"Me llamo V. V. B. y, hasta hace solo unas semanas, era el subcomandante del primer batallón de una brigada mecanizada de las Fuerzas Terrestres de Ucrania creada en el año 2023 y designada con el nombre de 'la 153'", se presenta a los periodistas de EL ESPAÑOL en el transcurso de una larga conversación en ruso enteramente registrada en vídeo. "He conseguido llegar hasta Noruega tras escapar del campamento militar de Grafenwöhr, donde los alemanes nos adiestraban con dinero estadounidense. Ahora busco la manera de llegar a Rusia. ¿Pueden ustedes ayudarme?".
Suplantando a un funcionario del gobierno de Putin con la ayuda de un disidente ruso afincado en España, el equipo de investigación de este medio ha logrado entrevistar en exclusiva a uno de esos soldados ucranianos desertores. Aprovechando su envío temporal a Europa para recibir entrenamiento militar, V. abandonó su unidad, poniendo tierra de por medio mediante un meditado y exitoso plan de fuga que, tal y como aclara, le ha llevado hasta Noruega, que es desde donde nos habla.
El ucraniano se propone ahora escapar a Rusia y proporcionar al Kremlin toda la información que tiene sobre la base militar alemana en la que estuvo desplegado y sobre el propio ejército de su patria. Lo más grotesco de la cadena de episodios que este digital ha desentrañado es que Noruega no solo ha otorgado un permiso de residencia y de trabajo al traidor a sabiendas de su deserción, sino que le proporciona un techo y una ayuda económica mensual mientras Vitaly busca la manera de alcanzar el territorio ruso.
En este sentido, Alemania y Estados Unidos pagaron primero por su adiestramiento y ahora Noruega se ha hecho cargo de la manutención del desertor mientras él halla el modo más seguro de traicionar a Europa, a la OTAN y a su país, que ha reclamado su extradición de forma reiterada. Entre tanto, ha ofrecido sus servicios al Servicio Federal de Seguridad o FSB, el KGB de Putin. Ni siquiera siente la necesidad de buscar un empleo en Escandinavia, aunque nada se lo impide dado que posee un permiso de trabajo.
V. está también dispuesto a colaborar sobre el terreno del territorio Schengen en la comisión de un puñado de "servicios de espionaje" que, hipotéticamente, le ha de comunicar aún el GRU (departamento ruso de inteligencia militar). Lo que cuenta es sorprendente.
El desertor
"Todo comenzó cuando nos enviaron a la base de Grafenwöhr, situada cerca de la ciudad alemana de Weiden. Esta es un campamento de la OTAN donde suelen adiestrarse a soldados ucranianos", explica. "Tan pronto como llegué a Europa, comencé a meditar sobre la posibilidad de desertar, si es que se puede llamar de esa manera a lo que he hecho. Apuesto a que querrán saber por qué tomé esa determinación", destaca.
"De entrada, no quiero morir, pero digamos que tampoco apoyo al gobierno ucraniano. Estoy en contra de todas sus decisiones desde 2014, la época del Euromaidán. Por otra parte, mi madre, mi hermana y un sobrino viven en los territorios ucranianos que se ha anexionado Rusia y han conseguido la ciudadanía", añade.
"Tanto los hombres de mi brigada como los de la 155 recibimos entrenamiento con dinero estadounidense", continúa el traidor. "Allí había de todo: tanques, vehículos blindados Bradley, M-130. Nadie entendía por qué había sido enviado allí a recibir adiestramiento. ¿Cómo? ¿Nos van a entrenar los estadounidenses? No hubo ninguna selección. Simplemente, nos tomaron del brazo en la oficina de reclutamiento. Ayer estábamos yendo a comprar pan y hoy nos íbamos a Alemania a que nos enseñaran morir por Ucrania. Se suponía que somos la cara visible del ejército del país y la selección fue nula".
El caso de V. no es ni mucho menos anecdótico. En España, sin ir más lejos, han desertado ya varios soldados ucranianos entrenados por nuestro ejército. Del campamento gaditano de Barbate van ya cuatro evadidos en los últimos meses. El último de ellos se fugó con el uniforme militar. Solo que en el caso de V., hay mucho más que miedo a fallecer bajo las balas de sus enemigos. Hay una voluntad adicional deliberada de traicionar a su país y al continente que ahora le mantiene.
Investigando en los archivos de las autoridades ucranianas y en sus documentos identificativos, EL ESPAÑOL ha podido determinar que el nombre completo del desertor es B.V.V. . Nació en la población ucraniana de Shadovsk, que es parte de la región de Jersón que los rusos han ocupado.
"En el momento de mi huida, yo era el responsable del personal", señala. "Me consta que escaparon en total alrededor de diez soldados más. Dos fueron capturados y devueltos por la policía alemana. Por eso, antes de ejecutar mi plan de fuga, estudié la situación de forma minuciosa y traté de anticipar todos los posibles contratiempos", cuenta.
