A una de sus viejas cámaras le reventaron el objetivo de un balazo. Todavía la conserva junto a la mesa de ajedrez cuyas piezas pulidas reflejan la tibia mañana de un mes de enero interminable. El último conflicto que cubrió fue en el año 1971. Luego ya, a la guerra de la pluma y la palabra. Anclado a la pared, tras el escritorio, Alberto Vázquez Figueroa (Santa Cruz de Tenerife, 1936) exhibe el enorme machete de sus viajes a la jungla, envuelto en cuero como quien envuelve una reliquia sagrada.

A sus 83 años, uno de los escritores más leídos en lengua española -por lo menos el más vendido- apenas sale de su casa, cerca de Argüelles, en el Madrid que va a orillarse a Ferraz. El amplio ventanal de la vivienda le permite observarlo todo desde las alturas, como un halcón peregrino en la atalaya de la vejez. Le basta y le sobra con eso y con sus (como él dice) novelitas. Y con una partida de dominó por las tardes. Y con bajar de vez en cuando al restaurante de enfrente. Y con entretener al escribir. Sin querer aspirar a ser Faulkner. "Esos libros son un coñazo", dice.

Ahora publica Año de fuegos (Kolima), y claro, Alberto Vázquez Figueroa no sabe quién es C. Tangana, ni Bad Bunny, dos ídolos de masas, pero inmerso en su mundo de aventuras exóticas se ha hecho ya centenario. Ambos son polos radicalmente opuestos. El escritor transita ya por la etapa crepuscular de su carrera como escritor y de su vida.

Ahora saca su novela número 100. Se dice pronto. Tiene todos los ejemplares en una de las librerías de su despacho, al que se accede tras sortear plantas enormes en el salón, obras de arte incrustadas en el mármol y otros detalles propios de un apartamento de otra época. 

Inventor, buceador con Cousteau, paria en el desierto, hijo de un farero, fabricante de desaladoras de agua, cazador ocasional, reportero de guerra, productor y guionista de cine... Ha vivido más vidas que las que contó en sus propias novelas. 

Ha escrito usted más que Galdós.

Hay que salvar las distancias: Galdós era un genio, y yo no. Yo simplemente escribo porque me gusta. Haciendo un símil futbolístico, Messi va al partido de fútbol y a lo largo de la temporada tira 100 veces a puerta, y a lo mejor solo mete 10 goles. Pues en la escritura pasa lo mismo. Yo he escrito 100 libros pero no he metido 100 goles.

Alguno ha metido. 

Alguno he metido, alguno he metido (ríe).

32 millones de libros vendidos ¿Se pueden escribir 100 libros buenos?

Los que han funcionado, han funcionado bien. Pero claro, muchos otros se han ido a la grada. Los goles que metí son los que permitieron a mis lectores acceder a otros libros míos. Hay gente a la que le gusta un libro mío y luego todos los demás no. O que de repente se ponen de moda. Ahora por ejemplo el libro mío que más se vende es Cienfuegos.

A qué atribuye tal éxito.

Yo creo que es un libro muy divertido, que enseña el descubrimiento de América. A muchos de mis lectores les gusta que en mis libros no exista solo aventura. Que exista conocimiento. En esta novela nueva, Años de Fuego, una de las cosas que se cuentan en este libro es la cantidad de teléfonos móviles que hay desaprovechados. Son uno de los principales envenenamientos que hay en el mundo. Lo que está ocurriendo también con los incendios en Australia. Yo le digo a las autoridades australianas, ¿cómo están dejando ustedes que Australia arda? Estamos viendo miles de animales muertos...

¿Siempre le han preocupado tanto estos temas?

Ya en el año 75 uno de mis libros, que está por ahí, escribí Tierra Virgen. Hablaba sobre la destrucción del Amazonas.

Pero incendios hubo siempre.

Pero no como ahora. 

Hombre, ahora nos enteramos. Nos llega más información. 

Pero ahora son provocados por Bolsonaro. Antes había incendios, eso es lógico. Pero una cosa es que haya incendios y otra es que el incendio se convierta en una industria. Para producir aceite de colza. Luego se lo dan a los animales en pienso para las gallinas y las vacas que se crían apelotonadas.

El escritor, en su despacho, con los rascacielos de Madrid al fondo. Carmen Suárez

¿Siempre sintió esa necesidad de viajar tanto y tan lejos?

