Cuando uno imagina cuál es la representación del mal sobre la Tierra es fácil que atienda al cliché e imagine a los uniformados nazis durante la Segunda Guerra Mundial o a los yihadistas del ISIS sembrando el caos y el terror. No obstante, la maldad, antes de imbricarse en movimientos ideológicos y explotar en acciones que generan dolores y traumas colectivos, es, en el día a día, mucho más ordinaria y esquiva: se camufla en las calles, a plena luz del día, en los hogares, en los colegios, en los hospitales, auspiciada por impotencias emocionales y traumas que, si bien pueden explicar su génesis, jamás justifican su ejecución.
Joël Le Scouarnec, el siniestro cirujano parisino de 74 años que, desde el pasado martes, se enfrenta a un macrojuicio en Vannes (Francia) por haber violado a casi 300 niños es, quizás, uno de esos epítomes de lo diabólico que de vez en cuando logra agitar lo más profundo de las conciencias por lo espeluznante de sus actos.
158 niños y 141 niñas –299 en total, pero hay casos anteriores– con una media de 11 años, aunque la franja va desde 1 año hasta adultos que rozan los 70. Es el balance de víctimas a las que abusó o violó en un periodo de 25 años, desde 1989 hasta 2014, y que hoy investiga el Tribunal de lo Criminal de Morbihan. Algunos de ellos han arrastrado durante décadas traumas inconfesables y se sienten sumidos en una profunda vergüenza; otros no aguantaron el dolor y la impotencia y, como Mathis Vinet, abusado a los 10 años tras una operación gastrointestinal, se suicidaron en la veintena.
El caso Scouarnec guarda numerosas similitudes con el juicio al exmarido de Gisèle Pélicot tanto por el número de víctimas como por el salvajismo y la impunidad de sus actos durante décadas. El modus operandi del cirujano era el siguiente: cuando pasaba consulta a sus pacientes les practicaba todo tipo de tocamientos argumentando que era parte del proceso médico. En la mayoría de casos, sin embargo, aprovechaba el efecto de la anestesia tras una operación, cuando el menor estaba aturdido, para practicar sus violaciones.
"Ella descubrió que Le Scouarnec la había violado cuando tenía 11 años", expresó Gwendoline Tenier, abogada de Annabelle, una de las víctimas del cirujano francés. Scouarnec abusó de ella en 2001 en un hospital de Bretaña, donde la madre de la niña trabajaba como auxiliar. "Al principio [la menor] no se dio cuenta de que los documentos que estaba leyendo a la Policía hablaban de ella. Tampoco de que la jerga jurídica que escuchaba indicaba que, en realidad, había sido violada".
"No recuerdo nada de la operación, sólo del postoperatorio; recuerdo a un cirujano que era un hombre muy callado... y llorar mucho". Quien lo relata es Amélie Léveque, de 42 años. Tan sólo tenía 9 cuando entró en la clínica de La Fontaine, en Loches, para someterse a una operación de apendicitis. Cuando aún no había terminado de despertar de la sedación, fue violada por el cirujano. Pero el somnoliento efecto de la sedación, sumado al trauma, hizo que lo olvidara durante años. No obstante, desarrolló una fobia irracional a las agujas, a los médicos, a la soledad; tuvo problemas alimentarios, reiteradas depresiones y hasta un divorcio.
"Sé que me violó". Fue la conclusión a la que llegó tras muchas sesiones de terapia y después de que el nombre de Joël Le Scouarnec saltara a los medios de comunicación en 2005. Porque, recordemos, el siniestro cirujano, al que uno de sus hijos ha definido como "Dr. Jekyll y Mr. Hyde", había sido condenado previamente por importar y poseer material pedófilo. Las autoridades francesas irrumpieron en su casa después de que el FBI les confirmara que Scouarnec había utilizado su tarjeta de crédito para acceder en la dark web a una plataforma rusa en la que se colgaban abusos sexuales a menores.
Por ello fue condenado, y aunque otro doctor –cuya identidad no ha trascendido– denunció a Scouarnec al cuerpo profesional médico francés un año después, nadie tomó ninguna medida para apartarlo y el profesional de la salud siguió rotando por diferentes centros. De hecho, dos años más tarde, en 2008, el hospital de Jonzac, en el departamento de Charente-Maritime, lo nombró médico hospitalario a pesar de su pasado pedófilo.
El reguero de denuncias no cesó, y casi una década más tarde, en 2017, Joël Le Scouarnec fue detenido por segunda vez tras ser denunciado por violar a cuatro niños. Entre ellos a la hija de sus vecinos y a sus dos sobrinas. Fue durante las investigaciones vinculadas a esa detención cuando las autoridades encontraron en su casa un indescriptible reguero de pruebas que, por un lado, lo incriminarían y llevarían de nuevo a prisión en 2020, y, por otro, darían pie a iniciar uno de los casos más estremecedores del siglo.
