Es curioso que durante estos días con motivo del 40 aniversario del fallido golpe de Estado, se ha estado hablando en todos los medios de comunicación de la figura de Juan Carlos I, de las palabras del rey Felipe VI en el Congreso y hasta donde estaba ese 23 de febrero de 1981 la reina Letizia, que por aquel entonces era una niña más de las millones que había en España.

Sin embargo, nadie ha dicho nada, ni escrito una palabra de una testigo directa que hubo aquella noche y a la que estos días se ha dejado de lado: la reina Sofía.

A la madre del Rey, la caída en picado de su marido le ha arrastrado al rincón más oscuro de Zarzuela, al de los ignorados por los nuevos tiempos. Nadie sabe nada de la Emérita y nadie la ha citado en toda la semana. Pero no se puede negar que ella estuvo allí, viendo pasar los acontecimientos desde un palco privilegiado, testigo directo de la historia de la noche más tensa en la joven democracia española.

El 23 de febrero de 1981 la reina Sofía no vivía su mejor momento personal. La esposa de Juan Carlos acababa de enterrar a su madre bajo unas circunstancias muy duras. Federica de Hannover había fallecido el 8 de febrero en la Clínica de La Paloma de Madrid. La viuda de Pablo de Grecia había entrado por su propio pie en el hospital para quitarse unas manchas de edad que le habían salido en los párpados. Se trataba de una pequeña intervención de estética, pero un infarto terminó con su vida.

Federica de Hannover junto a la emérita Sofía.

Su hija, que se encontraba esquiando en Baqueira (que tiempos aquellos en los que la Familia Real esquiaba en público en las pistas españolas y no en las suizas) se subió corriendo a un helicóptero que la trasladó de inmediato a la capital española.

La organización del entierro de la abuela de Felipe VI fue complicadísima. La Familia Real griega estaba exiliada y tenía prohibida su presencia en cualquier parte del territorio griego. Pero Federica había dejado constancia en muchas ocasiones que su deseo era reposar eternamente junto a Pablo, en los jardines de Tatoi, el palacio situado a las afueras de Atenas donde había pasado sus mejores años.

A pesar de que Zarzuela, con Sabino Fernández Campos a la cabeza, comenzó a mover sus hilos para que un pequeño séquito acompañara el féretro de la soberana helena, la pelea se alargó demasiado, y el cuerpo de Federica pasó más de una semana en una sala del palacio a la que acudían cada día sus hijas a velarla y a rezar.

Al final, el presidente griego, Constantino Karamanlis, aceptó que pisaran suelo griego pero solo durante cinco horas.

La llegada a Tatoi de reina Sofía, el cúmulo de sentimiento: la muerte de su madre, la pelea para poder enterrarla allí y volver al jardín en el que había pasado su infanci. Sofía rompió a llorar, algo que Federica le había dicho en muchas ocasiones que una reina jamás hacía en público. Tampoco siguió el consejo de la soberana griega unos años después, cuando toda España presenció cómo se le caían las lágrimas en otro funeral, el de su suegro, Juan de Borbón.

El caso es que el 23 de febrero el corazón de la esposa de Juan Carlos todavía estaba de luto, lo que no significa que ella no se diera cuenta desde el principio de lo que ocurría aquella tarde. De hecho, con su madre de cuerpo presente en Zarzuela, y mientras la familia rezaba por el alma de la difunta, su marido tuvo que ausentarse porque el General Armada había llegado a palacio para tratar con el Rey y Sabino. Esa última visita del militar al Jefe del Estado tuvo lugar el 13 de febrero, diez días antes del fallido golde de Estado.

El golpe en Grecia

Los sonidos de los militares dando un puñetazo en la mesa eran para Sofía una música a la que estaba muy acostumbrada. Con 40 años recién cumplidos, había visto como su hermano, el rey Constantino, había perdido el trono de Grecia a manos del Ejército y vivía en el exilio desde 1967. Su trauma con este tema influyó en las decisiones que se tomaron en la Zarzuela en los primeros tiempos del reinado de Juan Carlos.

En una conversación privada, con motivo de este 40 aniversario, la madre de Felipe VI le comentaba a una de las pocas amigas de verdad que tiene en Madrid que recordaba aquel 23-F que marcó el reinado anterior tan bien como el 21 de abril de 1967, el día que se produjo el golpe de estado de los coroneles en Grecia, al que al principio se sumó su hermano, el rey Constantino.