No es que yo tuviera un espíritu aventurero desde niño. Fueron las circunstancias. Me crie en el desierto porque a mi familia la deportaron de Canarias. Yo tendría cuatro meses cuando eso ocurrió. Viví allí hasta los 16. Recuerdo que mi tío tenía una gran biblioteca, y lo que más hacía era leer: leía a Stevenson, libros de aventuras, todos los grandes autores. Y empecé a soñar con ser escritor. Cuando regresé a Tenerife tenía pocos medios para estudiar, pero descubrí que la mejor manera de ser escritor era meterme primero a periodista. 

¿A qué hora escribe?

Escribo cuando me apetece. No es una cuestión de horarios para mí. Hay días que me apetece por la mañana, hay días que por la noche, hay veces que no me apetece escribir nada. Yo me levanto cuando me apetece, casi siempre tarde. Y además las novelas casi nunca se escriben aquí, en el escritorio. Se escriben cuando estás acostado, cuando estás durmiendo, cuando sales por ahí a dar un paseo, cuando te levantas...

No es usted metódico.

Cada uno es como es. Es que eso de levantarme a una hora determinada, con horario de oficina, me parece horroroso.

García Márquez solo escribía por las mañanas.

García Márquez era un genio, el mejor escritor del siglo pasado, sin duda, pero tenía el horario de los periodistas de redacción. Y yo soy un periodista que terminé la carrera en el 59 y jamás ha pisado la redacción. Viajando solo, así es como yo me sentía realizado. 

Tanto tiempo a su aire, de forma tan prolongada... ¿Cómo se gestiona la soledad? 

Yo no necesitaba de la compañía de nadie. ¡De mujeres sí! Ya me preocupaba yo de buscarme la compañía en cada sitio. Pero yo... yo siempre he sido un hombre bastante solitario. En mi manera de ser y en mi manera de escribir. Iba absorbiendo todo lo que veía. Yo viajaba para ser escritor. Tengo la ventaja de tener una gran memoria fotográfica. Es como si yo hubiera estado estudiando para ser escritor, durante los 30 años que recorrí el mundo. Fui buceador profesional con Cousteau, cazador en África, reportero de guerra... Fui un montón de cosas. Y seguí entretanto escribiendo libros, de escaso éxito. Y luego a los 38 años, después de haber publicado 14, llegó Ébano, que fue un éxito, un éxito inesperado. 

Lo leíamos en el instituto.

Pues eso es una alegría, que los estudiantes lean mis libros, porque además eran libros de aventuras, entretenidos... No los coñazos que normalmente les dan a leer. Ya te digo: hasta ese momento no había vivido de los libros, ni soñaba con vivir de los libros. Yo escribía porque me gustaba. Me pagaban cuatro perras y me conformaba con que me publicaran. 

Antes mencionaba su gran preocupación por el medio ambiente, sobre el cambio climático. ¿Qué opina de Greta Thunberg? Qué le parece el papel que está jugando esta persona. 

Me parece un cuento, un cuento chino. Se están aprovechando de ella. Una niña de su edad, que se sienta en un sitio y dice: "Están jugando con mi futuro". Y alguien se aprovecha de ella para convertirla en la líder de todo esto. Cuando en el mundo existen verdaderos científicos, que llevan años estudiando y que encuentran soluciones. Uno no debe alabar al que protesta, sino al que encuentra soluciones. Protestar es fácil. Ahora le van a escribir un libro -porque se lo escriben, una niña de 14 años no escribe un libro- tendrá un éxito tremendo... A mí estás cosas mediáticas me parecen un error. Hay gente sabia en todos los lugares del mundo, estudiando realmente, preocupándose por eso. 

El futuro de España

Sus cien libros, en las distintas traducciones a diversos idiomas. Carmen Suárez

¿Ve caos en España?

La situación actual en España es como la que vivió Venezuela hace unos años. Yo viví mucho tiempo en Venezuela, me casé en Venezuela y tengo dos hijos venezolanos. Una de ellas es esta (señala un retrato situado debajo del machete que usaba en sus viajes a parajes exóticos). Allí se vivía muy bien, yo llegué exiliado durante el franquismo...

¿En qué época se instaló?

Yo viví entre el 71 y el 77.

Entonces escribió allí Ébano.

