Es joven pero ha llegado muy lejos en política, posee un instinto de supervivencia a prueba de bombas, tiene una ambición imparable, no le importa exhibir profundas contradicciones respecto a su pasado, su personalidad es camaleónica, ahora publica un libro polémico y las elecciones generales del 28 de abril acabarán con su carrera política salvo sorpresa mayúscula. El personaje descrito no es Pedro Sánchez, aunque podría parecerlo y hasta serlo. Hablamos de Irene Lozano, la amanuense del presidente del Gobierno y secretaria de Estado para la España Global. Quizás ambos mantienen un vínculo tan sólido precisamente porque atesoran unas características tan similares.

Lozano tendrá difícil, por no decir imposible, volver a ocupar un cargo político después del 28-A. Porque Sánchez va camino de abandonar La Moncloa -casi todas las encuestas salvo el CIS apuntan a una holgada mayoría de los partidos de centro derecha- y porque parece impensable que la secretaria de Estado pueda volver a las listas del PSOE, donde ya estuvo en 2015, una vez que se ha conocido su labor como escribiente del libro del presidente del Gobierno, Manual de resistencia (Península), que se publica la semana próxima. Paradojas de la vida: el libro sale a la venta cuando en los mentideros de la villa y corte muchos acusan a Sánchez de no ser resistente, aunque para otros la convocatoria electoral es otra jugada audaz y, por ello, otra prueba de resistencia.

Pedro Sánchez publica sus memorias.

Incluso si Sánchez siguiera en La Moncloa tras el 28-A, la coautora de su libro lo tendría más que complicado para seguir en su puesto actual. Porque parece evidente que los nacionalistas catalanes, hipotéticos apoyos del PSOE para gobernar, pedirán su cabeza tras el revuelo de esta semana. Acaso presa del nerviosismo de los últimos días, este jueves la escritora volvió a ser tendencia en las redes sociales, pero no por su última obra, sino porque comparó el referéndum del 1 de octubre con una violación en una entrevista que concedió a la BBC. Tras la tormenta de críticas, tuvo que pedir perdón. Los colaboradores más cercanos de Lozano admiten que su futuro político depende de lo que ocurra en las generales, al tratarse de “una apuesta personal de Sánchez”.

No existe una única Irene Lozano. Hay muchas. No tantas como la imaginación pueda alcanzar, pero casi. Porque la flamante secretaria de Estado de la España Global y amanuense de Manual de resistencia ha adquirido muy diferentes rostros durante los últimos años. Casi una década trufada de contradicciones y bandazos. Dentro de UPyD pasó de defender que no había que pactar con Ciudadanos bajo ningún concepto a proponer con igual pasión ese pacto. Rompió su estrecho vínculo con Rosa Díez para enfrentarse a ella por el liderazgo del partido. Fue látigo del bipartidismo y luego fichó por el PSOE. Renunció a repetir en las listas socialistas porque dejaba la política pero tres años después forma parte del Gobierno socialista. Clamó por la regeneración y contra los enchufismos y acabó nombrada a dedo por Sánchez como secretaria de Estado. Veamos, uno por uno, todos esos rostros que han ido mutando.

Pedro Sánchez, junto a Irene Lozano.

La amanuense de Sánchez

La editorial Península, una de las que forman parte del todopoderoso Grupo Planeta, sorprendió diez días atrás al anunciar la publicación, fechada el 19 de febrero, de un libro de Pedro Sánchez que lleva por título Manual de resistencia. Para entender el revuelo generado por la obra solo hay que ver cómo reaccionó el Grupo Prisa, en lo que más parece un ataque de celos, que pasó de respaldar al Gobierno en casi todo a arremeter sin ambages contra el jefe del Ejecutivo por el célebre asunto del “relator” que presidiría las negociaciones con la Generalitat. Al hablar de esta obra literaria se suele decir que es la primera vez en la historia reciente en que un presidente del Gobierno escribe un libro autobiográfico en ejercicio de su cargo. En realidad, no es así, porque Sánchez no ha escrito el libro -como sugirió Alfonso Guerra- aunque su firma sea la única que aparece en portada. O, al menos, no lo ha escrito solo.

La agencia Servimedia desveló que el presidente del Gobierno incluye en el prólogo esta referencia: “Este libro es fruto de largas horas de conversación con Irene Lozano, escritora, pensadora, política y amiga. Ella les dio forma literaria a las grabaciones, prestándome una ayuda decisiva. Sirvan estas líneas de agradecimiento”. El eufemismo “dar forma literaria” quiere decir, en puridad, que Lozano es la autora principal del libro, aunque no lo firme. No se sabe cuánto cobrará Sánchez por la obra ni si Lozano también percibirá alguna cantidad por haberla coescrito. Su entorno se remite a esas palabras de prólogo y remarca que en la presentación de Manual de resistencia, el jueves 21, “todo se aclarará”. Otra forma de generar atención. Una estrategia comercial como cualquier otra. 

