Enrique Recio Brais Cedeira

Cuando Ana Enjamio le dejó a los seis meses de empezar la relación, César Adrio comenzó una enloquecedora y enajenada campaña de acoso para hacerle la vida imposible. Todo ello antes de asesinarla asestándole 28 puñaladas a las puertas de su casa. Los dos se habían conocido en una empresa auxiliar de Citröen en O Porriño (Vigo), donde ella era ingeniera. La seguía a hurtadillas por las calles; si Ana, de 25 años de edad, salía de fiesta, César se daba cuenta e iba al día siguiente a su casa para reprochárselo; su obsesión era tal que incluso llegó a instalarle una app en su móvil para conocer las personas a las que llamaba.

El presunto asesino de Ana Enjamio declara que él no la mató.

Fue en la madrugada de un viernes navideño cuando terminó con ella. Ana celebraba esa noche la tradicional cena de Navidad de empresa con sus compañeros de trabajo. También su expareja, obsesionado con recuperarla, que acudió a aquella celebración en un hotel del centro de Vigo, que terminaría en tragedia. Ambos estuvieron sentados en mesas diferentes. Él no dejaba de mirarla. Llegó, incluso, a enviarle un SMS: “q guapa estás, impresionante, no sé si me resistiré (sic)”.

Después de la cena, durante el baile, César vuelve a aproximarse y Ana vuelve a rechazarlo. A las cuatro de la mañana, la víctima decidía salir del hotel a dar una vuelta con tres compañeros del trabajo, dos chicas y un chico. A cierta distancia, escondiéndose como una hiena, apostado en las esquinas de las calles, César les seguía.

El grupo no tardó en advertir su presencia. Ana le exigió varias veces que se marchase. Todos se fueron en coche y él se quedó allí. A las cinco y cuarto de la mañana, una de las chicas dejó a Ana y al otro compañero justo enfrente de la puerta de sus casas. Pero César, oculto entre las sombras, ya esperaba. Le había dado tiempo a dirigirse hasta allí y esperar. Antes de que la chica llegase localizó su coche, le pinchó las ruedas con un cuchillo y volvió a esconderse.

Ana Enjamio fue asesinada cuando tenía 25 años por su ex pareja.

Los hechos se precipitan en el momento en que Ana enfila el portal del edificio. La abordó por sorpresa, antes de que pudiese cerrar la puerta. Ella le suplicó que se marchase, que la dejase en paz para siempre. César no la escucha. Tan solo presta atención a su bolsillo, del cual extrae una navaja de 11 centímetros.

César la acorrala y la obliga a llegar al fondo del portal, frente a la puerta del ascensor. Allí la acuchilla. Ana no deja de gritar. Él le tapa la boca con una mano, y con la otra le clava el arma en el cuerpo, una y otra vez: en el cuello, en el pecho, en el torso. Por todas partes, hasta que acaba con ella. 

El juicio

Así explica el fiscal como ocurrieron los hechos en la noche del 16 al 17 diciembre de 2016, en la que se produjo el asesinato de Ana Enjamio a manos de César Adrio. El único acusado de haberle asestado 28 puñaladas lleva tres años en la cárcel de A Lama, en prisión preventiva, y a partir de este lunes está siendo juzgado por un jurado popular por el presunto crimen cometido, tras haberse suspendido su inicio el pasado noviembre. 

César Adrio está acusado de los delitos de asesinato, acoso, revelación de secretos y hurto por los que la Fiscalía pide una petición de 27 años de prisión, además de la suma de 450.000 euros para que el sospechoso compense los daños morales que le ha causado a la víctima en estos años de calvario judicial. La vista oral durará hasta el próximo 12 de diciembre, incluido, para luego ser retomado el día 17, fecha a partir de la cual el jurado popular podrá comenzar a deliberar. En total, ocho días en los que Adrio tendrá que escuchar la declaración de los 46 testigos y peritos que pasaran por la sala de la Audiencia Provincial de Pontevedra para resultar interrogados. 

