Ubrique (Cádiz)

—No sé si decirte lo siento o felicitarte por haber vuelto a la vida. Mejor lo segundo, cariño —le dijo Luz María a su hijo Daniel el pasado 14 de diciembre-. Anda, dame un beso, que hoy se cumple el primer año de tu nueva vida y te tenemos con nosotros. 

Ese día, el hijo mayor de Luz María no sopló velas ni recibió regalos, pero sí celebró seguir vivo. Justo un año antes, la mañana del sábado 14 de diciembre de 2019, se calcinó el piso de estudiantes de Granada en el que Daniel se quedó a dormir tras salir de discoteca la noche anterior. 

El incendio se originó por culpa de un brasero que nunca se apagó. Dentro de la vivienda, que era un ático, había cinco jóvenes estudiantes. Cuatro eran de Ubrique, el pueblo de la sierra de Cádiz de donde procede Daniel, y un malagueño. 

Daniel, que cursaba en Granada cuarto curso del grado de Relaciones Laborales, dormía en la habitación ubicada más al fondo de la casa. Su amigo de Málaga, Santi, que como él tampoco residía en aquel ático, se acostó en el sofá del comedor. Para no pasar frío, encendió la estufa que había debajo de una mesa camilla. La tela de la enagua que la cubría, prendió. Las llamas devoraron el inmueble en pocos minutos.

Cuando empezaron los gritos, el humo y el fuego, Daniel ya no pudo salir de la habitación en la que estaba. Algunos de sus amigos salieron por la azotea. Otros, por la puerta de la vivienda. A él tuvieron que rescatarle los bomberos, que acudieron con celeridad. El chico estaba cobijado de costado en el suelo, detrás del colchón y el somier. El fuego abrasó la parte derecha de su cuerpo, cebándose con sus piernas. 

Varios medios de comunicación publicaron la muerte de Daniel Gómez. Reportaje gráfico: Marcos Moreno

 

“Yo no recuerdo nada de lo sucedido”, explica Daniel la tarde de este pasado jueves, cuando EL ESPAÑOL le visita en su casa de Ubrique, donde vive junto a sus padres, Luz María y Antonio.

“Sólo tengo en la memoria verme tirado en la calle con mucha gente alrededor mirándome. Quería moverme pero no podía. Me dolía mucho el cuerpo. Lo tenía rojísimo. Me desperté tres semanas después en el hospital. Ya me habían amputado las dos piernas y tres dedos de la mano derecha”.

Un ático cercano

Daniel y sus amigos salieron de juerga por Granada la noche anterior al accidente. A la hora de marcharse a dormir, tres de ellos invitaron a Daniel y a Santi, que vivían juntos en otro piso, a quedarse a dormir en el suyo. Aquel ático estaba más próximo que el piso que compartían ellos, quienes se conocían desde al año anterior, cuando coincidieron durante el Erasmus en Italia.

“En la discoteca vi a mi novia”, recuerda Daniel. “Me dijo que me fuera a dormir a su casa. Pero yo le dije que aquella noche había salido con mis amigos y que prefería volverme con ellos. Si le hubiera hecho caso, hoy tú —por el reportero— no estarías aquí”. 

Las palabras de Daniel no suenan a lamento. Al contrario, transmite entereza y fuerza. Es la primera vez que concede una entrevista tras el accidente. 

Daniel tiene ahora 23 años y quiere adquirir unas prótesis para sus piernas con las que volver a caminar. Marcos Moreno

La Policía Nacional llamó a los padres de Daniel pocos minutos después de su rescate. Primero, a Antonio. Luego, a Luz María. Les dijeron que su hijo había sufrido un accidente y que estaba muy grave. Les pidieron que se pusieran en contacto de inmediato con el hospital de Granada.

Ese día, Antonio estaba de cacería en la montaña, de donde tuvo que bajar a pie con el miedo calado en los huesos. Su mujer le esperaba en casa. Desde el hospital les explicaron por teléfono que habían operado de urgencia a su hijo para drenar las heridas que presentaba.

Les recomendaron que no viajaran hasta allí puesto que iban a trasladarlo de urgencia en helicóptero hasta Sevilla, donde el chico iba a ingresar en la Unidad de Grandes Quemados del Virgen del Rocío, el centro médico de referencia para este tipo de pacientes en Andalucía, Extremadura, Ceuta, Melilla y las islas Canarias.

Antonio y Luz María se marcharon directamente en coche hacia Sevilla. Allí, cuentan, al llegar al hospital nadie sabía nada de un traslado inminente desde Granada de un chico quemado.

Durante la espera, a Antonio le llamaron varios familiares y amigos preguntando si era cierto que su hijo había muerto, como llevaban informando durante unas horas varios medios locales. Antonio contactó con un amigo guardia civil, que a su vez llamó a la comandancia de Granada. Desde allí pidieron que se rectificaran dichas informaciones.

