El congresista californiano Dana Rohrabacher conoció a Vladimir Putin de fiesta, a principio de los noventa en Washington. Acabaron en un pub bebiendo hasta emborracharse y echando pulsos para decidir quién había ganado la Guerra Fría. Desde aquella épica noche, esta rara avis de la política estadounidense no ha dejado de defender al líder ruso cada vez que ha tenido ocasión. Quizá por eso el president Carles Puigdemont decidiera agasajarle el pasado domingo en el Palacio de la Generalitat con una cena también apoteósica, que acabó a altas horas de la madrugada y que obligó al representante del Partido Republicano a cancelar los actos programados del día siguiente. Derecho a decidir hasta en la agenda diplomática.

Que el independentismo catalán haya encontrado en Rohrabacher su aliado más fiel en los Estados Unidos tiene cierto sentido cuando se escarba un poco en la dilatada trayectoria de este peculiar personaje, que defiende el derecho de los pueblos a emanciparse como principio elemental norteamericano, y que incluso está a favor de un referéndum de independencia para California, aunque él no respalde la secesión.

Puigdemont se reunió con él en Washington la última semana de marzo, durante su tour por EEUU para promocionar el ‘procés’. Nada nuevo por otra parte, porque el representante californiano lleva años viéndose con destacadas figuras del nacionalismo catalán y brindándoles su respaldo al referéndum -que no a la independencia- desde su puesto de presidente de la subcomisión de Asuntos Europeos de la Cámara de Representantes.

Puigdemont junto al congresista republicano Dana Rohrabacher, un viejo amigo del separatismo catalán.

Un portavoz del congresista explicó entonces a EL ESPAÑOL que este político “cree filosóficamente, siguiendo los preceptos de nuestra propia Declaración de Independencia, en el derecho de las personas y pueblos a separarse de entidades políticas más grandes y a actuar sobre su propia soberanía”, aunque matizó que “no es ni un instigador ni partidario de este referéndum”. “Aceptaría cualquier resultado y cree que Madrid también debería hacerlo”, puntualizó. Todo sin aclarar si algún lobby había animado a Rohrabacher a relacionarse con el secesionismo catalán.

El argumentario del republicano parece diseñado para contentar a los nacionalistas sin llegar a posicionarse contra España por completo. No en vano, por su experiencia profesional, sabe que el papel lo aguanta todo. Ya antes de iniciar su carrera política trabajó como periodista y asistente de secretario de prensa de las campañas presidenciales de Ronald Reagan en 1976 y 1980, para luego desempeñar tareas de asistente especial del presidente y redactar sus discursos.

El pasado fin de semana, Rohrabacher, acompañado por el congresista demócrata por Nueva York Brian Higgins, le devolvió cortésmente la visita a Puigdemont en Barcelona, donde mantuvieron varias reuniones con miembros del Govern, así como de la Delegación del Gobierno y de Sociedad Civil Catalana. Al día siguiente debían acudir a Madrid para reunirse con varios representantes del Gobierno central, entre ellos el ministro de Exteriores.

El presidente catalán, Carles Puigdemont, con los congresistas estadounidenses Brian Higgins y Dana Rohrabacher. Toni Albir EFE

Sin embargo, la noche del domingo, los dos políticos estadounidenses se entretuvieron en una cena en su honor que les ofreció el ‘president’ en el Palacio de la Generalitat. Tan bien debieron pasarlo los norteamericanos hablando del ‘procés’, que el lunes no llegaron a ninguna de las citas que tenían acordadas con Moncloa, ni a la de las 9.30 ni a la de las 11.30 de la mañana, horas a las que en EEUU, por cierto, ya se está almorzando.

Según ha trascendido, la excusa dada a Madrid por parte el equipo de los congresistas fue que habían trasnochado demasiado la noche anterior. Ante este panorama, Exteriores canceló también el encuentro previsto a las 16.30 horas.

