El Monarca se enfrenta a las dos semanas más complicadas de su joven reinado. La estrategia de Zarzuela respecto a la polémica catalana es clara: todos somos iguales ante la ley. Acompañado de su equipo en todo momento, así está viviendo el Soberano el desafío soberanista. 

El pasado miércoles 20 de septiembre, a las 21.15 horas de la noche, el Rey no se encontraba en su residencia. Si no tiene ningún acto que le obligue a dormir fuera de Madrid, lo habitual es que a esas horas Felipe VI esté cenando acompañado por su mujer, la Reina Letizia y sus dos hijas, la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía. Para la los Borbón Ortiz la cena es un momento ‘sagrado’ que intentan respetar siempre que se lo permite el trabajo. Las dos niñas comen habitualmente en el colegio y es el momento de la jornada en la que se sientan a charlar tranquilamente de cómo ha ido el día.

Pero ese día Felipe VI faltó a su cita. El Rey se encontraba en su despacho de Zarzuela siguiendo la rueda de prensa que estaba dando en directo el presidente Mariano Rajoy desde Moncloa. El monarca ya conocía perfectamente, y de primera mano, todo lo que iba a decir, ya que sólo unas horas antes se había visto en ese mismo lugar para que le informara de todo detalle. No es para menos, pues el que fuera Príncipe de Girona -título que ostentan los herederos a la corona de España procedente de los títulos del sucesor a la Corona de Aragón- se enfrenta no sólo al momento más delicado de su corto reinado, sino que podría tener que llegar a vivir el fin de la monarquía española en uno de sus más importantes territorios en la actualidad.

Felipe VI en la manifestación contra el terrorismo yihadista de Barcelona. Efe

Mientras escuchaba al Presidente del Gobierno, el Rey no podía evitar pensar en Girona. Esa pequeña y bella ciudad cercana a la Costa Brava a la que se siente tan unido. Recuerda con cariño cada una de las visitas que ha hecho a la localidad, y aunque siempre hay alguna pancarta o algún manifestante contrario a la presencia real en la ciudad, lo cierto es que la mayoría de los habitantes de Girona les tratan con calidez y cariño. Porque antes de ser Rey, don Felipe fue Príncipe de Asturias, de Viana y de Girona. Y este no es un título cualquiera para el actual Soberano, ya que tiene un significado muy especial para la Familia Real y en especial para su padre. Ya que fue Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona y Jefe de la Casa Real Española en el exilio, el que decidió en 1961 que su hijo, Juan Carlos, utilizase el título de Príncipe de Girona (Gerona todavía en aquella época) en su pasaporte. Así que Juan Carlos I entró por primera vez a España y se casó con doña Sofía, con este título. Tras su boda vendrían el de Asturias y Viana, pero el primero fue el de la localidad catalana, que además es uno de los primeros que ostenta, en antigüedad la Corona, ya que pertenecía al Reino de Aragón y data de la época de los Reyes Católicos.

Además, desde 2009, acude con cariño a cada edición de los Premios de la Fundación Príncipe de Girona, una fundación en la que tanto él como la Reina Letizia han puesto mucho esfuerzo para que salga adelante, sabiendo el símbolo tan importante que suponía tener unos galardones bajo su nombre y su presidencia de honor en suelo catalán. El pasado miércoles en su despacho, el Rey no estaba solo escuchando las palabras de Mariano Rajoy. A su lado su Jaime Alfonsín, jefe de la Casa del Rey, su mano derecha, su hombre de confianza, el guardián de los secretos del Monarca. Para los aficionados a la serie ‘Juego de Tronos’ Jaime es a Felipe VI lo que Tyrion Lannister es a Daenerys Targaryen, ‘su mano’, la persona de confianza del Rey.

Jaime Alfonsín, tras los reyes Felipe y Letizia. Efe

Y no iba a ser menos en esta ocasión, cuando el tema catalán le está haciendo vivir los momentos más tensos desde su proclamación el 19 de junio de 2014. Es en este fiel consejero en dónde el hijo de don Juan Carlos vierte sus dudas y sus ideas. Ambos, que se conocen perfectamente, forman un tándem unido y sólido, para intentar tomar las decisiones correctas en todo lo que atañe a la institución de la Jefatura del Estado.

Fue Jaime Alfonsín quien insistió y convenció a don Felipe para que asistiera a la manifestación, el pasado mes de agosto, en Barcelona en repulsa a los atentados yihadistas. Muchos de los hombres de Zarzuela no estaban convencidos de que fuera una buena idea; sin embargo, el Jefe de la Casa lo tenía claro, había que ir a la Ciudad Condal sí o sí. Pero la idea de este abogado de Lugo de 61 años iba más allá de la manifestación, la sombra del referéndum ilegal del 1 de octubre ya era alargada y había que demostrar, con la presencia del Rey en la cabecera de la protesta contra los terroristas, que Felipe VI está presente en Cataluña y que a la Corona le importa y mucho, lo que ocurre allí.

Zarzuela tiene una estrategia clara y decidida sobre el tema catalán: todos los españoles son iguales y deben cumplir la ley. El Rey es el Jefe del Estado y su presencia es constante y cuidada al milímetro en Cataluña. "Los derechos que pertenecen a todos los españoles serán preservados frente a quienes se sitúan fuera de la legalidad constitucional y estatutaria. Por eso, ante quienes se sitúan fuera de la legalidad constitucional y estatutaria y fracturan la sociedad, estoy seguro de que los derechos que pertenecen a todos los españoles serán preservados y de que las libertades de todos los ciudadanos serán garantizadas y protegidas”, dijo el monarca en su discurso de los Premios Nacionales de la Cultura el pasado 14 de septiembre en la Catedral de Cuenca. Esas palabras fueron redactadas por Jaime Alfonsín, que aunque no escribe los discursos de Felipe VI supervisa cada palabra que dice.

