“Transmite sabiduría e impone respeto. Es sutil, callado, reservado… Es como un maestro, un gurú”. Sus conocidos, incluso los que no han salido bien parados tras ser tratados, definen así a A., conocido psiquiatra tinerfeño, en conversación con EL ESPAÑOL. Sin embargo, detrás de esa imagen se escondería, presuntamente, otra -siempre que la denunciante esté en lo cierto-. La Fiscalía y la acusación particular piden 10 años de prisión y de inhabilitación para él por considerarlo responsable de un delito continuado de abusos sexuales a una paciente. 

A., según la denuncia interpuesta por la mujer, presuntamente, habría abusado de ella entre los años 2011 y 2014 de forma continuada y aprovechándose de su estado mental y de debilidad. “Vente sin bragas”. “No tienes por qué sentirte culpable. Tú sabes cómo es nuestra relación. Tengo unas pocas ganas de follarte y sentir tu boca mientras te mojas...”. “¿No te apetece sentirme por detrás?”. Le escribió el psiquiatra a la víctima, según publicó La Opinión de Tenerife.  

Para abusar de ella, A. –según la denuncia– se habría valido de un tratamiento con fármacos muy agresivos capaz de afectar a la capacidad de decisión de la mujer. El psiquiatra le habría suministrado éxtasis a la paciente para ayudarle a reducir la ansiedad y los problemas emocionales. Además, también le habría recetado Imalgene 50, un medicamento que tiene como uno de sus componentes activos la ketamina, un anéstesico que se utiliza como sedante y que, en dosis altas, da lugar a intoxicaciones y alucinaciones, así como a la deshinbición sexual. Sus efectos pueden durar de dos a cuatro horas. 

A., acusado de abusos sexuales.

Una situación –y vivencia–, que le ha causado daños psicológicos graves a la paciente, que desde entonces sufre de ansiedad y estrés postraumático. Por eso, la víctima fue la que rompió con todo y dejó de visitar al psiquiatra tinerfeño, que se había convertido en su vida por aquel entonces. 

Esa es la versión de la víctima. A., al otro lado, argumentó, en su declaración judicial, que comenzó a tratar a la mujer en 2005 –cuando ella padecía de anorexia y bulimia–, que le puso tratamiento en 2009 y le dio trabajo como masajista cuando se quedó sin trabajo. Que la víctima, además, en 2013, accedió también a un curso de terapias que duró tres años. Que mantuvo, en efecto, relaciones sexuales con ella, pero que eran secretas –estaba casado–. 

Una de esas relaciones, la tuvo en su consulta, cuando ella le daba masajes; y el resto, en su casa, de la que la propia víctima tenía las llaves según el terapeuta. Estas, según A., tuvieron lugar durante 14 meses, pero habrían sido consentidas. 

Psiquiatra y terapeuta reconocido en Tenerife

A. no es un desconocido para los psicólogos y psiquiatras de Tenerife. Es el creador de la terapia Biogestalt, un método creado por él mismo, y miembro fundador y presidente honorífico de la asociación de mismo nombre (AETB). Tiene, a su vez, en la isla, su propio Instituto con este método de tratamiento. Allí, realiza talleres (de autoconocimiento, de meditación en movimiento...), pasa consulta e imparte cursos, entre otras muchas cosas. “Métodos pseudocientíficos, que un psiquiatra no puede realizar por código deontológico, y que un paciente que acude a su consulta no tiene porqué conocer”, cuentan fuentes ajenas a la víctima. 

Entre sus terapias, la principal es la biogestalt, que utiliza –según cuenta A. en su propia página– como “elementos primordiales: el desarrollo de la atención, el esfuerzo voluntario y el autocopromiso, lo que conlleva el aumento de la observación y la autoconsciencia con el fin de lograr niveles más altos de conciencia hasta la visión cabal o la atención pura”. Pero también, por ejemplo, el propio A. es el introductor del método Fischer-Hoffman, consistente en un curso de siete días en el que un grupo está internado y, a través de la inmersión en la propia infancia, trata de reparar con el perdón y el amor las relaciones básicas (las que se tienen con los padres). 

Muchos, avalados por todo ese conocimiento, acuden al instituto de A. para realizar talleres o ser tratados. De dos formas: “Directamente, muchos acuden porque les han dicho que es bueno o porque encuentran su número en la guía telefónica”. Indirectamente, a través de recomendaciones. “Acudes a charlas grupales porque te dicen que te va a venir bien y después eres tratado”, cuenta la misma fuente a EL ESPAÑOL.

A partir de ahí, A. realiza sus consultas. Una de ellas, a la denunciante, por la que la acusación particular y la Fiscalía piden 10 años de prisión. 

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