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En 1665, un escritor inglés huyó de Londres escapando de la Peste Negra. Llevaba consigo inacabada su gran obra maestra, un clásico de la literatura inglesa que completó en la aldea de Chalfont St Giles durante su cuarentena. Se trataba de John Milton, una de las figuras más importantes del panorama literario inglés, situado en ocasiones al mismo nivel que Shakespeare.

Este autor ocuparía el puesto de ministro de Lenguas Extranjeras bajo el mandato de Oliver Cromwell y sus tratados políticos serían empleados para la redacción de la Constitución de los Estados Unidos de América.

La obra que publicó durante su huida en 1667 era El paraíso perdido, una epopeya acerca de la caída de Adán y Eva que intenta responder por qué un Dios bueno y todopoderoso permite el mal y el sufrimiento cuando le sería fácil evitarlos. La Santa Sede vetó su lectura a los católicos y lo incluyó en el Índice de Libros Prohibidos, donde estuvo hasta el año 1900.

A pesar de la prohibición, un joven artista español decidió crear una fabulosa escultura basada en algunos de sus versos. El resultado fue tan extraordinario que el rey Alfonso XII dio orden de comprarla para el Estado. Hoy, esa maravillosa obra se expone al público en el Parque del Retiro a 666 metros sobre el nivel del mar, una estatua consagrada a Satanás, el Ángel Caído.

Una tradición familiar

Ricardo Bellver y Ramón nació el 23 de febrero de 1845 en el nº 23 de la calle Cardenal Cisneros de Madrid. Pertenecía a una famosa dinastía de escultores de origen valenciano. Su abuelo, Francisco Bellver y Llop, estudió en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y llegó a trabajar en la Corte. Su padre, Francisco Bellver y Collazos, fue un ilustre escultor académico, además de su primer maestro en el arte de la escultura.

Retrato de Ricardo Bellver. Wikimedia Commons

Con estos antecedentes, Ricardo optó por dedicarse a la profesión familiar, ingresó como alumno en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde obtuvo varios premios y, con tan solo 16 años ya participaba activamente en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes.

En 1874, tras superar una oposición, consiguió una beca para una plaza con la que completar su formación en la Academia Española de Bellas Artes de Roma. Allí demostró su extraordinario talento y participó en la Exposición Internacional de Bellas Artes de París con sus trabajos.

Un trabajo para una beca

Finalmente, como trabajo de tercer año de su beca, en 1877, creó su obra más famosa, perfecta y controvertida, la que le llevaría a la fama mundial: el Ángel Caído.

Esta escultura representa a Lucifer expulsado del cielo, el ángel que quiso ser dios y que fue expulsado por su soberbia. El modelo inicial estaba hecho en yeso y para realizarla se inspiró en unos versos de El paraíso perdido de John Milton: “Por su orgullo cae arrojado del cielo con toda su hueste de ángeles rebeldes para no volver jamás. Agita en derredor sus miradas, y blasfemo las fija en el empíreo, reflejándose en ellas el dolor más hondo, la consternación más grande, la soberbia más funesta y el odio más obstinado”.

En su obra de 2,65 metros de alto, Ricardo esculpió el cuerpo perfecto del ángel más hermoso de los creados por Dios (recordemos que Lucifer significa el portador de la luz) arrojado al infierno por su rebeldía, apoyado en un tronco cortado, en tensión durante la caída sobre unas rocas, retorciéndose de dolor con las alas rotas mientras una serpiente de siete cabezas lo rodea y su rostro refleja una expresión de orgullo, odio y soberbia.

Anhelada por el rey

Esta original y controvertida obra fue premiada, en 1878, con la Medalla de Primera Clase de la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid y llamó tanto la atención del público que el rey Alfonso XII la compró y ordenó que se financiara una reproducción en bronce bajo la supervisión y el remodelado de Ricardo, con un coste total de 14.500 pesetas, poco más de 87 euros actuales, y que fue presentada en la Exposición Universal de París de 1878, donde fue muy elogiada.

Dibujo del propio Bellver de su escultura. Wikimedia Commons

Cuando llegó de vuelta España, la escultura pasó a formar parte de la colección del Museo Nacional del Prado, pero un año después, su director sugirió exponerla al aire libre, donde todos los madrileños pudieran admirar tan bella creación.

Satanás para todos

Cuando se conoció, aquella idea causó gran controversia entre muchos de los vecinos por su delicado tema, ya que lo veían como una provocación y una ofensa a la religión católica, pero el empeño del duque de Fernán Núñez, logró que finalmente se aprobara el traslado por parte de la Corona, aunque la cesión a la Villa de Madrid incluía una condición: que se instalara en un pedestal lo suficientemente digno para su categoría, por lo que se contrató, en 1880, al arquitecto Francisco Jareño, quien realizó en granito un pedestal octogonal con demonios de los que mana agua por su boca, lagartos, peces y serpientes.

Todo el conjunto se instaló en una fuente en el Parque del Retiro, en el cruce entre el Paseo de Uruguay, el Paseo de Cuba y el Paseo de Fernán Núñez y fue inaugurado en 1885 por María Cristina de Habsburgo-Lorena, la reina regente, tan solo unos meses después del fallecimiento del rey Alfonso XII.

Genio

Ricardo Bellver prosiguió su carrera con trabajos tan destacados como el sepulcro del arzobispo Luis de Lastra y Cuesta para la catedral de Sevilla, el monumento a Elcano en Getaria, la estatua en mármol de Carrara del monumento a Goya en el cementerio de San Isidro, entre otros. Su trayectoria fue muy alabada en su tiempo, lo que le valió para ser nombrado académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y de la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, de la que acabó siendo director. Falleció en diciembre de 1924.

Detalle del pedestal de la escultura. Wikimedia Commons

Aunque se suele afirmar que el Ángel Caído de Madrid es el único homenaje público al Diablo en el mundo, no es cierto, ya que estatuas similares existen en Turín, en el Capitolio de La Habana o en el Rockefeller Center de Nueva York. Lo que sí es cierto es que su historia, su significado y su ubicación, la convierten en una obra única.

El número de la Bestia

Porque además de su temática, el Ángel Caído está instalado a 666 metros de altura sobre el nivel del mar, una cifra que para muchos, representa el número de la Bestia, asociado al demonio en el libro del Apocalipsis. Si se tiene en cuenta que Madrid está a una media de 665 metros de altura, quizá haya sido simple casualidad, aunque hay quien considera este monumento una puerta la infierno, motivo por el que, durante años, necesitó vigilancia policial, para evitar vandalismos y reuniones de ocultistas y sectas satánicas, que fueron despareciendo trasl cierre nocturno del Parque.

Curiosamente, aunque es difícil de apreciar, se pueden observar unas pequeñas muescas sobre la obra, unas ligeras imperfecciones, golpes y desconchados. Son impactos de proyectiles de bala, huellas de la Guerra Civil de las que no se salvó ni el mismísimo Satán.