Los Puigdemont son ‘los pasteleros de La Selva’, porque desde hace un par de generaciones regentan una tienda de dulces de elaboración propia en Amer, que es un pueblo de la comarca gerundense de La Selva. El negocio fue fundado por el ‘avi’ Francisco, que huyó de Cataluña cuando se enteró de que los republicanos lo iban a llamar a filas y acabó sirviendo a Franco en la guerra. Ahora, la pastelería es una especie de santuario independentista al que acuden en procesión muchos fanáticos del político fugado para llevarse un ‘caganer’ con su cara. Es la especialidad de un negocio que está regentado por Francesc, el hermano mayor de la saga. Allí también trabaja su hermana Anna, que ha sido señalada esta semana por un juez como presunto enlace con los CDR.

Los Puigdemont, los pasteleros de La Selva, los nietos del franquista, los chicos de Can Crous (porque ese es el nombre de la casa familiar). Siguen siendo una especie de clan de 8 hermanos: casi todos continúan allí empadronados, en la misma casa. Uno de los pocos que no es Carles, el fugado. Se conoce que fue el que más prosperó, porque ahora está censado en una lujosa mansión belga.

Pero a pesar de que el mártir, el ídolo de masas indepe (en su pueblo colgaron un gran retrato suyo con la consigna en inglés ‘No rendirse’), el mesías separatista, es Carles, gran parte del apoyo que obtiene el político fugado procede de su propia familia. De sus hermanos, de los chicos de Can Crous, que se mantienen firmes en el alcance de la quimera indepe. Hay algunos tan activistas como él. Es el caso de Anna, la quinta hija del matrimonio entre Xavier Puigdemont y Nuria Casamajó. Es la que más parecido físico guarda con el expresidente y, al parecer también la que más se implica en el movimiento separatista catalán.

El correo de los violentos

Anna está bajo la lupa porque, según los autos del juez de la Audiencia Nacional, Manuel García-Castellón, ella actuó de enlace con cinco de los siete CDR detenidos y acusados de terrorismo en la 'Operación Judas'. Según el magistrado, Anna Puigdemont se reunió el pasado 15 de septiembre con estos 5 arrestados, y su función sería la de hacer de correo entre los radicales y su hermano Carles, así como con el actual presidente de la Generalitat, Quim Torra. El mismo presidente que calificó a los presuntos terroristas de "grupo pacífico".

Anna de Can Crous (ese es su nombre de usuario en Twitter), la pastelera activista, corrió a desmentir esta acusación y lo hizo mediante un comunicado público. Asegura la hermana menor de Carles Puigdemont, que es materialmente imposible que ella se hubiese reunido ese día con nadie, y alega que su padre estaba convaleciente de una operación a la que fue sometido el día anterior y ella permaneció a su lado durante toda la jornada. Mostró como prueba unos mensajes de Whatsapp que le mandó a un amigo en los que se excusaba por no poder asisir a unos actos, ya que el ingreso de su padre se lo impedía. 

Anna Puigdemont en el Ayuntamiento de Girona.

“Somos una familia profundamente convencida del derecho que nos asiste a anhelar y luchar por la independencia de Cataluña”, resumía Anna en dicho comunicado. Y esa es una de las pocas certezas demostrables del texto. Los Puigdemont, a pesar de tener raíces andaluzas (de Jaén y Almería concretamente) y a pesar de que el ‘avi’ Francisco estuvo a punto de quedarse a vivir en Burgos, porque allí estaba muy a gusto, siempre se han declarado independentistas. Mucho antes de que se pusiese de moda. Mucho antes de que empezase el procés. El propio Carles ha asegurado en varias ocasiones que él es independentista desde niño, cuando nadie en su escuela lo era.

Familia de músicos

Anna, que empieza su comunicado señalando que ella nunca ha mantenido ningún tipo de actividad política, es la madre de Xavi, el sobrino músico del expresidente de la Generalitat, que comparte con su tío su afición a tocar la guitarra (una de las pasiones menos conocidas del político fugado). El chico toca en un grupo llamado Malestruch y sigue los pasos de sus mayores en la reivindicación pública de la independencia de Cataluña.