Promociones aparte, resulta que el veterano editor de Península Ramón Perelló, ahora feliz y recientemente jubilado, es el gran hacedor del libro. En conversación con este periódico, prefiere no desvelar nada porque “tengo el compromiso sagrado de no salirme de la nota de prensa publicada y no voy a transgredirlo, por estricta lealtad y confidencialidad”. “Hasta que el libro no salga no puedo comentar nada”, añade.

Irene Lozano, en el Congreso de los Diputados.

El silencio de Perelló es lógico. Varios editores han explicado a EL ESPAÑOL el modus operandi empleado en estos libros. La editorial y los autores suscriben un contrato de confidencialidad que incluye el correspondiente blindaje millonario. Esto es, si alguno de los firmantes rompe el pacto porque le cuenta a alguien los detalles de la obra o envía una parte de la misma a un tercero, tendrá que pagar una suculenta indemnización a la editorial.

Al tratarse de obras sensibles cuya hipotética filtración tendría consecuencias graves, lo habitual es que el propio editor se ocupe personalmente de gestionar y supervisar la obra, sin recurrir a los habituales subalternos o a los correctores de estilo. Además, cuando hay un autor que no aparece como tal, es decir un negro que realmente escribe la obra, en su contrato con la editorial figura la prohibición de desvelar que la autoría del libro es suya. De todo esto y más hablará el propio Sánchez el día 21 en la esperada presentación, cuando le acompañará la periodista Mercedes Milá, entre otros. ¿Asistirá Lozano también al acto? Por ahora, es otro de los misterios que rodea a la publicación.

La ‘marca’ como secretaria de Estado para la España Global

Vayamos ya con la Irene más institucional. El Gobierno nombró a Lozano como secretaria de Estado para la España Global el pasado 11 de octubre. Esta secretaría, dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores que dirige Josep Borrell, es en realidad la denominación que el Ejecutivo inventó para sustituir a la famosa “Marca España” que durante los años de Mariano Rajoy en La Moncloa desempeñó Carlos Espinosa de los Monteros. Este último no cobraba ni un céntimo por su labor porque no lo necesitaba. La nueva responsable de promocionar la imagen de España en el exterior cobró el pasado mes de enero 5.400 euros netos, según confirman a EL ESPAÑOL desde el organismo que dirige.

El sueldo de la alto cargo tiene miga. Se ha publicado que Lozano se embolsaría alrededor de 110.000 euros al año, que es la cantidad que cobran los diferentes secretarios de Estado de dicho ministerio, e incluso se ha dicho que llegaría hasta los 150.000 gracias a otros complementos. Desde la propia Secretaría matizan que no puede saberse con certeza cuánto cobrará, porque la cantidad final depende de un complemento de productividad que es variable, pero, eso sí, aseguran que percibirá al año una cifra que oscila entre los 74.000 y los 110.000 euros. 

¿Qué fue primero: amanuense o secretaria de Estado? ¿Es cierto que, como aseguran sus críticos a quien quiera escuchar, ha dedicado demasiado tiempo de estos meses en el cargo a escribir el libro? ¿O quizás, como muchos en el PSOE denuncian maliciosamente, fue nombrada para el puesto como una suerte de pago a su labor como escritora de la obra de Sánchez? Ninguna de las opciones deja en buen lugar a Lozano. Su entorno combate ambos extremos. 

Irene Lozano y Pedro Sánchez, durante un acto de partido.

Desde la Secretaría de Estado de la España Global exponen a EL ESPAÑOL que, al contrario de lo que se ha publicado, Lozano se ha dedicado en cuerpo y alma al cargo, hasta el punto de que en estos tres meses “ha asistido a más de 50 actos o reuniones”, si bien admiten que apenas ha viajado fuera de España. Asimismo, desmienten “rotundamente” que haya dedicado su tiempo a escribir el libro en vez de a sus labores como secretaria de Estado porque “la mayoría del libro hizo antes de que la nombrasen”. Respecto a esto último, Moncloa ha filtrado una versión similar: Sánchez escribió esta obra tiempo atrás y en los últimos meses solo se ha actualizado con algunos cambios. 

“Decir que ha dedicado su tiempo en el cargo a escribir el libro o que la han fichado por escribirlo roza la difamación, porque además Irene podría estar ganando más dinero en el sector privado, pero tiene ganas de cambiar las cosas desde la política”, aseguran. “Ella es una trabajadora incansable que está volcada en España Global y así va a seguir hasta el final, solo con las limitaciones que incluya la ley electoral”.

