Un día cualquiera en el centro de Barcelona. Los coches que circulan por la calle Pelayo tuercen a la derecha a la altura de la Plaza Cataluña. Ya están embocando La Rambla de bajada. En ese preciso punto, Younes Abouyaaqoub, un joven marroquí de 18 años y residente en Ripoll, inició su sanguinario trayecto hoy hace dos años. El terrorista entró con una furgoneta el 17 de agosto de 2017 y fue arrollando a transeúntes a su paso mientras avanzaba en zigzag, estampándose con los kioscos y puestos de flores. La furgoneta se paró a la altura del mosaico de Miró, a unos 600 metros del inicio de la Rambla, dejando un reguero de sangre y muerte detrás.

¿Podría volver a pasar? El compromiso político tras el atentado fue el de parapetar la calle más famosa y transitada de Barcelona. Y, en efecto, se hizo en el inicio. Justo en esa entrada por la que accedió Younes con una furgoneta alquilada se han instalado obstáculos. Hay bolardos, papeleras, bancos y cabinas. Elementos dispuestos de forma estratégica para que un vehículo de 4 ruedas no pueda acceder.

Pero existen, hasta llegar al mosaico, otros 7 puntos que siguen sin bloquear. La Rambla está compuesta por un espacio central peatonal y dos calzadas a cada lado que sigue permitiendo el tránsito rodado. De bajada no hay restricción de ningún tipo y continúa siendo una de las arterias transitadas de la ciudad. Por el trayecto hay varios vacíos a través de los que podría colarse sin problemas un coche, una furgoneta o incluso un camión de pequeño tonelaje.

Mapa del tramo de La Rambla donde se produjo el atentado y sus vulnerabilidades Silvia Pérez

De subida hay un tramo por el que sólo pueden circular taxis, servicios públicos y furgonetas de reparto. Pero, sobre el papel, pueden rodar del mismo modo. Incumplir esta norma supondría una sanción administrativa, traba que a priori no echaría para atrás a alguien que quisiera perpetrar un atentado con el mismo modus operandi.

EL ESPAÑOL ha repasado el tramo que hizo Younes Abouyaaqub el 17 de agosto de 2017 y ha señalado las vulnerabilidades de La Rambla. Una cuestión que preocupa a los comerciantes de los puestos callejeros. Son ellos los que señalan el peligro de mantener abiertos ciertos tramos de un área tan transitada. Especialmente los que lo vivieron.



Inicio: Rambla esquina Pelayo.

Trayecto de bajada hacia el mar

La entrada por la que accedió Younes está ahora protegida con bolardos DLF

Aquí empezó todo. El inicio de La Rambla, que empieza en la Plaza Cataluña y acaba al lado del mar, a la altura de la estatua de Colón. Por esa entrada primera se coló el terrorista Younes Abouyaaqub con una Fiat Talento alquilada a las 5 de la tarde. En su trayecto mató a 13 personas.

Ahora sería imposible colarse por ahí en coche. El Ayuntamiento dispuso unos bolardos cúbicos de hormigón. En los huecos hay bancos, la fuente de Canaletas y otros elementos del mobiliario urbano que impedirían una irrupción como la de hace dos años. La zona está tomada ahora por los manteros, que despliegan allí sus catálogos de camisetas de imitación de Messi y Luis Suárez.



Carrefour Market

190 metros del inicio

A la altura de Carrefour Market hay un tramo desprotegido DLF

La entrada original está bloqueada y no se puede acceder a la acera central en coche. Pero si el conductor opta por bajar La Rambla, no ha de esperar ni 200 metros para encontrar un punto por el que podría colarse con su vehículo en la zona peatonal, sólo subiendo un bordillo. Está, según Google Maps, a 190 metros del punto inicial. Se encuentra a la altura del supermercado Carrefour.

Unos metros por encima se encuentra el primer kiosco contra el que topó Younes en su trayecto en zigzag. Fernando, el chico que atiende ahora, ya trabajaba allí hace dos años. Se libró del atentado porque su turno había concluido media hora antes. No le gusta recordar aquel episodio. Sólo asegura que no lo olvida y que el fantasma de otro suceso similar ronda a menudo. “Sigue pasando mucha gente y hay tramos por los que podría meterse un coche sin problema. Si te fijas, además, no hay mucha seguridad por la zona”.