Anna es uno de los bastiones de la familia. Tanto en el mantenimiento del negocio familiar tradicional (sigue trabajando en la pastelería) como en el nuevo, el negocio de la independencia. No es la única. Su hermana Montse, mayor que ella, también es un rostro habitual en los mítines independentistas. Es profesora y actualmente trabaja en un instituto llamado Castell d’Estela como educadora social. También es aficionada a la música (ella no toca). Es habitual de los conciertos de Joaquín Sabina (jiennense, como los ancestros de los Puigdemont) y de muchos actos separatistas, donde suele participar de forma activa. De la tercera hermana, Dolors, poco se sabe. Es, de todas las mujeres de la familia, la que menos vida pública tiene.

Francesc y Carles, los dos hermanos mayores de los Puigdemont.

Los hombres y las mujeres Puigdemont comparten devoción: son católicos practicantes. Todos menos el rebelde Carles, el único de los 8 que no forma parte de ‘Els Dolors d’Amer’, una congregación cristiana del pueblo que suele vertebrar las actividades que se llevan a cabo en su municipio durante Semana Santa. La familia, como nunca han ocultado, siempre ha sido independentista… y de derechas, a pesar de la extraña relación que ha tenido Carles con la izquierda catalana. Con la radical y con la más moderada.

El apoyo del PSC

Este último caso lo ilustra Marcela Topor, la esposa de Puigdemont. Esta periodista de origen rumano dirige el programa The Weekly Mag en la televisión local llamada La Xarxa, que es un ente dependiente de la Diputació de Barcelona, que está presidida por el PSC. Un partido que no se sabe exactamente a qué juega. Federalista a veces, constitucionalista cuando conviene, partidarios del referéndum si es lo que interesa y de aplicar el 155 si lo dice Madrid. Pues los socialistas han renovado por un año más este magazine, al que le están concediendo una subvención anual de 36.000 euros. Al frente, la mujer del político fugado, de derechas, separatista y que alienta al CDR desde la distancia. El independentismo hace extraños compañeros de viaje.

Marcela Topor, en la imagen promocional de su programa.

De los hermanos varones del político fugado, el más conocido es Francesc, el primogénito, que es 13 meses mayor que Carles. Fue el que se hizo cargo del negocio familiar de los pasteles desde hace tiempo y tiene empleada a su hermana Anna. Pero también Josep, conocido como ‘El Sueco’. Lo llaman así porque vive en Escandinavia y ha residido en Dinamarca y en Suecia, donde actualmente está ubicado -concretamente en la localidad de Solna-. Él estaba detrás de alguno de los viajes que hizo su hermano Carles a tierras escandinavas. A Estocolmo y a Copenhague, para evangelizar a los vikingos en cuestiones soberanistas.

El sueco y el fugado

Con los otros dos hermanos Puigdemont, Enric y Joaquim, pasa como con su hermana Dolors: son los que menos se prodigan públicamente, los que más al margen se mantienen del impacto público de su apellido y de los que menos datos se cuenta. Joaquim es profesor de universidad y ha escrito varias obras sobre la comarca de La Selva, la misma que les vio nacer y a la que todos (salvo ‘El Sueco’ y ‘El Fugado’) siguen tan apegados. De Enric poco más se sabe.

El abuelo de Carles Puigdemont sirvió a Franco.

Puigdemont ya pasaba poco por Amer, su pueblo natal. Fijó su residencia en el municipio próximo de Sant Julià de Ramis, fue alcalde de Girona y luego presidente de la Generalitat de Catalunya, con sede en Barcelona. “No tiene tiempo”, le excusaban en su pueblo antes de que protagonizase la espantá del 29 de octubre de 2017, cuando se marchó, metido en el maletero de un coche, hasta Bélgica. Igual que huyó el ‘avi’ Francisco para no tener que luchar, ni por la República ni contra Franco.

Sus partidarios estaban tranquilos. Sabían que, hasta en la distancia, Carles no tendría problemas en dar las directrices de actuación para que el proyecto independentista siguiese adelante. Él lo hace pontificando en charlas organizadas por toda Europa. Su hermana, según apunta el juez, haciendo de enlace con los radicales que fabricaban explosivos en un garaje. Los Puigdemont han pasado de la pastelería de La Selva a la selva del independentismo. Y ahí, parece, los chicos de Can Crous se saben desenvolver tan bien como en los fogones de la tienda del ‘avi’.