Domingo Díaz José Verdugo

En el cuarto piso, nada más salir del ascensor, la escena la dibujan un pasillo lúgubre y cuatro portones de madera. En uno de ellos hay un cartel: parroquia de San Pablo. Ahí no es. Si uno gira a la izquierda, vislumbra la única puerta azul de esta planta y, sobre ella, un nombre: Codeli (Cooperativa de libros). Ahí sí es. Ahí es donde Cristina Moreira, la primera presbítera de España, oficia su misa católica, apostólica y romana cada vez que puede.

Ella misma nos da la bienvenida a esta inusual casa de Dios. Este lugar acumula al menos dos decenas de sillas, que se sitúan en torno a una mesa de oficina. "Este es nuestro altar", dice la sacerdotisa mientras coloca un mantel por encima y lo prepara para el oficio. Cristo en la cruz, el Papa Juan XXIII, su homólogo Francisco o la Virgen María son algunos de los cuadros que aderezan las paredes albero de este espacio donde se reúne la comunidad católica gallega de Home Novo.

Sobra contar el tiempo por minutos cuando Moreira profiere palabras que no suelen formar parte del vocabulario habitual de los sacerdotes masculinos católicos: "Feminismo; patriarcado; abusos sexuales; inclusión en la iglesia del colectivo LGTBIQ..."

Cristina, la primera mujer presbítera de España José Verdugo A Coruña · Imagen y edición de Vídeo

—¿Se siente una rebelde por pronunciar esas palabras?

—Me siento la disidencia, desde luego. No me queda más remedio porque estoy trabajando en contra de lo que se hace y de lo comúnmente admitido como correcto en mi institución. Rebelde, ciertamente. Si alguien me pone un pie delante y me impide ser quien soy, decirlo y realizarlo, me tengo que rebelar por derecho propio, por defender mi soberanía y la de todas las personas que son como yo. Mi sacerdocio básicamente estriba en facilitar, poner los medios y acoger a toda persona, a toda, todo ser que quiera ser acogido. Yo no soy quién para ponerle trabas a nadie y reducir y estrechar el camino que lleva a Dios. Mi trabajo es señalar el camino, es decir, apertura, abrazar, acoger incondicionalmente como lo hace Dios, que es mi Maestro, y sin poner etiquetas y sin preguntar a nadie quién es o cómo es o cómo ama. Si eso me coloca en rebeldía y en desobediencia, pues bendita desobediencia, porque así es como yo he entendido el Evangelio. Así es lo que yo entiendo en mis oraciones cuando hablo con Cristo, que ha estado acogiendo durante todo su ministerio gente enferma, descarriada, considerada pecadora, mujeres que no estaban en el lugar que les correspondía en la sociedad y constantemente sanando a la persona que estaba. Si yo no hago este trabajo, puedo dimitir ahora mismo. No estaría haciendo lo correcto.

El Derecho Canónico castiga a aquellas mujeres que son ordenadas sacerdotisas con la excomunión. Sin embargo, Moreira asegura que a ella no le ha llegado nada. "A las primeras compañeras sí les llegó el documento, ya ni se molestan. Sólo dicen: dense por excomulgadas. Y a nosotras nos hace mucha gracia porque la comunión con estas manos y aquí la celebro todos los domingos. Y más días si me apetece. Nadie puede separarme de este sacramento porque yo soy ministra de este sacramento".

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Moreira no se esconde para no ser excomulgada ni mucho menos. Asevera que "en Roma reciben nuestras cartas y hemos estado allí revestidas".

La llamada de Dios 

Cristina habla ahora segura de lo que dice. Tiene apoyos, sabe que no está sola y siente que no está haciendo una locura. Sin embargo, no siempre fue así. Era apenas una adolescente cuando sintió la llamada. "Se lo dije a un sacerdote y no me escuchó. Ahí empezó toda mi reflexión: si fuera un chico me habría desplegado la alfombra roja, me habrían mandado a la Comisión de Vocaciones o a lo que fuera del obispado. Habrían pensado en enfocar todo correctamente".

