Malas noticias compañeros. La editora de revistas más aristocrática del mundo, Condé Nast, ha anunciado esta semana que cierra definitivamente L'Uomo Vogue, y también los suplementos Bambino y Joyería. ¿Por qué? ¿Cómo puede ser? Me cuesta tanto creerlo que no me fío de los primeros tweets. El Instagram de mi amigo Nick Sullivan (nicksullivanesq), director de moda de Esquire USA, me lo confirma.

Portada de L'Uomo Vogue con David Beckham.

Portada de L'Uomo Vogue con David Beckham.

Durante unos segundos el primer pensamiento que me asalta es: “¡Cuanto has aprendido Andrés sobre lo complicado de hacer revistas estudiando L'Uomo Vogue!”. Casi al instante una ráfaga de imágenes me abofetea, y aparecen en mi retina las portadas de Zaha Hadid, retratada en primer plano, sonriendo, retratada por Bruce Weber, y virada al amarillo; Elton John en batín en su casa bajo el logo de la revista con un golpe seco metalizado en color berenjena en el titular, y una de mis favoritas, Jacob Dylan, el hijo del Dios Bob, con los ojos cerrados, tan guapo en la 'cupertina' (enero 1997) bajo un logotipo azul celeste.

Pero se acabó. Lo ha decidido Jonathan Newhouse, sobrino de S.I. Newhouse, presidente de Condé Nast. Jonathan Newhouse está, desde Londres, al frente de los negocios en Europa, y de él depende claro, Italia, y también España. Es el jefe de Javier Pascual, CEO de Condé Nast España, al que debe felicitar por su extraordinario trabajo al frente de la editorial. Es para todos los que nos dedicamos a esto un referente continuo de gestión y edición.

Creada por Flavio Lucchini en 1967 durante la década de los ochenta y los noventa, la versión masculina de Vogue, primero un suplemento y luego una revista, no sólo se convirtió pronto en el referente de la moda masculina, y en la primera revista de moda masculina de Condé Nast en Europa, sino que nos enseñó a hacer revistas a todos. Pregunten, pregunten si tienen ocasión al maestro Juan Gatti su paso por Milán como director de arte.

La Wikipedia cuenta que en sus editoriales de moda han desplegado su creatividad el fallecido Herb Ritts, Oliviero Toscani, Helmut Newton, Steven Meisel, Mario Testino, Bruce Weber, David Bailey o Steven Klein, que últimamente casi las firmaba todas. La revista ha sido dirigida, en orden cronológico por Franco Sartori, Flavio Lucchini, Cristina Brigidini, Aldo Premoli, la extravagante Anna Dello Russo, Franca Sozzani y tras su muerte Emanuele Farneti que ha tenido el dudoso honor de ser su último director. Que nadie se olvide. Las revistas son las personas. Las marcas dan velocidad, como se la da Ferrari a sus pilotos, pero sin personas no hay magazines, y las 24 horas de Lemans no sería más que una carrera de caracoles.

¿Cuándo es el momento de cerrar una revista? Para llegar al colapso hace falta una combinación de factores parecida a las causas que hicieron extinguirse a los Tyrannosaurus rex. Deben abandonarla sus anunciantes –que nadie se olvide que las revistas de estilo de vida tienen que cuidarles tanto como a su audiencia-, deben haberla abandonado a su suerte los lectores (una revista como L'Uomo Vogue no se lee, se hojea) y lo que es irreversible, la puntilla definitiva que llega en el momento en el que el director financiero convence al editor de que esas pérdidas no pueden mantenerse.

En el caso de Condé Nast, L'Uomo Vogue no es el único titulo que cierra en los últimos años. Cuentan los mentideros de la industria que la compañía se está preparando, con buen ojo, cerrando todo aquello que genere números rojos, para tener el granero lleno antes de que venga la próxima crisis, que vendrá. Aún queda en la memoria el cierre de Portfolio, el gran lanzamiento americano para competir con Forbes, el adiós a Details y el cierre de Vanity Fair Alemania tras decenas de millones de pérdidas.

Portada de L'Uomo Vogue.

Un buen editor no es solo el que sabe lanzar sino el que también sabe cerrar a tiempo. No hay que olvidar tampoco que Hearst en Italia no se ha atrevido a publicar ni Harper´s Bazaar ni Esquire. ¿Por qué? El miedo a no ser un referente es superior a la ambición de serlo. Mala cosa.

Yo no creo que L'Uomo Vogue hubiese cerrado si Franca Sozzani estuviese aún viva. Te recomiendo ver el documental Franca: Chaos and Creation, realizado por su hijo Francesco Carrozzini. Franca estaba ya enferma y quizá era demasiado para asumir al final de su carrera un golpe así. Tuve la ocasión de asistir al funeral en el Duomo de Milán que Newhouse organizo con lealtad en agradecimiento a los servicios prestados. Escribí una crónica de aquello en este diario. Y ninguno de los que entonces estábamos allí, Stella McCartney, Naomi Campbell o la rescatada por la casa Suzy Menkes (¿por qué todas las nuevas periodistas de moda quieren ser como ella?, menos en el flequillo claro), hubiéramos imaginado entonces el final de la revista.

L'Uomo Vogue, como referente de la moda masculina más a la última, le deja el campo completamente libre a L´Officiel Homme. Ya estaba en retirada hace años aunque continuase en el quiosco. Ni Esquire, ni GQ ocupan ese terreno porque ninguno se atreve a abrazar sin miramientos a la comunidad gay tan influyente entre anunciantes y lectores. L´Officiel Homme España, y también Francia e Italia, son el referente para el sector, pero la noticia empequeñece el espectro. Poco hay que decir de la edición americana de L'Uomo Vogue que bajo la batuta creativa de Anna Wintour (desde 2005 en el quiosco hasta el 2008) hasta su cierre se parecía más a un catálogo de Disneyland Orlando que a una revista de vanguardia.

Aquí el mercado sigue con palpitaciones. Vogue y Harper´s Bazaar España se han intercambiado entre ellas a las directoras, con especial suerte para Yolanda Sacristán que tras su exitoso paso por Vogue encontró en Bazaar un nuevo proyecto. Como dice Rubén Blades, “la vida te da sorpresas”. ¿Acaso Bazaar y Vogue se parecen? Como un huevo a una castaña. Un día escribiré una columna sobre los numerosos días que pasé en Hearst aprendiendo cómo Bazaar tiene una voz tan, tan diferente a Vogue, antes de que la editase en España.

El diario El País sigue bajo el síndrome de Estocolmo de Vogue. Consulten la hemeroteca y verán que en su página de gente en los últimos dos meses al menos tres noticias sobre la revista (la americana claro) han abierto la sección. Y así estamos, con quioscos cerrando por goteo, grandes marcas globales concentrando sus desfiles en una sola semana (Bottega Veneta ha sido la última, lo hará en la semana de la mujer) y algunos otros luchando desde un pequeño reducto galo para editar, uno de los infinitivos mas bellos del mundo. Otro infinitivo que se me ocurre es soñar.