"¿Qué, son las fotos de la comunión, no?", preguntan varios vecinos que curiosean por las calles de Lebrija (Sevilla). Lo cuestionan, aunque casi lo afirman, cuando ven a Antonio, de 10 años, posar ante una cámara profesional de gran objetivo que no para de disparar en la entrada de su casa. Pues qué podría ser sino un gran reportaje fotográfico para celebrar la primera comunión del más pequeño de la familia, piensan los lebrijanos. El niño se mantiene tímido y no responde; Mar (38 años), su madre, le sigue aunque sonríe, tal vez pensando en dar así una respuesta afirmativa o, al menos, que despiste al que pregunta. 

La razón de esas fotos va mucho más allá de una celebración sacramental, de hecho ni siquiera Antonio hizo el año pasado la comunión. Tampoco es algo que le preocupe.  EL ESPAÑOL visita el hogar de esta familia sevillana para conocer de primera mano el golpe de realidad que supuso el impuesto de sucesiones andaluz para Mar, pero sobre todo para su hijo, tras la muerte fortuita del padre en abril de 2010. El pequeño tenía tan solo dos años cuando ocurrió. Poco después, Hacienda le reclamó 31.000 euros del impuesto por la herencia, y a Mar otros tantos mil euros. Ocho años después, ni su madre ni el pequeño -casi resulta obvio- han podido hacer frente a la cifra. Una cantidad que se ha multiplicado con multas e intereses -ahora debe pagar casi 60.000 euros-, y que tiene embargado el pasado, el presente y el futuro de este niño de diez años. 

El pequeño Antonio, a temprana edad, en una foto familiar. Fernando Ruso

No puede tener nada, al menos a su nombre. La Junta de Andalucía rastrea hasta el último euro que este niño pueda tener desde principios de esta década. Apenas había aprendido a andar cuando Hacienda se le había echado encima. Él no es consciente de todo, pero "sabe que pasa algo", según cuenta a este diario su tío Antonio (40 años). No es difícil creerlo, pues el pequeño se ha criado escuchando las palabras "Hacienda", "herencia", "impuesto" y "deuda". 

"En casa es normal que surjan conversaciones acerca de este tema. Él ya va teniendo un poco de edad, a veces escucha y pregunta de qué hablamos", cuenta su tío. Antonio no sabe "con exactitud" qué problema tiene o puede tener el resto de su vida.  Pero muchas veces incluso cree "que él es el motivo del problema", "pobre", añade el que es ahora su padre legal. 

Endeudado de por vida

Con la muerte y el dolor aún presente por el fallecimiento de su marido, Mar, con 28 años entonces, tuvo que enfrentarse a algo aún peor: quedarse sin nada y ver cómo ella y su hijo quedaban endeudados de por vida. La familia vivía en una casa de campo a ocho kilómetros de Lebrija hasta que el padre murió. Este hogar solo estaba a nombre de su esposo, Antonio, y de su anterior mujer. Tras su separación de esta, no hicieron la resolución de bienes y, por tanto, la casa estaba dentro del marco hereditario. Antonio tenía el 50% de esa casa, pero todavía no han llegado a ningún acuerdo con la otra familia para repartir, después de 10 años, lo que les dejó su padre. 

Así que, de un día para otro, los dos tuvieron que dejar la vivienda e irse a vivir con los abuelos a su casa, en Lebrija, donde a día de hoy todavía siguen residiendo. Allí intentan llevar una vida "normal", aunque la sombra del erario público les pise los pies. Es un hogar. Antonio es feliz allí. Es un niño como otro cualquiera, muestra de ello es un inquietud y energía. Mientras el fotógrafo le hace varias fotos, se anima a coger su bici y dejar con la boca abierta a quien le ve hacer caballitos. Pero también es algo reservado, obediente y bastante maduro para su edad, tal vez consciente de que aunque es un niño, su familia sí atraviesa ciertos problemas. 

El pequeño, con su bicicleta por las calles de Lebrija, Sevilla. Fernando Ruso

Antonio y Mar no querían irse de la casa de campo, allí habían construido su vida, pero no tenían otra opción. Mar solo cobraba la pensión de viudedad y el pequeño la de orfandad. Unas ayudas que incluso estuvieron a punto de desaparecer cuando llamó a la puerta el fisco. 

