El 30 de noviembre de 2017, un joven montañero de Maracena (Granada) llamado Iván Liñán Cano se dirigía al aeropuerto de California. Llevaba menos de dos meses  en Estados Unidos. Había llegado allí un mes antes buscando trabajo, pero una serie de circunstancias personales le hicieron decidir largarse de allí y volverse a España. Hasta el aeropuerto lo llevaba un paisano suyo que también reside en California. Durante el trayecto, sin justificación aparente, Iván se bajó del coche y se adentró en el bosque. El avión partió hacia España sin Iván y a él no lo volvieron a ver con vida. 

Hoy, 9 de febrero, se cumple un año de la aparición del cadáver de Iván en un bosque de Humboldt (California). Lo más inquietante de este asunto es que Iván es solamente uno más de la larga lista de jóvenes desaparecidos y/o asesinados en este condado. Por eso lo llaman Montaña Homicida (Murder Mountain). 

Cartel de desaparición de Iván Liñán. Su cadáver apareció hace un año.

Humboldt es la capital mundial de la marihuana. Un condado rural y montañoso de California del Norte. Se le conoce como el ‘Triángulo Esmeralda’ porque de allí sale entre el 60 y el 80% del cannabis que se consume en Estados Unidos. Una gigantesca selva de sequoias de más de 10.000 kilómetros cuadrados y sólo 120.000 habitantes censados. A través de caminos sin pavimentar, con las cunetas llenas de coches abandonados, se llega a las ocultas granjas de marihuana. 

La fiebre verde en el lejano oeste

California es el auténtico lejano oeste. Si a mediados del siglo XIX se vivió la fiebre del oro, ahora le toca a la fiebre verde.  Humboldt  se ha convertido en un reclamo para jóvenes llegados de todas partes del mundo, sin papeles y buscando dinero fácil. También llegan otros buscando algo parecido a un festival de verano, fumando hierba gratis, conociendo a gente y cobrando bien por ello. Por un día pelando cogollos de marihuana se pueden ganar hasta 300 dólares al día. La mayor parte de las granjas no hacen contrato y pagan en negro. A cambio, no piden permiso de trabajo ni preguntan tu origen. 

Este negocio está en manos de mafias con pequeños ejércitos privados. La policía hace la vista gorda ante los problemas y deja que los delincuentes los solucionen a su manera. Ese es el escenario en el quese esfuman tantas personas. “La montaña además es tan grande que se convierte en un lugar ideal para esconder cadáveres”; cuenta Chris Cook, una detective norteamericana que lleva año trabajando en sucesos en Murder Mountain.

Una granja de marihuana en Murder Mountain

En los últimos años se han registrado tantas desapariciones (232, más que en ningún otro condado del estado) y tantas muertes sin resolver, que Netflix acaba de estrenar una serie sobre este misterioso asunto.

El documental se llama Murder Mountain y profundiza en varios casos de jóvenes desaparecidos o muertos el Triángulo Esmeralda en los últimos tiempos. Los protagonistas son los familiares de un chico de San Diego que llegó para plantar marihuana y acabó asesinado, y la madre de una chica australiana que fue a Humboldt a trabajar y sigue en paradero desconocido. Pero aunque la serie se centre en estos dos casos, el del granadino Iván Liñán Cano también está presente. Los carteles con su fotografía y su condición de desaparecido aparece en varios momentos de la serie. Cuando se rodó, el cuerpo de Iván todavía no había aparecido.

1968, el principio de todo

La marihuana llegó a Humboldt en el 68. La trajeron los miembros de una comuna hippy que se instalaron en el bosque. Pretendían convertirse en una comunidad autosuficiente que se procurase sus propias necesidades: plantaban su propia comida, construían sus propias viviendas… y cultivaban su propia marihuana, “porque la hierba es una necesidad de cualquier hippy”, cuenta Douglas Fir, uno de los fundadores. 

Las condiciones climatológicas de la zona (cálida y húmeda) y la vasta extensión de terreno montañoso (ideal para ocultar plantaciones ilegales) convirtieron de inmediato a este rincón de California en el principal exportador de marihuana para el resto de Estados Unidos y Canadá. 

Pegatinas en contra de la legalización de la marihuana en Humboldt por parte de los propios cultivadores Vice

Pero lo que empezó siendo un experimento hippy acabó siendo un reclamo para las organizaciones criminales. El negocio de la marihuana es demasiado goloso como para que la mafia no quiera controlarlo, como pasó en los años 20 con la ley seca, o con los casinos en Las Vegas.

Empezaron a proliferar las plantaciones clandestinas por toda la montaña, lo que llevó a necesitar mucha mano de obra. Eso atrajó a muchos jóvenes ávidos de dinero rápido y también cada vez a más mafiosos. Se desvaneció el espíritu original. Los hippys se acabaron marchando y la zona se convirtió en una factoría de sucesos. Enfrentamientos entre bandas, ajustes de cuentas… Todo ello, bajo el más estricto código de silencio.

