Cuatro letras son las que han traído a la periodista Karmele Marchante por la calle de un activismo que no todo el mundo conoce pero que ha sido su meta en los últimos dos años de forma especial. Y es que ha dedicado todo este tiempo, lejos de platós y focos, a que la palabra “puta” deje de ser tanto el tabú como el insulto hacía quienes caen en la prostitución para apuntar al máximo y único culpable de todo. “Al machismo instaurado en los puteros-putómanos que les hace creer que pueden usar y abusar del cuerpo de la mujer a su antojo por el privilegio de ser hombre y de pagar por ello”, declara a EL ESPAÑOL.

Karmele Marchante junto a una mujer del campo de refugiados.

Por eso ha escrito Puta no se nace (Editorial LoQueNoExiste). Y el suyo no es un trabajo cualquiera. Porque las “cualquieras” se merecen el mayor de los respetos. “Ellas son las invisibles. Las que vemos pero ignoramos. Las que existen gracias a un sistema, el de la prostitución, que perdura porque los varones compran el sexo de las mujeres pobres. La alegalidad en la que se desenvuelve, debido a la hegemonía ideológica patriarcal, política y económica, ha convertido a nuestro Estado en el primer consumidor de sexo pagado de la Unión Europea. Esa desidia institucional aniquila y apuntala la prostitución como fenómeno social aceptado y legitimado que entra en conflicto con los Derechos Humanos”, dice sin pelos en la lengua.

VÍCTIMA DE UN INTENTO DE VIOLACIÓN

Marchante, la mujer que tuvo que aguantar durante casi diez años el bulo de ser la madre de la cantante Amaral o el sambenito de la frase de su compañero de plató Jesús Mariñas en Tómbola del ¡Cállate Karmele!, es mucho más que el personaje de la tele del corazón. Es una periodista de pura cepa que recorrió el mundo como corresponsal y que ha trabajado en los mejores y más reputados medios de comunicación. Es una luchadora nata y que un día de su juventud pasó por algo que guardó en el disco duro de su memoria para que no le hiciera daño. Fue víctima de un intento de violación.

Karmele fue protagonista del mundo del corazón y luego se fue a un campo de refugiados a escuchar testimonios.

-¿Qué le paso?

-Tenía 20 o 21 años, no recuerdo la edad exactamente, pero me intentaron violar. Ese episodio se me había olvidado totalmente hasta el movimiento del Cuéntalo. Allí me acordé de repente de lo que me pasó y lo relaté. A esa edad, para sacarme algo de dinero extra, daba clases particulares de francés y ponía anuncios en todas partes. Un día recibí la llamada de un tipo que me dijo que fuese a su casa. 

Cuando entré en su habitación se abalanzó sobre mí, se me echó encima. Yo quería salir corriendo, empecé a gritar como una loca, porque sabía que en esa casa había más gente. Así que como pude le di un golpe con algo y le debí hacer daño. Logré escapar de la habitación y vi que en el pasillo había alguien que salió a ver qué pasaba. Él me siguió hasta la puerta de la calle con la intención de no dejarme salir. Intentó volver a abalanzarse sobre mí. Como pude abrí la puerta y la cerré de un portazo. Bajé corriendo las escaleras y lo único que recuerdo de todo aquello es que al llegar al bar de abajo pedí un coñac doble de los nervios y el miedo que tenía.

Karmele en su libro habla sobre la difícil situación de mujeres que habían logrado escapar de la trata de mujeres.

-¿Y no se lo contó a nadie?

-Yo que soy muy de hablar de cualquier cosa aquello no se lo conté ni a mis amigas más cercanas ni a nadie de mi familia. Lo borré de mi mente. Quizá haya una explicación psiquiátrica o psicológica a aquello. Quizá sea un mecanismo de defensa, de supervivencia. El caso es que me lo guardé para mí. Después cuando he necesitado ayuda por la muerte de mi madre y de mi padre, nunca salió el tema. Como te digo lo olvidé por completo. 

-Pero ese miedo queda después en el cuerpo para siempre…

-Sí. Queda. A mí se me quedó el miedo después en el cuerpo. Recuerdo cuando viajaba o caminaba por ejemplo por las calles de Londres que me daban miedo las calles oscuras. Por eso iba siempre con unas tijeras en la mano.

Karmele viajó a campos de refugiados para entrevistar a mujeres migrantes.

-¿Y contarlo fue liberador y sanador?

-Sí. Porque me sentí acompañada y porque volví a ver que las mujeres somos siempre las víctimas pero que en nada debemos sentirnos culpables de lo que nos pasa. Hubo algunos idiotas que se reían de mi pero a esos no les hice ni caso. Lo que para mí contó al decirlo fue sentir la sororidad de todas y cada una de las mujeres que a miles relatamos nuestras experiencias.