Eso es cierto: la primera patrulla de Mossos d’Esquadra que se divisa está a 600 metros, a la altura del mosaico de Miró. Justo el lugar en el que se detuvo la furgoneta del terrorista tras la matanza. Un punto demasiado lejano a ese acceso para que sea considerado seguro. Los efectivos policiales escasean, y en parte se debe a que en el barrio de El Raval, que se encuentra a 5 minutos de La Rambla caminando, se dan peleas e incidentes a diario. Eso requiere que la mayor parte del dispositivo policial se centre en las callejuelas de El Raval y menos en La Rambla.



Hotel Le Meridien

240 metros del inicio.

Es uno de los hoteles más famosos de Barcelona y en su ubicación hay otra zona sin bloquear DLF

Es uno de los hoteles más prestigioso de Barcelona. El Le Meridien es un 5 estrellas de lujo que se encuentra en plena Rambla, a 240 metros del lugar por el que accedió el terrorista islámico hace dos años. Justo frente a la entrada hay otro hueco a través del cual se podría meter cualquier coche que transitase La Rambla de bajada. Los único obstáculos son dos postes de la luz que están separados entre sí a más de 5 metros. “Cabe el tren por ahí”, responde uno de los kiosqueros de la zona.

Lisandro García es un rosarino (Argentina) que sigue trabajando en el mismo kiosco en el que le sorprendió el atentado el 17 de agosto del 17. Él estaba presente y reconoce que “ha sido el shock más grande de mi vida. Yo no sabía ni qué hacer. ¿Sabes esa gente que dice que enseguida se puso a echar una mano a las víctimas? Pues yo no pude. Me quedé bloqueado. Fíjate si estaría en shock, que un policía me pidió algo del kiosco para apoyar la cabeza de uno de los heridos y le di una pelota”.

El kiosco en el que trabaja Lisandro está muy próximo a esa zona vulnerable de La Rambla. Y a Lisandro no se le quita la imagen del atentado, como tampoco se le quitaba antes incluso de que se perpetrase: “Entre los compañeros bromeábamos muchas veces antes de que pasase. “Atentado”, nos avisábamos a joda entre nosotros. Porque habíamos comentado muchas veces que, si los yihadistas querían atentar, lo harían aquí por la cantidad de gente que se llevarían por delante”.

Lisandro García fue testigo del atentado de 2017 DLF

Cosas de la mente, Lisandro recuerda disparos. No se pegó ni un tiro, pero Lisandro recuerda disparos. Fue la interpretación de su cerebro de los impactos de la furgoneta contra los puestos como el suyo. Fue lo que creyó cuando se tiró al suelo al grito, por primera vez en serio, de “atentado”. Es por eso por lo que Lisandro no descarta absolutamente nada. “Quién se iba a imaginar eso. Claro que puede pasar. Mientras puedan pasar los coches…”, deja caer. Tal vez porque lo vivió en primera persona, tal vez porque ve ese tramo sin proteger demasiado cerca de su cara todos los días.



Iglesia de Belén

300 metros del inicio

Coches circulan al lado de la Iglesia de Belén, una de las estampas más características de La Rambla DLF

Una de las estampas más fotografiadas de La Rambla es la Parròquia de la Mare de Déu de Betlem. En español, Iglesia de Belén. Una joya del Barroco cuya enorme fachada de piedra es uno de los escenarios más reconocidos de Barcelona desde el siglo XVIII. Se encuentra a 300 metros del lugar por el que accedió Younes con su furgoneta.

Esa zona es, tal vez, el lugar por donde más sencillo le resultaría a alguien colarse con un vehículo de 4 ruedas. También es un lugar en el que paran mucho turistas para tomar foto de la estampa. Y, por última, una confluencia con la calle del Carmen y Portaferrissa, las dos vías perpendiculares que siguen llevando tráfico rodado a La Rambla. Es un espacio casi diáfano por el que transitan coches, motos y furgonetas durante todo el día. La policía está 300 metros más abajo.