Los 'libros negros' del horror
Lo que la policía encontró al registrar la casa de Scouarnec es difícil de explicar. Guardaba decenas de cuadernos en los que registraba todas sus fechorías, con fechas y nombres. "Ahí estaba el nombre de mi familia, el mío de pila, mi edad, la dirección de mis padres, todo lo que hizo y cómo se había sentido", narra Marie, otra de las víctimas, que tenía 10 años cuando el cirujano la operó del apéndice. "La palabra 'violar' sonaba fuerte, pero ahí estaba, en las frases que relataban lo sucedido".
Le Scouarnec nunca borró sus huellas. En los ya bautizados como libros negros, además de dar detalles del dónde, del cuándo y del cómo, explicaba lo que sentía cuando abusaba de los niños. Además, trataba de justificar mediante argumentos filosóficos su pedofilia, de la que se sentía abiertamente orgulloso.
Diarios y pruebas que incriminan a Joël Le Scouarnec, escritos durante décadas.
Su modus operandi era siempre parecido: se aprovechaba del aturdimiento de los pacientes adolescentes cuando estaban aturdidos en la sala de quirófano; después, en las revisiones postoperatorias, a los más pequeños les practicaba tocamientos argumentando que eran parte del proceso.
"Soy un gran pervertido. Soy exhibicionista, voyeur, sádico, masoquista, escatólogo, fetichista, pedófilo. Y estoy muy feliz por ello", escribió el 10 de abril de 2004. Los documentos, recogidos en varios tomos por la Fiscalía, fueron escritos en sus diarios desde 1990 hasta 2016, justo un año antes de jubilarse. Cada año firmaba más de 100 páginas.
"Pequeña Marie, un día te encontrabas sola en su habitación...", describe en uno de sus textos, antes de entrar en detalles de lo que hacía durante sus supuestos exámenes médicos (en sus escritos él mismo reconoce que iba con sumo cuidado para que sus pacientes no se diesen cuenta de los tocamientos y que ningún otro médico lo viese practicar sus fechorías). Narra caricias, felaciones, penetraciones con los dedos. Algunos de sus relatos los acababa con mensajes de amor a los niños y niñas, muchos con un "te quiero".
Cuando la policía registró su domicilio en 2020, además de estos libretos repletos de perversas fantasías sexuales también encontró 300.000 fotografías y vídeos de contenido pedófilo tanto en sus discos duros como en su ordenador. Además, hallaron 70 muñecos con el tamaño de bebés y niños pequeños, algunos de los cuales estaban encadenados, llevaban pelucas o tenían colocados artilugios sexuales.
Fuentes cercanas a la familia han señalado a la prensa francesa que en el propio seno de la familia Scouarnec hay precedentes de incesto y de abusos sexuales. El hijo de Joël, de 44 años y padre de dos hijos, aseguró ante los tribunales que uno de sus hermanos había sido abusado por su abuelo, el padre del cirujano. También se ha sugerido que la esposa de Joël habría conocido los actos cometidos por su marido y habría decidido apartar la vista para no incriminarlo.
"Me siento traicionado por mi padre, abusó de mi confianza, de mi hospitalidad", dijo uno de sus vástagos durante el juicio. Otro se refirió a su padre como si fuera "el doctor Jekyll y señor Hyde". "Lo peor es que no puedo odiarlo porque, como padre no tengo nada que reprocharle, pero tampoco puedo perdonar lo que hizo, que es lo mismo que mi madre y yo sufrimos [...] Desperdició su vida, lo tenía todo para ser feliz y la perversión explotó como una bomba atómica en la familia. Al final, el mal era muy grande".
Tras las declaraciones de su hijo, el propio Joël reconoció ante los tribunales que había abusado de su nieta cuando tenía entre un año y medio y tres años. "Sí, reconozco que cometí abusos sexuales sobre ella", dijo, y afirmó incluso que se 'exhibió' desnudo delante de ella. Tanto su hijo como su esposa, ambos presentes en el juicio en Vannes, tuvieron que recibir atención psicológica. Las declaraciones generaron tanta conmoción que la presidenta del tribunal tuvo que posponer la audiencia.
El cirujano aseguró ser ahora consciente de que "esas heridas son imborrables, irreparables". "No puedo volver al pasado y ante todas esas personas, ante sus allegados, debo asumir la responsabilidad de mis actos y las consecuencias que han podido tener y que tendrán a lo largo de toda su vida", insistió ante los jueces.
Del total de abusos consignados, los instructores han calificado 111 como violación agravada y 189 como agresión sexual agravada, que deberán ser analizados durante los cuatro meses que tiene previsto durar el juicio. Por ello, Le Scournaec se enfrenta a 20 años de cárcel, la máxima pena del país.