Lo pinturesco y casi impresentable de la actuación de estos dos diputados deja en evidencia el reducidísimo papel que posee el Congreso en la política exterior de los EEUU, ya que es en exclusiva la Casa Blanca quien dirige las relaciones internacionales, como se comprobó posteriormente con el comunicado de la Embajada norteamericana que aclaraba que la postura de este país sigue siendo defender una España “fuerte y unida”, dando un revés a las pretensiones de la Generalitat y a la de sus resacosos invitados, y dejando la visita de Rohrabacher -y su defensa del derecho a decidir- reducida a poco más de un par de fotos con las banderas americana y catalana al mismo nivel.

SIN TESTÍCULOS

En cualquier caso, sorprende el poco aguante del congresista californiano a la fiesta de Puigdemont, si tenemos en cuenta que es un viejo conocedor de las celebraciones españolas. En su boda, en el año 1997, celebrada en el Pirineo francés, ofreció a sus invitados banquete de “la tradicional cocina vasca, con sangría, faisán, jabalí”. Sí que hubo un plato al que se negó, por más ascendencia vasca que tuviera su esposa Rhonda Carmony, de 27 años entonces -23 menos que él-. Dijo no a los “testículos de oveja en el menú”.

Dana Rohrabacher, junto a su esposa Rhonda (a la derecha).

Todos estos pormenores los facilitó el propio Rohrabacher al Washington Post, que publicó un artículo sobre el enlace detallando el traje de su esposa -su jefa de campaña-, la iglesia de piedra del siglo XII escogida como escenario, o el recorrido de la luna de miel, una ruta por las costas de España y Portugal en coche de alquiler para practicar el surf.

Aquel reportaje recogía ya los problemas legales de su mujer por un supuesto “fraude electoral en una carrera republicana de asambleas estatales”. "Todavía tiene algunos obstáculos legales para saltar", dijo su esposo al respecto, “pero estamos seguros de que tendremos éxito".

No fue así. En diciembre de 1997, según recogía entonces Los Ángeles Times, su esposa se declaró culpable de varios delitos y fue sentenciada a tres años de libertad condicional, a 300 horas de servicio comunitario y a una multa de 2.800 dólares.

Carmony, como directora de campaña, también se comprometió a no contactar a los votantes o participar en otras actividades electorales. Estaba acusada de conspiración y presentación fraudulenta de documentos para impulsar la campaña de un candidato de paja para dividir el voto demócrata y asegurar la elección de un protegido de su esposo en 1995.

Cinco semanas antes, se había declarado también culpable en otro caso de fraude electoral en un delito menor por el que fue multada con 13.500 dólares por, entre otros asuntos, no presentar informes de finanzas de la campaña en 1992.

Dana Rohrabacher es congresista por California.

Hay más episodios judiciales. Durante su extensísima carrera política, de más de 27 años, este republicano, como le ha ocurrido también a la formación de Puigdemont, se ha tenido que enfrentar a varios problemas con la justicia.

El escándalo más reciente, dos décadas después del juicio de su esposa, tiene que ver con la financiación de su campaña. Tal y como recogía el pasado enero el mismo rotativo, un ex tesorero voluntario de su candidatura se declaró culpable de dos docenas de cargos por delitos graves en relación con el desfalco de más de 300.000 dólares del comité de reelección del congresista. Al asumir la culpa, redujo la posible pena de 20 años y cuatro meses, a cuatro años y cuatro meses de cárcel.

Aunque salpicado, Rohrabacher siempre ha conseguido mantenerse al margen de estas controversias. De hecho, problemas legales aparte, si por algo es conocido en EEUU este congresista aficionado al surf, no es ni por Cataluña ni por sus tesoreros, sino por el incondicional apoyo que viene demostrando a Vladimir Putin, al que conoció en Washington DC, de copas.

La historia, narrada por su protagonista a la estación radiofónica KPCC, se remonta a 1990 o 1991. “El comunismo acababa de caer. La Unión Soviética era otra vez Rusia, y un grupo de jóvenes líderes políticos entraron en mi oficina. Querían conocerme porque redactaba discursos para Reagan. Como estaba pasando el fin de semana en la ciudad les pregunté si querían jugar al fútbol americano conmigo y mis amigos”.