Starbucks

500 metros del inicio

Un taxi pasa por la puerta de Starbucks, otro de los puntos vulnerables DLF

Siguiendo la bajada por La Rambla, muy cerca del mosaico de Miró en el que paró la furgoneta, hay otro punto que congrega a turistas a todas horas. No es ningún monumento emblemático, es un Starbucks. La cafetería que buscan los turistas cuando salen de su país. A la altura del establecimiento hay otro claro por el que se cuela un camión si se lo propone.

A pocos metros, dándole la espalda a ese sentido de la calzada, hay un puesto de dulces, turrones y galletas. Una de las dependientas presenció el atentado. Es ecuatoriana y lleva ahí trabajando 6 años. En su puesto se encontraba cuando irrumpió la furgoneta atropellando a la gente. Le cambia la cara y le flaquean las piernas cuando se le pregunta por aquello. No lo ha superado.

No quiere fotos, no quiere decir su nombre y habla con reservas. Vio a gente morir delante suyo. Necesitó ir a varias sesiones de psicólogo y confiesa que ha soñado a menudo con aquel momento. Que eso no se olvida. Dice que ha pensado en escribir un libro explicando su experiencia, pero que no se anima porque siempre que se pone a recordar, se le remueven muchas cosas por dentro.

Y sigue teniendo miedo, no lo niega. “Si yo te dijese lo que pienso…” deja caer. Lo que piensa es que por los huecos que han dejado sin proteger en La Rambla se podría colar otra furgoneta y provocar otra desgracia como la de hace 2 años. “¡Calla, calla!”, responde cuando se le plantea, porque dice que llevaba mucho tiempo advirtiendo de que La Rambla sería el lugar elegido en caso de atentado.



Mosaico de Miró

600 metros del inicio, final del trayecto de la furgoneta.

En el mosaico de Miró se detuvo la furgoneta del terrorista DLF

El mosaico de Joan Miró sigue siendo otra de las estampas más características de La Rambla. Es ahí donde se detuvo la destrozada furgoneta de Younes. Es ahí donde encontramos al primer retén de los Mossos d’Esquadra. Una furgoneta blindada con 6 efectivos, que están vigilando desde la acera.

El último comercio que hay bajando por en La Rambla antes de llegar a ese mosaico es un puesto de flores. En ese tramo abundan los vendedores de rosas y semillas. Y ese, el último kiosco de la Rambla de las Flores, ha quedado como símbolo de aquella tragedia.

Paradójicamente se llama Felices, plantes i llavors (Felices, plantas y semillas). O mejor dicho se llamaba. Los propietarios lo cerraron y abandonaron el puesto poco después del atentado. No consiguieron superar, ni el trauma por lo presenciado, ni el miedo por lo que pudiera volver a suceder. Ahora, el cubículo de cristal en el que vendían sus flores es un mamotreto abandonado y pintarrajeado por los grafiteros. En la puerta suele ponerse a pedir un mendigo italiano con su perro.

La floristería Felices fue cerrada por sus propietarios tras el atentado DLF

Los Felices se largaron para siempre del lugar de los hechos, pero no fueron los únicos. Son muchos los trabajadores de negocios de la zona que abandonaron sus trabajos en la Rambla y no volvieron a pisar la zona. Dejaron sus puestos de trabajo o fueron despedidos por no regresar. Ellos, de algún modo, también fueron víctimas del atentado.



La Tienda del Barça

280 metros del inicio

La tienda del Barça, otro delos lugares sin bloquear en el trayecto de subida DLF

Llegados al mosaico de Miró, La Rambla sigue hacia abajo, pero aquí se detuvo la furgoneta del terrorista. Así, podemos hacer el camino inverso. Es decir, de subida. Es más complicado acceder con un coche a este tramo, porque la circulación está restringida a taxis, vtc, furgonetas de reparto, vecinos, hoteles y otros vehículos autorizados. Pero circulación hay. No es una calle peatonal.

