Las últimas notas del colegio que Ángel recibió cuando tenía ocho años son un planillo lleno de notables. Unas calificaciones acompañadas de comentarios de los docentes como “es muy participativo, cumplidor y responsable”, “su trabajo es satisfactorio” y “muestra interés". Siete años después, nada queda de aquel niño “que siempre estaba sonriendo y disfrutaba con hacer feliz a los demás”, según recuerda su madre. Ahora, no se puede separar de ella más de dos metros durante las 24 horas del día: su dependencia es total y su discapacidad del 83%, después de “un calvario médico” que le hizo entrar en el hospital con una sinusitis “sin importancia” y le hizo salir “prácticamente vegetal”, apunta la madre.

Ángel, el niño que llegó al hospital con sinusitis y salió con una discapacidad del 83%

 

Ángel Basilio vive con sus padres en Manzanares el Real, un pequeño pueblo de Madrid al pie de la Sierra de Guadarrama y a orillas del embalse de Santillana. Allí, mientras cursaba los primeros cursos de Primaria (2009) comenzaron los dolores de cabeza continuos, la fiebre y la mucosidad constante. Nueve meses -un curso completo- de idas y venidas al ambulatorio municipal, donde la pediatra le diagnostica una “sinusitis aguda en evolución”. Semanas de tratamiento -sobre todo durante el periodo invernal- en las que no remitían “aquellos mocos verdes” y que la cita con el especialista no llegaba porque la pediatra que seguía el caso, la doctora C. O., no expedía un volante con carácter de urgencia.

“Nos tuvimos que ir a un otorrino privado, que concluyó que era necesario una resonancia magnética de urgencia. Pero la pediatra Oliver, de la Sanidad pública, no accede a esta petición porque según me dijo no era su competencia”, recuerda la madre como “el verdadero inicio” de “una pesadilla que no había más que hecho empezar”. Tan sólo 24 horas después de esa negativa, el 24 de marzo de 2010, al salir del colegio Los Abetos Ángel empezó a convulsionar hasta que cayó al suelo.

Ante el preocupante pronóstico, el pequeño fue trasladado de urgencia a la Unidad de Cuidados Intensivos del madrileño Hospital de La Paz. Según el historial médico en poder de EL ESPAÑOL, en el que reza que el motivo del ingreso fue un “estatus convulsivo”, a las pocas horas de entrar se le realizó al pequeño de ocho años un TAC craneal “sin hallazgos patológicos”. Así se lo comunicaron a sus padres. Ante la falta de mejoría, el 3 de abril -diez días después del ingreso- se le vuelve a repetir la prueba y en esta ocasión se encuentran hallazgos compatibles con infección de alta agresividad, afectando a la fosa nasal derecha y fundamentalmente a la vertiente lateral del seno esfenoidal”. La infección se había extendido.

“Una sinusitis sin importancia”

Pero, “lo más sorprendente” -en palabras de su madre- del informe del segundo TAC que se le practica al niño es la última frase: “Estos hallazgos [proceso infamatorio muy agresivo] no presentan cambios significativos con respecto al TAC previo del 24 de marzo”. “¿Cómo puede ser que el día del ingreso nos digan que todo está normal tras el primer TAC y en la segunda prueba se confirme que la infección es grave y que ya estaba desde el primer día”?, se pregunta la madre.

Ángel con su padre en su casa de Manzanares el Real Pablo Cobos

Durante esos días, su padre Ángel -según recuerda- tuvo que escuchar cómo uno de los neurólogos le explicaba que “una sinusitis sin importancia” no podría ser la causa de las convulsiones. Mientras, Ángel permanecía postrado en coma inducido en una cama de la UCI, motorizado mientras se le realizaba un encefalograma continuo y conectado a un respirador. Por ello, los padres -”cansados de no obtener respuestas”- decidieron convocar una reunión de especialistas de todos los hospitales de Madrid a través del Defensor del Paciente. "Fue una mala praxis continua", apostilla.