Así que empieza a vivirlo en silencio y en solitario. Se lo cuenta a una amiga y más tarde a un nuevo sacerdote. "Sus palabras textuales que grabé fueron: 'Yo creo firmemente que eso es una vocación de verdad. Pero yo te digo que tienes que callarte y esto lo has de mantener en silencio y vivirlo como un sacrificio delante del Señor, porque sabes que está prohibido. Y que incluso las personas que te escuchamos podríamos correr peligro. No se pueden ordenar mujeres. La iglesia es lo que manda y has de obedecer'".

Cristina Moreira en su particular parroquia. Jose Verdugo

Moreira volvió a guardar silencio. "Me di cuenta de que había un bautismo para hombres y otro para mujeres. Ahí nace un feminismo muy arraigado también en el Evangelio. Soy feminista por la gracia de Dios, y esto es verdad, no una fórmula".

El paso de los años no hacía cambiar de idea a Cristina. La adolescencia había pasado, se había casado, había tenido una niña, se señaló nulo su matrimonio y se inmiscuía en otras labores eclesiásticas cuando se enamoró del párroco Victorino Pérez. El flechazo fue mutuo y ambos terminaron por oficiar su boda civil y también católica —aunque la iglesia no la reconoce por seguir siendo él sacerdote en irregularidad canónica, al no haber pedido él la secularización ni haber sido suspendido a divinis por el arzobispado, pero habiéndose saltado un precepto del Derecho Canónico—.

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También le contó a él su vocación de ser sacerdotisa, pero el paso definitivo no llegaría hasta años después. "Benedicto XVI saca aquel famoso decreto condenando a los sacerdotes que abusaron de los niños y calificándolo como los delitos más graves que se pueden cometer en la Iglesia. Aprovecha y añade una cláusula a ese mismo decreto diciendo que ordenar una mujer o que una mujer celebre misa es igual de grave, con lo cual lleva aparejados los mismos castigos, las mismas penas. Cuando leo esto que me llega por mail, decido que ese es el día de coger el teléfono y dejar de ser cómplices de ese sistema. Yo ya no tengo cabida en una institución donde a mí se me equipara con una violadora de niños si me ordeno de sacerdote. Entonces sí, ahora es el momento de ir a por la dignidad que era, por lo que soy y darlo todo más que nada, también en solidaridad por las víctimas de los abusos, entre los cuales figuran muchas mujeres".

Una estola en la cárcel

Obviamente, en la iglesia católica no tomaron bien la ordenación de una mujer. Sin embargo, eso no quita para que Cristina y la Asociación de Mujeres Presbíteras sigan teniendo relación con Roma y el Papa. La última vez que Moreira visitó el vaticano le secuestraron la estola que hoy porta: "La quiero mucho, ha estado en la cárcel por mí". Luego se la devolvieron, pero las tuvo tiesas con algunos representantes eclesiásticos. "Estas son las relaciones que tenemos con la institución. Yo creo, sinceramente, que nos tienen miedo".

Moreira muestra la estola "secuestrada". Jose Verdugo

—¿De qué? ¿Que daño le podrías hacer tú a la institución?

—Tiemblan porque suelen decir que puede dividir la iglesia y romperla. Es curioso. Mi reflexión al respecto es la siguiente: la iglesia puede permitirse estar rota, es decir, dejar a un lado las mujeres, a los sacerdotes casados, a todos los colectivos marginados como los LGBTI y demás que no sean completamente heteronormados, binarios y fetén... Se puede permitir perder a las personas casadas que aplican medios de control de natalidad; se puede permitir perder a todas las personas que han fracasado en un primer matrimonio y han tenido la suerte de encontrar una segunda oportunidad...

—Se puede permitir la iglesia perder a mucha gente, incluso en sus propias filas, prescindir de todo el contingente que aparecería ahora de mujeres dispuestas a trabajar en la Iglesia institución. Eso sí se puede permitir. Eso no es una pérdida, eso no duele. Pero de pronto, ahora sí hay un problema por si todos los refractarios a ordenar mujeres, a permitir que los curas se casen rompen la Iglesia. Esto nos dice dónde está el poder. Y eso hay que decirlo. El poder está en manos de los que le pueden decir a la Iglesia institución esto no lo hagas, porque si no rompemos la Iglesia. La ruptura de facto ya está consumada. Porque las que son como yo y un montón de gente más está en los márgenes. Y gracias que existen los márgenes, porque otros y otras ya están fuera de los márgenes y lo han dejado para siempre. Afortunadamente han encontrado algunos acogida en las iglesias protestantes, pero muchos no quieren irse a la iglesia protestante, porque ésta es su casa. Y no son acogidos en su propia casa.

