“¿Entregarías la política económica del país a quien se gasta 600.000 euros en un ático de lujo?”. Pablo Iglesias lanzó esa pregunta en un tuit el 20 de agosto de 2012. Con ella ponía en tela de juicio la última adquisición inmobiliaria del por entonces ministro de Economía, Luis de Guindos. En ese momento Iglesias todavía daba clases en la universidad, no era diputado ni tampoco secretario general de la formación morada.

La “casta”, palabra que repetía como un mantra, a su juicio estaba representada por las élites empresariales y sociales que vivían en urbanizaciones exclusivas a las afueras de la ciudades. Iglesias contaba que prefería vivir en el piso de su tía abuela en el distrito de Puente de Vallecas (Madrid). Argumentaba que lo realmente “peligroso” era “el rollo de los políticos que viven en chalés”. Esa casa era de un tamaño similar a la del flamante alcalde de Cádiz, José María González 'Kichi', el gran vencedor en Podemos -casi el único- en la noche del 26M.

Hoy, siete años después, con dos hijos, un tercero en camino y una hipoteca de 540.000 euros junto a Irene Montero, su pareja, Pablo Iglesias, líder de Podemos desde 2014, reside en un chalet en una elitista urbanización de Galapagar, un lugar aislado del ruido y de la contaminación de Madrid, de “estilo rústico y con una superficie de 268 m² construidos en una parcela de 2.352 m²”.

"No me veo viviendo en La Moncloa"

El anuncio de aquella casa, que cuenta con piscina y por la que pagaron un precio final de 660.000 euros, decía que se trataba de un inmueble “ubicado en un privilegiado emplazamiento que linda con el parque natural de la cuenca alta del Guadarrama".

Lo que según Iglesias le diferenciaba de Luis de Guindos era que él había comprado el inmueble para residir y que tardarían en pagarlo 30 años, mientras que el dirigente del PP habría adquirido el ático madrileño para especular. Pero el paso de los años y la noche electoral del pasado domingo han dejado a Podemos y a Pablo Iglesias en una débil situación política. Sin apenas poder local o regional, en las dos últimas semanas se ha mostrado decidido a querer formar un Gobierno con Pedro Sánchez como tabla de salvación personal. Sabe que si no lo consigue, la crisis -la suya y la de sus siglas- será aún mayor.

Sin embargo, en contraposición a él hay una figura que sí sale reforzada dentro de su partido tras la última batalla de los comicios municipales. Se trata de su antagonista en Podemos, José María González ‘Kichi’, miembro de la rama anticapitalista de la formación, contrario a entrar en un Ejecutivo con los socialistas y reacio a perder la coherencia en el mensaje que les condujo a las instituciones.

"Un piso de currante"

El alcalde de Cádiz, que hace cuatro años sacó al PP del Ayuntamiento gaditano tras 20 años de poder omnímodo, se ha quedado a un edil de la mayoría absoluta, goza de un amplísimo margen con respecto al segundo partido (los ‘populares’, con seis concejales) y tiene por delante un mandato de cuatro años para conseguir la Cádiz que promete.

Sus figuras, y las de sus parejas, representan de forma palpable las dos almas que conviven en Podemos. Si Pablo Iglesias e Irene Montero se han aislado en un pueblo al noroeste de Madrid y pagan en torno a 1.600 euros mensuales de letra mientras la Guardia Civil vigila las 24 horas del día su chalet desde una garita situada a la entrada del inmueble, ‘Kichi’ y Teresa Rodríguez, líder de Podemos en Andalucía y diputada autonómica, residen al estilo de una familia de guardeses de una finca del interior de la provincia gaditana. Habitan en un piso alquilado de 40 metros cuadrados en el barrio de La Viña. Desde hace tres meses lo comparten con Aurora, su primera hija en común. Un "piso de currante", como lo definió el propio 'Kichi' el año pasado.

Pablo Iglesias e Irene Montero son diputados en las Cortes. Cada uno cobra 2.972,94 euros brutos al mes por su trabajo en el Congreso. Los estatutos de Podemos les permiten recibir tres veces el Salario Mínimo Interprofesional, una cifra que aumenta 0,5 veces por cada nuevo hijo. Cada día se desplazan desde Galapagar, a 40 kilómetros de Madrid, en un coche que les pone el partido.

Mientras, el alcalde gaditano y su pareja cobran 1.880 euros mensuales cada uno, lo mismo que cuando ejercían de profesores -fue una decisión personal al acceder a sus cargos-. ‘Kichi’, cuyo sueldo se lo ahorra al Consistorio gaditano porque se lo abona la Diputación provincial, ha renunciado al coche oficial y prefiere ir en bici o a pie al despacho. No es extraño ver a Teresa Rodríguez desplazarse en tren desde Cádiz hasta Sevilla para acudir a su trabajo en el Parlamento andaluz.

“La gente está dispuesta a perdonarnos que nos equivoquemos con casi todo, pero no que nos equivoquemos de bando", escribió el regidor gaditano en una carta abierta a Juan Carlos Monedero al poco de conocerse la adquisición del chalet por parte de Iglesias y Montero.

Teresa Rodríguez y José Maria González en un acto de 2016. EFE

"No parecernos a la casta, no ser como ellos"

José María González nació en Rotterdam (Holanda) por circunstancias vitales de sus padres. Su progenitor perdió su empleo en los astilleros de la ciudad y emigró junto su mujer. Por eso él sabía de la importancia que tenía para Cádiz que Navantia no se quedara sin el contrato de construcción de cinco corbetas para Arabia Saudí.

Cuando el Gobierno de Pedro Sánchez amagó con paralizar la venta de armas a dicho país, él se desmarcó de la línea oficial de Podemos, que se posicionó a favor de la ruptura de relaciones comerciales tras escuchar a su líder.

En ese momento ‘Kichi' salió en defensa del trabajo de los astilleros gaditanos: “Si no hacemos nosotros los barcos, los harán otros", dijo, y pidió que no le obligasen a elegir “entre defender el pan o la paz".

“No parecernos a la casta, no ser como ellos", suele repetir José María González cuando se le pregunta sobre la clave “para no perder la calle". Los resultados del pasado domingo parecen darle la razón. Ese día, jornada electoral, jugaba el Cádiz CF ante el Granada en la ciudad nazarí. ‘Kichi’ vio el partido, disputado a mediodía, en un bar próximo a su piso. Con su gente. Con la que le ha respaldado.

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