Nacho Carretero Dani Pozo

Loreto porta dos pequeñas mancuernas de color rosa fucsia, una en cada mano. El pelo recogido y un chaleco plumífero. “He salido a caminar deprisa”, informa amable cuando es interrumpida. A Loreto la acompaña Mercedes, que lleva gafas de sol aunque no hace sol. Ambas viven en La Finca, uno de los barrios más exclusivos de España. “Hay gente que viene a vivir aquí sólo por decir que vive en La Finca. Por estatus”.

El barrio, compuesto por cuatro complejos de chalés y mansiones, se sitúa a las afueras de Madrid, en el municipio de Pozuelo de Alarcón. La Finca es un enorme y arbolado búnker rodeado por varios perímetros de vallas, seguridad privada, cámaras y alarmas. “Aquí nadie conoce a nadie”, dice Loreto. “La intimidad y la privacidad son tan grandes que yo no sé decirte ni quiénes son mis vecinos”.

El rugido de un Ferrari irrumpe en la conversación. “Es Juanfran, el jugador del Atlético de Madrid”, informa Mercedes. “Últimamente todos los futbolistas quieren venir a vivir aquí”. El Ferrari desaparece detrás de una curva, acelerando con estruendo. Escenas de un día cualquiera en La Finca.

Entrada a la urbanización Los Lagos, en La Finca, Madrid. Dani Pozo

El mundo en el que no se saluda

Sin salir de Madrid y separadas por un trayecto en coche de sólo 30 kilómetros, existen dos realidades extremas. La Cañada Real y La Finca son dos escenarios tan alejados que el contraste se vuelve inaudito.

El primero es el asentamiento chabolista más grande de Europa. Hay niños descalzos sobre el barro que ni siquiera constan en el registro y ancianos que no han salido del barrio en décadas. Hay vertederos y ratas. Jeringuillas y trabajadores sociales. Un paisaje que cooperantes internacionales de Cruz Roja han llegado a comparar con los de algunos países en crisis.

Desde la Cañada Real se llega en menos de media hora al barrio más exclusivo de España. Aquí los niños juegan en parques infantiles mientras los supervisan las empleadas del hogar. Según el INE, la renta per cápita media de este barrio ronda 30.000 euros y el precio de una casa aquí oscila entre el millón de euros y los 30 millones. Si se opta por el alquiler, uno tiene que disponer de 20.000 euros mensuales.

En España existen varios oasis de riqueza como éste. Una especie de comunidades de élite que optan por habitar un mismo espacio en busca de exclusividad, intimidad y seguridad. La Finca es ahora mismo el barrio puntero, seguido de cerca por Pedralbes, en Barcelona; La Zagaleta, en Málaga y Sotogrande, en Cádiz.

“Aquí no saluda nadie”, afirma una chica que prefiere no decir su nombre. Viene de visitar a una amiga que vive en La Finca. “Es como si la gente fuera invisible”.

“Eso no es verdad”. La réplica es de Ana, una mujer vecina de la Finca que ha salido a hacer footing con su hermana gemela, Marta. “Dentro de las urbanizaciones nos saludamos y la gente es amable y cercana”, cuenta sin dejar de saltar y mover los brazos. “Es que parar de golpe es muy malo”.

Les planteamos a ambas la posibilidad de hacerles una foto para el reportaje. Ana dice: “¿Perdón?”. Marta se señala la cara y abre mucho los ojos, indicando quizá que está sin maquillar y que está sudando. La foto es inviable. No así su tiempo y su amabilidad al responder. Despidiéndose con una sonrisa, siguen su carrera.

Martín Herrero es publicista y tiene 31 años. Vivió algún tiempo en La Finca, cuando sus padres se trasladaron aquí. Duró poco: en unos meses decidió independizarse y meterse en un piso compartido en el corazón de Malasaña. Con un gorro de lana calado y las manos en los bolsillos de su parka, parece más un intruso que un vecino del que fuera su barrio.

“Yo con el que mejor me llevaba era con Manolo, el de la garita de seguridad”, cuenta. “Aquí nadie se relaciona con nadie. Entras en coche y obligatoriamente lo tienes que meter en el garaje. Desde ahí subes directamente a casa. No te cruzas con vecinos. No ves a nadie. Aquí no hay atmósfera de barrio ni nada que se le parezca”.

En La Finca no hay espacios comunes, no hay parques, terrazas o bares. Son urbanizaciones impenetrables conectadas entre sí por carreteras rebosantes de coches de lujo. Un paseo por el barrio más exclusivo de España es quizá uno de los planes más aburridos que uno pueda llevar a cabo. Sólo se ven vallas de seguridad –algunas tupidas con setos– que muestran cámaras de vigilancia mirando en todas direcciones. Detrás de las vallas se esconde un universo reservado para una minoría elegida que habita en chalés y mansiones, oculta a los ojos de los mortales y ajena al mundo real.