Moreira pide coherencia en todas las temáticas que aborda la iglesia y equilibrio entre el evangelio y el Derecho Canónico. "Yo entiendo que deban existir ese conjunto de normas para regir la institución, pero cuando estas chocan con el evangelio no escuchan a las personas, las palabras de Jesús no cuentan. Es un poco lo que comentaba sobre el aborto. Tenemos una doctrina oficial netamente antiabortista, por una protección de la vida y un sinfín de argumentos que respeto y valoro, pero luego en mis oídos han caído relatos de sacerdotes que dejan embarazadas a mujeres o monjas y lo que propone el gobierno de la iglesia es que aborten para conservar al sacerdote y que no haya escándalo. Yo estoy pidiendo coherencia".

La presbitera cree que la institución se debe reformar de arriba a abajo. "Porque el mal es sistémico, porque su propio funcionamiento está propiciando que se den los abusos y que se den con impunidad", expone.

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Entre las reformas que propone se encuentra la apertura a todo el pueblo de Dios a la hora de tomar decisiones, la participación, el fin de la prohibición a los sacerdotes a poder casarse o que las sacerdotisas ordenadas puedan oficiar los sacramentos. "Las mujeres podemos aportar sanación, sentido común, cuidados... Nos lo han inculcado desde pequeñas. El patriarcado nos ha formateado para estas cosas, nos habéis especializado, domesticado para determinadas tareas. Ya lo decía Emilia Pardo Bazán, que a las mujeres no se las educa, se las doma. Pues ya que estamos, ¿por qué no aprovechamos eso?".

Mujer y catolicismo

María fue la madre de Jesús. "La jefa, la única que puede decir mi cuerpo y mi sangre. Con la anunciación comenzó el cristianismo", dice Moreira. María Magdalena también tuvo un papel fundamental en el acompañamiento a Cristo. "Fue capaz de acompañarlo hasta la cruz, donde no llegaron los hombres. Si ella no hubiera creído en la resurrección no estaríamos aquí, pero la historia ha decidido olvidarla porque los varones han usurpado el papel de liderato y de gobierno a las mujeres desde las primeras comunidades".

Cristina sostiene uno de los cuadros de su iglesia. Jose Verdugo

Moreira habla también de monjas, aún "más oprimidas" que las mujeres laicas que se ordenan. "Hay monjas que se ordenan, pero tienen que salir de los conventos. Y algunas no quieren perder a su comunidad porque son su vida".

Por el momento, Cristina es la única presbítera ordenada en España, aunque espera que pronto se unan más mujeres. Por el momento, el papel femenino ha dado un pequeño paso. En la España rural ya hay mujeres que leen la palabra de Dios o pueden ofrecer la comunión, previamente consagrada por un sacerdote varón. Estos casos se han visto, por ejemplo, en Tarragona, diócesis que rechazó participar en un reportaje similar a este con este periódico.

—¿Qué le parece esta situación?

—Todos los ríos van al mar. Todo lo que sea progresar, pues me parece bien, y cada una progresará con los pasos que pueda dar. Son positivos, pero esos pequeños arreglos que se están haciendo de mujeres que dan la comunión, que leen el sermón escrito por el cura en misa, que celebran estas celebraciones de la palabra... Esas acciones, si las analizamos detenidamente ¿qué están haciendo?

—Dígame

—Están como favoreciendo y aceptando más todavía el sistema opresor patriarcal que tenemos dentro, porque primero están aceptando ser subsidiarias de un señor ordenado. Es decir, que ellas mismas en sí no tienen la dignidad que se necesitaría para estar ahí. Para ese ministerio existe una un sacramento que se llama el orden diaconal, que es el que permite leer los evangelios, bendecir y repartir la comunión. Existe ese papel. Yo lo he tenido. He sido ordenada diaconisa. Entonces, ¿por qué no se lo dan? Seguimos aceptando una subdignidad, un subpapel, una sumisión. Seguimos aceptando que impere el esquema dominante.