Daniel, junto a sus padres, Antonio y Luz María, este pasado jueves, en su casa de Ubrique (Cádiz). Marcos Moreno

 

"Como una momia"

La incertidumbre para sus padres acerca de si Daniel seguía vivo o no sólo se disipó a las seis de la tarde de aquel sábado, cuando lo vieron llegar. “Iba vendado como una momia, de la cabeza a los pies”, dice su madre.

“No lo reconocíamos pero supimos que era él”, afirma Luz María. “Los médicos nos dijeron que lo iban a valorar y ver si la operación de Granada estaba bien hecha. No sabían si iba a seguir vivo”.

Antonio, Luz María y su otro hijo, de 21 años, pasaron un mes durmiendo en los butacones de una sala de espera del Virgen del Rocío. “De noche temíamos que sonara el teléfono y que una voz nos dijera que había muerto. Cada día lo operaban de algo. Los dedos, las piernas, las reconstrucción en el costado del pecho… Fue una pesadilla”, explica la madre de Daniel.

El chico sufrió quemaduras en el 36% de su cuerpo. Tuvo una infección en los pulmones por el humo inhalado. Sus riñones dejaron de funcionar. Le tuvieron que someter a diálisis durante varios días. La pierna derecha se la amputaron cerca de la ingle. La izquierda, unos centímetros por debajo de la rodilla. De la mano diestra le cortaron el dedo medio, el anular y el meñique. 

Daniel despertó a las tres semanas. Los médicos explicaron a sus padres que su juventud, la fuerza de su cuerpo y sus ganas de vivir le hicieron salir adelante. No requirió asistencia psicológica porque no recordaba nada, lo que le ha valido también para no sufrir pesadillas. 

“Pese a que estaba sedado por los dolores de las quemaduras y las operaciones, entre sueños yo ya me había enterado de algo —dice Daniel—. Lo asimilé bastante bien desde el principio. Estaba vivo. Eso era lo importante. Me basaba en eso. Sin piernas pero vivo”.

Estado en el que quedó el piso en el que dormía Daniel Gómez.

Prótesis de 90.000 euros

Daniel salió dos meses después del hospital. El 14 de febrero de 2020 volvió a Ubrique, un pueblo cuyos vecinos se volcaron a la hora de recaudar dinero para ayudar a la familia del chico.

El equipo local de fútbol organizó un partido contra el Sevilla Atlético y varias empresas locales de marroquinería regalaron bolsos de piel para que se rifasen. Además, José Luis López Fernández, un empresario ubriqueño apodado el turronero, les cedió un apartamento de manera altruista.

“En nuestra antigua casa, que estaba en el casco antiguo y metida en una zona de cuestas, todo nos iba a ser mucho más complicado. En la vivienda que nos cedió José Luis estuvimos hasta agosto. Siempre se lo agradeceremos. Luego, vendimos nuestro piso y nos compramos este en el que ahora estamos. Nos hemos tenido que hipotecar durante 30 años más”, explica Antonio, el progenitor de Daniel, que tiene un empleo en una empresa de marroquinería. Su mujer, que trabajaba con él, la dejó para cuidar de su hijo. 

Daniel fortalece con pesas su musculatura. Marcos Moreno

El próximo objetivo de Daniel es volver a caminar. Quiere comprarse unas prótesis especiales para sus piernas que la Seguridad Social no costea. Su precio ronda los 90.000 euros. Para ello, sus padres acaban de crear la asociación Todos con Daniel y han abierto una cuenta bancaria en la que recibir donaciones (ES69 / 3058 / 0788 / 4127 / 2001 / 3561 - BIC: CCRIES2AXXX). 

“Mi meta es llevar una vida casi tan normal como antes en uno o dos años. Lo voy a conseguir. Sé que si fortalezco mucho mi cuerpo voy a poder volver a caminar, jugar a pádel, correr… Mi vida no terminó en aquel fuego y no tiene porqué acabar en esta silla de ruedas”, dice Daniel.

El chico ha dejado por el momento el grado universitario que cursaba. Cuenta que ahora quiere opositar para consegir una plaza de personal administrativo del Estado. La pandemia ha paralizado las sesiones de rehabilitación y fortalecimiento a las que acudía varias veces por semana en Ubrique. Pretende retomarlas lo antes posible. 

“Mis expectativas de vida no han cambiado. Tengo 23 años y pienso hacer las mismas cosas que hacía antes. A mi madre se lo he dejado claro muchas veces: Mamá, que yo me voy a ir de aquí tarde o temprano. Quiero que lo sepas”. 

A Daniel le amputaron tres dedos de su mano derecha, la que le van a intervenir de nuevo para reconstruirle las zonas más dañadas. Marcos Moreno

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