Sí, la escribí allí, y volví justo después de publicarla. Empezaba la promoción en Europa, y entonces vino la película, luego los americanos... Lo que decía, en Venezuela había como en todos los países, derecha e izquierda. Llegó un momento en que los partidos se comenzaron a dividir más y más. 20 partidos llegó a haber para votar. A aquello se le llamó el chiripeo. Era un desmadre. Resultado: luego llegó Chávez, se hizo con el poder. ¿Cuántos partidos hay ahora mismo en España? Veinte, o por ahí. ¿Cuántos ministros? ¡22 ministros!

No estará augurando usted un Chávez en España...

Sí. Si no estuviéramos en la Unión Europea, ya habría un militar. Y ya se ha hablado, y ya se augura. Incluso hay un ultraderechista, este periodista... Uno de estos, que ha dicho que ya era hora de que vinieran en España los militares. O que era hora de que llegara Vox. 

Se refiere a Herman Tertsch.

Ese. Hace poco me llama un amigo y me dice: "¿Tú te acuerdas hace 20 años que fuimos a tu casa una serie de chicos jóvenes porque queríamos ir a encontrar unas pirámides preincaicas que tú habías encontrado en la Amazonía ecuatoriana? ¿Y que nos dijiste que en aquellas pirámides había un tesoro que nadie había encontrado y que tú trajiste un poco de oro? Estuvimos en tu casa, seis o siete". Y yo le digo: "Sí, algo me acuerdo". "¿Sabes quiénes eran los dos cabecillas de aquella expedición? Santiago Abascal y Ortega-Smith. 

Conocía el lugar por su juventud.

Yo les fui explicando todo sobre cómo llegar. Yo les iba contando: tienes que ir por aquí, tienes que tener cuidado con esto, ojo con las serpientes... Les dije vas guiándote por esto, te fijas en aquel detalle... Pero claro, al final tenían que subir a 3.000 metros de altura. Mi amigo me dijo que al final se rajaron.

No se atrevieron.

No. Pues qué lástima. Porque nos hubiéramos librado (ríe a carcajadas)... de tener ahora a los de Vox. Siempre que puedas librarte de un ultraderechista (no matándolo), alejándolo, intentando hacerle cambiar de opinión... Yo he sufrido mucho por la ultraderecha. Toda mi familia fue deportada a África... Todos los extremos. Y opino lo mismo del señor Iglesias. 

Pero está votando más gente al señor Abascal. ¿Por qué vota tanta gente a Vox? 

Tu cuando tiendes la mano a alguien, para ayudarle o para pedirle haces así (Vázquez Figueroa extiende el brazo derecho con la palma de la mano abierta hacia arriba); ahora, si giras así... (y gira la mano hacia abajo y lo va alzando, esbozando uno de los gestos propios de la simbología fascista). El Fascismo. El saluda fascista. De repente, la gente cambia. Se harta de una cosa y quiere un cambio. Aparte que todavía quedan muchos fascistas de la época, gente más mayor, franquistas acérrimos.

Pero a Vox les está votando también la gente joven.

¿Cuántos están votando a Vox ahora?

3,64 millones de votos. El 16 por ciento en las últimas elecciones. 

La gente joven cambia de pronto, yo no estoy en suficiente contacto con la gente joven. No es extraño que haya un 15 por ciento de ultras de derechas, de la misma manera que no es extraño que haya un 15 por ciento de ultras de izquierdas. Las dos cosas son igualmente malas. Si tú tienes sentido común, si eres inteligente, nunca elegirás ninguno de esos extremos. La historia nos ha enseñado que los dos han sido catastróficos. La gente tiene derecho a tener sus propias ideas. Lo que no tiene derecho es a tratar de imponer sus propias ideas. Hay una frase que decía algo así como: No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero defenderé hasta la muerte que usted pueda decir lo que quiera decir. 

Sí, más o menos. Se atribuye a Voltaire.

Claro. Pienses lo que pienses me parece muy bien. Pero hombre, si vienes a darme una ostia para decirme que tengo que hacerme de derechas o que tengo que hacerme de izquierdas... Me pego un tiro. 

Y por eso dice usted que si no estuviéramos en la Unión Europea, habría un Chávez en España.

Sí. Y desde este viernes, la Unión Europea es todavía más débil. Los italianos están cada vez más fascistas, y en Alemania vuelven los nazis... Trump, por ejemplo, no es el causante, es la consecuencia de lo que está pasando. Si te dedicas a regar una planta carnívora luego tienes que tener cuidado.

Hay un sentimiento generalizado.

