San Sebastián (País Vasco)

A Santi le arrebataron la vida justo cuando había empezado a buscársela. Cuentan los amigos del joven, que falleció este domingo en San Sebastián tras recibir una brutal paliza el pasado jueves, que había dejado los estudios hace dos meses y que había empezado a buscar trabajo. “La última vez que hablé con él me dijo que iba a venir aquí, a Reocín, a echar currículos y que si tomábamos algo”, relata un compañero de instituto. “No pude, y ahora mira...”, añade.

La muerte de Santi ha caído duro en dos comunidades autónomas. En Cantabria, donde vivía con su padre en Reocín en el día a día, y en País Vasco, donde iba a visitar casi todos los fines de semana a su madre y a su hermano. Los padres se habían divorciado y él hacía vida a caballo entre ambas localidades. En Cantabria los estudios, en País Vasco la fiesta, hasta que este jueves salió ahí por última vez. 

“Él era muy buena persona, y no lo digo por todo lo que ha pasado. Era un chico tímido y ahora me doy cuenta de que casi siempre hablábamos de mí”, relata el amigo. Santi, a sus 17 años, cursaba primero de bachillerato hasta que decidió dejarlo y empezar a buscar cursos del INEM para intentar encontrar trabajo. En la soledad del monte cántabro donde residía casi siempre, tiraba de su pasión: las motos. Tenía una de montaña con la que iba a dar vueltas por el monte cántabro y otra que usaba para ir por la ciudad. 

La madrugada del viernes había salido de fiesta con su hermano mayor y otro amigo por la zona de la playa de la Concha de San Sebastián. Ahí, sobre las 5:10 de la mañana, otro grupo de jóvenes le pidieron un cigarro a un amigo. Dijo que no tenía y el grupo luego le vio que en realidad sí. Ahí empezó una pelea en la que intervino Santi y que acabó en una paliza en la que, según ha podido saber EL ESPAÑOL, le pegaron una patada que acabó impactando en el bulbo raquídeo, una zona muy sensible que le dejó en la muerte cerebral que acabó con su fallecimiento el domingo

Santi vivía a caballo entre Cantabria y San Sebastián. E.E.

La Ertzaintza logró detener a sus siete atacantes, dos de ellos de origen español, tres de origen rumano y otros dos de origen magrebí. En el acto también resultaron heridos el hermano de Santi y el amigo, pero no tuvieron que ser ingresados en el Hospital Donostia donde falleció el joven. 

“Como anécdota, recuerdo que una vez le pedí un cigarro. A él le quedaban sólo dos y, ya sabes, cuando te quedan tan pocos normalmente te los quedas tú. Él a pesar de eso me dio uno”, recuerda el amigo. “Era una excelente persona, y el que diga que no te está mintiendo”, añade. “Yo estoy mal, pero es que hay otros amigos que están mucho peor”.

Minuto de silencio en Reocín y manifestación en San Sebastián

Lo cierto es que su muerte ha sacado a relucir esta verdad, que tenía, y se ve que sigue teniendo, amigos por doquier. Tanto en San Sebastián como en Reocín. Este lunes la localidad cántabra es puro silencio. Todos comentan la noticia en voz baja. Pocos minutos antes de las 16:00 de la tarde empiezan a llegar jóvenes para celebrar un minuto de silencio en el Ayuntamiento del municipio.

Los bancos del parque van llenando poco a poco de jóvenes que no tienen ningún reparo en echarse a llorar. La cosa les ha tocado profundo. A esa edad, con tantos amigos, nadie se lo esperaba y muchos compañeros del instituto se han dado cuenta este lunes de que el chico que sale en las noticias es Santi.

El alcalde de Reocín, Pablo Diestro, ha aprovechado los minutos previos a la conmemoración para condenar los hechos. “Esto no ha sido una pelea porque no se ha podido defender” ha dicho Diestro. “Además, todo ha sido por una mísera cajetilla”, ha remarcado, subrayando lo que a todos los que hablan del tema les ha parecido lo más surrealista. El Ayuntamiento, después del minuto de silencio ha fletado un autobús para los amigos de Santi que querían ir a San Sebastián.

Minuto de silencio en Reocín, Cantabria, en memoria de Santi. E.E.

Ahí, el ambiente era más emotivo si cabía. Los hechos que acabaron con la vida de Santi tuvieron lugar entre la discoteca GU de la ciudad vasca y el Ayuntamiento. Ya no queda ni rastro, en su lugar hay flores y velas que han colocado en el suelo amigos y también desconocidos. La imagen es como la de la resaca de un atentado terrorista, un velatorio improvisado en la calle que sirve de memoria. 

Al mismo tiempo que los turistas pasean por la playa de la Concha, la entrada de la discoteca se va llenando de gente para recordar a Santi. Curiosamente, un gran número de los jóvenes lleva en el codo el casco de la moto. Eso que tenían en común con Santi. 

Gritos racistas en la manifestación de San Sebastián

Sin embargo, lo que en principio iba a ser una sentada en recuerdo de Santi, ha acabado tornándose en algo raro, fuera de tono y que ha tenido como objetivo la nacionalidad de sus atacantes. Los gritos y jaleos de “Todos somos Santi” y “Menos turismo, más seguridad” pronto se han convertido en proclamas racistas. 

“¿Dónde está el colectivo marroquí? Tenían que estar aquí dando la cara”, ha gritado una señora. Y el grito ha sido acompañado por algunos aplausos y algunas caras mirando al suelo y negando con la cabeza. “¡Inmigrantes regulados sí, asesinos y violadores a su país”, ha gritado otra. Esto es algo que ha generado una paradoja difícil, ya que la propia madre de Santi, Fátima, es de origen argelino. “Ella no ha venido a esta concentración porque se imaginaba que iban a gritar cosas que no quería oír”, ha comentado uno de los asistentes.

Un grupo amplio de personas se ha manifestado en San Sebastián reclamando más seguridad tras lo ocurrido con Santi. E.E.

Los siete detenidos por la paliza han estado este lunes declarando ante el juez que está llevando el caso, que ha decidido poner a uno de ellos en libertad. El resto podrían acabar siendo enviados a prisión preventiva.

La vista se ha prorrogado desde este fin de semana ya que no se pudieron llevar a cabo parte de las diligencias que habían justificado la prórroga de la detención. Según han trasladado a EL ESPAÑOL fuentes cercanas a la investigación, todos los hechos quedaron recogidos en una de las cámaras del Ayuntamiento de San Sebastián, aunque las imágenes no son muy nítidas y el juez las ha mandado a la Ertzaintza para analizarlas.