Una decisión que, tal y como afirman, le costó reproches del propio equipo médico de La Paz. “¿No confiáis en nosotros, o qué?”, dice que le preguntaron al padre de familia. Pero también una reunión que aceleró, siempre según su versión, la operación del niño que llegó un mes y tres días después de su ingreso. “Es incomprensible e inexplicable que alguien haya podido anotar que esta intervención quirúrgica no era urgente y que no marcase de alto riesgo”, se lamentan los padres. El cirujano intervino al pequeño con el diagnóstico de “tumor esfenoides”, pero al salir del quirófano los padres aseguran que les comentó que “todo” venía provocado por la “grave infección, la sinusitis esfemoidal”.

Tras la operación, el equipo médico decide administrar Fenobarbital, un anticonvulsivo que tiene propiedades sedantes. “No nos informan en ningún momento de que van a utilizar este sedante con nuestro hijo”, denuncia la madre que antes de que su hijo entrase en Urgencias aquel 24 de marzo trabajaba como auxiliar de Enfermería. Tan sólo dos días después el nivel de Fenobarbital en su cuerpo era de 80 ug/ml en sangre.

CASO OMISO AL Laboratorio de Farmacología

Así, en ese control rutinario y ante dicha concentración de este fármaco el Laboratorio de Farmacología de La Paz ordena “la inmediata suspensión del fármaco y vigilar los signos de toxicidad neurológica (incluidos los que afectan al centro respiratorio), así como fomentar medidas de eliminación del fármaco”. Nada de lo ordenado por el laboratorio sucedió en los días siguientes.

Ángel Basilio sufre una discapacidad del 83% y su dependencia es total Pablo Cobos

Tal y como consta en el informe revisado por este diario, dos días después la concentración en sangre subió hasta los 240 ml -el triple de cuando advierte el Laboratorio- y cuatro días más tarde ya alcanzaba los 314 ml. Cinco veces más. No es hasta el día 17 -pasados 15 días de las directrices de los expertos- cuando los índices bajan hasta situarse por debajo de los 80 ml que hicieron saltar las alarmas.

Pasaron dos meses más hasta que Ángel recibió el alta del Hospital con un 83% de discapacidad. “Recogí a mi hijo; ni me conocía, ni hablaba. No sabía si era él”, lamenta su madre. Entre lágrimas, recuerda cómo su hermano pequeño, después de tres meses sin ver a Ángel, tampoco lo reconoció: “Todos los días preguntaba por él y cuando lo vio en la camilla salió corriendo pero se encontró con otro niño vegetativo que sólo miraba hacia arriba y repetía pe, pe, pe, una y otra vez”. “Salió corriendo y se puso a llorar. Fue muy duro”.

La vida de esta familia, siete años después, nada tiene que ver con la rutina de 2010. Su padre enseña orgulloso cómo ha adaptado su casa a las necesidades especiales que ahora requiere su hijo, “dependiente total”: desde cubrir la piscina para que pueda practicar natación durante todo el año a llenar de barandillas las escaleras para que no caiga. “Tenemos que estar pendientes las 24 horas: día y noche. Yo duermo con él todas las noches desde hace años y mi mujer con su otro hermano”, explica Ángel.

Su padre Ángel muestra una fotografía de cuando su hijo aún no había sufrido de sinusitis Pablo Cobos

Pese al desgaste de todo este tiempo, según confiesan a este diario, están convencidos de comenzar una nueva batalla judicial tanto contra el Hospital de La Paz como contra la pediatra Oliver, después de que dos procesos penales hayan sido desestimados por la Audiencia Provincial de Madrid. “No contábamos con las pruebas suficientes, pero en estos años, con mucho trabajo hemos ido recopilando mucha documentación que demuestran una mala práctica evidente”, informan.

EL ESPAÑOL se ha puesto en contacto con el Hospital de La Paz para contar con la versión del equipo médico, pero hasta el momento, esta redacción no ha obtenido respuesta.