“INCREÍBLES MÚSCULOS” DE PUTIN

La cita se produjo. "No sabía quién era él entonces, sólo que era el teniente de alcalde de San Petersburgo, pero tenía un enorme guardaespaldas, una pista de que tal vez era más importante. Salimos y jugamos al fútbol. Terminamos en el pub Irish Times. Después de beber demasiado empezamos a discutir sobre quién ganó la Guerra Fría, así que decidimos resolverlo como hombres, echando pulsos. Me emparejaron con Putin, que en un milisegundo me ganó. Es duro, sus músculos son increíbles”.

Esta conexión personal con el líder ruso parece haber saltado a su actuación en la Cámara de Representantes, donde este congresista, a pesar de haber trabajado para Reagan en el apogeo de la Guerra Fría, ha defendido al Kremlin incluso en la crisis de Crimea. “Ha habido reformas dramáticas en Rusia que no están siendo reconocidas por mis colegas", dijo al New York Times en 2014. "Las iglesias están llenas. Hay documentos de la oposición que se distribuyen en cada quiosco en Rusia. Tienes gente en los parques. Tienes una Rusia muy diferente a la del comunismo, pero tienes un montón de gente que todavía no puede superar que el comunismo ha caído ".

Dana Rohrabacher pasó dos semanas en Afganistán en 1988.

En marzo de 2014, cuando el Congreso estudiaba conceder préstamos al nuevo gobierno de Ucrania, Rohrabacher votó en contra. Tampoco apoyó la condena a las acciones de Rusia en Crimea. Aquí también aplicó su visión sobre el derecho de autodeterminación, al considerar que el pueblo de la península ucraniana votó a favor de separarse de este país y unirse a los rusos. "La Guerra Fría ha terminado. Putin no es Satanás", dijo Rohrabacher al diario Los Angeles Times.

Esta terca postura, parecida a la de Donald Trump en su campaña electoral, hizo que su nombre sonara como posible secretario de Estado de la nueva Administración, cuando el presidente entrante estaba configurando su gabinete. Finalmente optó por Rex Tillerson, a pesar de que el californiano llegó a postularse públicamente. Con el nuevo comandante en jefe compartía además su determinación por combatir militarmente al Estado Islámico.

Y eso que el republicano carece de experiencia como miembro del ejército, lo que no quita que pasara un par de semanas en Afganistán en 1988, justo antes de que comenzara a cumplir su primer mandato en el Congreso, luchando junto a mujahidines, entonces socios de los norteamericanos frente al ejército afgano, apoyado por los soviéticos.

FLATULENCIA DE LOS DINOSAURIOS.

Además de presidente de la subcomisión europea, es miembro del Comité de Ciencia, Espacio y Tecnología en el Congreso, a pesar de que para ciertos aspectos científicos se define como negacionista, especialmente en lo que a cambio climático se refiere.

No cree que los humanos sean los responsables del calentamiento global. Una vez incluso sugirió que la "flatulencia de los dinosaurios" era la posible causa, una declaración sobre la que Barack Obama bromeó, lo que no sentó nada bien al conservador, criticando al presidente por no entender que se trataba de un chiste.

"La continua tergiversación de mi humor demuestra que los alarmistas del calentamiento global malinterpretan lo que ellos describen como hechos. Uno de los rasgos de un fanático es la voluntad de dirigir ataques personales, limitar el debate, usar hechos cuestionables y buscar al gobierno para imponer la política a otros”, escribió en 2014.

A pesar de este marcado perfil conservador, que encaja en los cánones de su partido, este padre de trillizos desde 2004 -Annika, Christian y Tristen-, sorprende en otros aspectos, como por ejemplo la lucha por legalización del consumo de marihuana en EEUU, un movimiento que se va extendiendo poco a poco por el país, pero que tiene en frente a la mayoría de los republicanos. Aunque ya se sabe, al amigo de Putin y Puigdemont, la fiesta le tira.

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