Tras la muerte de Antonio, su mujer y su hijo recibieron a los pocos meses una carta de Hacienda -que ahora son prácticamente su día a día- en la que les reclamaban 31.000 euros al pequeño y otros 20.000 a Mar por el impuesto de sucesiones. La Junta de Andalucía había hecho el cálculo de la parte que Antonio iba a heredar y valoró su legado en 295.000 euros. Una cantidad basada en inmuebles que esta familia desconoce, que todavía no ha disfrutado y que tampoco están al nombre del pequeño. "Este impuesto ha arruinado la vida de mi hijo, bastante dolor es la pérdida de un ser querido como para que encima nos cobren este impuesto", reconoce la madre, a través de su hermano que ha conversado con EL ESPAÑOL. 

La excusa de no haber recibido bien alguno no fue suficiente para Hacienda, habían heredado y la decisión era firme: tenían que pagar. Mar no sabía qué hacer ni por donde empezar. Mientras tanto, llegaron los primeros embargos, todos sobre ella, claro. Pues el pequeño Antonio no tenía otra cosa que no fueran juguetes. El fisco embargó sus cuentas bancarias y su coche de segunda mano. Automáticamente, todas las ayudas que recibían se quedaban en menos de la Administración. Cabe recordar, además, que ninguna de las propiedades que habían heredado eran de ella, sino simplemente era la usufructuaria

En una situación desesperada, en la que ella y su hijo no tenían prácticamente nada, Mar decidió pedir un préstamo en el banco de 30.000 euros con el aval de sus padres  para pagar a Hacienda y que, de este modo, levantasen el embargo sobre sus propiedades. Así que, ahora, sigue debiendo la parte de su hijo, que ya asciende a 60.000 euros, según la última notificación que recibieron en 2018, y paga con su pensión de viudedad el préstamo que tuvo que pedir para poder pagar por algo que no ha recibido ni parece que vaya a recibir, en nombre de su hijo Antonio. 

"Merece una vida mejor"

Antonio abrazando a su sobrino. Fernando Ruso

Una "losa", tal y como define el hermano de Mar la situación que lleva viviendo esta familia durante nueve años, y que ha impedido que su hermana haya podido pasar página y construir una nueva vida junto a su hijo. "Desde que todo ocurrió, no han podido tener una vida normal y corriente, tener una casa, un futuro... o simplemente de intentar superar todo esto. Mi sobrino se está criando en casa de sus abuelos, no le falta de nada, se le ayuda en todo lo que se pueda, pero merece tener una vida mucho mejor", cuenta Antonio a este diario. 

Ahora, lo que tratan es que al menos la Junta de Andalucía pare todos los intereses que rodean a la deuda del pequeño de diez años. Pues es una bola que se va haciendo cada vez más y más grande con el paso del tiempo. En menos de diez años se ha multiplicado por dos. La familia insiste en que nunca se ha negado a pagarlo, lo único que pide es tiempo. "Nunca nos hemos negado a pagar, solo queremos que se entienda que hay que dar facilidades, un margen de tiempo para poder pagar porque la deuda crece de manera desorbitada", explica el padre legal de Antonio, y añade:"Pesa más la parte de demora que el impuesto, es algo absurdo". 

Esta situación de impago y deudas imposibles con el impuesto de sucesiones que vive el pequeño Antonio no es la única de la familia. De hecho, gracias a una prima de la familia, Natalia Bellido, que también vive en Lebrija, pudieron conocer Stop Sucesiones, una asociación que persigue eliminar el impuesto en todas las comunidades autónomas de España, y que trabaja ahora también en conseguir la retroactividad una vez se consigue la supresión del mismo. Por ejemplo, en Andalucía, a partir de 2019, este impuesto ha quedado efectivamente suprimido casi por completo porque los familiares directos -es decir, los que heredan de su padre y de su madre- tienen bonificaciones del 99% de la cuota del impuesto, es decir que de facto, queda eliminado. 

Antonio sentado sobre la cama de su dormitorio. Fernando Ruso

Sin embargo, no es aplicable a esta familia porque su caso se remonta a 2010. Lo mismo que le ocurre a Natalia, prima de Mar y Antonio. Tras la muerte de su padre en 2012, y tras haber creído pagar el impuesto, recibió una carta de Hacienda en la que le reclamaban 70.000 euros más que tenía que pagar en un plazo de 20 días. Una situación imposible y que ha llevado a la desesperación a este sevillana, que puede ver embargado en poco tiempo hasta el negocio familiar. 

Las fuerzas han flaqueado en esta familia, tal vez también toda esperanza, pero vuelven a recuperarlas, sobre todo en el caso de Mar, cuando piensa en el pequeño Antonio, ese niño lleno de energía que corre por las calles de Lebrija, y en el futuro que quier darle, aunque lo hayan perdido casi todo