Noemí López Trujillo Pedro Cifuentes

Si antes los balones eran los que rascaban el cielo, ahora son las bombas. La pasión de gran parte de la población árabe es el fútbol, pero el terrorismo de Daesh, que países como Irak y Siria sufren a diario, ha convertido el acto de ver un partido casi en una gesta. El forofo ya no sólo necesita la camiseta de su equipo, se requiere valentía. Como la de Qasim Znad, de 36 años, que ha contagiado su pasión madridista a toda la familia. Su hija Narwa, de 11 años, y sus hijos Ali y Muhammad, de 9 y 6 respectivamente, celebran los goles en el salón de casa cada vez que su equipo marca. Forman una uve de "victoria" con los dedos, imitan a Cristiano Ronaldo y alaban a Gareth Bale.

Cuando habla sobre el Real Madrid, Qasim rememora el gol de Zidane en 2002 y a Raúl luchando cada balón. Tenía 22 años cuando el Real Madrid ganó la novena Champions frente al Bayer Leverkusen. Recuerda el partido con cariño. Quizá porque lo vio junto a su padre en su antigua casa, en Balad (Irak), o por el sufrimiento extenuante hasta que el francés, de origen argelino, marcó gol en el minuto 45.

En su memoria, esa final de la Copa de Europa tenía un lugar privilegiado hasta que el Real Madrid ganó la Undécima hace unas semanas. "Para mí será el día en el que ganamos la Undécima y en el que defendimos nuestra libertad", cuenta.

El pasado 28 de mayo, Qasim acudió al café Al Furat, en Balad. Allí se reúne con la peña madridista de la que forma parte cuando no ve los partidos en casa. Fue con sus hijos, la camiseta del equipo puesta y el "¡Hala Madrid!" retumbando en el pecho. Aquel día el Madrid y el Atlético se disputaban el título a campeón de Europa. Además de emoción, Qasim tenía miedo. Tan sólo unos días atrás, el 13 de mayo, Daesh había matado a 16 madridistas en ese mismo café. Él se libró. Estaba en Bagdad —a 80 kilómetros— por negocios. No llegó a tiempo de reunirse con sus amigos. En el coche se enteró de lo que había ocurrido. "Me quedé tan en shock que tuve que ir al hospital", dice.

Ali y Muhammad, los hijos de Qasim, en el café Al Furat en la final de Champions 2016.

"Voy muy a menudo a la peña madridista de Balad [conocida como Iraq Blankos]. Fue una casualidad que ese día no estuviese. Podría haber muerto", dice Qasim, que también es portavoz de dicha peña. Por eso el día de la final entre Real Madrid y Atlético se dirigió al café pensando que Daesh podría volver a atacar. "Estaba asustado, pero mi amor por el Real Madrid y por la vida es más fuerte. Lo mejor que podíamos hacer para enfrentarnos a la violencia era juntarnos en el mismo sitio para ver un partido de nuestro equipo. Queríamos desafiarles", explica.

Esa noche Daesh no atacó el café Al Furat, pero sí otro en Bakuba, donde una peña madridista disfrutaba de la final. Según Almada Press, murieron 4 personas y 5 resultaron heridas. El presidente de la peña, Ziad Albidani, aseguró que justo cuando comenzaba la ronda de penaltis, entraron unos hombres armados y dispararon compulsivamente. Albidani eleva la cifra de muertos a 12.

A la izquierda, el café Al Furat tras el atentado; a la derecha, los fallecidos. Cedida

"Daesh no va contra el Real Madrid, Daesh es enemigo de la humanidad entera. Les molesta que haya gente que ama la vida. Odian vernos felices. No soportan que estemos contentos y que tengamos una pasión como la que sentimos por el Real Madrid. Nos atacan por emitir un mensaje de vitalidad. Y vamos a seguir haciéndolo. Seguimos celebrando la vida porque queremos un futuro mejor para nuestros hijos", apunta Qasim Znad.

Miedo a llevar la camiseta del Madrid

Sabah Alrekaby tiene 44 años y es de Bagdad. Al teléfono, tararea el nuevo himno del equipo merengue, "¡Madriiid, Madriiid!". "De adolescente me encantaba ver jugar a Raúl, aunque a quien amamos es sobre todo a Zidane", dice. Después se disculpa: "Perdona, me encanta hablar del Real Madrid, es mi pasión". La suya es una peña madridista formada por cinco forofos del equipo blanco que busca reconocimiento oficial. No hay cifras oficiales en Irak —sólo Iraq Blankos está reconocida como peña— pero según datos oficiales del club, el Madrid tiene más presencia internacional que el Barça: 131 peñas en 61 países frente a 93 del Barça en 42 países.