El plan de fuga
"Y no vayan a creer que fue sencillo. Lo tuve todo en cuenta. Mi principal prioridad era no ser detectado por la policía local alemana porque capturan a los prófugos en las estaciones de tren y los devuelven a los cuarteles. Tuve que caminar 40 kilómetros por el bosque para llegar, primero a Rumanía. De allí seguí a Moldavia y contraje el ántrax. Resultó que no se puede comprar antibióticos tan fácilmente y me vi obligado a visitar un médico. Veinte días pasé en Chisinaú, la capital del país, desde donde viajé a Noruega. A Praga y a Varsovia fui con camioneros y en la capital polaca compré un billete de avión a Oslo", aclara.
"Tan pronto como emprendí la fuga realicé un escrito que dirigí a Interpol solicitando información sobre mi situación", explica. "Tengo educación superior completa en Derecho de modo que sé cómo moverme. No me respondieron pero me consta que aceptaron mi solicitud y, en efecto, ellos están en su derecho de buscarme, pero se trata de un asunto de carácter político", menciona el ucraniano .
"No es un caso penal, lo que lo cambia todo. Donde sí es un delito es en Ucrania. Desertar podría acarrear una pena de hasta diez años de prisión. Además, mi caso lo maneja el SBU (Servicio de Seguridad de Ucrania) en lugar de la Oficina de Estado de Investigación, tal y como sucede con los militares sin graduación. Eso hace mi situación más complicada", sigue.
"Antes de ejecutar mi plan me hice un segundo pasaporte. Al llegar a Noruega, solicité protección temporal como refugiado y me la concedieron como a todos los ucranianos que viven en Europa. Ahora vivo en un albergue para refugiados. Puedo moverme libremente porque no estoy bajo supervisión. Con los funcionarios del país mantuve inicialmente una larga conversación donde no les oculté que había huido. Sospecho que en Alemania sí me han estado buscando" asegura el desertor..
No dejó nada al azar: "Elegí Noruega porque forma parte del territorio Schengen pero no es miembro de la UE de tal manera que Europol no tiene autoridad aquí", precisa. "Lo que pretendo ahora es viajar a Rusia. El problema es que hay controles muy selectivos en el aeropuerto internacional de Moscú-Sheremétievo y temo que me impidan el paso o que surjan problemas".
Las exigencias del traidor
Llegados a este punto, V. asegura que estaría dispuesto a "colaborar" con el FSB a cambio de la ciudadanía y de ayuda logística para dejar Europa. Claro que también pide aclaraciones sobre la naturaleza del trabajo que debería hacer en contrapartida. En ningún momento duda de que habla con los federales rusos.
"Por supuesto que tengo información", afirma. "Y todo lo que sé lo pondré a su disposición. Era el oficial político de un batallón de tanques. Claro que allí no estuve mucho tiempo. Donde sí serví bastante es en la brigada de infantería motorizada. Serví por contrato. Tuve servicio obligatorio de 2008 a 2009, luego contrato de 2010 a 2021 como guardia fronterizo. En 2023 me movilizaron de nuevo. Estudiaba derecho y obtuve un máster. Y con solo hacer un curso de tres meses me nombraron subcomandante de compañía, es decir, un oficial político de la compañía de tanques inicialmente. Ese fue mi primer puesto como oficial", dice.
El desertor tampoco tiene inconveniente en traicionar a sus antiguos camaradas: "Era el oficial político así que hablo con todos. Ahora entienden mi ausencia. Todos comprenden lo que está pasando. Y aun así, sigo en contacto con ellos. Ayer, sin ir más lejos, les volví a telefonear. En cuanto a reclutar informadores dentro del ejército ucraniano es un trabajo difícil y que llevaría tiempo. Todos saben que me fui y se callan", cuenta.
"No estoy seguro de que podamos comprarlos con dinero. Lo que sí podemos hacer es averiguar quién está dónde. Respecto a Alemania, puedo mostrarles de dónde salen los BMP. Si me dejan entrar en su país, yo quiero ser registrado como ruso. En realidad, soy ruso, aunque mi padre sea ucraniano. Mi abuelo es ruso y mi madre ya ha obtenido también la nacionalidad", continúa.
"Aquí, en Noruega, la situación es complicada para los ucranianos", añade el desertor. "Me pagan 3000 coronas mensuales, que vienen a ser como unos 300 dólares al mes. Pero eso solo alcanza para la comida, no para el alcohol o los cigarrillos. Podría trabajar, pero no he buscado un empleo. No es sencillo hallarlo".
Tras discutir sobre las condiciones de una eventual colaboración con la inteligencia rusa, V. apostilla: "En esta etapa, las autoridades noruegas no creo que me controlen porque, después de todo, les dije la verdad acerca de mi deserción. A todos allí les quitaban teléfonos y laptops y a mí no me tomaron nada. Yo diría que incluso en Alemania podría trabajar normalmente si volviera".
"Los europeos se conforman con averiguar dónde estamos. Hay decenas de miles de evadidos. Y no solo desertores del ejército, sino gente que abandona Ucrania para no ser llamada a filas. La gente paga miles de dólares para saltar de un país a otro. Yo conozco todos los cruces fronterizos. Mire, si es por Rusia, yo estoy listo para trabajar", finaliza el traidor.
