Nunca le digas que no a un secuestrador. Está en el manual. Nunca digas ‘no’, ‘no quiero’ o ‘nunca’. Así, eliminas opciones y la única opción que me dejas es la de dispararle a alguien, ¿entiendes? Esta demoledora frase la pronuncia el personaje de Samuel L. Jackson en la película Negociador. Y es verdad. Un no rotundo está fuera del vocabulario de un negociador cuando su interlocutor tiene la vida de rehenes en sus manos. Tanto en la ficción como en la realidad; tanto en Hollywood como en Villaconejos.

“Procuramos usar diferentes técnicas para hacer ver que estamos ahí para ayudarle, que la situación va a salir bien y hacerles ver que tienen el control de la situación. Pero esa situación no va a ir a más”, explica el inspector jefe de la Unidad de Secuestros de la Policía Nacional Javier Romero. “Esto es como una partida de ajedrez. Tú cuando mueves el peón ya estás viendo la siguiente jugada. La negociación es igual. Si yo planteo X, sé que el de enfrente me va a pedir esto. Pero yo tengo la vista en la siguiente jugada”.

La Policía Nacional cuenta con una red de negociadores repartidos por todo el territorio nacional. Actualmente, hay unos 70 agentes titulados en esta sección, de los cuales, 50 están en activo. El cuerpo de negociadores resolvió entre 2016 y 2019 (ambos inclusive), en torno a 325 secuestros nacionales y 30 internacionales. Solo en 2021, resolvieron favorablemente 25.

Este trabajo tan desconocido como fascinante lo desarrollan policías como el citado inspector Romero, que recibe a EL ESPAÑOL en la Dirección General de la Policía de Madrid para desentrañar los entresijos de la profesión. Romero es negociador desde el año 2008: “Me surgió a lo largo de la carrera profesional. Yo siempre he estado en temas judiciales. Estaba en la Jefatura Superior de Policía de Extremadura. Se necesitaba un negociador territorial y el jefe de aquel entonces me propuso realizar el curso”.

El curso que realizó Romero duró dos semanas. Actualmente, esa preparación dura más de seis meses. En su hoja de servicios no hay un caso sin resolver favorablemente, ya sea un secuestro internacional o un intento de suicidio local. Y eso que, como él mismo señala, “cada persona es un mundo”. Si algo hace un negociador, es tratar con personas.

El inspector jefe Romero, durante su entrevista con EL ESPAÑOL. José Verdugo

P: ¿Se parece en algo su trabajo a lo que se ve en las películas?

R: La negociación es un mundo complejo, pero es cierto que se asemeja a la ficción. Muchas veces la realidad supera a la ficción. Lo que se ve en una película se basa en experiencias de los profesionales que participan en ese tipo de cosas. Cuando hacen una película se asesoran por un equipo de policía o psicólogos, criminólogos, etc.

P: ¿Recuerda su primer caso como negociador?

R: Sí, fue con una conducta suicida. Fue en la ciudad de Badajoz. Me activó el UCOT [Unidad de Control Operativa de Tránsito] y me llamaron porque había un ciudadano de origen rumano porque se había subido a una torreta de telefonía. Estamos hablando del equivalente a un quinto piso. Decía que se quería quitar la vida, que estaba en trámites de separación y tenía el componente añadido de que había tomado alcohol y algunas pastillas. Estaba desesperado. En esos momentos, cuando vi cómo estaba la situación, solicitamos la colaboración de los bomberos y nos pusieron una pluma. Me aseguraron, me ataron y me subieron. Estuvimos negociando entre tres o cuatro horas. Al final fuimos capaces de convencerlo, de influir en él y que tuviera un cambio de conducta.

P: ¿Le dio vértigo, en sentido figurado, enfrentarse a su primer caso como negociador?

R: Evidentemente. Pero yo creo que todos los casos muestran riesgo. ¿Por qué? Porque te enfrentas a una persona que desconoces. Por suerte, si te dejan trabajar como negociador, tenemos todo el tiempo del mundo para entablar e intentar tener empatía con la contención verbal, con la escucha activa para poder entender qué es lo que le ha llevado a esa persona a estar en esa situación. Ahí se necesita tiempo, no se consigue en tres o cuatro minutos.

P: ¿Los secuestros son algo más habitual de lo que creemos en la sociedad?

R: Han descendido, por suerte. Pero se dan secuestros, claro que los hay. Sobre todo están relacionados con el mundo delincuencial, entre bandas. Muchos vienen por el tráfico de drogas. A lo mejor no llegan a ser secuestros, sino detenciones ilegales. Pero haberlos, haylos.

P: ¿Recuerda el interlocutor más duro con el que se ha topado como negociador?

R: Normalmente, la persona que es más dura es la que lo ha perdido todo y, por tanto, no tienen nada que perder y no hay un hilo de enganche con la vida. La persona a la que le han quitado los hijos, o se le han muerto, que está desahuciado o que ha perdido el trabajo… Tú intentas tocar todos los palos relacionados con él y no encuentras un hilo para poder agarrar y decir que la vida es mucho más importante, que la vida tiene solución, que tú puedes remontar. Esas son las personas más difíciles, porque están bloqueadas y tan encerradas en sí mismas que es muy difícil sacarla.