El objetivo de Sabah y sus socios es "atraer a jóvenes iraquíes para alejarlos del terrorismo, distraerlos de todo ese horror y muerte que ven a diario". "Aquí amamos el fútbol, pero ellos odian todo. No les importa a quiénes están matando y por qué, sólo les importa el acto de matar", añade.

Sabah Alrekaby con su camiseta del Real Madrid en Bagdad. Cedida

Los atentados terroristas son una rutina en Irak, como explica Gonzalo Rodríguez, de 37 años, preparador físico de la selección iraquí de fútbol. "Por chocante que parezca, los atentados se han vivido con absoluta normalidad. Nos llama la atención a nosotros, los occidentales, pero a ellos no. Están acostumbrados a verlo en mercados, autobuses... Ni siquiera lo comentan porque todos han perdido a un familiar o un amigo".

Tras los últimos acontecimientos, Gonzalo ha decidido que una vez finalicen los Juegos Olímpicos dejará de trabajar para la selección iraquí. "He sufrido amenazas indirectas a través de Facebook, cosas como 'No vengas al país' o 'Los cristianos no sois bien recibidos'. Hay un clima bélico muy fuerte". Cuenta que lo que más le marcó fue un atentado del Daesh en un colegio iraquí en el que una quincena de niños y los profesores veían el partido Irak-Palestina. "Los mataron a todos por ver fútbol. Ahí me replanteé muchas cosas y principios. El fútbol es una vía de unión, para ellos es todo lo contrario: una excusa más para asesinar".

A Europa le reprocha la falta de ayuda. "Si viesen lo agradecidos que son los iraquíes, la ilusión que les hace cualquier gesto de apoyo... Desde que el Real Madrid lamentó los atentados, los iraquíes veneran aún más al equipo. Son tan agradecidos que se ha generado un sentimiento de simpatía muy fuerte. Espero que ese gesto no sea sólo cuestión de marketing. Y que se haga mucho más, que los gobiernos y otras instituciones no están haciendo nada para cambiar esta terrible situación".

La peña madridista Iraq Blankos. Cedida

Los iraquíes madridistas coinciden en que el objetivo no es el Real Madrid, ni siquiera el fútbol. "Les enfada cualquier cosa que no tenga relación con la religión. Hace un mes ya nos amenazaron por llevar camisetas de nuestro equipo y gritar '¡Hala Madrid!'. En la final de Champions me la puse y tenía miedo. Pero si no seguimos haciendo lo que nos gusta, no vivimos, sólo existimos", señala Sabah Alrekaby.

"Hay secuestros y asesinatos todos los días"

En la misma línea, el iraquí Waleed Saleh, profesor de lengua y literatura árabe en la Universidad Autónoma de Madrid y experto en el ala radical del islam, apunta que "hay secuestros y asesinatos todos los días". "Daesh ataca a la ciudadanía sin misericordia. Quieren causar el mayor horror y miedo para que los tengan en cuenta. El problema es que los madridistas salen en la prensa y el resto no".

El académico señala que una clave de la radicalización está en la derrota de los árabes frentes a Israel en 1960. "Eso puso fin a una etapa que se abría al mundo occidental, se empezó a decir que todos los sistemas habían fracasado y que sólo les quedaba el islam. Tras la revolución en Irán, el islam político como concepto se fortaleció. A su vez, la invasión de Irak ha sido clave. Dio argumentos a los grupos radicales, les dio justificaciones para hacerse fuertes. Yo no reconozco al Irak actual. Cuando iba a la universidad en Bagdad, las mezquitas estaban vacías. Había algún señor mayor, pero los jóvenes apenas las pisábamos. Ahora parece que todo el mundo tiene que rezar".

La peña madridista Iraq Blankos en el café Al Farat durante la final de la Champions 2016. Cedida

Según la interpretación de la religión que hace Daesh, cualquier ocio o entretenimiento que desvíe a los fieles de sus obligaciones debe ser erradicado. Rechazan la música, el baile, el arte, el fútbol. "El deporte enseña a la gente a vivir con amor y hermandad, tal y como recomienda el islam. El fútbol no es algo que vaya en contra la religión", explica Omer Hatef.

