Cádiz

Hace cinco meses, Jaime Santana, de 19 años, todavía estaba en su Gran Canaria natal. Hace dos meses, el gaditano Rafael Medrano, de 50 años, seguía viviendo en casa de su antigua pareja y tenía trabajo como escayolista. Hace ocho meses, el estonio Jamar Vaisma, de 24 años, ni siquiera había aterrizado en España

Pero todo aquello queda ya demasiado lejano. 

Los derroteros de la vida han llevado a estos tres hombres a convivir junto a otras ocho personas más, como Julián y Carmen, una pareja procedente de Granada, en una suerte de comuna de desamparados levantada entre cartones, tiendas de campaña y telas de plástico. Está situada a la espalda del edificio que alberga la Audiencia Provincial de Cádiz, junto a Puerta de Tierra, la antigua muralla de entrada a la ciudad y ahora puerta de acceso a su casco histórico.

Los rostros de estos moradores de la calle, sucios, avejentados, tristes, son la metáfora de una ciudad decadente como la dama envejecida que aún se observa bella ante el espejo, pero que anhela el vigor de una juventud que ya no volverá. Por el día, sus caras se entremezclan con las de los turistas que se bajan de los cruceros a visitar la tacita de plata.

Jaime, Rafael, Jamar, no tienen techo. Son personas sin hogar. Se duchan con garrafas de agua que cogen de las fuentes públicas, hacen sus necesidades donde pueden y se alimentan -"mal, muy mal, tenemos el estómago destrozado”, dicen- gracias a los comedores sociales y los bocadillos que cada noche les entregan los voluntarios de Cruz Roja que pasan a verlos, así como otras ONG locales. La calle los ha hecho fantasmas de una sociedad que les da la espalda.

Pero ellos no son los únicos. Hay otros muchos que duermen sobre un colchón dentro de una sucursal bancaria, encima de cartones, en coches o en la playa. El gobierno municipal, liderado desde junio de 2015 por José María González Kichi, publicó en noviembre de 2019 un censo de los sintecho de Cádiz. Contabilizó a 103 personas viviendo en las calles de la ciudad. Pero, probablemente, el número actual sea aún mayor. Ni Rafael, ni Jaime ni Jamar vivían a cielo raso cuando se publicó aquel censo.

Espacio a la espalda de la Audiencia Provincial de Cádiz en el que se han instalado once 'sintecho'. Reportaje fotográfico: MARCOS MORENO

Se trata de una cifra que el alcalde no ha conseguido rebajar desde su llegada al poder pese a presentarse a las elecciones municipales como un activista antidesahucios, un adalid de la vivienda digna y un protector de los más desfavorecidos.

En su discurso de investidura, hace ya cinco años, dijo que ofrecería una vida mejor a este colectivo. Era una de las banderas defendidas en Por Cádiz sí se puede, la por entonces marca gaditana de Podemos

En 2010, cuando la crisis económica se cebaba con España, había 83 personas sin techo en Cádiz. En 2013, con Teófila Martínez todavía como alcaldesa, 107. En 2015, cuando 'Kichi' alcanzó el poder, 115. En 2017, después de los dos primeros años de mandato de José María González, se registraron 98.

Desde entonces, se ha producido un repunte en el número de personas que viven al raso, superando de nuevo el centenar. De ellas, alrededor de una treintena -la cifra suele oscilar- se encuentran ubicadas en los dos albergues de la ciudad.

“Te condenan a la calle”

La tarde de este pasado jueves, EL ESPAÑOL entrevistó a una decena de hombres y mujeres sin hogar. Todos criticaron la supuesta dejadez con la que trabajan las instituciones públicas, en especial el Ayuntamiento gaditano, a la hora de tratar de buscarles una solución habitacional digna. 

Si bien es cierto que disponen de la opción de instalarse en los albergues, todos los ‘sintecho’ entrevistados coincidieron en que son un “lugar donde se producen muchos roces, donde hay muchas peleas, y al que sólo se puede ir a dormir porque a las ocho de la mañana te echan y hasta las seis de la tarde no se puede volver”. 

“Te condenan a la calle igualmente. No es una salida. Más bien es un parche”, dice el granadino Julián Ortiz, de 40 años. Lleva 14 meses viviendo en la calle con Carmen, su pareja, cuatro años menor que él. Julián ha solicitado la concesión del Ingreso Mínimo Vital. No es muy optimista. Su mujer pidió la renta mínima de 426 euros hace dos años y todavía no se la han concedido. 

