Hay una escena en El ala oeste de la Casa Blanca que se presenta, al caso, muy reveladora. Josh Lyman, asesor del presidente y próximo jefe de gabinete, queda con su antiguo compañero Sam Seaborn, que dejó de escribirle los discursos al comandante en jefe para tener una vida más plácida, y le pide que vuelva. Seaborn, lleno de reticencias, le explica que no es sólo por el dinero, sino por su vida amorosa. Cuenta que, ahora que puede, se va a casar; y le pregunta: “¿Y tu vida qué?”. “He estado ocupado”, responde Lyman. Sin pareja, en la soledad que empieza cuando acaba su trabajo, encaja el golpe cuando su otrora compañero le dice: “Es que no quiero acabar como tú”.

Y es que la alta política tiene esas cosas. En el Partido Popular en Madrid, que anda en su cruzar el Rubicón frente a las elecciones autonómicas del próximo 4 de mayo, tiene dos personajes que representan ese precio de ir mal en el amor para ir bien en la política. Son la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso (42), y el alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida (45). Ambos no sólo comparten el encarnar la esencia del partido conservador en la región, sino una característica básica que moldea a la persona: están solteros. Si acaso, como mucho, están casados con Madrid. Y ya, no hay tiempo para más.

A pesar de este nexo en común, ambos viven la soltería de manera distinta. Ayuso llegó a su cargo con pareja, el peluquero Jairo Alonso, pero la relación se desgastó, en parte por sus responsabilidades. Según confirma su círculo a EL ESPAÑOL, al principio fue duro, pero ahora ha encontrado en la política su válvula de escape. A fin de cuentas, no tiene otra cosa. Está volcada en gobernar y en hacer campaña y, cuando tiene tiempo libre, sigue aprovechando para ir a pasar los días al campo. Antes lo hacía con Jairo, ahora con un perro de unos tres meses que se compró al poco de romper con él. Vive su vida privada con mucha reserva y apenas tiene tiempo para citas.

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, y la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso.

Almeida, en cambio, es más jugón. Él ya llegó soltero a su punto álgido político y no tiene problema en hablar de ello. Que si Esperanza Aguirre le buscó novia y no lo consiguió, que si le gusta más a las madres que a las hijas… no elude el tema. Su círculo más próximo cuenta a este diario que él sí tiene tiempo para citas y que ese es el único momento en el que todo el equipo le deja en paz. Sin embargo, hace lo que puede, ya que compagina la Alcaldía con la portavocía del partido y eso hace que, por ejemplo, cada vez juegue menos al golf, su gran pasión. Pero todos saben que es temporal. “En cuanto tenga tiempo libre va a dejar de ser el soltero de oro, ya verás”, bromea alguien cercano.

Más allá de lo puramente frívolo, si están solteros o no es algo que parece captar el interés de la ciudadanía a la que representan. Basta con entrar en Google. Una vez escrito el nombre de Isabel Díaz Ayuso en el buscador, la primera opción que aparece es la de “pareja”. Con el alcalde, también: “Almeida novia” sale primero y “Almeida Bea Fanjul” sale segundo, por aquellos rumores que le emparentaban con la diputada vasca. Aparentemente, nadie busca “Almeida programa” o “Ayuso plan de recuperación económica”. Y así parece que se va a quedar hasta que terminen sus ciclos porque, en política, o se llega casado o no pasa mientras. Siempre nos quedará Madrid, deben pensar, parafraseando la famosa cita de Casablanca. Por ahora, los dos se suman a la cifra de los 417.090 madrileños que viven solos en la capital, en la que residen en total 3,2 millones de personas, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).  

Política y nada más

Cuando Isabel Díaz Ayuso llegó a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, antes de convertirse en el azote que discrepa sí o sí con el Gobierno de Pedro Sánchez, era prácticamente una desconocida. Las páginas de periódico que se rellenaban sobre ella versaban sobre que si era incompetente, que si había llevado las redes sociales de Pecas, el perro de Esperanza Aguirre y, con cierto toque de elitismo, que su novio era el peluquero Jairo Alonso.

Ayuso y Alonso se conocieron en Sotillo de Adrada, un pueblo de Ávila donde nació el padre de la presidenta, y comenzaron su relación oficialmente en 2016. Ahí, Ayuso ya se estaba posicionando como posible mano derecha de la presidenta de entonces, Cristina Cifuentes, y el peluquero se convirtió en su principal apoyo. Si la cosa no funcionaba bien en política, ella ya se veía casada con Jairo y teniendo hijos. Tanto, que en 2018 Jairo le propuso matrimonio en Panamá y ella dijo que sí. Cuando accedió al trono de la Comunidad, él siguió en su línea. “Solo puedo decir ‘orgullo', que es lo que siento cada vez que te miro”, publicó en una red social cuando formó Gobierno, en agosto de 2019.

Jairo Alonso e Isabel Díaz Ayuso.