El mes de junio del año pasado, hubo una negociación de más de 24 horas. Un individuo, creo que de origen marroquí, se subió a una grúa en Pamplona para suicidarse. Estuvo el negociador de Pamplona no sé cuántas horas. El negociador tiene un desgaste emocional, físico y psíquico, entonces solicitamos el apoyo del negociador más cercano a Pamplona que fue el de Logroño. Fue, estuvo interviniendo y entre los dos intentaron solventarlo. Pero no solo con eso. Fuimos nosotros [de Madrid], porque el desgaste es brutal. Al final, se solucionó, 23 o 24 horas después. El individuo bajó, con negociación y motu proprio de la grúa.

Javier Romero (derecha) y su compañero, también negociador, José Javier Galante. José Verdugo

P: Es decir, que el interlocutor más duro ha sido un suicida

R: Sí. Un suicida que tiene intención de suicidarse. Hay suicidas que tienen ese comportamiento, realmente, para llamar la atención.

P: Un negociador debe tener una importante fortaleza mental, ¿no?

R: Sí, porque una vez termina la intervención, el desgaste físico y psicológico es determinante y brutal. Y si sale de manera satisfactoria, de maravilla. Pero si ha habido un pequeño incidente o ha causado graves consecuencias a la persona que tienes enfrente, eso lo digieres tú individualmente, aunque tengas el apoyo de los compañeros. Entonces buscamos perfiles que sean fuertes a nivel psicológico.

P: ¿Alguna vez un error suyo ha decantado la balanza en favor de que la situación no se haya resuelto bien?

R: Yo, afortunadamente, todo en lo que he participado se ha resuelto de manera satisfactoria.

P: ¿Todos sus casos?

R: Sí. Pero sí te puedo decir que si no pones toda la carne en el asador y no tienes el control de la situación y de lo que estás haciendo, puede provocar que la persona que tengas enfrente pueda cometer errores. De eso te vas dando cuenta en el transcurso de la conversación. Por ejemplo, si la persona que está enfrente detecta que le estás engañando, posiblemente ya no quiera volver a hablar contigo. Ese cartucho está quemado y tienes que llamar a otro negociador para que entre.

P: ¿Le ha pasado?

R: A mí no, pero hay compañeros a los que sí. Ellos [los interlocutores, ya sean suicidas o secuestradores] parece que están contigo pero son conscientes de todo lo que está pasando a su alrededor. Aunque tú intentes captar su atención y que focalice en ti, ellos están viendo todo lo que está pasando a su alrededor. En el momento que haya un movimiento extraño que tú no le has comentado, pueden sentir que están siendo engañados.

Dos meses secuestrados 

Aunque el de negociador pueda parecer un trabajo de lobo solitario, Romero desmiente rotundamente esa imagen. Los negociadores se reúnen todos los años en las llamadas “jornadas de actualización”, donde comparten experiencias, intercambian sensaciones sobre los casos que viven y siguen tejiendo de esta manera su forma de entender a sus interlocutores.

Asimismo, lo normal es que varios negociadores trabajen mano a mano en un caso, especialmente si es un secuestro complejo. Recientemente, Romero ha resuelto con su compañero José Javier Galante un secuestro internacional cuyos detalles todavía son secreto de sumario y deben permanecer off the record.

Pero ambos peinan canas y tienen historias a patadas. Galante, por ejemplo, participó en la negociación del caso de la periodista colombo-española Salud Hernández Mora, secuestrada en el 2016 por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) en Colombia. Aquel caso duró seis días y está lejos de ser la situación más complicada con la que han tenido que bregar estos negociadores.

Galante y Romero. José Verdugo

Preguntado por su caso más complejo, Galante recuerda el secuestro de una pareja española en Colombia. “Eran dos personas en una zona muy compleja, que es la frontera entre Colombia y Venezuela. Ahí están asentados los indios wayú y ahí la dificultad, más allá de la coordinación entre países, era hacer el regateo, la forma de hacer el pago, que eran dos personas…”, recuerda el negociador.

Los secuestradores exigían una cantidad exorbitada de dinero —no recuerda exactamente cuánto— y consiguieron rebajar la cuantía notablemente. “Ahí está la parte del regateo”. En este caso, los criminales no pertenecían a ninguna guerrilla, sino que eran delincuentes comunes. “En determinados países, cuando hablamos de delincuencia común, son delincuentes que están muy acostumbrados a cometer ese tipo de delitos. Pueden hacer robos asesinando a la gente”.

Aquel caso duró cerca de dos meses y fue especialmente complicado porque los habitantes de la península de La Guajira, la zona del secuestro, se mueven indistintamente por Colombia y Venezuela. Pese a todo, consiguieron que el pago se realizase en España y, una vez liberados los secuestrados, detener a los responsables y recuperar el dinero.



“Cada secuestro tiene sus propias dificultades. Aquí era que había que coordinar con la policía colombiana. España tiene una relación excepcional con Colombia. En el ámbito policial es uno de los mejores países para cooperar”. Otros, como Ucrania o Nigeria, no lo son tanto.

“¿Que si ha habido casos en los que al secuestrado lo han matado? Sí”, asegura Galante adelantándose a la siguiente pregunta. “Hay algunos incluso que fueron secuestrados y, a día de hoy, no han aparecido los cuerpos”, añade Romero.

“Es muy diferente trabajar en España, trabajar en Europa o trabajar en el resto del mundo. A veces la gente no es consciente de eso. Las condiciones policiales y sociales son radicalmente diferentes. En Europa, que un secuestro acabe mal es muy llamativo, pero en otros países muchos secuestros acaban en asesinato. No es lo mismo el valor de la vida en Europa que en otros sitios”.