"Sólo dejaré de ser del PSC o de UGT por defunción de unos o de otros".

Rotundo, tajante y leal a las siglas que le han hecho prosperar en la vida. Porque José Luis Morlanes, el hombre que está al mando de la empresa química que explotó el día 15 de enero en Tarragona, le debe mucho al sindicato y al partido socialista. Ambos fueron el trampolín que le llevaron a convertirse en una de las grandes fortunas de Cataluña.

Empezó de líder sindical, reivindicando los derechos de los trabajadores del Baix Llobregat. Acabó compartiendo consejo de administración con Artur Mas o Jordi Pujol Ferrusola. Ahora está en el ojo del huracán porque el accidente en su empresa Iqoxe dejó tres muertos y las medidas de seguridad han quedado en entredicho.

De Morlanes dicen que es "el que manega els calers" (el que maneja el dinero) allá donde esté. Ha sido secretario general de UGT, presidente comarcal en el Baix Llobregat y concejal de Urbanismo de Cornellà durante la época fuerte del ladrillo, amén de mano derecha del President Montilla. También fue vicepresidente (económico, claro) del RCD Espanyol. De hecho, se le atribuye a él la decisión de que el equipo de fútbol se mudase de Barcelona a Cornellà.

Pero desde que dejó la política, su faceta más conocida es la de empresario. Una etapa con altibajos, en la que ha conocido desde una imputación judicial

por haber desviado presuntamente 2.500.000 de euros, hasta haber sido fulminado de su propia empresa por los accionistas.

Ahora afronta la crisis de la explosión en Iqoxe y se sacude las acusaciones de los sindicatos de haber sido objeto de advertencias por carencias de seguridad. "No tenemos constancia", declara. Aunque siempre será de UGT, qué lejos quedan sus tiempos de reivindicar derechos laborales.

Sindicalista desde los 13

José Luis Morlanes Galindo (Pozuelo de Calatrava, Ciudad Real, 1963) llegó a Barcelona con 5 años, al extrarradio, al cinturón industrial. Nacido en el seno de una familia obrera, muy pronto se afilió a la UGT y al PSC. Con 14 y 15 años respectivamente, casi igual de pronto fue subiendo en el escalafón sindical, hasta convertirse en el secretario general del Baix Llobregat. Es decir, de una de las grandes plazas de la perfieria de Barcelona. El llamado cinturón rojo, en municipios como Cornellà donde los socialistas siempre suelen arrasar.

Morlanes fue uno de los pesos pesados del PSC en Cornellà

Y es que una cosa lleva a la otra en esta suerte de puertas giratorias de la Cataluña industrial: de secretario general estuvo 8 años (del 90 al 98, durante la explosión del desarrollo de la Barcelona olímpica) y de ahí pasó a desempeñar cargos en el influyente PSC de Cornellà.

Durante 5 años fue el presidente del Consell Comarcal del Baix Llobregat. Y cuando más fuerte pegaba el ladrillo en España, compaginó esa presidencia con asumir el área de Urbanismo del Ayuntamiento de Cornellà. También se puso a “manegar els calers” con la concejalía de Hacienda.

Dicen que esa tenencia de alcaldía no iba a ser para él, sino para el que posteriormente ha sido alcalde de Cornellà Antonio Balmón. Pero corría el año 1999 y Morlanes ya se había convertido en la mano derecha del que después se convirtió en el primer President charnego de la historia de la Generalitat, José Montilla.

“No sé si eso era así. Yo no era candidato a nada, solo decidí que mis años en la UGT habían llegado a su fin y así lo hice saber. José Montilla me sugirió si estaba interesado en asumir la presidencia del Consell Comarcal y me pareció una forma distinta de seguir trabajando en lo mismo, que era transformar el Baix Llobregat” le explicaba a una entrevista de El Llobregat, una revista de su comarca. Bajo su mandato llegó a Cornellà, por ejemplo El Corte Inglés.

Fútbol y Convergència

Morlanes dejó lo público porque el mando del PSC cambió de tendencias internas: “José Zaragoza (dirigente del PSC) me informó de que el partido había decidido poner una mujer al frente y le dije que entonces lo teníamos mal, porque yo no era mujer. Salí de la calle de Nicaragua y me fui a trabajar La Seda. Agradezco aquella decisión porque después de lo público he visto la diversidad de lo privado”.

Y ya en ese ámbito privado aterrizó en una de las empresas catalanas mas emblemáticas: La Seda Barcelona. Una firma que empezó fabricando fibras textiles y acabó abarcando numerosos nichos del sector químico. En aquel consejo de administración coincidió con nombres como Artur Mas, Jordi Pujol Ferrusola o Carles Vilarubí, luego consejero de Telefónica. El sindicalista que se afilió a UGT acabó dirigiendo una empresa centenaria de Cataluña, en la que estuvo en tres etapas diferentes.