EN EL BARRO DE LA TRATA Y LA PROSTITUCIÓN

Pero volviendo a Puta no se nace decir que en sus 220 páginas se descubre a la Marchante más íntima, a la feminista aguerrida de toda la vida, y también a la que se la parte el alma en pedazos recordando a todas y cada una de las niñas y mujeres  a las que ha entrevistado y aparecen en sus páginas. Las que de ser tan pobres acaban vendiendo su cuerpo, su dignidad, su vida. “Me planteo escribir este libro en un momento de mi vida como feminista radical y activista, siempre en primera línea, en el que la complejidad de la trata y la prostitución, me asaltan. Estas dos realidades me desafían como mujer y como participante en este movimiento de liberación que busca la igualdad y las libertades”, declara. 

-¿Su libro es la voz de las prostituidas? ¿Hacía falta nombrarlas?

-Así es. Ellas y solo ellas son las protagonistas de mi libro. Lo único que pretendo es dar la voz a las mujeres de diversos países en situaciones que podrían parecer distintas y, sin embargo son iguales. Son las esclavas contemporáneas de las que todo el mundo habla en su nombre, menos ellas.  Sentía que hacía falta dar la palabra a las mujeres que son obligadas a vender su cuerpo y su vida a los putómanos (palabra mágica y definitoria copiada de mi admirada y querida María José Barahona, una de las expertas en prostitución y trata más lúcida que conozco). A  las niñas vendidas y esclavizadas por las mafias y proxenetas, esas apestadas de las que todo el mundo habla sin conocimiento y adjetiva con toda la carga machista impune del vocabulario de esa R.A.E para la que yo pido también un buen fuego catalizador y renovador. Esa institución llena de machos neuronalmente sebosos, ignorantes y misóginos. ¡Esos sí que son feos!

Karmele, junto a las mujeres del campo de refugiados.

La búsqueda de Marchante para conocer las piezas del puzzle del lobby proxeneta y de la trata la hace desde la verdad más absoluta, esa que no se ve pero avergüenza a cualquiera. “La historia de cada una de ellas es la historia del dolor que sufren las mujeres que nacen en lugares pobres y solo tienen sus cuerpos para sobrevivir”, subraya. Por eso la conocida periodista pasó noches recorriendo todos los polígonos y rotondas de Madrid donde están ellas. “Me iba con mi cutre-coche cargado de preservativos, lubricantes, bollos, zumos, termos de bebidas calientes, porque hasta de eso hacen negocio las mafias proxenetas, y en cada sitio que paraba, y gracias a todo lo que les ofrecía, hablaba con casi todas las mujeres que estaban allí en situación de prostitución esperando a los compradores de sexo”, dice.

Un Madrid putero en el que en pleno invierno las chicas encienden fuegos para calentarse y en el que pudo ver como la policía municipal pasaba todos los días dos veces para apagar esas frágiles lumbres, a veces simples brasas. “A las 21,30 y las 2,00 de la madrugada. A esas horas, los “bomberos” como ellas les denominan, van seguidos de dos camiones de Medio Ambiente con mangueras y operarios que fogata que ven, fogata que destruyen. Esa práctica es una violencia social más sobre las que ya tienen. Están ahí casi desnudas. Se calientan quemando unas inofensivas maderas en puntos apartados de la civilización. ¿Eso es un peligro? ¡Ojala Manuela Carmena lo viera!”, dice.

-¿Y tuvo que viajar fuera de España para encontrar sus testimonios porque aquí no había manera?

-Así es tuve que emigrar. Aquí, desde que empecé mi investigación me encontré sola. Me encontré huérfana de la ayuda de las ricas y todopoderosas oenegés españolas, no de la totalidad, pero sí de la gran mayoría. Esas que prohíjan la voz y el testimonio de las mujeres prostituidas y en situación de trata. Las que creen que esas mujeres son sus rehenes, y te niegan el habla con ellas, porque como te dicen las pobres bastante tienen con lo que cargan y no les conviene ser ni oídas ni conocidas. ¡Sería el colmo del morbo, todos los medios se nos echarían encima de ellas!

-¡Sería buen momento de ponerles nombre! ¿No?

-Hablo de Médicos del Mundo y de la Comisión de los Malos Tratos. También de las del Ayuntamiento que me dijeron la burrada que no podía ir con ellas, con sus trabajadoras sociales, porque las iba a asustar o por si aparecían cámaras. Las tienen como auténticas rehenes, como prisioneras. Estas oenegés son un escaparate que reciben dinero de todo el mundo pero sus cúpulas no son feministas, son lucrativas y deberían rendir cuentas. Esas cúpulas que nunca están en su sitio a ninguna hora y que a veces tienen mucho estrés.

-¿Y con Apramp?

-En el caso de Apramp sí que pude hablar con ellas, pero era con las tres que la asociación tiene siempre para salir en los medios, así que tampoco era nada nuevo. 

