¿Qué podría ser peor que un acto, en apariencia inocente, que desencadena en fatales consecuencias? Probablemente nada. Zayna Chnina, de 13 años, se lo hubiese pensado dos veces si hubiese sabido que aquella mentira que contó a su padre un día de octubre para librarse de una bronca después de ser expulsada de la escuela terminaría en la brutal decapitación de su profesor de Geografía e Historia, el francés Samuel Paty. Pero como sucede con todas las acciones, la vida no da la oportunidad ni de pensárselo dos veces, ni mucho menos de controlar las consecuencias. Bastó con mentir.

En noviembre pasado, la adolescente declaró a los investigadores de la policía que mintió sobre su profesor: ella no había ido a clase aquel 6 de octubre cuando acusó ante su padre a Samuel Paty de expulsarla por negarse a salir de clase cuando, presuntamente este ordenó a los alumnos musulmanes que salieran del aula en el instituto Bois d’Aulne de Conflans-Sainte-Honorine, a las afueras de París, en el momento en que mostró unos dibujos de Mahoma desnudo. Eran caricaturas de la ya polémica revista Charlie Hebdo. La propia madre de Zayna había firmado un justificante que demuestra sin fisuras que ella nunca estuvo allí, sino en su casa, supuestamente “enferma”. 

Así lo reveló la prensa francesa esta semana, añadiendo aún más estupefacción por un crimen que movilizó a toda Francia por su brutalidad y por manifestar nuevamente un problema crónico en el país: el asentamiento del islamismo violento.

El asesinato de Samuel Paty conmocionó a toda Francia el pasado octubre.

Esconder una expulsión

Zayna fue expulsada dos días de la escuela por ausencias y otros malos comportamientos reiterados. Al llegar a casa, urdió una excusa para ahorrarse la bronca de su padre. Algunos compañeros le dijeron que Paty había mostrado los dibujos en aquella clase a la que no asistió, y ella se inventó que el profesor la había echado por ser musulmana. A su invención, añadió todo tipo de acusaciones de islamofobia contra el maestro. Como ha trascendido después, también dijo a la policía que se quiso alzar como portavoz de sus compañeros musulmanes por las actitudes islamófobas -infundadas, como se ha demostrado- del profesor.

En realidad, Paty sí que mostró los dibujos, pero para abrir un debate en clase sobre la libertad de expresión. Además, advirtió previamente a los alumnos, independientemente de su religión, que podían salir de clase porque las imágenes podrían herir los sentimientos de algunos.

La chiquillada de Zayna no excusa lo que vino después. Su padre, Brahim Chnina, no quiso indagar más sobre la inverosímil excusa, e instalado en el fango del radicalismo islamista la creyó sin pestañear. La abogada de la familia Paty va más allá y declara que Brahim era conocedor de que su hija había sido expulsada previamente por motivos diferentes a la historia que se inventó. La responsabilidad de su hija pasó entonces a él, un hombre adulto de 48 años a quien no se le ocurrió otra cosa que denunciar públicamente la falsa acusación de su hija contra el maestro, de 47 años y padre de un niño de 5. 

Brahim publicó un primer vídeo en Facebook el 6 de octubre señalando a Paty, contra quien confeccionó un relato que lo dejaba como un esbirro racista y antimusulmán. Le llegó a comparar con Hitler y le apuntó por difundir “pornografía” a menores. Lo hizo con la ayuda del imán radical de la localidad, Abdelhakim Sefrioui, que estaba seguido por la policía antiterrorista. Sefrioui, que era también miembro del Consejo de Imanes de Francia, lanzó una fatwa contra Samuel Paty, ajeno del todo a lo que en realidad estaba sucediendo. El clérigo llamó -paradójicamente- “matón” en repetidas ocasiones al profesor.

El instituto Bois d’Aulne de Conflans-Sainte-Honorine, a las afueras de París, donde estudiaba Zayna. Google Maps

Las publicaciones corrieron como la pólvora en las redes sociales y en los círculos islamistas franceses. Se había lanzado una campaña de calumnias y un marcaje al hombre que, como mínimo, pretendía hundir su prestigio y poner fin a sus días como profesor. El culpable tenía cara y ojos y eso no pasó desapercibido para el terrorista que tramaba el asesinato en la oscuridad. “Jamás pensé que lo fueran a ver terroristas”, se excusó Brahim después de lo sucedido en los interrogatorios. “He sido un estúpido y debo una explicación a esa familia”, añadió.

Pero aquella reflexión estaba lejos de existir en octubre pasado. Después del primer vídeo, publicó dos más, que también llegaron a YouTube. Brahim esgrimió nuevamente una postura victimista y en sus publicaciones mencionó a varias asociaciones antirracistas, o que Paty fue uno de los activos participantes en las marchas de defensa a Charlie Hebdo, después de los atentados contra la revista. Brahim también dejó su teléfono en las publicaciones. Poco después, el 9 de octubre, Absoullakh Anzorov, un joven de 18 años de origen checheno y residente en Évreux, Normandía, a 80 kilómetros de Conflans-Sainte-Honorine, se puso en contacto con él.

Vínculo con el terrorista

Anzorov no era menos radical que Brahim, pero estaba dispuesto a llegar más allá y buscar una causa para llevar a cabo una atrocidad en el nombre de Alá. La encontró en la denuncia de Brahim, el cual estuvo habló con él en repetidas ocasiones a través de mensajes del 9 al 13 de octubre, aunque sin conocer -que se sepa- exactamente sus planes. El día 16, Anzorov llegó a Conflans-Sainte-Honorine, conocedor de toda la historia que falsamente había difundido Brahim, iniciado por su hija Zayna y cegado por su extremismo. 

A su llegada al pueblo, Anzorov pagó 300 euros a dos estudiantes de la escuela para que le ayudasen a identificar y localizar a Paty. Así lo hicieron. Después, ocurrió la barbarie: el joven le cortó la cabeza al profesor al grito de “Allahu Akbar” (“Alá es grande”) y publicó la macabra imagen del crimen en sus redes sociales. Una vez activada la alarma, la policía se presentó en el lugar y abatió al terrorista.

Abdullakh Anzorov, el terrorista de origen checheno abatido por el asesinato del profesor.

El criminal había llegado a Francia con apenas 6 años con un estatus de refugiado. En 2020 lo hizo el resto de su familia, auspiciada por el Gobierno francés. Anzorov nació en Moscú, aunque su familia era original de la región rusa caucásica de Chechenia, de mayoría musulmana, y desde donde han salido decenas de terroristas islamistas hacia los conflictos de Siria e Irak. Una pariente cercana de Anzorov, de hecho, se había unido al Estado Islámico en Siria en el año 2014. La policía no tenía ninguna pista sobre estas conexiones y no seguía la pista del joven en Francia. Su padre, un trabajador nocturno, declaró después a los medios que hacía tiempo que lo había “perdido”.

La abogada de la familia Paty, reaccionó con “cólera” al trascender el origen del crimen esta semana. “Su postura ya era insostenible”, dijo, refiriéndose a la adolescente, en declaraciones a la prensa local. Por el otro lado, la letrada de Zayna intenta desvincular a la menor desviando la parte de la culpa hacia el padre, que fue quien inició la campaña de hostigamiento contra el profesor en redes sociales. Ambos, sin embargo, fueron responsables por un detonante aparentemente insignificante: una pequeña mentira para ahorrarse una bronca.

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