Es de noche. En las céntricas calles de Sitges aledañas a la playa se oyen gruñidos. Hay que andar con cuidado. Son osos. No se preocupen. Son inofensivos. Y tampoco gruñen. Hablan, beben, socializan, bailan, cantan, flirtean… Nos encontramos en la International Bears Sitges Week que acaba este domingo 11 de septiembre, que coincide con el aniversario del trágico atentado del 11-S y las festividades de la Diada en Cataluña. 

Dentro del ámbito LGTBI, los osos son una de las comunidades más carismáticas por la imaginería que conlleva intrínsicamente esta tribu urbana que se caracteriza principalmente por su masculinidad. Esta es la mejor nomenclatura para estos pequeños grandes hombres que se refugian tras barrigas tremendas, cuerpos cubiertos de vello, barbas pobladas, ciertas prendas de cuero, que cuentan con su propia bandera y una aplicación de citas específica. ¡Ah, y que no falten los vasos desechables con cerveza! 

En la puerta principal del Bears Bar se erige un oso de dos metros que vigila las entradas y salidas de los clientes, aunque algunos le hacen compañía mientras toman algo. “Hay mucha más gente que antes de la pandemia”, asegura Sebastián Bourdarias, el dueño del local que, curiosamente, es el más delgadito de los trabajadores. Es otro estilo. 

Una imagen de Sitges. L. F. R.

“Este año hay muchos americanos que quieren pasárselo bien, pero también bastantes alemanes, italianos, ingleses… Esta fiesta es mundial y estamos listos para entretener y que vuelvan el año que viene”, asegura. 

Justamente, a las puertas de este local que abrió en el año 2000, cuatro amigos charlan animadamente. Alfons vive en Sitges, lleva asistiendo a este evento desde hace años y asegura que “la evolución ha sido muy positiva, cada vez hay más gente y he oído que está previsto que se lleguen a los 7.000 visitantes” y aprovecha para puntualizar lo que él cree que son los rasgos que definen a un oso: “Es el hombre totalmente masculino. Es lo único”. 

A partir de ahí existen diferentes tipologías con sus correspondientes características: musclebear (musculoso), chubby (gordito), polar (pelo blanco), leather (cuero), cub (cachorro), daddy (papá), grizzli (pardo) y el chaser (cazador). Alfons escucha atentamente a sus colegas. Patrick ha venido desde Inglaterra para vivir esta experiencia por primera vez: “Ha superado mis expectativas. Volveré el año que viene", asegura con una gran sonrisa mientras David asiente con la cabeza. El ruido es ensordecedor, la música lo está petando todo, pero algunas palabras son inteligibles: “También es mi primera vez y lo estamos pasando en grande”, apostilla David. ¿Qué rasgos destacarías de un oso? ¿Los músculos son fundamentales?

“No son necesarios, mira este”, señala descojonado de la risa al barrigón de su amigo Patrick. Ambos están algo tristes porque en la última década las aplicaciones de ligoteo han provocado el cierre de numerosos locales de ambiente: “Es increíble, ya quedan muy pocos. En Londres cerró uno de los míticos pubs donde nos reuníamos para socializar”. Los dos están de acuerdo en una cosa: “El ambiente aquí es muy amigable y conoces a mucha gente, mientras que en Berlín todos piensan en follar”. 

Una imagen de Sitges. L. F. R.

Poco a poco las calles se van llenando de gente. Van de local en local hasta que se detienen en el paseo marítimo, donde un dj ameniza la velada. La luna llena se refleja en las aguas, lo que aporta una pincelada romántica a este universo tan particular.

Todos los puestos son básicamente de cerveza, pero hay uno en concreto que vela por la seguridad, es la Asociación LGTBIQ+ Colors Sitges Link. Al matrimonio brasileño formado por Carlos y Luis les ha tocado atender a los que se acercan. Quien habla es Marcos, pero quiere recalcar que lo hace a título personal, no en nombre de la asociación cuyo lema es “el orgullo de crear comunidad”. 

—¿Qué valores intentáis inculcar?

—Sobre todo, la inclusión. Hace diez años se creó esta asociación que ya cuenta con 450 socios en Sitges de diferentes países. Ayudamos con las pruebas para el VIH, la sífiles, ofrecemos ayuda psicológica, jugamos a vóley, hacemos caminatas, organizamos un festival de cine…

 —¿Balance?

—Estamos creciendo mucho. Antes estaba muy focalizado en chicos gay, pero ahora nos hemos abierto a todos, como chicas trans, bisexuales, no binarios, etc. Había que ampliar el espectro porque estábamos limitados. 

—Binarios, pansexuales, transgéneros, gais, bisexuales… ¿Son necesarias tantas etiquetas? ¿Se ha de remarcar tanto?

—Es una necesidad temporal. La sociedad necesita reconocer a las personas por cómo son, identificarlas y aprender a respetarlas. Todavía estamos en un período de adaptación. Cada persona es diferente y la sexualidad es muy diversa. Por eso, con las etiquetas actuales lo que se pretende es tener un futuro equilibrado para cuando llegue el momento de erradicarlas. Entonces se habrá alcanzado la igualdad. Por ejemplo, en la actualidad los trans son una comunidad discriminada por los gais, muchas veces les excluimos. En este evento es muy difícil que los veas. Hemos de aprender a mirar la realidad. 