La Barça Store, la tienda que vende los productos originales del Barça, se encuentra a sólo 280 metros (según Google Maps) de donde los manteros venden las mismas camisetas pero falsificadas. También del lugar por el que Younes inició su masacre. Esa zona también está desprotegida, también se podría dar un salto a la parte peatonal de La Rambla sin que ningún bolardo lo impida.

Pocos metros por encima está el Moka, el bar en el que se refugiaron muchos de los paseantes que caminaban por La Rambla la funesta tarde del 17 de agosto. Entraron en torno a las 5 de la tarde y no les dejaron salir hasta las 12 de la noche, sin saber qué estaba pasando. Laura es una chica que trabaja en el puesto de muñecos que hay enfrente y una de las que estuvo atrapada en el Moka aquella tarde.

“Yo escuché explosiones y enseguida me puse a resguardo detrás de la parada y luego me metí en el bar. No sabíamos ni lo que pasaba, el teléfono me lo había dejado en la parada. Pero aquel día daba igual. Podrías haber tirado miles de euros al suelo de La Rambla, que ninguno los hubiera recogido”. Ella escuchó explosiones, igual que Lisandro, el kiosquero argentino, escuchó disparos. Ninguna de ellas se produjo, fue lo que interpretó la mente.

En el interior del Moka ya no queda nadie que viviese aquello. “Aquí los trabajadores solamente estamos seis meses y luego cambia la plantilla”, explica el chico marroquí que hace las veces de encargado. La camarera es una jovencísima italiana que acaba de llegar a Barcelona y que ni siquiera recuerda que se produjese un atentado allí. La vida sigue en el Moka y ya nadie se acuerda de aquel drama.



Calle Santa Ana

190 metros del inicio

La calle Santa Ana, perpendicular a La Rambla, abarrotada DLF

Al completar la subida de vuelta hasta la Plaza Cataluña, justo antes de llegar al destino (al inicio, en el caso de la ruta de Younes), hay que pasar por el cruce con la calle Santa Ana. Es una larga calle peatonal que se llena. Porque hay muchos comercios y porque es uno de los luagres de paso de concentraciones y manifestaciones.

Esta semana, por ejemplo se celebraba una ‘ballada de gegants’. Un baile de gigantes que la abarrotó por completo. Los coches circulan a espaldas de los que presencian el espectáculo, tal y como se aprecia en la primera foto de este reportaje. Uno de los kiosqueros de la zona, que no quiere dar el nombre, se limita a decir: “Mira si a uno de estos coches le da por girar a la derecha. Monta otra masacre”.

La calle Santa Ana, además, es un espacio estrecho que se podría convertir en una ratonera sin escapatoria en caso de que un vehículo embista una multitud, tal y como sucedió en el atentado de Charlottesville (Virginia), precisamente 5 días antes del de La Rambla. Un supremacista blanco mató a una persona e hirió a una veintena al atropellar a un nutrido grupo de personas en una calle estrecha.



Conclusiones

Una furgoneta detenida en la Rambla DLF

Tras el atentado de La Rambla, se barajó la idea de peatonalizar esta emblemática calle de Barcelona. Aumentar a las dos calzadas laterales el espacio central por el que discurren los peatones y permitir el paso solamente a bus, taxi y repartidores, con controles policiales en sus entradas. Pero aquello quedó en agua de borrajas. Se puede bajar por La Rambla sin problemas a día de hoy a bordo de un coche y hay al menos 7 puntos por donde se puede acceder a la zona de los peatones al no estar bien bloqueados.

¿Es improbable que se vuelva a producir otro atentado en La Rambla? Tanto comoque se produjese el primero. Esas cosas son imprevisibles y muchos no se quitan la posibilidad de la cabeza. Son aquellos que lo vivieron y que se mantienen allí, en La Rambla. En sus mismos puestos de trabajo dos años después. Hubo quien no pudo resistirlo y se largó, pero otros muchos continúan bajando cada día al lugar de los hechos y señalan las vulnerabilidades de una Rambla que sigue congregando a diario tanta gente como siempre. No es crear alarma social. Es advertir a quien corresponda de que hay sitios sin proteger. Lo repiten los que estuvieron: “Puede volver a pasar”.

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