La estancia de Anna Gabriel en Ginebra no parece que vaya a ser plácida. Suiza, hogar de Heidi y de Iñaki Urdangarin, escenario de una vida tranquila y pacífica, cuna de una generación de españoles hijos del exilio, la miseria y el hambre, no entiende su huida. Tampoco sus argumentos. Lo piensan los españoles emigrantes en el país. Lo constatan los periódicos locales.

“No se entiende el nacionalismo catalán con los ojos suizos”, cuenta a EL ESPAÑOL la presidenta de la Asociación de Emigrantes Españoles y Retornados, Pilar Burgo. “En Bélgica, los emigrantes están indignadísimos con Carles Puigdemont y los suyos. En Suiza tendremos en cuatro días a la ciudadanía española indignadísima con esta señora diciendo que no tiene un juicio justo si va a España”. En la actualidad, y según datos de la Secretaría General de Inmigración y Emigración -dependiente del Ministerio de Empleo-, más de 100.000 españoles en el país helvético. Que hicieron las maletas y se marcharon. Que dejaron su vida atrás en busca de un futuro. Ya fuera en los 60 o en los 2000.

El choque cultural que puede sufrir la dirigente de la CUP se ha suavizado en un primer momento. El hecho de que haya elegido el cantón francés suizo así lo atestigua, según Burgo. El francés es un idioma que domina y que guarda múltiples similitudes con el catalán. A pocos días de su aterrizaje ya ha concedido entrevistas por doquier, siempre en el idioma local. Porque “Suiza es un país que te admite si tú te pliegas, no es tan permisivo como España u otros países del entorno como Francia, Italia, Holanda o Bélgica”.

"Suiza es muy restrictiva"

“Suiza es muy restrictiva. Por ejemplo, no se puede ir con hiyab. Ella se ha aclimatado y eso se ha visto completamente con el cambio radical que ha sufrido en su estética: modosita, bien vestida, bien peinada. Eso ya dice mucho de lo que te exigen en ese país”, desgrana Burgo. Cualquier emigrante que resida en el país helvético se ha adaptado al sistema de vida suizo. Gabriel, una más. Porque no puedes “desviarte, no hacer lo que te mandan”. Si les desafías, puerta. O, en este caso, frontera.

Esa seriedad en la esfera privada, el país helvético la extrapola a la política y a la vida pública. Son gente tranquila, “sin ganas de problemas”. Es la razón por la que no serían capaces “de llegar tan lejos con el independentismo”. Son dos sistemas políticos “diferentes” pero con un denominador común: una democracia consolidada.

Anna Gabriel huye a Suiza

Por eso los emigrantes no creen que “ningún organismo, sindicato o facción suizo tenga a bien a acoger a Anna Gabriel en su seno, porque al día siguiente la cúpula de esa organización estaría disuelta”. Una figura política como la de la exdiputada de la CUP, que ha decidido no hacer frente a la Justicia huyendo a otro país, “no entra en la mente del ciudadano suizo de a pie”.

Es una tesis con la que coincide el actor y director de Un franco, catorce pesetas (2006), Carlos Iglesias. Preguntado por la reportera por las explicaciones que Gabriel ofreció a la televisión pública fracófona de Suiza, el intérprete y emigrante mantiene que es “difícil de creer”. “Los suizos han podido comprobar nuestra democracia porque han podido visitar España en múltiples ocasiones. No les pueden meter esa milonga de que aquí no tenemos democracia”.

Carlos Iglesias dirigió y protagonizó "Un franco, catorce pesetas". Europa Press

"No son emigrantes, son cobardes"

Los políticos catalanes fugados, para Burgo, “no son emigrantes, son cobardes. Pretenden burlarse de la ciudadanía y no estamos en una dictadura, no se les ha quitado ningún derecho como sí se hizo con los emigrantes de los 60. Los que tuvieron que exiliarse en la posguerra no podían manifestar sus opiniones ni en público ni en privado. Y a ellos nadie les ha puesto una mordaza para que no digan lo que quieren”.

Iglesias, que vivió en el país helvético hasta que cumplió trece años tras haber emigrado desde Quintanar de la Orden (Toledo) junto a sus padres, disecciona la sociedad que le vio crecer. “Suiza es un país ideológicamente dividido, pero con un encaje común”. Para la mayoría de sus habitantes que Anna Gabriel haya huido Ginebra es “una incomodidad, porque resulta chocante, atípico, incómodo”. “Una cosa era la Edad Media y los refugiados de religión, o el ambiente entre guerras mundiales, pero ahora no tiene ningún sentido que un político se refugie en Ginebra de la justicia española”.

"Con menos de 3.500 euros al mes no vives"

Una de las incógnitas que rodean la estancia de Anna Gabriel en Ginebra es la factura. Quién la financia y con qué fondos. Este periódico se ha dirigido a la CUP para preguntar quién está financiado el periplo de Gabriel, pero no ha obtenido respuesta. Llama la atención, puesto que en Suiza “con menos de 3.500 euros al mes no se puede vivir”, cifra Pilar Burgo. La vida es cara; los seguros, obligatorios y la sanidad, privada.

El acceso a la sanidad cuesta 400 francos suizos mensuales -unos 350 euros al mes-, un café vale 4 euros y un alquiler de un apartamento de 60 metros cuadrados en el centro de Ginebra asciende a algo más de 1.700 euros.

“Ella no se puede comparar con una emigrante. Y, si se hace la víctima, mal vamos. Porque entonces los emigrantes de verdad se sentirán despreciados, relegados a ser ciudadanos de cuarta cuando peleamos por ser de segunda. Todo por una persona que viene con todas las facilidades”, finaliza Burgo.

Los suizos, tal y como los observa Carlos Iglesias, beben de su identidad calvinista, protestante. “El grupo tiene que apoyar al vecino, integrarse entre sí. Estar con la tribu”. Quizás sea ese el motivo por el que Anna Gabriel -creyente confesa de este tipo de crianza para los hijos-. Au revoir, Cuba. Bienvenu(e)s à Genève.

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