Tiene 30 años y es el propietario del café de Balad masacrado el 13 de mayo. Lo compró hace 4 meses y en seguida se convirtió en el lugar de encuentro de los aficionados del Real Madrid de la zona. "En el momento del ataque yo estaba fuera del local, justo había ido a comprar. Cuando escuché lo que pasó, volví corriendo. Me encontré muchos cuerpos y sangre por todas partes. Entré en pánico al pensar que había perdido a mis seres queridos". En el atentado murieron su hermano, su sobrino y cuatro primos. También amigos cercanos. "Después de este ataque los madridistas siguen viniendo. Necesitan seguir con sus vidas para que el Daesh no se salga con la su suya", añade Omer Hatef.

Ser madridista en Siria

En Siria las peñas madridistas proliferan a pesar de la guerra que destroza el país desde hace más de un lustro. "La vida no era complicada hasta que empezó este horror", cuenta desde Berlín Fadi Farah, vicepresidente de la peña blanca más grande de Damasco, Los Blancos Syrian, que dice "amar al club" desde que lo vio ganar la séptima Copa de Europa, allá por 1998, cuando tenía nueve años.

La peña nació mucho después: el día del Clásico Barça-Madrid del 26 de octubre de 2013 (2-1, Camp Nou). "Nos reunimos 30 personas en una cafetería, no éramos más que un grupo de aficionados". Un año después se comunicaron con las oficinas del Santiago Bernabéu, que les enviaron por correo en 2015 los documentos oficiales para constituirse como peña. "¡No podíamos creerlo! Todo el mundo decía que eran falsos”, bromea. Pero no lo eran: hoy tienen 2.000 solicitudes de todo el país, incluidas zonas donde operan el Estado Islámico y Al Qaeda.

Farah huyó del país hace un año y le ha dejado la organización de los partidos y actos sociales al farmacéutico Hani Jinawi. Su teléfono sirio, al recibir una llamada, obliga al interlocutor a escuchar el himno del Real Madrid. Desde Damasco explica con orgullo que "es responsable de todas las actividades que se organizan" en la peña. Ninguna es tan importante como ver los partidos: han tenido que cambiar varias veces de local para acomodar el número de asistentes. El día de la reciente final de Champions se reunieron 560 personas, relata. "Y pensar que hace dos años solo nos conocíamos por internet...".

Ahora Los Blancos Syrian tienen simpatizantes en Dubai o Estados Unidos: sirios forzados a emigrar de la guerra o privilegiados que buscaban una vida más pacífica. Hay otras ciudades en el país, como Tartús, donde también se puede organizar el visionado de los partidos. Pero en otras como Al Raqqa o Alepo "es demasiado peligroso", explica Jinawi. "Les hemos pedido encarecidamente que, por favor, no se junten a verlos. Y aquí en Damasco tomamos todas las precauciones necesarias".

El fútbol se ha convertido en una actividad de riesgo, pero la cuestión no parece tan sencilla para un peñista que vive en la devastada Alepo, "donde es peligroso incluso salir a la calle", según cuenta él mismo. Mohanad Banqesly, economista, 27 años, sigue intentando ver los encuentros del Madrid, aunque sólo sea porque en su casa —"como en la mayoría", aclara— no hay electricidad. "Puede caer un misil o una bomba en cualquier momento", explica Banqesly, "y nos han repetido que nos abstengamos de verlos en grupo, pero el día de la final no pudimos resistirnos y acudimos a una cafetería que tiene un gran generador. Fue tan loca esa noche… Volvimos de madrugada, con todos los riesgos que ello implica". Banqesly asegura que no piensa cambiar de comportamiento pese a los atentados en Irak. "Estar aquí es tan difícil... Trata de comprenderlo: no tenemos ni agua ni electricidad. Hay que hacer lo que sea para vivir un poco".

Qasim Znad, portavoz de Iraq Blankos, explica que su peña madridista está preparando un monumento en honor a la víctimas del atentado en el café Al Furat, en Balad. "Sentimos que tenemos que hacerlo, por los muertos, por el Real Madrid y por la importancia de la Copa de Europa". "Daesh mata gente todos los días, ¿no hay monumentos para ellos?", le pregunto. "Si hiciesen uno por cada ataque, no quedaría ni un hueco en Irak".

Peña madridista en Bagdad, Irak. Cedida

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