“Sólo con esos empujones podremos salir de la calle. Aquí se está porque no hay otra, no por gusto. La vida, por errores y circunstancias, te lleva hasta aquí. Pero no es plato de buen gusto para nadie”, explica Carmen, de origen valenciano. La mujer padece problemas de corazón.

Julián y Carmen, que vivían en Granada aunque ella es de origen valenciano, duermen al raso en Cádiz desde hace 14 meses. Marcos Moreno

El pasado sábado, la pérgola del mirador de Santa Bárbara de Cádiz quedó comido por las llamas tras originarse un fuego. Casi desde su inauguración, en marzo de 2015, fue un lugar de la ciudad usado por los sintecho para obtener cobijo. Por suerte, nadie murió en el incendio. La tragedia humana pudo ser notable. 

A las pocas horas de extinguirse el fuego, el presidente local del PP, Juancho Ortiz, dijo que “a los sintecho [el alcalde] les prometió el cielo y se han encontrado con el infierno de Santa Bárbara”. También PSOE y Ciudadanos reprocharon la supuesta permisividad del alcalde a la hora de dejar proliferar este tipo de asentamientos, que se diseminan por numerosos puntos de la ciudad. 

El portavoz de Vecinos Cádiz, Francisco Gómez, asegura que el incendio en Santa Bárbara era algo que él se temía. Gómez sostiene que el gobierno municipal es “el responsable absoluto” y es a quien le pide soluciones. “Cuando llegaron, dijeron que iban a acabar con este problema, pero hasta ahora no lo han hecho”. 

Este pasado miércoles, cuatro días después del incendio, La Voz de Cádiz publicaba un editorial titulado Olvido y desidia con los sintecho. “Es innegable que la ciudad presenta una imagen nunca antes vista y que las medidas prometidas hace cinco años por el alcalde no han dado sus frutos”, se decía en él. 

“Soy un paria”

Rafael Medrano es de Cádiz. Lleva dos meses viviendo en la calle. “Un horror” de experiencia, asegura. Con la barba de un par de días, el pelo recortado y engominado, la ropa más o menos limpia, dice que no quiere descuidar su aspecto porque de vez en cuando le sale un trabajo en la obra. 

En mayo pasado, durante el estado de alarma, el hombre convivía con su pareja en la casa de ésta y tenía trabajo como escayolista. Durante varias semanas estuvo poniendo techos en un restaurante de Málaga.

Pero Rafael, que está divorciado desde 2012 de la madre de sus tres hijos, se quedó sin empleo, sin pareja y sin techo casi al mismo tiempo. Durante una discusión con la que era su novia, dice que ambos se agredieron y que él la empujó contra la pared en un par de ocasiones. La mujer denunció y él fue a juicio. Rafael acabó condenado a 14 meses de prisión. Eludió la cárcel porque no tenía antecedentes penales. 

Rafael asea su tienda de campaña, este pasado jueves. Marcos Moreno

Desde entonces, Rafael está en la calle. “Soy un paria en la ciudad que me vio nacer. Cuando me ve gente con la que me crié, me dicen: Pero pisha, ¿qué haces así? Yo no sé qué responder. La calle es muy mala. Por eso tengo claro que voy a salir de ella. No sé cómo aún, pero tengo que salir”.

Rafael asemeja al Ayuntamiento con una máquina lenta y pesada. Dice que concertar una cita con los asistentes sociales supone “una odisea”. “Kichi dijo que no iba a dejar que nadie malviviera en la calle. Pero todo fue palabrería. La realidad, cuando uno está en su despacho, es otra. Pienso que le damos igual, como a quienes le precedieron y como a los que vendrán”, añade. 

Este hombre lleva ocho años registrado entre los solicitantes de inmuebles de Procasa, la sociedad de promoción y gestión de vivienda protegida de Cádiz. “Hace tiempo estaba el mil y pico en la lista”, dice Rafael. “Ahora ya ni lo sé. Pero me moriré sin entrar en una de ellas. Eso lo tengo claro”.

A principios de marzo de este año, el alcalde de Cádiz inauguró el centro para personas sin hogar Fermín Salvochea, un lugar de acogida, aseo, descanso, relación y orientación de los sintecho. Busca ser “una herramienta adaptada a las necesidades de este colectivo que permita avanzar en la línea de la inclusión social”.

Ese día, Kichi dijo: “Se hace justicia social porque Cádiz avanza sin dejar a nadie atrás. Sin clasismo, sin ciudadanos de primera, segunda y tercera como otrora”. El gobierno municipal gaditano piensa que es un centro que, a medio plazo, puede servir para reducir considerablemente la cifra de personas sin hogar en la ciudad.