Así las cosas Marchante decidió irse a Nigeria, el país en el que el 75% de las mujeres son analfabetas, y de la mano de una oenegé de un amigo, vio la realidad de los traficantes de mujeres prostituidas y esclavizadas. En Benín City, “esa ciudad-mortaja de niñas” se topó con las mafias comandados por la Iglesia Pentecostal. “Sus pastores hacen de intermediarios para repartirse las primeras ganancias. Una de las jóvenes que entrevisté Favour, me contó que dos de sus hermanas de 12 y 16 años, también entraron en la misma subasta que ella”, recuerda.

Su olfato periodístico también le hizo viajar a los campos de refugiados que hay en el triángulo formado por Calais-Dunkerke-Bruselas para entrevistar a las mujeres migrantes que tienen su destino marcado hacia el Reino Unido. “En todos los campos para personas migrantes refugiadas hay prostitución. Quince mil personas de 17 nacionalidades, de todas las edades, religiones, colores y estatus sobreviven en unas  condiciones dantescas”.

Allí en el asentamiento al que se le conoce como “la jungla” se vino abajo por el otro infierno de las mujeres migrantes. “En unas pequeñas tiendas de campaña con hileras de alrededor 50 varones esperan a entrar. Unos hombres en la puerta organizan y cobran. Dentro de la tienda hay dos mujeres que cada 10 minutos reciben a todos y cada uno de esos 50 putómanos. Capitaneados por las mafias en la totalidad. Los putómanos son putómanos donde sea y como sea. Ricos y pobres todos pagan por follarse a, me centro en estas mujeres, 5 euros por polla y cuerpo comprado”, denuncia.

En la ciudad de Benin City se topó con traficantes de mujeres prostituidas.

-¿Todas las mujeres prostituidas comparten la pobreza?

-Vienen y son de los países pobres, que por culpa del neoliberalismo salvaje y cruel internacional, cuyas bolsas de indigencia y miseria son las cunas de donde salen, las hacen esclavas de dicha impunidad. Y las hago nuestras porque no podemos sustraernos a todo aquello que de una forma u otra apoyamos. Abrir una zanja propia en un mundo global retorcido, perverso, explotador y obsceno, es un ejercicio de vida agotador. La palabra solidaridad internacional ha sido arrasada.

Tras el convencimiento que como abolicionista Marchante tenía, escribir este libro le ha reafirmado en que trata y prostitución son uña y carne. “Existe porque hay puteros, consumidores, compradores, putómanos, que cotizan por utilizar nuestras vaginas como fundas para sus penes, pollas, juguetes, líquidos, y lo que les salga de la peineta. Pagando ponen a su servicio las cavidades de cuerpos cuya carne les pertenece en el doble sentido que les otorga el sistema patriarcal y el  poder económico. En nombre de unos “impulsos que se les van de las manos y no pueden refrenar”. Doble dominio, doble beneficio. Y doble mentira”, recalca la escritora.

Por eso le repatea el hígado algo que ha escuchado más de una vez. “En el día a día de mi vida feminista, pública y privada, he oído a muchas mujeres y también hombres, afirmar que la prostitución es un uso social o laboral como otro cualquiera. Y, en concreto, hay dos frases recurrentes que acaban conmigo siempre que las oigo, “lo hacen porque quieren” y “es un dinero fácil para no fregar escaleras”. Lo cual indica que la  prostitución está bien vista e incluso bien aceptada en el imaginario social y  político. Y que a las  a las mujeres prostituidas solo se les permiten dos salidas. Ser prostitutas o fregar escaleras...Y, sin embargo necesito decir que de todas, repito, todas, las mujeres prostituidas que he entrevistado, ni una sola me dijo ninguna de esas frases, corroboradas por las expertas entrevistadas. Ninguna me ha dicho que le gustaba lo que hacía”, sentencia.

Karmele Marchante en una imagen de archivo en el programa español de Sálvame.

-¿Qué más ha cambiado dentro de usted tras esta dura experiencia?

-Me ha quedado la firme convicción de que para llegar al abolicionismo tenemos que escuchar la voz de las prostituidas. No se puede emitir un veredicto de abolicionismo en una sociedad sin consensuar entre las esclavizadas, incluidas las legalicionistas, para posteriormente debatirlo con más personas y agentes sociales. Si en Suecia se tardaron tres años en concienciar a la sociedad para llegar a la abolición, en un país como el nuestro oficialmente lleno de putómanos y con una ciudadanía que no sabe no contesto o no se entera de lo que es una vida de una mujer prostituida, amén de las res publica, necesitamos un consenso, necesitemos abrir el dichoso melón del debate de la prostitución.

-¿Cómo le duele la España putera?

