vigilan el lugar.
Todo el tiempo caminamos en silencio. Despidiéndonos del país en nuestros pensamientos y avanzando hacia lo desconocido y lo ajeno. "Aquí ya es Costa Rica", nos dijo en un momento el coyote interrumpiendo el mutismo. Esas palabras provocaron en mí una extraña sensación de libertad. Por primera vez desde que me dedicaba al periodismo, dejé de sentirme perseguido y de temer por mi vida.
Horas más tarde llegué a San José, la capital costarricense, en donde me acogió otro nicaragüense exiliado hasta que conseguí un piso en donde vivir y alquilar por mi cuenta. Desde ahí continué trabajando para La Prensa y coordinándome con mis compañeros en Managua, hasta que la Policía desató la cacería que algunos habíamos previsto y obligó al resto de la redacción a irse al exilio.
En aquellos días, Daniel Ortega ordenó que 15 religiosas de la orden de monjas Madre Teresa de Calcuta fueran expulsadas del país. Agentes de Migración las obligaron a subir a un autobús y las llevaron a la frontera para echarlas.
El fotógrafo de La Prensa, Óscar Navarrete, junto a una reportera y un conductor cubrieron esa noticia. "A pesar del riesgo que representaba, pensé que sería una cobertura más a la que iría tomando mis precauciones y regresaría a mi casa con mi familia", recuerda.
Eran cerca de las 7:00 de la mañana en Managua. El equipo periodístico llegó a una escuela administrada por las monjas en donde se preparaban para ser expulsadas. Navarrete relata que no les permitieron entrar, así que esperaron afuera y cuando vieron salir el autobús con las religiosas, le siguieron para tomar fotografías.
Las monjas iban escoltadas por patrullas policiales y de Migración, además de civiles motorizados que trabajan con la Policía. Al notar que el vehículo de los periodistas les estaba siguiendo, los policías trataron de obstaculizarles el paso, pero el conductor del periódico hábilmente pudo esquivarlos por varias calles y sin perder de vista el autobús de las monjas.
Fueron unos 12 kilómetros de persecución hasta las afueras de la capital donde el autobús tomó la carretera que lleva hacia la frontera. "Seguirlas hasta allá habría sido peligroso, así que decidimos concluir con la cobertura en ese momento", cuenta Navarrete, quien después regresó a su casa para trabajar en las fotos y videos que había hecho.
Esta es una de las fotografías que pudo hacer Óscar Navarrete. Un coche de Migración escoltando al autobús de las monjas que las llevaba hacia la frontera con Costa Rica
El conductor, a quien llamaremos "Pablo" porque nos ha pedido anonimato, recibió por la tarde la llamada de un capitán de la Policía que le dijo que había una motocicleta registrada a su nombre que estuvo en un accidente de tránsito y que debía presentarse a la estación policial porque había muertos. "Yo le expliqué que esa moto la había vendido hace 3 años, pero él insistió en que debía llevar la carta legal de la venta. Le dije que iba a pasar recogiéndola por mi casa y que yo llegaba a dejársela a la estación", relata.
Pablo llegó a su casa a recoger el comprobante de venta de la motocicleta. Se estacionó y al bajar del vehículo, dos patrullas bloquearon la calle y civiles armados le golpearon, le tiraron al suelo y le arrestaron. Le pusieron una capucha para taparle el rostro y le llevaron en una patrulla hacia una estación policial. Ahí supo que el cuento de la motocicleta no era más que una trampa para capturarle.
En la estación, Pablo fue amarrado a una silla, mientras le golpeaban y un policía le interrogaba. "Preguntaban cuáles eran los números de cuenta, quién era mi jefe, dónde vivían los periodistas, que si yo sabía dónde estaba don Eduardo Enríquez (jefe de Redacción). Si yo era conductor, yo que voy a estar sabiendo de cuentas bancarias", cuenta.
El interrogatorio duró toda la noche y solo fue interrumpido cerca de las 12:30 de la madrugada porque la Policía no había encontrado la casa de otro conductor de La Prensa ni de los periodistas, así que lo llevaron a él, esposado y con una pistola en su cabeza, para que dijera en dónde vivían sus compañeros. Una hora después, la Policía capturó al otro conductor.
De la cárcel al exilio
Juan Lorenzo Holmann horas después de salir de prisión y ser desterrado a Estados Unidos.
Juan Lorenzo Holmann estuvo en prisión por 17 meses, mientras que los dos conductores de La Prensa, que han solicitado no revelar sus nombres, estuvieron presos por 7 meses. Los tres fueron liberados el 7 de febrero de 2023.
Holmann fue condenado a nueve años de cárcel por lavado de dinero, bienes y activos, delitos que no cometió y que fueron inventados por la dictadura de Daniel Ortega en su contra, al igual que lo ha hecho con miles de presos políticos.