El alcalde de Cádiz, José María González, 'Kichi'. EFE

Tres años y cuatro meses

En el informe sobre los sintecho hecho público a finales de 2019 por el Consistorio gaditano se explica que éstos llevan de media tres años y cuatro meses en la calle, una cifra prácticamente idéntica al censo que se hizo en 2017. 

El 62,1% de las 103 personas que no tienen casa en Cádiz duermen al raso, mientras que el 37,9% lo hacen en los albergues municipales. Sólo un 27% están empadronadas.

Un 15% del total son mujeres, 11 puntos más que en 2010. También se ha incrementado el número de jóvenes, ya que la edad media ha bajado hasta los 43 años.

“Yo no me creía que iba a acabar en la calle”, explica Jaime Santana, un canario de 19 años que lleva dos meses viviendo en una tienda de campaña instalada en el asentamiento originado a la espalda de la Audiencia Provincial de Cádiz.

Jaime vivió con su madre en Gran Canaria hasta 2017. Ese año, ella murió. Él se vio solo, sin más familia que una bisabuela “muy mayor” y con la que tampoco tenía mucho contacto. El chico, antes de saltar a la Península, estuvo durmiendo en un coche. 

Al llegar a Cádiz, previo paso por Málaga y Sevilla, cuenta que pasó una semana en un albergue tras recibir una paliza de un conocido. “Luego, cuando ya estás bien, te dicen que has de marcharte porque hay gente esperando y no hay más plazas. Salir de la calle es mucho más complicado de lo que los políticos creen. Dicen que ponen las herramientas, pero es mentira”.

En varios puntos de Cádiz hay asentamientos de personas sin hogar. Marcos Moreno

Celebración sin distanciamiento

En la tacita de plata cuentan estos días que Kichi "se molestó mucho" el pasado el fin de semana, cuando cientos de aficionados del Cádiz CF se reunieron frente a la puerta principal del estadio del club para recibir al autobús del equipo.

Muchos de ellos no llevaban mascarillas ni guardaban distancia de seguridad entre sí pese a que su alcalde les pidió vivir la posible celebración de ascenso "con responsabilidad". Esa noche, el Cádiz perdió y no puedo ascender a la Primera División del fútbol español. Sin embargo, lo hizo al día siguiente, domingo, con la derrota del Zaragoza.

La próxima temporada los ojos de medio mundo se pondrán en la ciudad que gobierna Kichi cada vez que equipos como el Real Madrid, el Barcelona, el Sevilla o el Valencia visiten el Ramón de Carranza. 

En las elecciones municipales de mayo de 2019, José María González volvió a conseguir la alcaldía de Cádiz. Su partido obtuvo 13 concejales. Se quedó a uno de la mayoría absoluta, lo que no le impidió gobernar en solitario. Al final de su segundo mandato llevará ya ocho años al frente del Consistorio gaditano.

Kichi sigue viviendo en un piso de alquiler de apenas 40 metros junto a su pareja sentimental, la diputada Teresa Rodríguez, y sus dos hijos. Rodríguez, de Adelante Andalucía, se divorció políticamente de Podemos en febrero pasado, cuando apareció junto a Pablo Iglesias en un vídeo pactado en el que sellaban su ruptura definitiva.

La parlamentaria andaluza no esconde que quiere concurrir a las próximas elecciones generales al frente de un partido de corte regionalista o nacionalista pero bajo su sello de Adelante Andalucía.

La pareja formada por José María González y Teresa Rodríguez se suele contraponer por los sectores críticos de Podemos a la de Pablo Iglesias e Irene Montero. Los primeros siguen arraigados a su tierra, viven como pregonaban y ven con malos ojos cualquier tipo de pacto con el PSOE.

Mientras, los segundos se fueron a vivir a un chalé a las afueras de Madrid, entraron en un gobierno de coalición con los socialistas y pasan, probablemente, por su peor momento político, con la marca Podemos más debilitada que nunca a nivel nacional -sólo hay que ver los resultados en los comicios regionales gallegos y vascos- y su líder en entredicho por casos como el de la tarjeta de Dina Bousselham, su exasesora.

Son dos maneras de concebir la actividad política. Quizás por eso a unos les siga carcomiendo que siga habiendo gente sin techo en su ciudad mientras que otros, quienes un día fueron sus líderes, se hayan instalado entre quienes hace unos años miraban con desdén. 

Jaime Santana, canario de 19 años, y Jamar Vaisma, estonio de 24, son dos 'sintecho' de Cádiz. Marcos Moreno

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