La diputada de UPyD y amiga de Rosa Díez

Estas dos últimas Irenes que ahora conviven, la secretaria de Estado y la escribiente de Sánchez, son el colofón a casi una década de una carrera política tan cambiante como meteórica. Todo empezó con el fichaje por Unión, Progreso y Democracia (UPyD) en 2011. Lozano conoció a la fundadora y cara visible del partido, Rosa Díez, durante un acto cultural. Ambas amistaron pronto y la joven escritora fichó como apuesta de futuro. Incluso, algunos ya veían en ella, como mujer de centro izquierda, culta y preparada, una posible sucesora a medio plazo.

Un miembro de la dirección del partido magenta lo explica sin tapujos. “En ese momento, cayó bien a todo el mundo. Nos engañó, pero eso no lo supimos hasta tiempo después; visto ahora, está claro que nos dejamos seducir, porque Rosa, digan lo que digan de ella, tiene el defecto de que pronto confía en la gente y se entrega”. UPyD logró cinco diputados en las generales de noviembre de 2011, las primeras que ganó Rajoy. Y la joven diputada fue aumentando su protagonismo y su peso en la formación.

Irene Lozano y Rosa Díez, a su entrada en el Congreso.

Las personas que trabajaron con ella en el Congreso destacan su “enorme capacidad de trabajo” para preparar las preguntas de las comisiones o las intervenciones en el plenario. Todas las fuentes consultadas por EL ESPAÑOL para este reportaje repiten dos adjetivos para referirse a ella: “Trabajadora” e “inteligente”. Durante aquellos cuatro años en el Parlamento, protagonizó sonados rifirrafes dialécticos, como uno en que atacó con fiereza a Rodrigo Rato y, de paso, a PP y PSOE por la “cleptocracia” en el reparto de puestos en las cajas de ahorros. También se ocupó de los asuntos referentes a Defensa; fruto de ese trabajo conoció a la capitán Zaida Cantera, hoy diputada del PSOE. Juntas, escribieron el libro No, mi general (Plaza y Janés), donde se narraban el acoso sexual y la persecución posterior que padeció Cantera en las Fuerzas Armadas. 

La alternativa a Rosa Díez y proclive a Ciudadanos

Los malos resultados en las elecciones europeas de 2014 ya vaticinaban tiempos oscuros para UPyD. Lozano aún formaba parte de su núcleo duro. Era uña y carne de Díez. No por casualidad, la dirección decidió por consenso que fuera ella quien contestase en un artículo publicado en El Mundo a otro publicado previamente por el eurodiputado Francisco Sosa Wagner en el mismo medio. Básicamente, Sosa Wagner había reclamado a los dirigentes de UPyD que se aliasen con Ciudadanos por la cercanía ideológica entre ambas formaciones. La contestación de Lozano, furibunda, se titulaba “Querido Paco” e incluía fuertes descalificaciones de índole personal. Unas descalificaciones por las que ella misma pediría perdón tiempo después y por las que él todavía no la ha perdonado.

Podemos crecía y crecía. Y Ciudadanos, otro tanto. UPyD se quedaba sin espacio. “Teníamos una presión mediática tremenda para que pactásemos con Ciudadanos”, recuerdan los dirigentes magentas. Aquel pacto no cuajó. Llegó el descalabro electoral de UPyD en las elecciones andaluzas de marzo de 2015, que contrastaba con el éxito de Cs en esa comunidad, y la historia se repitió en las municipales y autonómicas de mayo del mismo año. Muchos empezaron a acusar a Díez de personalista y a reclamar a toda costa un acuerdo con Albert Rivera. Entonces, Lozano cambió de bando. Poco a poco, se fue distanciando de la dirección. Hasta el punto de que creó una corriente interna, llamada Renovadores, que abogaba precisamente por el acercamiento a Ciudadanos.

“Defendimos los acuerdos con Ciudadanos única y exclusivamente porque era la forma de que UPyD sobreviviera, porque si no había acuerdo con Rivera íbamos camino de la irrelevancia en las generales, como después sucedió”, expone un miembro destacado de dicha corriente. Estos Renovadores, con ella como candidata, pelearon contra el sector oficialista, liderado por el abogado Andrés Herzog, delfín de una Díez que había decidido dejar la presidencia, en el III Congreso de UPyD, celebrado julio de 2015.

Irene Lozano, durante una rueda de prensa en su paso por UPyD.

Fue un congreso tenso y encarnizado, con las rivalidades personales enconadas y desbocadas. Hasta el famoso Vistalegre 2 de Podemos fue más tranquilo. Herzog ganó por solo 57 votos de diferencia a Lozano. El pacto con Cs y el futuro de la perdedora estaban sentenciados. Desde el entorno de la hoy secretaria de Estado aseguran que los últimos meses en UPyD fueron un “infierno”, porque sus compañeros de filas “ni le dirigían la palabra en el Parlamento”. Por el contrario, desde el sector fiel a Díez y Herzog la acusan de dedicarse a preparar su aterrizaje en Ciudadanos o el PSOE.

