El pasado mes de junio, Fernando Cuesta emprendió su último viaje. Antes envió un mensaje a sus amigos: "Me voy". Y se iba de verdad para siempre. Pero por decisión propia. Porque él así lo quería. Tenía 66 años este ingeniero industrial cuando se marchó a Suiza por última vez, con la intención de someterse a un suicidio asistido. De tener una muerte digna. 

"Cada día me levanto pensando en qué movimiento más voy a dejar de hacer", dijo, poco antes de morir. "Lo normal sería incluso una muerte por asfixia. He decidido evidentemente que no quiero llevar ese tipo de vida hasta el final".

Fernando tenía diagnosticada Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). La enfermedad fue avanzando de forma progresiva por todo su cuerpo hasta que le postró en una silla de ruedas eléctrica de la que se valía para desplazarse. Sus últimos meses de vida, hasta que decidió tomar el camino de la muerte digna, recibió toda clase de atenciones hospitalarias para paliar los efectos del ELA. Estos avanzaban de forma irremediable por sus órganos, sus huesos y su esqueleto. Por toda su anatomía. 

El testimonio de Fernando, enfermo de ELA, antes de someterse a la eutanasia en Suiza

Recibió también sesiones de rehabilitación en los centros de la zona. Sin embargo, llevaba tiempo planeando poner fin a aquella agonía producida por una enfermedad neurodegenerativa de carácter irreversible. 

En junio se marchó a Suiza acompañado de su ex mujer y de sus dos hijos, Belén y Francisco José. Todos le acompañaron en ese último trayecto y le dejaron marchar después, como era su deseo. Más de 1.500 kilómetros de camino para encontrar la paz tras años de constante sufrimiento físico. 

Fernando era ingeniero y llegó a Asturias a finales del pasado verano. Había vivido en Madrid, donde tenía su empresa, y toda su vida orquestada. Años atrás, sin embargo, no dudaban en viajar a su tierra natal. En sus últimos días, cuando ya tenía claro que quería terminar con el sufrimiento, tomó la decisión de grabarlo todo junto a su familia. 

"Que nos dejen morir dignamente"

Antes de viajar a Suiza para cumplir con su voluntad, Fernando decidió grabar una entrevista en Gijón con la condición de que solo fuese publicada después de su muerte. Quería darle visibilidad. Y sabía que su testimonio iba a tener una gran repercusión. Este se dio a conocer en la cadena autonómica, en la Televisión Pública de Asturias (TPA). 

La entrevista se publicó este pasado viernes en el programa Asturias Semanal. Había sido realizada dos semanas antes del viaje a Suiza. Fernando había perdido ya mucha movilidad, aunque mantenía la de su mano derecha. Decía que la izquierda ya apenas podía moverla. "Me levanto pensando en qué movimiento más voy a dejar de hacer. La mano derecha ya está teniendo bastantes problemas, la izquierda es totalmente imposible que la mueva".

"Yo diría que los políticos piensen de vez en cuando en los ciudadanos, y sobre todo en los ciudadanos que están en estas condiciones", afirmaba. "Que de una vez por todas admitan que no todo el mundo tiene una expectativa de vida. No sirve el ejemplo de 'tengo un amigo que está muy mal pero tiene unas ganas de vivir brutales'. Oiga, es que la eutanasia no es obligatoria. Que viva, pero que nos deje a los demás morir dignamente", pedía.

"No quería estar prisionero"

Mientras tanto, en el desarrollo de la entrevista, le acompañaban su ex mujer y sus dos hijos. Ella le ha apoyado firmemente a lo largo de todo este tiempo: "No quería estar prisionero, ni de su cuerpo ni de nada", explica en el programa su exmujer, Mamen de Pablo.

Durante la entrevista, Fernando exterioriza su miedo a"posibles acciones legales" por la legislación española. Y por eso quiso dejarlo todo bien atado antes de irse a Suiza. Tenía toda la documentación en regla, y el cóctel que le dieron allí tenía que tomarlo él mismo "con plenas facultades mentales". 

En el reportaje en el que Fernando defiende como último deseo vital que se regule la eutanasia en España, su hija habla de su intensidad, y de su enorme vitalidad. Dice que era una persona muy activa. A Fernando le gustaba el vuelo sin motor, disfrutaba del esquí, practicaba el aeromodelismo. El ingeniero tenía además su propia empresa, las cosas le iban muy bien. De todo esto disfrutó mientras pudo, hasta que ya el cuerpo dejó de concederle el privilegio de la movilidad.

Volvió a Asturias para vivir sus últimos meses antes de marcharse ya de forma definitiva. Su hija decía de él que era "una persona de decisiones fuertes, claras, una persona muy analítica, que siempre veía los pros y los contras". "Una vez tomaba la decisión, ya sabíamos que realmente lo había valorado todo".

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