La vida de Ana se truncó por completo en cuanto Adrio se cruzó en su camino. Se había mudado tiempo antes desde Boqueixón, uno de los bordes rurales y verdes de Santiago de Compostela. Llegó a Vigo con el objetivo de convertirse en ingeniera, así que se matriculó en Ingeniería Industrial. En junio de 2016 obtuvo el título universitario y se puso a buscar trabajo. No tardó demasiado en lograrlo; Ana era una joven aplicada y consiguió un puesto en una empresa auxiliar de Citröen en O Porriño. Allí conoció a César, a mediados del año 2015.

Una relación rota a los seis meses de empezar 

Ana era una joven alta, medía más de 1,70, tenía el pelo castaño y los ojos claros. Los suyos la definen como una chica deportista, divertida, amante del gimnasio, de las series y de echar las tardes con los suyos. Una chica normal, como otra cualquiera, hasta que el monstruo se cruzó en su camino. 

Un momento del entierro de Ana María Enjamio en el cementerio de Santa Mariña de Grastar.

En diciembre de ese año, 12 meses antes del asesinato, Ana y César comenzaron a salir. Casado, con dos hijos, Adrio abandonó a su mujer y a sus pequeños: rompió en dos su matrimonio y se fue a vivir con Ana. Ella lo dejó con su novio para iniciar esa nueva relación. Llevaban juntos seis años. 

La relación apenas duró dos trimestres, los que ella logró aguantar la convivencia con César. La vida con él resultó ser insoportable. 38 años de edad, el vigués adoptó con ella la actitud infantil de quien no es capaz de asumir una separación. Y entonces comenzó el acoso.

El fiscal lo relata todo al milímetro en su escrito de acusación: al enterarse de que Ana se había vuelto a ver con su anterior novio, César trató de evitar por todos los medios que retomasen la relación. Se obsesionó por completo. A algunos de sus más allegados les llegó a confesar razonamientos atroces: si él había roto su familia para estar con ella, y ella ahora no estaba con él, cómo iba a permitir que Ana volviese ahora con su exnovio. César se había impuesto esa máxima: si no estaba con él no estaría con nadie. 

No obstante, ambos siguieron trabajando en la misma empresa. La situación llegó a un punto de no retorno en julio de 2016. La empresa filial de Citröen posee un centro en la localidad portuguesa y fronteriza de Valença do Minho. No les quedó otra que ir juntos en el mismo coche. En ese viaje, César le robó el teléfono.

Con el móvil en su poder, César trató de torpedear los intentos de Ana de volver con su ex. Así que le envió, desde el teléfono de ella, una fotografía en la que ambos aparecían desnudos de cintura para arriba tumbados en una cama. Se trataba de una vieja fotografía que conservaba y que había sido realizada durante esos seis meses de corto noviazgo. 

El plan de acoso y de asedio de César prosiguió durante el verano gallego. Una noche de agosto, apareció de madrugada armando un enorme escándalo en la casa de Ana. A la joven no le quedó más remedio que abrirle la puerta para que dejase de gritar y de despertar a todos los vecinos. Horas después se marchó. Decidió que lo más importante era mudarse de allí por temor a que Adrio siguiese yendo a armarla. Encontró, por suerte, un piso compartido con otras dos chicas, pero le sirvió de poco. A finales de año, en la cena de Navidad, Adrio lo planeó todo para acabar con ella. 

Geolocalización de los teléfonos 

La geolocalización de los teléfonos de ambos resultó crucial para situarle en el escenario del crimen. No fue hasta un año después del crimen cuando la justicia norteamericana obligó a Google a proporcionar los datos que el juzgado de Vigo había solicitado para esclarecer el crimen. El presunto asesino borró todos sus perfiles digitales y todas las conversaciones que pudo haber mantenido con Ana, tanto en su teléfono como en el de ella en las horas posteriores al crimen.

César Adrio fue detenido varias horas después de asesinar a Ana Enjamio, cuando ya se había deshecho de la ropa, del arma del asesinato y del móvil de la que había sido su novia, a la que acosó tras la ruptura hasta la muerte.

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