“Aquí se hace vida de casa. No hay nada más que hacer”, cuenta Martín. “¿Ni sacar a pasear el perro?”. “Qué va, el perro aquí lo sacan las empleadas del hogar. En los años en que mis padres vivieron aquí sólo llegaron a conocer a un vecino y fue porque hacía mucho ruido con unas obras y tuvieron que ir a hablar con él”.

Martín es publicista y vivió unos meses en el barrio de La Finca. Dani Pozo

Mi vecino es futbolista

Pedralbes es el equivalente barcelonés de La Finca. Un barrio residencial de lujo en el que se encuentra la calle con los vecinos de mayor poder adquisitivo de Europa: la avenida Pearson. Pedralbes consiste en una sucesión de mansiones ubicada en el distrito de Les Corts, en una zona tranquila y aislada.

Acompañada por una amiga, cuenta una vecina de La Finca que antes de que esta zona se hiciera popular, vivía aquí “gente de un tipo de clase social determinado” y explica: “Ahora tiene dinero todo el mundo. Cuando papá y mamá vivían aquí antes de que esto se pudiera de moda, pues era una elite. Hoy hay de todo". Después se hacen unos segundos de silencio. "Y a mí me parece bien ¿eh? Estupendo”.

La amiga toma la palabra. “Lo que nos molesta son los futbolistas, que son unos maleducados y un ejemplo horrible para los niños de aquí. Pasan con cochazos a toda velocidad y les dan igual las normas y las señales. La Policía no les dice nada. Es increíble”.

Aunque no es tan conocida por la farándula como La Moraleja, La Finca atrae a cada día más personajes populares. Decenas de futbolistas del Real Madrid y del Atlético de Madrid viven aquí.

La estrella del vecindario es Cristiano Ronaldo, cuya mansión se esconde en las profundidades de Los Lagos, la urbanización más lujosa de las cuatro que hay en La Finca. Sergio Ramos, Fernando Torres, James, Jesé, Simeone… La lista es larga. Con ellos, en el anonimato, directivos de grandes empresas y multinacionales, dirigentes de grandes partidos políticos y millonarios extranjeros, sobre todo chinos.

Los paparazzi son una constante y por ello cada vez que nos presentamos debemos especificar que somos periodistas pero no del corazón. “Ah, bueno”, suelen responder los vecinos aliviados.

El elitista paisaje humano lo completan, como un contraste, cientos de trabajadores que cada día acuden a La Finca. Jardineros, empleados del hogar, limpieza, seguridad… Nordin es marroquí y trabaja como jardinero en una de las urbanizaciones. Se quita el guante para darnos la mano y nos cuenta con su carretilla al lado llena de ramas que los vecinos son amables y muy atentos con él.

“Muy buena gente. Yo estoy contento trabajando aquí”, dice Nordin, que vive en Parla, una ciudad dormitorio al sur de Madrid. Tarda una hora y media desde su casa hasta La Finca y debe coger un autobús y un tren. Gana 650 euros al mes, un poco más (500 euros) de lo que cuesta el alta de inscripción en el gimnasio de La Finca.

Por La Finca pasa un autobús y también llega el metro. En concreto, el metro ligero. En ambas paradas se acumulan los empleados, pero no parece haber vecinos. Una trabajadora cuenta sonriendo: “Si haces una encuesta y preguntas qué número de autobús es el que pasa, te van a responder que cómo es que pasa un autobús por aquí”.

El paisaje en la estación de metro (Somosaguas Sur) es todavía más austero. Apenas se dejan ver un par de jóvenes cada diez minutos. “Cuando vivía aquí", retoma Martín, "iba en metro a la universidad y muchas mañanas estaba solo esperando el tren. Aquí la gente no lo usa. Yo creo que algunos no saben ni que hay metro”.

La soledad de coger el metro en La Finca. Dani Pozo

DNI para ir de visita

En La Zagaleta, a las afueras de Marbella (Málaga), sí que hay espacios comunes. En concreto, cuentan con dos campos de golf, una docena de pistas de tenis, un club hípico, restaurantes, zonas privadas de pesca y un helipuerto. La Zagaleta acumula unos privilegios que la convierten en uno de los barrios más ricos y lujosos de España. Hasta la irrupción de La Finca, para muchos, éste era el número uno, el barrio más exclusivo del panorama.

Conviven magnates millonarios y famosos en 900 hectáreas que contienen 220 mansiones de unos 10.000 metros cuadrados cada una. Las habitaciones de estas casas son más grandes que un apartamento medio. Ninguna baja de cinco millones de euros. Eso sí, una de las condiciones para ser vecino de La Zagaleta es que el valor de la casa no suponga más del 10% del patrimonio total del propietario.

En La Zagaleta las medidas de seguridad son extremas. También en La Finca. Un rato parados en la entrada de la urbanización de Los Lagos basta para que desde la garita de seguridad destelle un flash: nos están haciendo fotos. Un coche de la empresa de seguridad privada pasa a nuestro lado varias veces, despacio, mirando fijamente.

