Que cada uno decida qué responder. Para mí no hay duda. No solo porque sea seguidor de Dylan, que lo soy, sino porque creo que su obra, y su actitud ante su ocaso artístico y personal es la correcta, la del vagabundo que huye errante del mito que le aplasta.

¿Qué otra manera hay de esperar el fin de tus días cuando todo el mundo cree que lo sabe todo sobre ti? ¿De un infarto, empastillado como Elvis? ¿Borracho de Propofol como Michael Jackson, acojonado tras haber firmado un contrato para cantar y bailar 30 noches “seguidas” en el Wembley Stadium? ¿Pedo de opiáceos como Prince para que no te duela la cadera? ¿Con un disparo como Kurt Cobain? Dylan es más listo. La única manera de acabar cuerdo tus días es asumir que el diablo te condenó a ser un vagabundo rico.

Mañana, prepárese el lector a una avalancha de elogios. Por eso me adelanté hoy en mi columna, Globettroter, que algo de errante también tiene. Merece la pena detenerse un poco más, otra vez más, ante el legado de Bob Dylan, no porque cumpla 80 sino porque parece calar por fin que lo que se sabe de Bob Dylan no es verdad, ni tampoco mentira sino todo lo contrario. En estos tiempos en los que el periodismo cultural más fresco se aparca en la sección de obituarios -que aún la prensa digital no ha sabido reconvertir en bytes-; ante la certeza que los mitos, del rock, y las leyendas de Hollywood ya nunca regresarán porque las nuevas tecnologías trituran los nuevos héroes en un santiamén, proteger a Dylan debía ser misión de Naciones Unidas.

Portada de la ultima biografía de Dylan.

Esta semana, el maestro de periodistas Diego A. Manrique fue goteando en Twitter una cuenta atrás digna del desmelenado Joaquín Luqui. El burgalés, que estuvo a punto de trabajar en un disco en castellano para el autor de Minneapolis, ha aprovechado el countdown para poner foco sobre rarezas (la versión del vibrafonista Gary Burton de I Want You), extravagancias (Trouble No More, podcast de Manrique en la radio “tropical” Gladys Palmera de la mecenas y coleccionista Alejandra Fierro, heredera de parte de la fortuna bancaria Fierro) o circunstancias menos conocidas (sobrevive Music Inn, tienda de discos e instrumentos en el Village cerca de donde se fotografió el álbum Freewheelin) y que aparece en la comedia televisiva La Maravillosa Señora Maisel (2017).

Ya está disponible el último tributo, el disco de homenaje de Chrissie -ex The Pretenders- Hynde, titulado Standing In The Doorway en la que la guitarrista ha tenido el buen gusto de no elegir el repertorio más obvio.

La agencia de paparazzis Coleman-Rayner puso a la venta unas fotos de Dylan disparadas en Los Ángeles la semana pasada cruzando una calle. ¿Tanto morbo tienen? Si no fuese por el aniversario, poco o ninguno. ¿Acaso podría estar grabando de nuevo?

Las fotos robadas en Santa Mónica, que la agencia etiqueta como “candids” (candidas), nos mostraban a un Robert Allen Zimmerman con botas de motero, pelo estropajo teñido de rubio y camisa de manga corta de cowboy que sirvieron para que el Daily Mail en su versión digital escribiese que se le había visto “errante”. ¡Pues vaya exclusiva! Bob Dylan ha elegido vagar por el mundo para restarle peso a su leyenda, a la que está encadenado en vida.

El diario de cotilleos apunta que Dylan “podría llevar un anillo de compromiso puesto” en su mano izquierda y que lleva soltero desde 1992 cuando se divorció de Carolyn Dennis. Algunos tabloides reportaron sin embargo, que en 2014 podría haber roto con su tercera mujer Darlene Springs tras un breve matrimonio en el que “ella quemaba su fortuna”, pero Dylan nunca confirmó tal cosa. Porque Dylan no suele confirmar nada, sino más bien encender cortinas de humo para que le dejen en paz.

Inteligente el abuelo. Raro también es que quede claro. El Mail también escribe que es la primera vez que le “pillan” en Los Ángeles desde 2011, esta vez conduciendo una pick up Toyota, cuando le fotografiaron entrando en una sinagoga. Ya habrá comprobado el lector que Dylan juega al misterio y que eso funciona lo mismo para medios que para fans.

Como en todo aniversario se avecina una avalancha de libros. Dos nuevas biografías aprovecharán la efeméride para ver si venden unos cuantos ejemplares -no hay que olvidar que podrían existir casi dos mil libros sobre el músico según el Instituto de Estudios de Bob Dylan creado en 2017 por la Universidad de Tulsa (Oklahoma, EEUU) para catalogar y exhibir su archivo por el que pagó 20 millones de dólares al propio músico.

El más esperado lo firma Clinton Heylin, que ya había publicado sobre los comienzos de Zimmerman y que pretende que nos quede la idea de que todo lo que se sabe sobre él es una fabulación construida par protegerse. El libro se titula The Double Life of Bob Dylan (La doble vida de Bob Dylan). Imagino a Dylan divertido al ver que sus biógrafos compiten por llevarse el gato al agua de ser la biografía oficiosa de referencia.

La misma biografía con otra portada. ¿Cuál hubieras elegido tú?

Mañana no será extraño tampoco ver en las redes fans que se reunirán en The King and The Queen el pub londinense donde Dylan actuó por primera vez en Europa en diciembre del 62 o correr ríos de tinta para celebrar el aniversario. Benjamín Prado (59) tendrá bien afilados los lápices. Habrá opiniones de artistas (quizá a Joaquín Sabina le apetezca escribir uno de sus sonetos, ahora que la segunda dosis de su vacuna ya está dentro. Le propuse por las redes que escribiese una canción titulada Primera dosis y el foro se sumó a la petición publicando versículos ad hoc).

¿El esperado artículo de Andrés Calamaro (59), que ultima su edición de rarezas dylanianas en Honestidad Brutal lo publicará El Mundo, el ABC o La Razón? Veremos. Ah, que no me olvide que Andrés tiene en Madrid abierta exposición de sus fotos taurinas.

Supongo que como todos los padres Zimmerman estará pendiente de si le llaman sus chavales para felicitarla -Jesse, Anna Lea, Samuel Isaac, Jakob- si, el guapo de The Wallflowers, o Desirée Gabriell; y de cuál le llama antes.

En diciembre Dylan decidió vender los derechos de su catálogo de canciones por 300 millones de dólares a Universal Music, propiedad de Vivendi, propiedad a su vez del empresario francés Vincent Bolloré (69) -cuyo imperio fue fundado en 1822 como fabricante de papel de fumar y papel biblia. Sí, no te equivocas, es al que le canta Raimundo Amador y la francesa Cathy Claret, autora de la canción, en “Bolleré te quita las penas”, en alusión al papel de envolver porros.

Aunque se ha escrito que podría haber vendido para paliar los ingresos que estaría dejando de recibir al anularse su gira interminable por la pandemia -canceló 14 conciertos en Japón en 2019- no creo que sea ese el motivo, sino más bien dejar ordenado su patrimonio cara a su herencia. Dylan es muy rico pero, ¿lo suficiente?, ¿o escucharemos su voz nasal en el capítulo americano de Mask Singer?.