Hay un hastío. Por tanto, gobierno corrupto, y por tanto gobernantes. Todos sin hacer nada. Incluso cuando el parlamento está cerrado. Había que llevarlos a una cantera a picar piedra. Son una carcoma. España vive con un porcentaje enorme de parásitos. Un cuerpo infectado de parásitos no tiene futuro. 

¿Ha hecho usted muchos amigos en la política a lo largo de su vida?

Pues no. Además, si son políticos no quiero tenerlos a mi alrededor. Mira, ahí hay una foto. Yo salgo de pie fumando, y al lado está mi mujer. Y al lado Bernardo Bertolucci, el director de cine. Mira, ese de al lado es José Saramago, el premio Nobel. Aquí está Zapatero, que se ve más o menos reflejado. Esa fue una comida, cuando Zapatero fue elegido presidente, porque él quería conocer a Bernardo. Y Bernardo se estaba quedando en mi casa porque he hecho películas con él. Íntimo amigo mío. Si vieras a Zapatero oyendo hablar a Bernardo Bertolucci (un genio) y a Saramago (un genio), se quedaba así. Con la cara de bobo que pone. Cuando se marchó, Bernardo me dijo: "Poveretti spagnoli". Este se cree que va a ayudar a Dios a arreglar el mundo. Y ahora, vemos a Zapatero defendiendo a Maduro. Siendo el paladín de Maduro. ¡Un tipo que ha destruido el país más rico del mundo! 

Uno de los más ricos.

Uno de los más ricos. Tiene cobre, tiene oro, una ganadería maravillosa... Es el país bendito de Dios, y maldito de los hombres. 

Alberto Vázquez Figueroa junto a los carteles de las películas basadas en sus novelas. Carmen Suárez

¿Hay alguna virtud que usted detecte en los políticos?

Avidez de dinero, avaricia...

Todo lo que ve es malo. 

En toda mi vida solo he conocido un político perfecto, y fue en República Dominicana. A los tres meses de ascender al poder lo envenenaron y lo mataron. Porque era el político perfecto. En mi despacho, como ves, solo tengo fotos de mis viajes, y una de él. Héctor García Godoy. Y luego, Adolfo Suárez, que fue mi jefe en Televisión Española. Era una persona estupenda. Fue un hombre de grandes méritos y que quiso hacer las cosas bien. Pero lo acabaron volviendo loco. Ya presidente, vino a Lanzarote porque se hacía una fiesta en su honor en un hotel de la ciudad. Él terminó de cenar muy rápido, porque pidió, como siempre, tortilla francesa. Y me dijo: "Vente vamos a dar un paseo por la playa, que estoy harto tanto político, tanto político". Nos llamaba la atención lo de la tortilla francesa. Nosotros nos poníamos morados de chuletones, y él solo comía tortilla francesa. Iba a Casa Lucio y solo pedía tortilla francesa. Y fumar, fumar, fumar. Nunca dejaba de fumar. 

Cuando conoció a Harvey Weinstein

En Tuareg y otras novelas suyas uno de los escenarios es el mundo de la prostitución.  

Sin embargo nunca he ido de prostitutas. Fui durante 30 años al festival de Cannes por las películas que se hacían con mis libros. Allí están las prostitutas más caras del mundo. Las había de 30.000 euros la noche. Pero yo jamás he estado con una prostituta. Me has hecho acordarme de una anécdota. En una cena con Bertolucci, en el restaurante El Neptuno, estaba en nuestra mesa Harvey Weinstein y su hermano. Debía de ser el año 80, 81. Estábamos intentando que entrara en la producción de Tuareg. Para mí habría sido maravilloso, porque era un gran productor. Pero vimos a un hombre tan desagradable... Tan baboso...

Ya le resultó desagradable en ese momento.

Sí, sí. En Cannes había siempre mujeres hermosas, bellas, chicas muy guapas. El no hacía más que decir barbaridades, frente a dos personas un cineasta famoso y un escritor. Era soez. Muy soez. Y en público, delante de todo el mundo. No me extraña que haya salido todo lo que salió. Desagradable. Es una de las cosas que me molestan mucho de los hombres, cuando se dicen cosas soeces sobre las mujeres. Las mujeres son unos seres maravillosos, a mí me encantan las mujeres, los hombres son extraordinariamente fastidiosos. Las mujeres son mucho más inteligentes que los hombres, más preparadas, más interés por todo... Fenomenales. 

¿Qué es para usted el feminismo?