En el caso de los conductores, fueron condenados a 10 años de cárcel por "menoscabo a la integridad nacional y propagación de noticias falsas", delitos que también fueron inventados. Menos de 24 horas después de que el juez les dictara sentencia, el régimen los subió a un avión y los desterró hacia Estados Unidos junto a Holmann y otros 219 presos políticos. Todos ellos fueron despojados de su nacionalidad nicaragüense.
El Gobierno de España, así como el de Colombia, Argentina, México y Chile, ofrecieron su nacionalidad a Holmann, los conductores de La Prensa y a otros 448 nicaragüenses que también fueron convertidos en apátridas por Daniel Ortega.
Una redacción en el exilio
Mientras Pablo era golpeado por civiles y policías en las afueras de su casa, un familiar de él llamó a su jefe de La Prensa alertándole que estaba siendo encarcelado. Inmediatamente, el periódico puso en marcha un protocolo de seguridad que tenía listo para que todos los periodistas dejaran sus casas y se refugiaran en otros sitios.
Óscar Navarrete recuerda que cerca de las 7:30 de la noche de ese 6 de julio de 2022, poco más de 2 horas del arresto de Pablo, recibió una llamada de su jefe. "Me dijo que abandonara mi casa y me resguardara en un lugar seguro porque la Policía estaba buscando al equipo que cubrió la noticia de la expulsión de las monjas. Solo me dio tiempo de tomar un par de discos externos, mi ordenador, y abandoné mi hogar. Fue la última vez que vi a mi familia".
La Policía llegó a la casa de Navarrete en la madrugada y no le encontraron. "Llegaron de manera violenta. Eran unos 30 policías armados que asaltaron el hogar de mi familia. Se llevaron ordenadores, libros y hasta un flujómetro que usaba para medir el azúcar por mi diabetes. Fue una madrugada de horrores y angustias. Yo escondido en un lugar de Managua y mi familia lidiando con la violencia policial".
La Policía continuó con las redadas durante la mañana del 7 de julio y también llegaron a la casa de Nayel Martínez Artola. "Yo me había refugiado por la noche en otro sitio. Mi familia me contó que llegaron preguntando por mí, que dónde estaba, pero como no me encontraron, se fueron", relata.
Todos los trabajadores de La Prensa evitaron la cárcel al no quedarse en sus casas, pero esa mañana del 7 de julio, algunos no pensaban aún en irse al exilio. "No me quería ir porque pensé que a los días iban a dejar de perseguirnos, pero después vi que no era sostenible seguir escondida y con todo el dolor tuve que dejar mi país", cuenta Martínez.
Fue el 13 de julio de 2022 que la editora de sucesos dejó Nicaragua. Salió de madrugada del lugar en donde estaba escondida y cruzó por un punto ciego entre el fango y la maleza hacia Costa Rica.
Navarrete hizo la misma travesía en la madrugada que abandonó su hogar. Se refugió en un sitio de Managua y luego contrató a un taxista que le llevara hasta la frontera. "Yo no me quería ir. Sentía que me estaba yendo como un delincuente. Yo no soy ningún delincuente, soy un fotoperiodista. Los delincuentes son los Ortega Murillo".
Miles de nicaragüenses han cruzado de manera irregular hacia Costa Rica en búsqueda de refugio, huyendo de la represión de Daniel Ortega
De la misma manera en que salieron Martínez y Navarrete, el resto de periodistas de La Prensa abandonaron Nicaragua uno a uno en un periodo de dos semanas hasta que finalmente, el 21 de julio de 2022, toda la redacción del periódico ya estaba fuera del país, enfrentando los retos de todo migrante como la falta de papeles, el alto costo de la vida en el extranjero, la delincuencia común, entre otros, pero lo principal era la libertad y no caer en la autocensura.
Tres años después del exilio de toda su redacción, La Prensa continúa informando a sus lectores. "La meta es más allá de los 100 años", dice Juan Lorenzo Holmann, quien asegura que el periódico está "más fuerte que nunca" a pesar de los golpes de la dictadura.
En principio, la redacción quiso establecerse únicamente desde Costa Rica, pero las necesidades personales de cada periodista nos llevaron a migrar a otros países como Estados Unidos, México, Canadá y España.
En mi caso, llegué a Madrid en octubre de 2024 y desde acá me coordino con el resto de la redacción de La Prensa y con mis fuentes en Nicaragua. Lo más complicado, además de mantener la conexión con mi país, es organizar mi tiempo entre dos periódicos.
Por las mañanas hasta la tarde, estoy en EL ESPAÑOL, y por la noche y parte de la madrugada, escribo para La Prensa. Confío en que algún día volveré a la redacción de Managua y veré la enorme rotativa imprimiendo el diario de los nicaragüenses.
*Hans Lawrence Ramírez es alumno de la segunda promoción 2024-2025 del Máster de Periodismo de EL ESPAÑOL/UCJC. Este reportaje es una actualización de su TFM.
