La Puebla de Almoradiel es una localidad de casas bajas dedicada principalmente al cultivo de la vid. El sol no consigue mitigar el frío invernal que invade a este pueblo toledano. Este miércoles, en sus estrechas calles solo se habla de una cosa: el asesinato de Liliana Mateescu (43 años) a manos de su exmarido, un crimen del que fueron testigos sus propios hijos.

Eran las 12:30 de la noche del martes cuando Luisa Camelia, la hija mayor de la pareja, aporreó la puerta de su vecina Pilar Sepúlveda, más conocida como Pili, la abuela de una compañera del colegio. “La niña llegó llorando y me dijo que su padre había atacado a su madre con un cuchillo. Le dije que se tranquilizara y se quedara aquí”, explica Pili a EL ESPAÑOL en el salón de su casa. “Entonces llamé al 112”.

La llamada de esta vecina no fue la única que recibió el servicio de Emergencias. Poco después llamó también Daniel confesando su crimen. Los sanitarios no pudieron hacer nada para salvar la vida de Liliana. La mujer había recibido tres puñaladas y al menos una de ellas le alcanzó el corazón. Murió en el acto. Es el primer asesinato machista en la historia reciente de este pueblo.

Un nuevo trabajo

El matrimonio Mateescu llegó a España a principios de siglo procedente de Rumanía. Liliana y Daniel comenzaron una nueva vida en La Puebla de Almoradiel. Están censados en el pueblo desde 2006, según cuenta a este periódico el alcalde, Alberto Tostado. Fue aquí donde nacieron sus dos hijos, Luisa Camelia y Eduardo, de 13 y 11 años, respectivamente.

La vida laboral de Liliana ha dado muchos bandazos en los últimos años. Había trabajado como limpiadora en una fábrica de embutidos, cuidando a ancianos del pueblo e incluso en una huerta de calçots (la popular comida catalana se cultiva masivamente en Toledo).

Todos estos trabajos habían llegado a su fin de una manera u otra, y Liliana pasó varios meses en el paro. Esto, unido al fracaso de su matrimonio, mermaba su ánimo. Recientemente había conseguido un trabajo en Tarancón (Cuenca) empaquetando ropa junto a la hija de Pili, la vecina que cobija a sus hijos. Este miércoles hubiese sido su primer día en el nuevo trabajo.

Daniel Mateescu, el asesino confeso de su exmujer.

Daniel, por su parte, trabajaba en la Cooperativa Nuestra Señora del Egido, dedicada al cultivo de la vid y la elaboración de vino. Es la mayor bodega de vinos de este pueblo manchego y da trabajo a muchos de sus habitantes.

Daniel y Liliana estaban divorciados pero seguían viviendo bajo el mismo techo en el número 12 de la calle Vitruvio, un chalé adosado blanco que este miércoles acapara todas las miradas. Hace “3 o 4 años” que la familia se instaló en esta casa, según cuentan sus vecinos, quienes les definen como discretos, normales y muy bien integrados.

En el adosado vivía el fallido matrimonio, sus dos hijos y la madre de Daniel. Esta última será la única que pernocte aquí este miércoles: su hijo está detenido en los calabozos de Villacañas, un pueblo vecino, y sus nietos están en casa de Pili hasta nuevo aviso.

El chalé donde vivía la familia y sucedió el crimen.

La casa del fatal suceso está a escasos metros del Centro de la Mujer de la localidad, un espacio donde se brinda apoyo a las mujeres que sufren cualquier tipo de maltrato. Liliana nunca pasó por ahí. No constaba ninguna denuncia por maltratos, ninguna queja y ni ningún vecino oyó nunca una pelea.

Sin embargo, sobre el asesino, sí pesó una orden de alejamiento, pero hacia su hija. Según informa Nius, Daniel golpeó a Luisa Camila con una barra de hierro en la espalda y los glúteos, cuando esta contaba nueve años. Los hechos fueron denunciados por una profesora de la menor. La orden de alejamiento tenía vigencia de cinco años y expiró el pasado mes de mayo.

Una marca de por vida

También muy cerca de la escena del crimen está la casa de Pili, a unos 100 metros. En el piso superior de la vivienda se pueden oír risas de niños. “Están jugando”, dice Pili encogiéndose de hombros. “Parece que están bien”.

Que Luisa y Eduardo jueguen no significa en absoluto que estén bien, como explica Javier Urra, doctor en psicología y en ciencias de la salud. “Hay algo que sorprende mucho a los adultos y es que los niños viven en el presente. El niño puede estar destrozado pero si le ofreces jugar, jugará”, afirma el que fuera el primer defensor del menor en España. “De esto no se sobrepondrán nunca, es una marca para siempre. Eso de que ‘el tiempo todo lo cura’ es mentira. Necesitarán ayuda psicológica durante años”.

Liliana con sus hijos, Luisa Camila y Eduardo.

La atención que reciban estos dos niños y con quién vivan determinará su carácter en el futuro y su capacidad de hacer vida normal, según explica Urra. Ahora está por determinar con quién vivirán Luisa Camila y Eduardo. Un grupo de psicólogos y asistentes sociales dependiente del Gobierno autonómico determinará si pasan a vivir con su abuela, a un centro de acogida o a cualquier otro lugar. El familiar directo más cercano es su abuela paterna, la madre del asesino, que no habla castellano y no ha hecho ninguna declaración sobre esta tragedia.

Puertas y vino

La población rumana de la Puebla de Almoradiel creció mucho a principios de este siglo, igual que en toda España. A la vez que Daniel y Liliana, muchos compatriotas suyos se instalaron en este pueblo para trabajar en los viñedos y cultivos. Cuando la crisis económica azotó, muchos de estos rumanos volvieron a su país. La Puebla empezó a perder población a pasos agigantados. Actualmente el pueblo tiene 5.260 habitantes censados.

Pero no solo se reducía la población extranjera. Muchos almoradienses también abandonaron el pueblo cuando cerraron las fábricas de puertas de Villacañas. El mismo pueblo donde está detenido el asesino antes daba trabajo a muchos vecinos de La Puebla. El propio alcalde, Alberto Tostado, trabajó en una de estas fábricas de puertas.

Tostado ha condenado enérgicamente el crimen machista sucedido en el pueblo que gobierna desde 2015. “Es una pena. En 2019 no hubo ningún crimen machista en toda Castilla La Mancha. En menos de un mes llevamos dos”, lamenta. El otro caso al que se refiere el edil es el asesinato de Olga Savenchuk el pasado 9 de enero a manos de su pareja en Puertollano (Ciudad Real).

Este crimen ha recibido la condena de toda la localidad. El Ayuntamiento ha decretado tres días de luto oficial y decenas de vecinos se han concentrado este miércoles a sus puertas para guardar un minuto de silencio en memoria de Liliana, la cuarta víctima de violencia machista en lo que va de año y la primera en la historia reciente del pueblo. Nadie recuerda un suceso similar en La Puebla de Almoradiel.

La bandera española ondea a media asta en la Plaza de la Constitución.

La ministra de Igualdad, Irene Montero, también ha expresado su rechazo a este caso. "No vamos a descansar hasta que nuestra sociedad acabe con las violencias machistas", ha dicho Montero en su Twitter. 

Liliana Mateescu, 43 años, es la cuarta mujer asesinada por un hombre desde que ha comenzado el año. En España, en 2020, también han sido asesinadas Mónica, de 28 años; su hija Ciara, de tres; y Olga, de 63. La serie 'La vida de las víctimas' contabilizó 53 mujeres asesinadas en 2017, 47 en 2018 y 55 en 2019