Está bien mientras no se lleve a un extremo. Y ahora mismo hay gente que lo está llevando a un extremo. La ministra esta está diciendo que la Constitución hay que ponerla en feminismo. Bobadas. Distorsionan el mensaje totalmente. Me parece muy bien que las mujeres ocupen el lugar que merecen, que merecían haber tenido desde hace mucho tiempo. Pero de eso a decir que hay que cambiar todo el lenguaje… El mundo está lleno de disparates. Yo soy un propio disparate.

¿Ha hecho alguna locura por amor?

Una vez cogí un avión aquí, volé hasta Lima, y regresé al día siguiente. Meterse 16 horas de vuelo y 16 de vuelta…

¿A quién tenía que ver?

A una chica (se ríe). Cuando la cosa es urgente, es urgente. He cometido locuras por amor. He hecho cosas muy…

"Hemingway era demasiado tocón"

Cuénteme una que no sepa.

Una vez en Cannes, estaba enfrente comiendo una actriz bastante importante, pero no te voy a decir quién es (ríe)…

¿Sigue siendo famosa hoy?

Sí. Bueno, ya no. Fue muy famosa en su tiempo. Yo le pedí al camarero una hoja de papel y un bolígrafo. Me acerqué a su mesa y le dije: “Con todo mi cariño a una bella mujer, que no sé quién es pero que está deseando que le firme un autógrafo”. Se lo firme y se lo di. Y se me queda mirando. “Esto qué es”. “Ah, no, como estabas ahí, y me mirabas, pensaba que querías un autógrafo”. “Pero tú quién eres”. Y le dije: “Yo soy un escritor español”. Y me dijo: “Tú lo que pasa es que eres un tipo con mucho morro. Y ahí fue el inicio de una hermosa amistad.

Le echaba usted un poco de cara.

Hay que echarle un poco de cara. Y luego, yo jamás he tomado nada, ni me he emborrachado en mi vida. Yo no sé lo que es el alcohol. No he bebido un whisky nunca. No he fumado un porro en mi vida.

No va de bohemio, como sugiere el canon de los escritores.

¡Eso es un cuento chino! En una conferencia en Ourense, se me acerca una señora, a la hora de la comida, me dice: ¿un coñac? No bebo alcohol, a veces un poco de vino, pero alcohol destilado nada. “¿Un porrito? “¿Cómo dice?” “¿Una rayita?”. "Señora, yo no me he drogado en mi vida". Y me dice, “Ay, qué decepción. Yo creí que los escritores y los corresponsales se drogaban, para soportar a presión, por los horrores de las guerras..." Son cuentos urbanos, estupideces. Yo al 90 por ciento de escritores importantes que he conocido no he visto que sean unos borrachos. No creo que Cervantes le diera al chisme, al whisky en la prisión, o al tintorro…

Ha vendido más de 32 millones de ejemplares de sus obras. Carmen Suárez

Hemingway, sin ir más lejos, le daba. Y le daba bastante.

Hombre, Hemingway le daba a todo.

Especialmente al alcohol.

Era excesivo en todo. Yo le conocí con 19 años y le fui a entrevistar a un hotel en El Escorial en el que se estaba quedando a dormir. Y yo salí mosqueado de allí.

¿Por qué?

El señor me pareció demasiado tocón. Demasiado cariñoso. Decía: “Qué chico este, tú llegarás a ser un chico muy atractivo, y muy listo, y llegarás muy lejos...”, y yo pensaba para mí mismo: ¿este señor me está tocando la pierna? Que si podía ser muy buen periodista, que tenía un físico muy agradable, que podía llegar a muchas cosas... Años después, cuando me enteré de que había matado un búfalo disparándole a los pulmones para poder narrar cómo ese búfalo agonizaba… Anda mira. Ahora que te veo... tú te pareces un poco a Hemingway.

No joda. No sé cómo tomármelo.

No interpretemos mal, no interpretemos mal, dios me libre (ríe). Bueno, este hijo de perra hiere a un animal para contar cómo agoniza. Si eres un auténtico cazador tienes que procurar que el animal sufra lo menos posible.

Lo ponía todo al servicio de la literatura.

Pues me parece muy mal. Poner el sufrimiento de un animal al servicio de la literatura es una ‘hijoputada’, lo pongas como lo pongas. Es como si yo mañana mato a un señor para ver cómo me siento yo al matar a ese tipo.

Usted ha vivido todo. ¿Se arrepiente de algo?

Sobre todo, de haberle querido hacer favores a la gente. Los dos grandes problemas de mi vida surgieron por hacerle favores a la gente. 

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