-Me duele muchísimo porque es una España ignorante, paleta, cobarde y lucrativa de esos puticlubs con los que además sacan tajada las autoridades del pueblo, todos ellos varones. También las autoridades regionales y autónomas. De la prostitución se lucra todo el mundo. Si haces un sondeo, hasta el gobierno se lucra porque de tantos millones que esta industria del lobby maneja, hay dinero negro que se maneja arriba, en esas esferas.

-¿Cuál es el perfil del putero?

-Los hay de todas las clases sociales, religiones. Hay jóvenes, mayores, ricos, pobres. El putero es transversal en toda la sociedad. En mi entorno, al que puedes tachar o definir como de elitista o privilegiada, hay putómanos por todos los sitios. Los más cínicos son los que se van putas, porque así son las otras mujeres salvo sus esposas que son excepcionales. ¡Que no me toquen mucho la peineta que me pongo a dar nombres!

LA MALA EDUCACIÓN: LA PORNOGRAFÍA

Pero Marchante en Puta no se nace no solo pone el dedo en el ojo del putero y en la ruta de la prostitución y la trata. Como si de Juana de Arco se tratara, planta batalla a la pornografía, “Es el mana-sustento de la industria del sexo, el surtidor, en ausencia de una verdadera educación sexual, de la subcultura afectiva y sentimental que marca la pauta del placer, conductas, usos y costumbres en nuestro ámbito de educación teledirigida. Y asimismo en nuestras fantasías sexuales de mujeres, eternamente divididas entre malas, ellas las putas, y buenas, el resto, las que aceptamos el recato femenino mediante el absolutismo de las culturas educacionales impuestas”, tal y como escribe en uno de sus párrafos.

-¿Cómo hemos llegado a esto?

-La pornografía se implanta en la cultura popular como un espectáculo necesario y adquiere estatus de estimulante para las relaciones sexuales. Yo la llamo porno cultura. La pornografía entra en nuestro simbolismo por las imágenes en la publicidad, el cine, los medios, las revistas de moda, las páginas de internet y múltiples etcéteras y se troca, como todo lo que emana del patriarcado, en un cuento de hadas. La oferta es tan enorme como tentadora y asequible. 

Los chats pornográficos son como enormes vitrinas llenas de pasteles listos para comer.  Con solo pinchar cualquiera de los aparatos que toda la escala social y demográfica posee, las golosinas son nuestras. Surtidas pluriofertas para el conjunto de gustos. Guarras.com, cerdas, calientes, chochonas, culonas, tetudas, amas, torturadora. Sexo duro, sexo caliente, mirones… De todo y gratis. La pornografía es el best seller que mejor publicita a una de las grandes revoluciones del siglo XX: la sexual, de la que todas y todos queremos formar parte. O lo creemos. 

-¿Le han llamado puta muchas veces?

-He perdido la cuenta de las veces que me han llamado puta. Es un adjetivo que nos aplican demasiadas veces en la vida a las mujeres. Me lo han llamado en el metro, en Facebook, o sin ir más lejos en mi último trabajo en televisión en Sálvame. Allí me llamaban puta, zorra, asquerosa, y lo hacían todos los días delante de la dirección sin que nadie hiciera nada. Hay grabaciones de ello.

-¿Una televisión así duele?

-Yo recuerdo los tiempos en los que estaba en informativos donde la audiencia no mandaba. Era mi vida. Pero en los programas en los que he trabajado por error la televisión es la muerte. Como decía antes todo es acoso, bulling, maltrato, vejación o no ser escuchada y ser ridiculizada por ser mujer y feminista.

En los campos de refugiados que Karmele visitó se encontró con 15.000 personas de 17 nacionalidades diferentes.

-¿Y por qué se aguanta todo eso? 

-Se aguanta por dinero. Porque mi exmarido me dejó arruinada, No me quedó más remedio que trabajar en ello para poder recuperarme y salir a delante. Pero llegó un momento en que ni por dinero se podía aguantar lo que tuve que aguantar. Por eso me fui. Lo dejé. No merecía la pena. No quería hablar con nadie. 

-¿Terror de tele no?

-Esa televisión es la televisión que tiene una cúpula machista, alquiladora de vientres y explotadora en cuyos platos solo se sirve a las hombres aunque fueran auténticos  cenutrios. Y por cierto la palabra cúpula la inventé yo para definir esto. Y quiero que salgan estas palabras tal cual te las estoy diciendo.

-¿No le quedan amigos o amigas allí?

-En los platós ni los tengo ni los quiero. No buscaba la amistad de nadie. Más bien los depreciaba porque todos ellos son seres despreciables. Sin embargo en la redacción soy amiga de todo el mundo. Yo soy mujer de redacción de estar con gente normal.

-¿Su sueño ahora tras el libro cuál es?

-Uno muy sencillo. Seguir escribiendo y estando activa.