Han tenido que pasar 23 años para que el matrimonio formado por Miguel Ángel Blanco y Consuelo Garrido se reencuentre con su hijo, aquel chico que el 13 de julio de 1997, tras dos días de secuestro y el mismo número balas en la cabeza, se convirtió en el hijo de todos los españoles. Este próximo sábado, a las 5 de la tarde, las cenizas de los padres de Miguel Ángel Blanco, el concejal del PP en Ermua asesinado por ETA, empezarán a descansar junto a su tumba en el cementerio de la aldea orensana de Faramontaos, según ha podido saber EL ESPAÑOL.

Miguel Blanco padre falleció la noche del 12 de marzo por causas naturales. Ya no era un hombre autónomo. Murió tres días antes de que la pandemia obligara a confinarse a todo el país. Pudo despedirse de su mujer, Chelo, como la conocían sus seres queridos y quien cuidó de él hasta el último segundo de vida. 

20 días después, Chelo, que se había mudado de Vitoria a Madrid tras la muerte de su esposo para estar con su hija y sus nietas, también moría. Fue el 1 de abril. Fallecía a causa de no haber podido superar la covid-19.

En Madrid fue donde se contagió del coronavirus SARS-CoV2 y donde había estado recibiendo atención domiciliaria. Pero su estado empeoró y tuvo que ser ingresada. Poco se pudo hacer. A las horas, murió. Sola, como tantos españoles, en un centro sanitario.

Marimar Blanco, su hija, decidió incinerar a sus padres y que, en cuanto se pudiera, las cenizas de ambos descansasen junto a la tumba de su hermano. Ahora que las normas de movilidad lo permiten, así va a ser. Está previsto que se les oficie un funeral. 

Desde este próximo sábado, tres de los cuatro miembros de la familia Blanco Garrido compartirán camposanto. En 2007, una década después de ser asesinado por los etarras Txapote y Oker, el féretro del concejal del PP en Ermua fue trasladado hasta el cementerio de Faramontaos, una aldea del municipio de La Merca, en Orense, situada a un kilómetro de Cabanas de Abaixo, donde nació su madre. De niños y adolescentes, Marimar y Miguel Ángel pasaban dos meses de verano cada año entre ambas localidades. 

Desde que está enterrado allí, Aurelio y Pacita, tíos de Miguel Ángel, son quienes le han llevado flores y limpiado la lápida. Residen en la citada aldea. 

Mientras el féretro del concejal asesinado permaneció en Ermua, en ocasiones los radicales rompieron su lápida y escupieron sobre ella. A unos 20 metros de la tumba de Miguel Ángel Blanco en Galicia yacen sus abuelos maternos, Aurelio, que emigró a Venezuela y trabajó de dinamitero en una mina, y Elena. 

Los padres de Miguel Ángel Blanco van a hacer el camino inverso al que realizaron hace seis décadas, cuando emigraron desde tierras orensanas hasta Ermua, a 500 kilómetros. Habían nacido en unas aldeas gallegas separadas entre sí apenas unos kilómetros, pero se conocieron en tierras vascas. 

Miguel Ángel Blanco hijo tiene como vecino de tumba a Pedro Pontes García, maestro de enseñanza y naturalista. En el libro El hijo de todos. Vida y asesinato del mártir que venció a ETA (La Esfera de los Libros), escrito por el periodista Miguel Ángel Mellado, director de Información de EL ESPAÑOL, se detalla que en Faramontaos hay un monumento del escultor Xosé Cid. Representa a un hombre pensante en bronce.

Fue hecho en honor “del hijo de todos”, como la propia Consuelo Garrido dijo de su chaval el mismo día que lo estaba enterrando. “ETA no ha matado a mi hijo, ha matado al hijo de todos".

Junto al monumento hay una frase que dice: “Porque has soñado entre los rincones de las estrellas, hallaste un camino de luz que fluye hacia la liberación”. A partir de ahora, “el hijo de todos” caminará junto a las dos personas que lo engendraron. 

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