Lo que no intuían, entonces, es que la política desgasta. Un año sobrevivió la aventura amorosa a los quehaceres de gobernar, más en pandemia. Según ya contó este diario, Ayuso y Alonso lo dejaron en otoño de 2020 y pasó a convertirse en compañera de ticket-solterón de Almeida. Si bien, en un principio, le costó superar la ruptura con el que fue, además de pareja, amigo, la política también le ha servido como vía de escape. Tanto, que ahora tiene poco más.

La parte de la ruptura sí que ha sido dura, pero ha durado poco. Y ya está. Ahora está volcada en lo suyo”, cuenta una amiga. “Está entregada al trabajo y, con esto de la campaña electoral, se ve que tiene una ilusión enorme. No tiene tiempo para prácticamente nada más”, añade. “La veo para todo ahora menos para buscar pareja, en eso no está centrada. Se vuelca las 24 horas del día en la campaña y, por supuesto, en gobernar. Porque no está en funciones y ha asumido la parte de Gobierno que antes le tocaba a Ciudadanos, todas sus competencias ahora recaen en ella”, apuntala.

El pasado mes de marzo, ante una posible -que no necesariamente probable- moción de censura de Ciudadanos, Ayuso decidió revolucionar el tablero político y convocar elecciones para revalidar su puesto. El terremoto que ella inició ha tenido ecos hasta en el Gobierno central, con la dimisión del entonces vicepresidente y ahora candidato a la Comunidad, Pablo Iglesias, y ha provocado toda una reestructuración del Ejecutivo. Mientras, en la plaza madrileña ella asume todas las tareas que resultan de su decisión.

Ayuso ya no echa tanto tiempo a vida o muerte como lo hacía en el pico duro de la pandemia, pero la campaña electoral ha añadido horas de trabajo. “No descansa mucho”, confirma su entorno. La presidenta suele empezar el día alrededor de las 7.00 o 7.30 horas y es un no parar hasta bastante más tarde de las 0.00 todos los días. Eso, en una jornada normal. Hay otros días, como cuando acudió a grabar su spot electoral, que ya estaba a las 6.00 en el lugar de rodaje. Siempre a lo que haga falta, sin tiempo para más. “Es verdad eso de que ella y Almeida están casados con Madrid. Y no sólo a nivel tiempo, es que además les chifla. Son madrileños, madrileños”, añade.

Entre amigos y familia

Al principio, cuando Ayuso volvía a casa tras horas y horas, tenía ahí a Jairo Alonso como confidente y consorte. Él no paraba de apoyarla públicamente a través de las redes sociales y, en el piso que ambos compartían en Chamberí, una residencia muy discreta de 60 metros cuadrados, aproximadamente, en una finca sin portero, se convertía en su consejero personal con el que evadirse del día a día. Ahora, duerme sola. Sin embargo, como es de Madrid y también estudió en la capital, conserva muchos amigos de la juventud, a los que hay que sumar sus amistades dentro del Partido Popular y algunos más esporádicos, como los amigos de Sotillo de Adrada.

Dentro del partido se lleva especialmente bien con Alfonso Serrano, vicesecretario de Organización del PP de Madrid, y Ana Camins, senadora y cuyo nombre sonó como una posible tercera vía para liderar el PP regional y así evitar un enfrentamiento entre Ayuso y Almeida, ambos valores en alza para esa contienda que algún día llegará. Cuentan desde el entorno que, en esas reuniones de partido, no sólo hablan de trabajo, sino que hacen un esfuerzo por desconectar y que tratan muchos temas personales. En eso, se diferencia de Almeida que, entre su equipo, es más de despachar.

Además de sus amigos de toda la vida en Madrid, Ayuso se apoya también en los de Sotillo de Adrada, que visitan la capital frecuentemente -al menos cuando las restricciones lo permiten- y en su familia. Vive en Chamberí, a 10 minutos caminando de donde lo hace su madre, y se lleva muy bien con su hermano, Tomás, y sus sobrinos. Sin embargo, ellos sí viven fuera de la Comunidad y ahora se limita a ver cómo crecen por videoconferencia.

“Su vida como soltera sí que ha cambiado, evidentemente. Pero está intentando hacer lo mismo que hacía antes cuando estaba con Jairo”, comenta una amiga. “A ella le gusta muchísimo el campo y aprovecha, cuando tiene tiempo, para visitar municipios de la Sierra de Madrid y se queda ahí el tiempo que pueda. Y lo hace con su perro, Bolbo, y se va por ahí con él”, añade.

Isabel Díaz Ayuso y Jairo Alonso en Panamá. Redes sociales

Antes de ser nombrada presidenta, Ayuso vivía con Jairo en un piso de apenas 50 metros cuadrados en el barrio de Malasaña. Ahí, la misma mesa en la que trabajaba era en la que cenaba y contaba que quería mudarse a algo más grande. Lo hizo al llegar al cargo, aunque tampoco ostentando demasiado, y ambos se fueron a vivir a un piso de 60 metros en Chamberí, el barrio en el que creció. Tal y como ya contó EL ESPAÑOL, se trata de una vivienda exterior con balcones a la calle y ambos se mudaron a los pocos días de ser nombrada presidenta.

