Ana Julia Quezada, la asesina confesa de Gabriel Cruz, utilizó a una persona como coartada para evitar las sospechas que se cernían sobre ella. El mismo día del crimen, después de matar al pequeño Gabriel, de ocho años, en la finca de Las Hortichuelas (Almería), Ana Julia fue a ver a una persona cercana para simular que también ella estaba preocupada por la desaparición del pequeño. De ese modo comenzó a urdir la farsa la mujer detenida dos semanas después: fingiendo preocupación por la desaparición del pequeño desde el minuto uno. El mismo pequeño que unas pocas horas antes ella misma había estrangulado y enterrado bajo tierra. 

Según los vídeos de la declaración de la mujer, emitidos por Espejo Público, Ana Julia se sentó tres veces delante del juez instructor del caso para relatar todo lo sucedido. En la primera de las grabaciones difundidas por el programa se veía a una mujer llorosa, compungida. En esta segunda, Ana Julia relata al juez ese instante posterior al asesinato del chiquillo.

La misma tarde en que cometió el crimen, tras enterrar al pequeño, fue a ver a su amigo Juan Carlos. Él salió a la puerta de la casa y ella le explicó que Gabriel había desaparecido, que hacía varias horas que no lo veían. Luego le cuestionó sobre si él le había visto. Se trata de un gesto cuya finalidad está bastante clara: alejar de ella el visor de los investigadores, esquivar las sospechas y hacerle ganar algo de tiempo. Como nadie sabía que acababa de cometer el crimen, ese pequeño gesto de ir a varias casas preguntando por Gabriel le serviría como una inicial coartada sobre los hechos.

"Somos muy buenos amigos", revela Ana Julia al juez. Le preguntó "si había visto a Gabriel". "Él me dijo que no, que en toda la tarde no le había visto".

Transcripción literal de la declaración

A continuación, la declaración íntegra de Ana Julia Quezada ante el juez. En ella, la autora confesa del crimen revela cómo condujo hasta su casa, fingiendo nerviosismo por la desaparición del hijo de su novio, de Ángel Cruz. Empezaba la búsqueda del chiquillo y, al mismo tiempo, la huida hacia delante de Quezada. Desde ese día en adelante, no habría ya vuelta atrás para ella.

Participó en las labores de búsqueda, intentó despistar con la pista falsa de la camiseta del niño supuestamente encontrada sobre el terreno inspeccionado. Sus propias argucias jugaron en su contra. En lugar de alejar las sospechas, el círculo trazado por los investigadores comenzó a dirigirse hacia ella. 

Ana Julia: -Somos muy buenos amigos.

Juez instructor: -¿Con esta persona contactó usted para hablarle del caso?

A: -No.

J: -No le habló ni le llamó.

A: -No, en ningún momento.

J: -Sin embargo, sí le llamó usted a esta persona.

A: -Fui a su casa ese mismo día.

J: -¿El mismo día de los hechos fue a casa de Juan Carlos verdad?

A: -Sí. Llamé la primera vez a su casa.

J: -Es decir que usted sí lo llamó por teléfono...

A: -Por teléfono no, fui a su casa.

J: -¿Y no le llamó por teléfono?

A: -No, no, no.

J: -Una vez sucedido eso por la tarde ¿usted va a su casa?

A: -Sí. Y yo le dije que si había visto a Gabriel.

J: -Sí.

A: -Y él me dijo que no que en toda la tarde no le había visto.

J: -¿En ese encuentro que tuvo usted con Juan Carlos estaban ustedes dos solos o había alguien más?

A: -No, estábamos solos. Él salió a la calle.

J: -¿Y no le comentó nada?

A: -Nada.

J: -Con posterioridad a ese día 27 ¿usted volvió a hablar con Juan Carlos?

A: -Pues creo que no.