Sin embargo, hay una sombra más en la mente del Rey. Don Felipe no sólo está preocupado por la unidad de España y la secesión de Cataluña, hay que recordar que el monarca también es el Jefe de la Casa de los Borbones y si el próximo 2 de octubre, y tras celebrarse la consulta ilegal, el President Puigdemont proclamará la independencia de Cataluña, también llegaría la república a esa zona del país, lo que supondría un duro golpe para la Corona. Aunque Felipe VI y su equipo confían en que las cosas no lleguen a ese punto. De hecho, escuchando a Rajoy saben que el Gobierno ni si quiera va a permitir que la consulta tenga lugar.

Manifestantes de Barcelona lucieron esta pancarta tras los atentados yihadistas. Efe

El Rey y Carles Puigdemont son viejos conocidos. Don Felipe tiene una cita obligada, junto a la Reina, todos los meses de junio con los Premios Princesa de Girona. Es allí donde el antiguo alcalde de la ciudad catalana ejerció de anfitrión con los Reyes durante cuatro ediciones de los galardones. Puigdemont siempre ha tenido un firme propósito: mantener a salvo una buena relación con el Rey. Pasase lo que pasase, se debía preservar la cordialidad con el Jefe del Estado. Todos los periodistas que siguen los temas de Zarzuela conocen ese deseo, ya que durante los premios, el propio Puigdemont lo dejó claro en muchas, demasiadas tal vez, ocasiones. Mantener a salvo las relaciones con la Zarzuela. Esa ha sido siempre la consigna de la antigua Convergència.

Sin embargo, el Rey no duda en decirle las cosas claras al President en la menor ocasión y en suelo catalán. La última vez que Felipe VI estuvo en Cataluña (sin contar el tema relacionado con los atentados yihadistas del pasado verano) fue a finales de julio, con motivo del 25 aniversario de la celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Allí, en su discurso, el monarca no dudo en advertirle a Puigdemont de que "Los juegos de Barcelona fueron precisamente esto: el producto del esfuerzo, de la generosidad, de la solidaridad y del compromiso de todos; de la unidad de todos alrededor de un proyecto que contó con la colaboración entre todas las administraciones", señaló en perfecto catalán don Felipe.

Esta era la quinta visita de don Felipe en lo que va de año, después de sus citas en Barcelona en febrero y en mayo, de su presencia en Girona en junio para presidir la entrega de premios de la Fundación Princesa de Gerona y de su encuentro en la academia militar de Talarn (Lleida) a principios del verano para presidir la entrega de despachos a los suboficiales del Ejército de Tierra.

Carles Puigdemont y Felipe VI en el último World Mobile de Barcelona. Efe

Barcelona es la ciudad donde más actos protagonizan los Reyes después de Madrid. La Corona es consciente de la importancia de su presencia en suelo catalán y más ahora, con las cosas como están. Pero hay también quien achaca a Felipe VI la falta de lazos con la sociedad catalana. No es que le pidan que se vistan con el traje típico regional, ni si quiera la Princesa y la Infanta, pero un buen ejemplo de hacer patria dentro de los que no se consideran como tal es el ejemplo británico. La Reina Isabel II pasa dos meses de vacaciones en su castillo de Balmoral, Escocia. ¿No estaría bien que los Reyes pasaran algo más de tiempo en suelo catalán? 

Los últimos días el Rey ha tenido jornadas repletas de audiencias, llamadas y reuniones en el Palacio de la Zarzuela. Los que han estado a su lado reconocen que la preocupación era visible en su actitud. ‘Rostro serio y mirada intranquila’, sostienen.

En Zarzuela guardan silencio sobre los pasos que podría dar a partir de ahora y únicamente señalan el Título II de la Constitución, relativo a la Corona. Hay que recordar la capacidad ejecutiva limitada que tiene el monarca, aunque también hay quien reivindica la necesidad de ver algún gesto adicional por parte del jefe del Estado en un momento de tanta gravedad.

En la mayoría de las últimas intervenciones de don Felipe durante los últimos meses, han incluido un mensaje en defensa y unidad de España y cumplimiento de las leyes. El que realizó en las Cortes Generales no dejó lugar a dudas: "Fuera de la ley sólo hay arbitrariedad, imposición e inseguridad", dijo entonces. Los constitucionalistas abogan por que el Rey reitere su mensaje con "cierta intensidad" dadas las circunstancias actuales.

Es cierto que su función constitucional le impide ir más allá y el protagonismo lo debe tener el Gobierno como poder ejecutivo. Aun así, una declaración institucional estaría dentro de sus capacidades y el momento demanda un gesto de ese tipo. Sin embargo, Felipe VI quiere ser prudente, mano a mano con Jaime Alfonsín y su equipo. Quieren estar presentes pero sin intervenir en temas que no son competencia de las funciones de la Corona. Esa es por ahora su opción, pero acertada o no, puede que después sea tarde y que las circunstancias nos lleven a que pase de ser el antiguo Príncipe de Girona a Rey derrocado de la República Catalana.