En los prolegómenos del cónclave afloró el escándalo más grave en la historia de UPyD. La Irene de por aquel entonces denunció tanto interna como públicamente que ella y otros compañeros de filas habían sido espiados por la dirección. Afirmó que dicho espionaje se había hecho “con la voluntad de desprestigiar a esta candidatura”. En realidad, la dirección de UPyD decidió acceder a las comunicaciones de algunas cuentas de correo porque “teníamos la sensación de que existía una trama para desmantelar el partido y obligarnos a unirnos a Ciudadanos”. 

Una empresa externa analizó los correos y encontró un plan tejido por esta corriente interna para crear una plataforma, llamada Encuentros, que debía terminar sumándose a la formación de Rivera. Uno de los espiados llevó este caso a los tribunales por considerar que se habían vulnerado sus derechos al acceder a sus cuentas de correo. Los juzgados madrileños archivaron la causa. Y después, en 2018, el Tribunal Constitucional confirmó la exoneración de toda culpa a los dirigentes de UPyD, que habían actuado conforme a Derecho al examinar esos correos electrónicos.

La cara regeneradora del PSOE

Tras su derrota en el intento de hacerse con el liderazgo de UPyD, la escritora decidió abandonar tanto el partido como la política al final de esa legislatura. Es decir, se marcharía en octubre de 2015, cuando acabase el período de sesiones. Así lo anunció ella misma a finales de septiembre. Su propósito iba a ser, según sus propias palabras, “buscar trabajo, como están haciendo millones de españoles”. Pero le quedaba otro rostro político. Quince días después de esas declaraciones, cuando aún estaba interviniendo en plenos como diputada del partido magenta, trascendió que Sánchez la fichaba para concurrir en las listas del PSOE en las elecciones generales de diciembre de 2015.

El propio Sánchez contó con la ayuda del entonces sanchista Antonio Hernando y con la intermediación de la también sanchista Zaida Cantera para incorporar a Lozano a su candidatura. Le encargó dedicarse a “la regeneración democrática” por su trabajo anterior en UPyD. A muchos ex compañeros de la escritora les sorprendió su incorporación al PSOE porque creían que ella acabaría en Ciudadanos, pero su entorno afirma, categórico, que “jamás” intentó sumarse a la formación que preside Rivera.  

Pedro Sánchez e Irene Lozano, durante un acto de partido.

El fichaje soliviantó a algunos barones autonómicos socialistas, sobre todo a los enfrentados con Sánchez, que no entendían cómo podía incorporarse a sus filas alguien que había sido tan severa en sus críticas contra el PSOE. El presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, declaró que Lozano debía “pedir perdón” a los militantes socialistas por sus continuas críticas al partido. La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, afeó a Sánchez este fichaje cuando se enfrentaron en las primarias. Gran parte del PSOE no la quería, pero ella, como independiente, logró escaño en el Congreso. A raíz del fichaje, Sánchez y Lozano fueron acercándose, hasta convertirse en buenos amigos.

Siempre fiel a su amigo, Lozano respaldó el “Pacto del Abrazo” para que PSOE y Ciudadanos acabasen con Rajoy con la abstención de Podemos. Aquella opción se esfumó, como es de sobra conocido, porque Pablo Iglesias prefirió una repetición de elecciones. Fracasada la investidura del hoy presidente del Gobierno, había que volver a las urnas el 26-J. Por sorpresa, la mujer que “ha dado forma literaria” al Manual de resistencia de Sánchez anunció que renunciaba a repetir en las listas electorales. Parecía, una vez más, el fin de su carrera política. Hasta que, como se ha explicado, llegó al Gobierno de Sánchez en octubre de 2018.

La periodista y escritora

Las otras Irenes Lozanos quizás no recordarán a la primigenia. Era una periodista que trabajaba en la sección de Opinión de El Mundo y escribía libros de éxito. Siempre reivindicativa, llegó a montar y liderar la sección sindical de UGT en el periódico de Unidad Editorial, pero de repente dejó el diario, para sorpresa de sus compañeros. Luego fichó como columnista por Abc y apareció como tertuliana en numerosos medios. Su currículum está lleno de libros, títulos y clases magistrales.

Aquella periodista estaba en la otra trinchera, donde vigilaba a los políticos antes de convertirse en una de ellos. Tal vez ya, en 2019, no quede nada de la primera Irene. Porque su firma ya no aparece en la primera página de un libro que ha escrito. Y porque ahora es secretaria de Estado, aunque quizás no por mucho tiempo. El 28-A puede ser su tumba política. O puede que vuelva a reinventarse y resurgir. Como su amigo Sánchez

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