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Una psicóloga gallega sobre la salud mental en menores: "No se puede ligar con actos violentos"

Zaida Robles Pacho señala que tampoco es recomendable relacionar estos trastornos con adolescentes que provienen de entornos más desfavorecidos
Tres niñas llegan al colegio.
Marta Fernández Jara / EP
Tres niñas llegan al colegio.
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La salud mental de las chicas y chicos adolescentes ha vivido un fuerte deterioro en los últimos años, con un aumento de los intentos de suicidio y autolesiones, así como de la ansiedad y depresión. Entre los responsables de este malestar figuran la soledad, el uso de redes sociales o la pandemia. No obstante, la psicóloga Zaida Robles Pacho considera que no puede establecerse una relación directa entre estos trastornos y las conductas violentas, ni situarse detrás de altercados como la agresión por parte de varios menores a un joven de 18 años el pasado sábado en A Coruña.

Según los últimos datos que hizo públicos la Fundación ANAR, que trabaja con niños y adolescentes en riesgo, en 2021 aumentaron en un 54,6% las peticiones de ayuda por temas relacionados con la salud mental en edades tempranas. El informe alertaba del incremento de los casos de ideación suicida, intentos autolíticos ya iniciados y autolesiones, que supusieron un total de 7.770 peticiones de ayuda. 

ANAR también destacaba el aumento de otros trastornos, como el de ansiedad o los de la alimentación, así como las adicciones, principalmente las tecnológicas; y relacionaba el incremento de todos ellos con la soledad producida por las nuevas formas de comunicación, la falta de referentes emocionales, una mayor exposición a la violencia en redes o la pandemia.

Esta valoración la comparte Zaida Robles Pacho, doctora en Psicología Clínica y psicóloga en el programa de abuso sexual y en el de niños y niñas víctimas de violencia de género de la Fundación Meniños, además de en CaixaProInfancia, quien apunta que uno de los trastornos más habituales en adolescentes es la ansiedad, que puede ir acompañada de depresión, así como los trastornos de la conducta alimentaria, y apunta a la falta de educación emocional como principal responsable.

Robles sitúa el origen de estos trastornos en la vivencia de situaciones traumáticas, lo que puede derivar en estrés postraumático, que su vez va unido a la sensación de miedo e hipervigilancia; y señala como vulnerables en ese sentido a los adolescentes que viven en hogares "con mucha inestabilidad, o con mucho descontrol o falta de límites", entendidos como la existencia de unas pautas y de unos marcos en los que los menores puedan desenvolverse con seguridad.

La ausencia de estos límites, apunta la psicóloga, "está vinculada a mecanismos de lucha y huida y puede derivar en ansiedad".

"Los adolescentes ansiosos no son más violentos"

Respecto a la relación de estos trastornos con los comportamientos violentos, la experta "no cree que pueda ligarse una cosa con la otra" o establecerse un vínculo directo, y considera que esos actos "obedecen a una serie de pautas adquiridas a lo largo de la experiencia, como la convivencia con modelos violentos" o la exposición a actos agresivos a través de otros canales, "como las redes sociales". En ese sentido, la falta de límites y estructura, o de afecto y de tiempo de calidad en el seno familiar, unido a otros factores, podrían actuar como disparadores de esas conductas.

Una problemática que generalmente se asocia a hogares con menos recursos, en los que los niños pasan más tiempo solos "porque no acuden a actividades extraescolares y los progenitores trabajan a menudo muchas horas sin posibilidad de conciliación", lo que puede derivar en una falta de supervisión y en que las chicas y chicos "se puedan asociar con otros iguales en su misma situación".

"Hay hogares con alto poder adquisitivo que son muy disfuncionales"

No obstante, la experta destaca que aunque estas situaciones pueden darse en entornos "más marginales", no es conveniente relacionar estas conductas con las clases sociales que están en mayor riesgo, y apunta que los problemas en el seno familiar y de comportamiento violento también se dan en otros entornos más privilegiados.

"Vinculamos más la violencia a la calle pero también hay hogares que tienen mucho poder adquisitivo y son altamente disfuncionales", señala.

Varios niños acuden al colegio, en una foto de archivo.

Otro factor de riesgo en ese sentido sería el fracaso escolar, que, reitera la psicóloga, "puede darse también en familias con alto poder adquisitivo pero que son disfuncionales, con un alto nivel de patología".

Por su experiencia en la Fundación, Robles asegura que los adolescentes ansiosos "no son más violentos", y que el mecanismo que tienen más activado es el de "huida". Solo reconoce una posible relación entre problemas de conducta y un modo de relacionarse agresivo en edades más tempranas, durante la infancia, aunque incluso en estos casos lo que suele esconderse detrás de ese comportamiento es "el sentimiento de tristeza".

Por último, la experta señala el aumento preocupante de la violencia de género en estas edades, y explica que el uso de redes sociales ha provocado que se ejerza un mayor control dentro de la pareja, "algo de lo que participan tanto chicos como chicas", destaca.

ANAR también alertaba en su informe al respecto y recogía que esta violencia lleva 13 años en aumento, experimentando un repunte del 49,5% en 2021. En ese sentido, subrayaban igualmente que el 68,1% de los casos de violencia de género en la adolescencia se ejerce a través de la tecnología.

"El control policial es un parche"

Respecto a cómo se puede actuar para preservar la salud mental en edades tempranas y qué medidas tomar en relación a los jóvenes que participan de actos violentos, Robles considera que centrar los esfuerzos únicamente en la vía coercitiva no resuelve el problema de base, y señala directamente a la falta de recursos en los colegios en materia de educación emocional, cuya aplicación "ayudaría a detectar muchas actitudes violentas en este ámbito".

Esos recursos supondrían además "un soporte para aquellos padres que no pueden acceder a estas herramientas de otro modo", que así podrían aplicar esas medidas dentro del hogar. Asimismo, la experta también echa en falta más espacios como ludotecas o centros culturales a los que los niños y niñas puedan acudir en horario extraescolar y donde se realicen talleres y actividades. 

Respecto a las medidas dirigidas a paliar los altercados violentos protagonizados por menores, por ejemplo, aumentando la presencia policial en las calles, algo que se ha venido demandando en los últimos días en toda Galicia, y concretamente en A Coruña, tras el apuñalamiento a un joven en el centro de la ciudad, la experta se muestra precavida y cree que enfocar los esfuerzos en ese sentido es "poner un parche".

"Con mayor educación emocional se prevendrían problemas como el bullying"

"El control policial es contención y la contención nunca ha sido efectiva. Puedes controlar a un niño que está en la calle, para que no apuñale a otro, pero luego, ¿qué va a hacer ese niño dentro de casa, qué va a hacer con su pareja, con sus padres, consigo mismo...?, la policía no va a estar presente en esos momentos". Por ello, asegura que se trata de medidas "poco eficaces pero muy costosas".

Como conclusión, Robles reitera la necesidad de apostar por contenidos educativos que refuercen la parte emocional. Un asunto que también recomendaba la Fundación ANAR en las conclusiones de su último informe, donde señalaba como imprescindible la dotación de más recursos especializados, mayor formación para profesionales, así como la implicación del propio profesorado para desarrollar competencias emocionales en los centros.

"Somos analfabetos emocionales, con más educación en este sentido se evitarían y se prevendrían muchos problemas, como el bullying", añade.

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