El apellido Carranza, aunque de origen gallego, está profundamente ligado a la ciudad de Cádiz: da nombre a un estadio de fútbol, un trofeo veraniego, un puente y dos avenidas. Las dos calles se verán reducidas a una este mismo fin de semana: el Ayuntamiento ha decidido retirar el nombre a una de ellas en virtud de la Ley de Memoria Histórica. La calle pasará a llamarse 4 de diciembre, en recuerdo a la jornada en la que los andaluces se manifestaron en 1977 para reclamar el autogobierno regional. (Curiosamente, también el día en que nació Francisco Franco).

Kichi y Teresa Rodríguez, líder de Podemos en Andalucía, en el estadio del Cádiz.

¿Quién fue Ramón de Carranza y Fernández de la Reguera? (No confundir con su hijo del mismo nombre y segundo apellido Gómez-Pablos, que terminaría presidiendo el Sevilla en la década de 1950). Militar y gallego (nació en El Ferrol en 1863), marqués de Villa de Pesadilla y político conservador y monárquico, el futuro alcalde y gobernador civil de Cádiz estudió en la Escuela Naval de su localidad la carrera de marino de Guerra.

Fue enviado de Agregado Naval a Washington, donde residía cuando estalló el conflicto con Estados Unidos: participó en la Guerra de Cuba al mando del cañonero Contramaestre, por lo que se le otorgó la Cruz Laureada de San Fernando y mantuvo la distinción de contralmirante de la Armada en situación de retirado.

Matrimonio y fortuna

De regreso a España, se instaló en Andalucía tras contraer matrimonio con una gaditana. Ramón de Carranza había nacido en una familia oligarca, pero en todos sus artículos biográficos se menciona que pasó también a ser un hombre acaudalado tras casarse con Josefa Gómez Arámburu, sobrina del prócer local Manuel Moreno de Mora y Vitón, una de las mayores fortunas de la ciudad. La pareja tuvo cuatro hijos: Micaela, Carmen, José León (también alcalde de la capital gaditana, entre 1948 y 1969) y el citado Ramón.

A lo largo de su vida sería designado dos veces alcalde de Cádiz. La primera, en 1927, durante la dictadura de Primo de Rivera (permaneció en el cargo hasta el advenimiento de la Segunda República). La segunda en julio de 1936, tras el golpe de Estado franquista, cuando apoyó a los militares sublevados y regresó al sillón consistorial de la mano del general Queipo de Llano, uno de sus grandes valedores. Esta vez sólo estaría en el cargo unos meses: cayó gravemente enfermo y falleció poco después en la propia ‘tacita de plata’.

Ocho décadas después de su muerte, llama la atención la extensión de su influencia sobre una ciudad cuyos políticos deciden hoy darle la espalda. Incluso gente del bando contrario acepta que no fue el peor alcalde de Cádiz: durante su primer mandato, el más fructífero, se construyeron varios edificios y hoteles emblemáticos (el antiguo Palillero, el antiguo Hotel Playa y el Hotel Atlántico) además de la plaza de toros de la ciudad.

Dinastía de políticos

Ramón de Carranza dio nombre hasta ahora al estadio del Cádiz.

Con el paso del tiempo, la familia Carranza se constituiría en una pequeña dinastía política y burocrática andaluza (fundamentalmente en Cádiz y Sevilla): dos alcaldes (Ramón hijo sería alcalde de Sevilla durante la Guerra Civil), gobernadores civiles, presidentes de Diputaciones Provinciales... José León de Carranza, el otro hijo varón del hombre cuyo nombre se quiere quitar de las calles, fue incluso designado alcalde vitalicio de Cádiz por Franco en 1948.

Carranza padre fue tres veces diputado a Cortes y Senador del Reino, un hombre cercano a la Unión Patriótica de José María Pemán. En las últimas elecciones de la II República, las de febrero de 1936, fue elegido diputado por la candidatura de Renovación Española: el parlamentario más viejo de aquella cámara, que pronunció por tanto el discurso de apertura de aquellas Cortes destinadas al fracaso. Se negó a finalizar la sesión con un “¡Viva la República!”, siendo insultado por algunos partidos y jaleado por otros. Faltaban cuatro meses para el Alzamiento.

La “abundante documentación histórica” recopilada por el Ayuntamiento gaditano, que actuará con arreglo al artículo 15 de la Ley de la Memoria Histórica para desterrarle de los espacios públicos, recopila varios agravios de Carranza. Tanto él como su hijo Ramón se implicaron desde el principio en el golpe del 18 de julio, poniéndose inmediatamente al servicio del general Queipo de Llano (jefe del Ejército del Sur). El mismo día 19, Carranza hijo fue nombrado presidente de la Comisión Gestora encargada de la administración municipal de Sevilla en sustitución del alcalde legítimo, Horacio Hermoso Araujo, que sería ejecutado poco tiempo después por los levantados en armas.

Golpe de Estado de 1936

La implicación en las revueltas iniciales sevillanas de Carranza hijo, a la sazón 38 años, fue bastante directa, manejo de armas incluido, y se le sitúa en la represión de los barrios obreros de la ciudad que se resistieron al levantamiento franquista. Carranza padre, por entonces 74 años, llegó la semana siguiente a la playa de la Victoria de Cádiz desde Sevilla, en una avioneta, para ser designado alcalde y gobernador civil de Cádiz (como se ha dicho antes, estaría poco tiempo en el cargo por razones de salud).

Aunque por su edad no participó en escaramuzas callejeras, la moción del Ayuntamiento liderado por José María González Santos, 'Kichi'da por sentado que el repuesto alcalde de Cádiz contribuyó durante esos dos meses de alcaldía a identificar a sindicalistas y “personas de mala conducta que hablan mal del Movimiento Nacional, salvador de España”, posteriormente detenidos y conducidos al consejo de guerra.

Hombre de reputación muy autoritaria, también se han registrado denuncias contra vecinos de Cádiz por su afiliación política republicana, firmadas todas ellas en 1936: en palabras de los promotores de su exclusión del callejero, “fue impulsor de una comisión depuradora de funcionarios, lo cual lo responsabiliza directamente de la cruenta represión llevada a cabo a vecinos y vecinas de nuestra ciudad”.

En su entierro no se le tributaron honores militares, por expreso deseo propio. Ochenta y un años después, parece que los honores municipales a su figura son cosa ya del pasado.

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