—Y lo digo en femenino porque hay bastante sumisión femenina. Estamos en overbooking femenino en la sumisión y en overbooking varonil, por no decir unanimidad en el puesto dominante. Entonces, esas acciones, mientras no tocan a los esquemas establecidos que acabo de describir, son admitidas. Y eso es lo grave, porque no se está abordando la cuestión de la dignidad bautismal, no se está abordando la cuestión de la igualdad de toda la proledivina, de todos los hijos e hijas de Dios. Mire usted, yo no soy sobrina de Dios. Ni prima lejana, ni cuñada. Yo soy su hija. Igual que usted. No me niegue mi dignidad. A mí me han bautizado con agua bendita, igual que usted. Por tanto, tengo derecho legítimo primero a sentirme llamada por Dios, entre otras cosas porque Dios hace lo que le da la gana y ama a quien quiere. Y segundo, a responderle. 

Por si no le ha quedado claro aún, Moreira insiste apelando al hágase tu voluntad del rezo católico del Padre Nuestro: "Quién es nadie en la tierra, y digo nadie por no nombrar a nadie, para decirle a Dios a quién puede llamar. Cuando rezamos para que haya vocaciones, y esto se hace cada vez de forma más intensa porque escasean, estamos diciéndole a Dios llama a varones solteros. Estamos diciéndole cómo va a ser su hijo. Ahora el Derecho Canónico tiene más peso que la propia voluntad de Dios. Porque algunas personas se están atribuyendo el derecho de decirle a Dios lo que tiene y no tiene que hacer y darle un pliego de condiciones. Por favor, manda chicos de estas categorías y por favor que sean heterosexuales y castos".

La sacristía de esta parroquia. Jose Verdugo

Cristina está indignada: "Yo no puedo ir a mirar cuál es la voluntad de Dios para mí al Código de Derecho Canónico. Yo tengo conexión directa con Dios. Y lo he aprendido a duras penas, dándome cuenta de que Dios se dirigía a mí para pedirme que hiciera memoria de él y que rompiera el pan y repartiera vino a mi comunidad o a sus otros hijos e hijas".  

Estas premisas parten de la teología de la liberación, implantada en Sudamérica en su mayor parte. De ahí que con la entrada del Papa Francisco hubiera una gran esperanza en la reforma eclesiástica. Ahora ya saben que no, aunque empiecen a escucharlas, y lo dejan todo en manos de Dios: "Él tiene sus tiempos, sus modales y su manera. Cuando tiene algo entre ceja y ceja, lo cumple". 

Cuestión de fe

—¿Cómo se puede creer en la Iglesia cuando te rechaza?

—Me rechaza una parte del estamento y me rechaza desde el reglamento. La Iglesia, el pueblo de Dios, el inmensísimo colorido multifacético y plural pueblo de Dios, no me rechaza, me acoge y me siento profundamente en mi casa. Sólo esperamos que este clamor que viene de abajo, que ahora mismo se está haciendo oír desde las consultas del Sínodo, por ejemplo, llegue hasta arriba. Y que como marea, que aquí estamos en Galicia y sabemos lo que es la marea, llegué a desbordarse y a traer sus efectos.

—¿Cómo llegó a tener su Comunidad?

—Pertenezco a Home Novo en A Coruña, que lleva existiendo desde la década de los 70 y fue fundada por el sacerdote Manuel Espiña, de venerada memoria entre nosotros, porque es el que propició todo esto. Les pregunté a los miembros de la Comunidad qué les parecería y si podría aportar algo tenerme de sacerdotisa junto a mi marido y ellos me dijeron que sí. He hecho el camino inverso, que no es imponer a una persona una comunidad nombrada por alguien que está por encima, sino desde dentro.

Un cartel con la cara de Manuel Espiña. Jose Verdugo

—¿Esto es una Iglesia paralela?

—No, es una iglesia dentro de la Iglesia, pero que ha ignorado ciertos puntos del régimen interno, del Reglamento Interno, porque los consideramos injustos y la ley injusta ha de ser conculcado en conciencia.

—Alguna vez le han planteado que esto es una secta?

—No.

—¿Y si lo hicieran? A veces se hace con órdenes fuera de la iglesia como los testigos de Jehová.

