Andros Lozano Brais Cedeira

María Gámez jamás olvidará los años que pasó en el faro del puerto de Estepona. Allí fue muy feliz, suele contar a sus más íntimos. En su mente tiene grabada la sala de máquinas, el patio por el que accedía a aquella instalación -que a la postre era su casa- o el pequeño huerto que había a un lado. Era su particular ‘cuartel’, donde soñaba con llegar muy lejos en la vida.

Tampoco olvida que eran 89 los escalones que tenía que subir para divisar toda la costa de Málaga desde lo alto de su hogar. A sólo unos metros del mar, ese que a veces batía con bravura las rocas que aún hoy sostienen el faro de Estepona, la pequeña María correteaba despreocupada junto a sus diez hermanos. Ella fue la última en nacer de los once vástagos (ocho niñas y tres niños) que tuvieron Antonio, farero de profesión, y Carmen, ama de casa.

Ahora, 51 años después de venir al mundo, María se ha convertido en la primera mujer al frente de la dirección general de la Guardia Civil, una institución con 175 años de historia. Hasta la fecha, siempre había estado bajo el mando de un hombre.

Aquella niña, hoy ya madre de tres hijos, se instaló en un faro nada más nacer. Fue en el de Sanlúcar de Barrameda, en 1969. Su padre estaba destinado en la localidad gaditana donde el río Guadalquivir se derrama al Atlántico.

Para criar a toda su prole, Antonio a veces recogía la chatarra que escupía el mar. Procedía de barcos hundidos, de temporales... Con ella se ganaba unas provechosas pesetas. La madre, Carmen, se dedicó a criar a María y a sus otros diez hijos. Pero la mujer, explica una persona que la conoció, no le hacía ascos a llevarse un dinero ejerciendo de canguro con los niños de aquellos primeros guiris que habitaban la Costa del Sol. 

La propia María Gámez contó en una entrevista con El País en 2008 que sus padres, aunque procedían de un ambiente conservador, se hicieron de izquierdas "en cuanto empezaron a pasar hambre". 

Pero ni Antonio ni Carmen podrán ser testigos de cómo su hija se pone al frente de la Benemérita. Ambos están muertos. El padre de María falleció hace años. La madre, hace relativamente poco tiempo. Este pasado viernes, tras el acuerdo del Ministerio del Interior y el de Defensa, se aprobó su nombramiento en consejo de ministros.

"Lo importante es no ser la única"

“No es lo más importante ser la primera, quizás lo más importante es no ser la única o la última", dijo esa misma tarde en su última comparecencia como subdelegada del Gobierno en Málaga, el cargo que ocupaba hasta la fecha.

María Gámez vivió muy de cerca los 13 días que duró el rescate de Julen Roselló, el niño de dos años que el 13 de enero de 2019 murió tras caer a un pozo. Fue “un curso acelerado” de gestión de crisis, reconoce ella misma.

Gámez acudió cada una de las 13 jornadas que duró la búsqueda a la montaña de Totalán, donde se encontraba el pozo. Cada día, mañana o tarde, daba una explicación ante la prensa sobre el avance del operativo de rescate.

El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, junto a María Gámez en un acto reciente. EFE

La madrugada del 26 de enero se pudo recuperar el cuerpo sin vida del niño. Durante la tarde anterior ella se dejó ver caminando de un lado a otro de la ‘zona cero’ del operativo. Seria. Compungida. Nerviosa. Sabedora de que el final del crío iba a ser el peor.

La gestión de aquel rescate le hizo hablar a diario con el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, el hombre que la propuso para ocupar la dirección de la Benemérita. Desde entonces han hablado de narcotráfico y de la violencia que lleva aparejado este negocio, dos de los grandes retos a los que se enfrenta el ministro en esta legislatura y a los que, sin lugar a dudas, Gámez va a ayudar a combatir.