La madre de Felipe VI estaba en Atenas, ya que tres días antes su madre, Federica, había celebrado su 50 cumpleaños y todos estaban en Tatoi para estar con ella. La Emérita le contaba por teléfono a esta persona que aquel día pensó que todo iba a terminar y que temió por la vida de sus dos hijas, Elena y Sofía, dos bebés por entonces que le habían acompañado al viaje a Atenas.

Tejero exige silencio a los congresistas durante el Golpe de Estado del 23F

La diferencia entre las dos noches, ambas vividas por la misma mujer, es que el rey griego se sumó al pronunciamiento mientras que el español se opuso a la intentona de los militares. Por su habitual discreción, su amiga no sabe si Sofía influyó en las decisiones de su marido aquel febrero de 1981 recordando los errores de su hermano Constantino. 

"Siempre es muy discreta. Cuando cuenta las anécdotas de sus viajes y de todo lo demás lo hace con cariño y sin hablar nunca mal de nadie. La reina es una mujer en la que la prudencia siempre ha sido su norma, y su amor y lealtad por las personas que quiere son tan firmes que no importa el daño que le hagan; mira a Juanito, que le sigue echando de menos", confiesa esta amiga de la emérita. 

Lo que sí sabemos con certeza es que Constantino fue una de las personas que más veces llamaron a Zarzuela el 23-F, tanto para saber cómo estaba su hermana y sus sobrinos, como para hablar con el rey Juan Carlos. Y desde luego en la cabeza del Monarca y en la de su mujer ese día tuvo que estar muy presente el destierro que sufría su cuñado y hermano por su actuación negligente y frívola en el golpe militar.

Pero a pesar de que todo el país recordaba, con un sencillo acto en el Congreso de los Diputados, el 40 aniversario de la victoria de la democracia frente a los golpistas de aquella tarde de febrero de 1981, Sofía no hizo nada especial. En Madrid, la Emérita hace una vida muy sencilla acompañada, casi en todo momento, de su hermana Irene, que reside también en Zarzuela. Tan sencilla que roza la clausura.

El coronavirus ha hecho que las dos princesas griegas hayan restringido sus viajes y salidas a lo imprescindible. Por las mañanas la reina despacha los pocos asuntos que le quedan ya oficiales, aunque es cierto que la Fundación que lleva su nombre y que sigue capitaneando con fuerzas, absorbe la mayor parte del tiempo que dedica al trabajo en Madrid.  Ambas comen tranquilamente para después disfrutar de la tarde o en los jardines, o dando un paseo, para encerrarse luego en uno de los saloncitos de la laberíntica zona privada del palacio para disfrutar de la música y la lectura, sus dos pasiones.

La reina lleva con mucho pesar no poder viajar a Grecia en este momento para visitar a su hermano, Constantino, que dejó Londres hace ya algunos años para instalarse en su tierra natal. El ex rey de los griegos está muy enfermo, y sus hermanas viven con mucha preocupación el estar tan lejos. Siempre han estado muy unidos los tres hijos de Pablo y Federica de Grecia.

Sofía sigue siendo Familia Real a todos los efectos, pero tiene su agenda prácticamente vacía y en pocas ocasiones salen en los medios. Todo lo contrario a su marido, Juan Carlos, que cada semana protagoniza nuevos titulares, el más reciente su nuevo pago a Hacienda para regularizar su situación con el fisco español.

Mientras el Emérito espera en la pista de salida a que le dejen volver a su hogar en España, su esposa sigue pacientemente las novedades desde su salón de Zarzuela.

El padre de Felipe VI ya se ha puesto las dos dosis de la vacuna de la Covid-19, eligiendo la versión china. Sofía espera su turno, ya que está en el rango de edad, más de 80, en el que han empezado a vacunar en la Comunidad de Madrid. "Todavía no sabemos cuando va a ser, pero será muy pronto. Lo más probable es que se la ponga su médico de la Casa. Su hermana Irene no, porque todavía tiene 79 años", cuenta una fuente cercana a la Casa Real. "Pero esta semana la vacunan seguro. Y ella no ve el momento porque eso le va a permitir viajar a Grecia para ver a su hermano, Constantino, algo que le tiene muy nerviosa", sentencia.

Si Juan Carlos ha recibido sus dos dosis de Sinovac, la vacuna china, Sofía será inyectada con la estadounidense Pfizer. Hasta en esto actuará de manera diferente la parja. Si bien, en cuanto a vacunas antiCovid, los eméritos no pueden elegir. 

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