—La definición de la secta es un lugar donde las personas están en cierto modo contra su voluntad, porque han sido manipuladas, coaccionados y no disponen por completo de su libertad y de sus medios, de sus recursos. Aquí la gente entra y sale cuando quiere, como quiere. No nos interesa sus vidas privadas más que para poder ayudar y no les pedimos nada. Por supuesto, no coaccionamos a nadie, ni manipulamos a nadie, ni hemos lavado ningún cerebro. 

En la actualidad, la comunidad que acompaña a Cristina Moreira en A Coruña es pequeña, de unas 15 personas. "Pero tenemos proyectos para ampliar nuestras miras. Por ejemplo, tras el asesinato de Samuel Luiz aquí en A Coruña nos llamaron personas LGTBI para encontrar un lugar en el que encontrarse con Dios en paz. Así que en septiembre crearemos una capilla inclusiva para que todo el mundo pueda venir aquí y nadie se sienta rechazado".

Política y religión

Moreira se define como una persona de izquierdas. Soy de origen proletario, vengo de una familia obrera, me crié en un barrio del norte de París, donde nací y viví hasta que fui adulta y me trasladé a España. Soy hija de escuelas republicanas, laicas y de entrada estoy bastante conforme con mi postura a la izquierda, que es el lugar de los rebeldes, los disidentes y la gente que busca un mundo mejor y está dispuesta a poner la carne en el asador para trabajar por ese mundo mejor". 

—¿Fue Jesucristo el primer comunista?

—Hoy día el comunismo es como una palabra prohibida, un cajón de sastre donde caben tantas cosas que ya no sé lo que significa. Cuando se entendía comunismo con ese valor utópico de la gente que quiere un mundo mejor, más igualitario, donde los salarios sean justos, donde ya no haya gente explotada, donde se respeten los derechos de todas las personas. Cuando se pensaba en el comunismo así, desde esa visión que todavía queda mucha gente pensándolo, yo sí pensé en algún momento que los valores que Jesús ha traído y que el Evangelio posee pueden colaborar perfectamente a ese sueño y a esa utopía, porque se parecen mucho. Claro, Jesús, atento a los pobres, a los más pequeños, a la gente marginada, a la gente que sufre, que pide que se vista al desnudo, que se dé de comer al hambriento, que se visite al enfermo, que se cuide a quien está mal. Son palabras textuales de él. 

—¿Qué le parece la relación de la iglesia católica con la extrema derecha?

—Con una facción de la Iglesia Católica. Una facción muy concreta, con unos valores muy concretos que por cierto no comparto, porque son valores machistas, clasistas, a menudo racistas, y valores opresores que buscan dominar a otros y decir yo mando, tú obedeces y eso no lo acepto. Entonces mi reacción es, de entrada, rechazar esa alianza y decir que esos católicos o católicas a mí no me representan.

¿Echa de menos que la izquierda se relacione con la iglesia católica?

—No sé de qué estamos hablando, tal vez de que podemos de estos partidos que han ido juntos, un poco por ahí. Mucha gente en esos partidos y en esos grupos, de hecho, es cristiana. Otra cosa es que no esté comulgando con el arzobispo de Madrid o con el arzobispo de no sé dónde, como tampoco comulgo yo, porque no puedo operar declaraciones que me impiden ser coherente con ese discurso. Pero eso está plagado de cristianos y cristianas, puede que decepcionados por su institución.

Cristina cierra la puerta de Codeli, donde se encuentra su parroquia. Jose Verdugo

—¿Y habría que recuperarlos?

—No. Ellos y ellas son soberanos para saber lo que tendrán que hacer. Mi papel no es recuperar a nadie, ni fomentar proselitismo, ni ir a buscar a la gente. Lo que me preocupa a mí es ir a buscar a la gente que está tirada por si cree que me puede necesitar. Por eso vamos a crear la capilla inclusiva. Que sepan que estamos aquí. Eso sí, me preocupa que la gente de Coruña, en un caso tan dramático como este, haya llamado a Madrid preguntando si en Coruña había algún lugar donde se podían reunir para rezar. Aquí hay un lugar y hay personas. Si creéis en Cristo, esta es vuestra casa. No se os va a preguntar nada más. Y aunque no crean en Cristo, también es su casa.