“Sus padres le inculcaron que sólo a través del esfuerzo y el tesón podría ser lo que ella quisiera”, explica a este periodista un antiguo miembro de su familia. “Esa cría que yo conocí hasta hacerse una mujer tenía grabado ese mensaje en la cabeza. Era un ejemplo de constancia. Nunca quiso que, por ser la menor de once hermanos, ellos le sacaran las castañas del fuego”, añade esta persona. 

Por eso María compaginó sus estudios de Derecho en la universidad de Málaga con distintos trabajos. Siendo cría vivió en faros del norte y del sur de España. Una vez en Málaga, de donde procedían sus padres, comenzó a estudiar en la escuela La Aneja, en la plaza de la Constitución. Su familia se instaló en el número 75 de la calle de la Victoria, justo enfrente de una parroquia. 

Luego pasó por el colegio El Monte, un centro de monjas donde el 100% del alumnado eran niñas. Carmen, la madre de María Gámez, se empeñó en que la cría estudiara allí pese a que no tenían el dinero para pagar aquel centro privado. Pero las monjas obraron el ‘milagro’. Buscaron un benefactor entre los padres de las compañeras de pupitre de la niña. María nunca supo la identidad de ese hombre que costeó sus estudios de bachillerato. Lo barrunta, pero no lo sabe.

Luego, el antiguo COU lo cursó en Los Maristas. Era una alumna brillante. Tras destacar con su nota en la Selectividad, estudió Derecho en la antigua facultad de El Palo, un barrio de pescadores al este de Málaga. Los dos primeros cursos pudo dedicarlos en cuerpo y alma a volcarse en el estudio. Pero cuando llegó tercero compaginó los libros y los apuntes con el trabajo.

La familia dejó de poder hacer frente a su matrícula. Como no podía estar presente en la mayoría de clases, los compañeros le grababan las sesiones con una grabadora. De ese modo, cuando salía del trabajo, en su casa escuchaba aquellas grabaciones. Se lamentaba mucho cada vez que en la soledad de su habitación aparecía el sonido del tosido de algún compañero que tapaba la explicación del profesor.

Se licenció en Derecho y, con el tiempo, sacó unas oposiciones como funcionaria de carrera del Cuerpo Superior de Administradores Generales de la Junta de Andalucía. En su currículo también cuenta con que fue asesora del Defensor del Pueblo Andaluz. Trabajó en la Delegación Provincial de Agricultura. Allí tendría como compañero al que iba a ser luego su contrincante por la alcaldía de Málaga, Francisco de la Torre, hoy regidor.

En 2004, María Gámez se afilió al PSOE. Fue nombrada delegada de Innovación, Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucía. Fue su primer cargo en la administración. En 2008 pasó a ser la delegada del Ejecutivo andaluz en Málaga. Su carrera despegó entonces. En 2011 se postuló por primera vez a la Alcaldía de Málaga, que no llegó a conseguir aquel año. Tampoco en 2015, cuando se presentó de nuevo. Al año siguiente dejó la política y volvió a su puesto de funcionaria. Aunque fue de manera temporal.

María Gámez, exsubdelegada del Gobierno en Málaga, atiende a los periodistas el 15 de enero de 2019 en Totalán (Málaga). EFE

Volvió a la primera línea en 2018, ya con Pedro Sánchez investido presidente del Gobierno. Nunca ha sido una mujer de partido. No le interesaban mucho los órganos internos. No comulga del todo con Susana Díaz, secretaria de los socialistas andaluces. Ella está en el bando del exdelegado del Gobierno en Andalucía, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, actual vicepresidente primero del Congreso de los Diputados. Un 'sanchista', como ella.

María Gámez tiene tres hijos. Los dos primeros los tuvo con un profesor alemán que vive en la Costa del Sol. Su actual pareja es Juan Carlos Martínez, quien fuera jefe de gabinete del exministro de Sanidad Bernat Soria. Ahora tendrá a su lado a la primera 'generala' de la Guardia Civil. El lema de sus 75.000 agentes -5.500 de ellos son mujeres- es “el honor es mi divisa”. El de María Gámez parece ser el esfuerzo.

Noticias relacionadas