A pesar de la ruptura, ella sigue ahí y, como siendo presidenta no tiene a nadie más, ha contratado a alguien para que le ayude con la limpieza y demás tareas de la casa. “Pero poca cosa, porque es un piso pequeño”, cuenta su amiga. Debe pagar en torno a los 1.500 euros mensuales de alquiler, según los precios de la zona, algo que contrasta con su sueldo de 103.090,32 euros anuales que cobra. Aunque, en soledad, pues 60 metros se adaptan de sobra.

“Ella no habla de su soltería tanto como lo hace Almeida”, explica una fuente del partido. “Además, ¿te imaginas que va haciendo las mismas bromas que el alcalde? Siendo mujer, mucha gente seguro que la critica. Pero, al margen de eso, ella es más vergonzosa para esas cosas. Es muy, muy reservada”, añade. El perfecto ejemplo de ello es que su ruptura con Jairo no trascendió hasta muchos meses después de producirse. Gran parte de su entorno personal ni lo sabía.

Almeida: citas y latas

Almeida, en su soltería, es radicalmente distinto a Ayuso. Si ella está en una etapa, él está en su estado eterno. Nunca se le ha conocido pareja. De nada sirvió el afán de lenocinio de Esperanza Aguirre, que hasta le endosó a una sobrina del golfista Tiger Woods para que le enseñara Madrid, y nada. Pero disputa el partido, tiene citas: “Hombre, no sé si se consideran muchas o pocas, pero está en el mercado”, cuenta alguien de su entorno. Ese entorno que está convencido de que cuando deje el cargo la cosa cambiará. “Dadle tiempo, ya veréis”. De momento, imposible.

El alcalde de Madrid, en un acto con voluntarios de la EMT. Javier Carbajal

Al igual que Ayuso, Almeida está volcado en su trabajo. A la Alcaldía tiene que sumar ahora la portavocía del partido a nivel nacional y eso le ha matado los tiempos libres que sacaba antes. Su día empieza a las 8.45 en el Palacio de Cibeles y ahí sigue casi siempre hasta las 22.59 que entra por la puerta de su casa. “Aunque por trabajo se podría quedar más, a esa hora ya no se le necesita y es el primero que tiene que dar ejemplo con el toque de queda”, comentan de su entorno. Si antes sí encontraba tiempo para su vida privada, con la portavocía ya no hay días sagrados.

Una de sus grandes aficiones de siempre fue el golf y ver a su querido Atlético de Madrid ahora en el Wanda. De eso ya no queda casi nada. Fuentes cercanas a él explican que ya apenas juega a su deporte favorito y que ha instaurado una nueva rutina, ir caminando de su casa al trabajo y dejando aparcada su famosa moto. “Como es prácticamente trabajar todo el día, el ir caminando se ha convertido en su única forma de desconectar. Además, es una manera de hacer actividad física. Si no, no hay manera. Ese tiempo suele ser divertido porque se para a saludar a todos. Es increíble, la gente le pita hasta desde los coches y le grita '¡alcalde!', y su equipo aprovecha ese momento de caminata también para despachar”, dicen.

José Luis Martínez-Almeida, en un partido de futbol hace unos años.

A falta de pareja, su principal soporte son los amigos y la familia. Tiene un grupo de WhatsApp con sus excompañeros abogados del Estado y se lleva muy bien con gente de su equipo como Borja Carabante, delegado de Medio Ambiente y Movilidad, y su asesor estrella Ángel Carromero. En cuanto a la familia, tiene cinco hermanos -uno de ellos, Rafael, es de Vox- y muchos sobrinos y, aunque algunos viven en Bruselas y otros en Castilla y León, suele sacar tiempo para estar con los que sí residen en Madrid.

“Él, como soltero, no tiene ninguna prisa, está muy bien”, comenta alguien de su equipo. “En cuanto tenga tiempo libre, va a dejar ser el soltero de oro, ya verás. Por la calle todo son piropos”, añade. “El primero que habla de la soltería es él. No es nada malo. Son estados civiles, no mentales. Pero sí que tiene citas y ese es el único momento del día en el que le damos intimidad”, apuntala.

Almeida y la diputada Bea Fanjul. La foto, subida un 14 de febrero, disparó los rumores de una posible relación. IG

A pesar de las citas, muchas o pocas, al final del día le queda la soledad de la casa. Según ha podido saber EL ESPAÑOL, Almeida tiene en propiedad un piso en el barrio de Tetuán de unos 60 metros cuadrados. Sin embargo, no es su única propiedad ya que comparte otras viviendas con sus hermanos, la mayoría heredadas. 

“No es muy cocinillas, en su casa lo único que hay son latas de comida precocinada”, explica un amigo. “También, los hombres, en eso, somos sota, caballo y rey. Y él, que está todos los días trabajando, que ni come en casa y ni cena en casa, casi ni le da tiempo a ensuciar. No sé si a las tareas le ayuda alguien. A mí nunca me ha dicho si la camisa que lleva la ha planchado él o no”, añade. A fin de cuentas, una de las ventajas de la soltería es que uno vive como quiere. Aunque Ayuso y Almeida viven poco, trabajan más. Ahí está su Madrid, y ya.

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