Muchas casas en La Finca ni siquiera tienen alarma. No es soberbia, es que llegar hasta ellas es inviable. Hay tres líneas de valla perimetral alrededor de la urbanización, decenas de cámaras de seguridad, vigilantes y hasta sensores de movimiento. En la entrada hay un detector de la huella dactilar que autoriza el acceso.

"La mayoría de los millonarios que viven aquí lo hacen por seguridad", reflexiona Martín. Podrían hacerse un casoplón en medio del campo o en otro sitio alejado, pero éste es el lugar más seguro de Madrid y esta gente tiene miedo". Vivir rodeado en tal instalación aisla. "Te olvidas del mundo real y desconfías de él", completa Martín.

Si uno visita a un amigo en el barrio de al lado, debe caminar hasta su portal, tocar el timbre y decir: "Yo". En La Finca es algo más protocolario. Para acceder a una casa hay que identificarse en la garita de seguridad mostrando el DNI. Desde allí llaman al propietario y sólo si este lo autoriza, se permite la entrada. Si nadie responde, no se entra. Frases como "igual está en la ducha" quedan descartadas.

Ni siquiera los empleados domésticos tienen llaves. Las dejan en la garita de seguridad cada vez que terminan su jornada. "A mí eso me venía fenomenal porque me las olvido bastante", dice Martín.

Instalaciones del gimnasio de La Finca. Dani Pozo

La máquina de la NASA

Pese al llamativo nivel de vida y lo exuberante de sus condiciones, ni La Finca ni La Zagaleta ni Pedralbes pueden competir con el universo de exclusividad que albergan los barrios más privilegiados del mundo.

En el barrio de Belgravia de Londres, el paseante se tropieza con el lujo si no lo hace con ilustres vecinos como Sean Connery, Elle MacPherson o el millonario presidente del Chelsea, Roman Abramovich. En Nueva York destaca Tribeca, donde una cena en alguno de sus restaurantes puede valer un sueldo. Pero no es el barrio más exclusivo de Estados Unidos: el honor se lo lleva Jupiter Island, en Florida, una isla de mansiones de 800 habitantes que es el vecindario con mayor renta per cápita de Estados Unidos: unos 200.000 euros, según la revista Forbes.

Lugares como las Lomas de Chapultepec, en México DF y el Lago Como, cerca de Milán, completan el ránking. A ellos hay que unir el barrio de Victoria Peck en Hong Kong, donde una casa no baja de tres millones de euros, y Ostozhenka en Moscú, tal vez el sitio con mayor cantidad de millonarios.

Sin embargo, el líder en solitario es un pequeño vecindario compuesto por las avenidas de Ostende y Pricesse Grace. En estas dos calles de Mónaco se encuentran las casas más caras del mundo: 90.000 euros el metro cuadrado.

Pese a lo elitista del ambiente, la mayoría de vecinos de La Finca, no llevan una vida no tan extraterrestre como cabría imaginar. Hacen la compra, salen a cenar y madrugan para ir a trabajar. No todos son Cristiano Ronaldo, que cuenta con peluquero y dermatólogo a domicilio. "Eso no es lo habitual", dice Martín. "La mayoría de la gente no es excéntrica y lleva una vida de muchísimo nivel, pero más o menos normal".

Este nivel se puede ver en el club deportivo de La Finca, un gimnasio privado al que nos acercamos como si estuviéramos interesados en inscribirnos. Como si los 500 euros de alta no supusieran impedimento alguno.

La instalación, además de decenas de máquinas de todo tipo, incluye peluquería, fisioterapia, saunas, baños turcos, campos de tenis, padel, fútbol y voley-playa, ring de boxeo, rocódromo para hacer escalada y un centro de alto rendimiento que usan a menudo profesionales como los tenistas Fernando Verdasco o Feliciano López.

Durante el paseo para conocer las instalaciones nos cruzamos en el vestuario con un señor de generosa barriga que, toalla a la cintura, habla por teléfono a través de un dispositivo puesto en la oreja. Luego nos muestran la joya de la corona, una máquina antigravedad. "Sólo hay dos en España", cuenta entusiasmado el comercial. "Las hace la NASA y sirven para rehabilitación. Vino el Rey a usarla cuando le operaron de la cadera".

A la salida, y después de hacer algunas fotos, un encargado de seguridad privada se nos acerca:

–¿Qué hacéis?

–Estamos pensando en inscribirnos en el gimnasio.

–Ya. Sois periodistas, ¿no?

–Sí, pero no del corazón.

–Ah, bueno.

Atardece en La Finca. Nos vamos y para ello usamos el metro. Tarda siete minutos en llegar. La estación, vacía, hace eco. Cuando el tren llega, baja sólo una persona, una chica que escucha música con unos cascos y que camina deprisa. El próximo tren tardará otros siete minutos en llegar.

Las cámaras de seguridad vigilan cada rincón de La Finca. Dani Pozo