Mondariz, el balneario gallego que fue la capital del mundo
Hace más de 2.000 años, el cónsul Agripa construyó en Roma una de las primeras grandes termas públicas, aunque los romanos ya utilizaban las aguas termales desde hacía más de dos Siglos. Desde Agripa, todos los emperadores tenían siempre entre sus planes sociales construir grandes casas de baño, costumbre que convirtieron en una competición para construir los baños públicos más lujosos del Imperio. Su intención era que las casas de baño fueran un lugar al que acudiera la mayor cantidad de gente posible. Para conseguirlo, una vez al año se abrían gratuitamente a todas las clases como signo de generosidad por parte del Emperador. Los balnearios se convirtieron así en lugares de reunión al que acudían personas de todas las clases donde se trataban temas de carácter social y político y donde se tomaban decisiones. En Galicia tuvimos uno de los más famosos y prestigiosos balnearios del mundo al que acudían reyes, millonarios y las figuras políticas y culturales más importantes de su época. Un legendario lugar tan poderoso que acuñaba su propia moneda, que constituyó su propio Municipio y que llegó a ser una pequeña capital del mundo: El Balneario de Mondariz.
Desde épocas remotas los manantiales de Mondariz han sido aprovechados para su uso medicinal. Probablemente los romanos ya lo hicieran gracias a su proximidad a la Vía XIX, una calzada romana que unía Braga, Lugo y Astorga. En los manantiales actuales se han descubierto restos de ancestrales canalizaciones, aunque es difícil, por no decir imposible, precisar su datación.
En 1862 un sacerdote vecino del lugar, Domingo Blanco Lage, observó cómo los labradores y pastores con enfermedades de la piel iban a bañarse a una charca conocida como “Troncoso” para curar sus lesiones, ya que habían comprobado que el ganado se curaba de sus heridas cuando se metía en dicha charca. Tras enviar a analizar varias muestras a farmacéuticos, profesores y químicos, quedó confirmado que aquellas aguas tenían propiedades curativas.
La noticia de este descubrimiento llegó a oídos de Sabino Enrique Peinador Vela, un licenciado en Medicina y Cirugía pontevedrés que, en 1872 descubrió otra de las legendarias fuentes de Mondariz, conocida como “A Gándara”, a tan solo 800 metros de la de Troncoso.
Enrique tuvo el mérito de ser el primero en darle a las aguas medicinales de Mondariz un uso conforme a los reglamentos sanitarios. Por ello, en junio de 1873, el Gobierno de la República declaraba de utilidad pública las aguas de Mondariz y autorizaban su explotación a Sabino y a su hermano Ramón. Ese mismo año solicitaron autorización para la apertura del “Establecimiento de aguas minerales acidulo alcalinas carbónico-ferruginosas de Mondariz”. Había nacido el Balneario de Mondariz.
El agua comenzó a embotellarse y exportarse a todo el planeta alcanzando la fama mundial, aunque tendrían que pasar varias décadas desde la canalización de los manantiales hasta la terminación del balneario.
Poco a poco se fue levantando en Mondariz un complejo formado por varios edificios. La primera Casa de Baños se levantó en 1880 y el Gran Hotel en 1897, decorado al estilo francés de la época de Luis XIV. Su extraordinaria majestuosidad le valió el nombre de “El Escorial Gallego”.
Junto a la fuente de A Gándara se edificó la planta embotellamiento y un pabellón diseñado por el legendario Antonio Palacios. Además, en 1909 comienza la construcción del edificio más grande y lujoso de todos, un sanatorio para artríticos, diseñado también por Palacios, que nunca llegó a terminarse.
El lugar era como una pequeña ciudad que contaba con sanatorio, hotel, imprenta, salón, comedor, almacenes, cocheras… Su poderío económico y social fue tal que este barrio se independizó del municipio de Mondariz y se creó uno nuevo, el más pequeño de España en su época (2,4 km2), el Ayuntamiento de Mondariz-Balneario, que ostenta desde el 17 de abril de 1925 el título de «Muy Hospitalaria Villa», concedido por Alfonso XIII y el General Primo de Rivera en agradecimiento al bueno trato que se les dispensaba en sus asiduas visitas al Gran Hotel.