Coches y señales tiroteadas

“Vas circulando con el coche por la montaña y lo primero que te llama la atención es que todas las señales de tráfico de las carreteras están tiroteadas. No hay ni una sin disparar. Y las cunetas están llenas los coches abandonados y destrozados. Tiroteados también por supuesto”, explica Rocío, una catalana que se marchó este verano a Humboldt para trabajar en una granja de marihuana. “Cuando llegué no tenía ni idea de que había tantos crímenes y desapariciones; si me hubiera enterado quizás no hubiera venido. Pero bueno, la verdad es que va muchísima gente de todos los países a trabajar allí”, asegura. 

Garrett Rodríguez también fue asesinado en Humboldt

La peligrosidad de la zona la ilustra bien Jason Dookie, uno de los cultivadores más famosos de la montaña. Mientras está siendo entrevistado para el documental de Netflix, a lo lejos se oyen unos disparos. Dookie deja de hablar e identifica el cañón que ha pegado los tiros: “Aquí se están escuchando tiros durante todo el día. Te podría decir que ese disparo es de un calibre 22”, confiesa. Segundos más tarde se oyen más tiros. Dookie presta atención y comenta: "Ese es un arma más grande; un calibre mayor. Una 9 milímetros”. Está acostumbrado tanto a escuchar tiros como a que cíclicamente aparezcan noticias de desaparecidos o fallecidos en extrañas circunstancias.  

Los problemas de la legalización

La intervención del estado, quién lo iba a decir, siempre ha dado resultados desastrosos. En los 70 y los 80 desarrollaron allí operaciones antidroga reventando muchas plantaciones. Eso hizo que se quedasen solos en el negocio los que tenían mayor capacidad económica como para reponerse. Es decir, la mafia. La carencia de hierba también provocó que los precios de lo que quedaba se disparasen. Resultado: mafiosos enriquecidos y agricultores tradicionales en la ruina.

El último desastre ha llegado con la legalización. Lo que prometía ser una quimera se ha convertido otra vez en la tumba de los pequeños agricultores; de los que llevan toda la vida dedicándose a plantar hierba. La legalización ha supuesto la obligación de pagar tasas altísimas que los cultivadores tradicionales no pueden asumir. Reciben sanciones que pueden subir a los 10.000 dólares al día. 

Las salas de poda a veces se reconvierten para celebrar alguna fiesta

Así, la legalización ha derivado en que el negocio de la marihuana se está quedando en manos solamente de aquellos que disponen del dinero suficiente para hacer inversiones ingentes y pagar todos los impuestos: las grandes multinacionales y las mafias. Ambos disponen de líquido para hacer grandes inversiones, así como para absorber a los agricultores originales y liquidar así el espíritu original de Humboldt. 

Llegan de todos lados. De un tiempo a esta parte han proliferado las mafias del este de Europa. “Yo estaba en una granja propiedad de unos búlgaros. Ni nos pedían documentación, ni nos preguntaban de dónde éramos: lo único que pedían es que cuando pelásemos los cogollos de la marihuana no dejásemos ni hojas ni troncos”; explica Rocío, subrayando el poco control administrativo y documental que hay en este tipo de plantaciones. Cuando llegas, prácticamente no eres nadie. Sólo un joven que viene a evadirse de su vida pelando cogollos y que vive en mitad de la nada, a una hora del pueblo más cercano y residiendo en una granja donde no hay cobertura. Un anonimato que dificulta mucho las pesquisas en caso de desaparición. 

La familia de Iván no quiere hablar

Iván Liñán Cano también encontró su final en Humboldt. Pero ahora, en el primer aniversario del hallazgo de su cadáver, la familia sigue sin querer hablar. Desde el Ayuntamiento de Maracena reconcoen que incluso ellos quisieron decretar varios días de luto oficial en el pueblo, pero que la familia lo que pidió fue intimidad y discreción. 

Interior de una granja tras la intervención policial

Se desconoce qué pasó con Iván desde que bajó del coche de su amigo y se adentró en la montaña en la que más desapariciones se producen cada año. Dicen que tuvo una crisis mental. Desde ese instante hasta la aparición del cuerpo pasaron dos largos meses. Identificaron el cadáver por un tatuaje. 

Lo que sí se sabe es que cada vez más jóvenes (muchos de ellos de España, que es tal vez el país de Europa que más cortadores aporta) van a Humboldt pensando en espíritu hippy, naturaleza, diversión y dinero fácil. Van a evadirse, imbuirse del espíritu hippy original y olvidarse de su vida cotidiana. Van a Humboldt deseando desaparecer por un tiempo. No saben que el Triángulo Esmeralda es una especie de nuevo Triángulo de las Bermudas, donde muchos desaparecen literalmente y para siempre.

Noticias relacionadas