La primera llegó en 2004, Morlanes dejó La Seda para "manegar els calers" en el RCD Espanyol y convertirse en el vicepresidente económico del club, del que el Ayuntamiento de Cornellà poseía un 1% de las acciones. Porque Morlanes vale para todo: para liderar un sindicato en la zona obrera de Barcelona, para dirigir una empresa textil o para fichar jugadores.

A él se le atribuye que el club acabase ubicando su campo en Cornellà. Él, al menos, saca pecho de ello: “Yo tenía una espinita que era la entrada a Cornellà por la zona de El Prat, donde había una gravera horrible y era un antiguo vertedero. Yo era teniente de alcalde de Cornellà y pusimos el 52% en Cornellà y el 48% en El Prat, y la entrada institucional está en Cornellà” explica.

Morlanes en su etapa como vicepresidente del RCD Espanyol

Durante su etapa en el club perico también protagonizó alguna polémica con otros directivos y acabó siendo cesado “por un error contable”. Se vio obligado a presentar la dimisión en 2014, a instancias de los entonces dos principales accionistas del club, porque dejó de contabilizar como gastó 800.000 euros correspondientes al pago del IVA de los abonos.

Reclasificar ese gasto supuso que la junta de accionistas tuvo que presentar un cierre de ejercicio con 700.000 euros de pérdidas, rompiendo así una tendencia de beneficios de tres años consecutivos.

El desastre de La Seda

Fuera del mundo del fútbol, volvió a La Seda, donde su etapa fue más desastrosa todavía que en el Espanyol: acabó imputado por el juzgado número 3 de El Prat de Llobregat por el presunto desvío de 2'5 millones de euros de la empresa NSG a las sociedades Quat Inversiones e Itar Metropolitá, en las que Morlanes constaba, según Fiscalía, como administrador. La imputación quedó archivada en 2015.

La imputación llegó en 2013, que fue el mismo año en el que los principales accionistas de La Seda le fulminaron como director, aunque regresó en 2017 de la mano de la empresa extremeña Cristian Lay, despues de que La Seda entrase en concurso de acreedores. Fue Cristian Lay precisamente la que se quedó Iqoxe, la empresa que explotó en Tarragona, y puso al frente a Morlanes. Otra firma emblemática de la provincia sur de Cataluña. Ahora ha salido a la palestra por el incidente de Iqoxe, a cuyos mandos se encuentra Morlanes y que es la única de España, Italia y Portugal que fabrica óxido de etileno.

¿Y en qué situación está Iqoxe? El sindicato CGT asegura que en un estado “deplorable”, y que sufre de falta de personal. Este último exremo ha sido confirmado por fuentes sindicales a EL ESPAÑOL, que aseguran que la ampliación de plantilla en el área de producción ha sido reivindicada en numerosas ocasiones en los últimos tiempos. Los trabajadores, por su parte, lo refrendan: "Desde que el grupo Cristian Lay compró IQA (en abril de 2014) y la renombró como Iqoxe aumentaron los recortes, al tiempo que se minimizó la inversión en mantenimiento y en personal cualificado. La tragedia se pudo haber evitado”, explicaban los trabajadores al Diari de Tarragona tras la tragedia que se llevó por delante la vida de dos operarios y un vecino.

Pura avaricia

Los trabajadores hablan ahí con crudeza de las condiciones en que realizaban su trabajo, apuntando que el jefe de planta fallecido, Òscar Saladié, “estaba sometido a un nivel de estrés inhumano. Lo único que importaba era producir, cuanto más mejor. Íbamos a saco. Era un despelote. Explotó un reactor, pero había cuatro más, había que sacar cuantos más productos mejor. A veces estaban los cinco reactores a tope, pero con poca gente de supervisión y a veces sin la cualificación necesaria. Era pura avaricia. Ganar dinero y más dinero, sin importar nada más. Y al final la avaricia rompió el saco”.

Además de las quejas de los trabajadores que han perdido a dos compañeros, los sindicatos recuerdan que la empresa recibió hasta cuatro advertencias por cuestiones de seguridad. “No nos consta”, sentenció Morlanes, que defiende como impecable la actuación de la empresa. Impecable, pero han muerto tres personas. Otro error, como el que le llevó a cuadrar con pérdidas las cuentas del RCD Espanyol. Morlanes, el mismo que fue sindicalista y dirigente socialista que subió como la espuma defendiendo los derechos laborales, se halla en la picota por, presuntamente, incumplirlos.

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