—Me han comentado que los osos se caracterizan por ir de flor en flor.

—(Sonríe) No solo ellos, la comunidad en general. Los homosexuales hacen más parejas abiertas, pero los heteros también se abren y no lo saben entre ellos. En general, los gais lo hablamos y si alguno no se siente seguro o le afecta, se respeta. 

El ambiente es sereno, como el oleaje. Algunas parejas van cogidas de la mano, otras se acarician el trasero, de tanto en tanto se observa algún pico, pero por encima de todo, predomina el buen rollo. Nadie se mete con nadie. Los italianos hablan con los franceses, los ingleses con los suizos, los españoles son como el perejil de todas las salsas… No hay borrachos ni drogados. Es una atmósfera sana. 

“Disculpe, ¿tiene poppers?”, le preguntan al unísono Ethan y Patrick a Carles Mañé del sex shop The Mask, en cuyo escaparate al lado izquierdo de la puerta brilla un enorme oso de peluche y a la izquierda una colección de camisetas con simbología animal. “En España está prohibido”, les contesta. Se quedan ojipláticos. “¡Pero si en Inglaterra lo puedes comprar en cualquier bar!”, apostilla Ethan. El poppers es una droga inhalante usada como vasodilatador y estimulante en las prácticas sexuales y que el Plan Nacional sobre Drogas del Gobierno de España considera una sustancia “peligrosa con un elevado riesgo de intoxicación por sobredosis”. 

Antes de irse, Patrick intenta probarse un arnés. Pero va un poco piripi. No atina a ponérselo bien. Ambos son conscientes de que unas horas antes ha fallecido Isabel II: “God save the Queen”, replican al unísono. “Hay que celebrar su vida”, puntualiza Patrick quien añade “es que han sido 96 años. Hay que celebrarlos y gritar God save the King”. Y se van en busca de la playa. 

A lo largo del espacio diáfano del local predominan los juguetes sexuales (vibradores, estimuladores de clítoris, dobles, punto G, estimuladores de próstata), aceites y lubricantes (cremas para masaje, con efecto afrodisiaco), preservativos (retardantes, sin látex, tamaño XXL), prendas (camisetas, tangas, braguitas, suspensorios) y, por supuesto, material identificativo a la tribu de los osos. 

El escaparate de la tienda.

Simbología entre osos

Carles Mañé nos indica que en la simbología de este grupo predomina el cuero como “el arnés de pecho, el collar, el brazalete de bíceps y la muñequera que usan para poner el dinero y las tarjetas”. Curiosamente, las muñequeras transmiten un mensaje subliminal que indican lo que representa el oso y cuáles son sus prioridades.

Carles explica que “si tiene trazos azules claros significa que te gusta el sexo oral y si es más oscuro llegas a la sodomía, si son amarillos te decantas por la lluvia dorada, si luces el rosado eres principiante y si es todo negro ya nos vamos al sexo extremo”.

Pero hay más variedades. El rojo es igual a fist fucking, el gris es bondage, el blanco es para iniciados o a los que les gusta el semen, el violeta se vincula al afeitado y los piercings, el mostaza para juegos con alimentos y el naranja para todas las prácticas sexuales. Ah, Carles apunta que la posición también importa: “Si la muñequera la llevas al lado derecho eres activo y si es en el izquierdo, pasivo”. 

Los osos son todo un mundo. “Hay que saber de qué van porque si no estás dentro del club puedes pensar que son un montón de gordos”, asegura Carles, que inmediatamente explica un hecho muy curioso: "Si te fijas verás que hay mucha gente mayor acompañada por jóvenes, normalmente orientales como filipinos, malayos e indonesios (no hay japoneses ni chinos) a los que les pagan la estancia”. 

El clásico prototipo del gay con chupa de cuero, bigotón, de metro noventa por un metro cuarenta y a los mandos de una chopper se ha quedado en eso, en un estereotipo. Osos, como se ha visto y leído, hay de varias tipologías. Este fenómeno es predominante en Australia y Estados Unidos. 

A medida que uno se va alejando de la zona de la calle del Pecado —así se conoce popularmente a la calle 1 de Mayo— Sitges va ganando en silencio. Todo está cerrado. Casi no hay gente. De repente, caminando con un amigo en dirección al meollo de la juerga, aparece Cristiano Lenzi, un joven italiano de 26 años que ha sido elegido Mr. Bear 2022. “Sí, es auténtico, es de verdad”, contesta en su idioma. 

Mr. Bear 2022.

El origen de los osos o bears parece algo difuso, pero casi todos los estudios lo limitan a dos acontecimientos. En 1979, George Mazzei publicó un artículo en la revista The Advocate con el titular '¿Quién es quién en el zoológico?'. Identificaba al colectivo gay con siete tipos de animales y en 1987, Richard Bulger y su pareja, Chris Nelson, fundaron la revista Bear Magazine. Al parecer, a principios de la década de los ochenta, cuando el sida empezó a causar catastróficos estragos, en el área de la Bahía de San Francisco los gais se llamaban a sí mismos ‘osos’. Si la próxima vez oyen un gruñido, acérquense. Love is in the air (John Paul Young, dixit).