El Español
Treintayseis
Cultura

Más allá de Santiago: las otras capitales que tuvo Galicia 

Además de capitales históricas del pasado tales como Braga, en la historia sobre la capitalidad de la región cabe destacar el momento en el que la ciudad de A Coruña perdió aquella batalla política frente a Compostela
La Catedral de Santiago de Compostela.
Quincemil
La Catedral de Santiago de Compostela.

El movimiento político-regional que pretendía establecer en Santiago la capital de Galicia ya empezaba a sonar con fuerza a principios del siglo XX. Con todo, y tras un largo proceso oficial que arrancaba a principios de la década de los noventa, no fue hasta un 11 de junio del año 2002 cuando Santiago de Compostela sería reconocida oficialmente como la capital de Galicia, al aprobar el Parlamento gallego por unanimidad el Estatuto de Capitalidad. Lo cierto es que lo que entendemos hoy en día por "capitalidades" constituye un concepto y una organización estrictamente moderna que surge alrededor del siglo XIX, pues hay que tener en cuenta que hasta entonces el poder recaía en los señoríos feudales y no existía una centralización como tal del territorio gallego. 

Sea como fuere, dicha unificación administrativa y la elección de Compostela como capital de la región tampoco estuvo exenta en su día de polémicas y desacuerdos entre los poderes políticos, públicos y privados. Sobre todo en el caso de A Coruña, pues la pérdida de la capitalidad para la ciudad herculina hace más de 40 años provocó toda una implacable batalla diplomática entre ambas urbes. A Coruña había ejercido de capital de Galicia desde 1563, cuando se trasladó a la urbe herculina la Real Audiencia. Después de más de cuatro siglos sirviendo como capital histórica del Reino de Galicia, con instituciones como la Delegación del Gobierno, el Arquivo do Reino de Galicia o la capitalidad de la región militar, A Coruña vio esfumarse de la noche a la mañana el sueño de convertirse en la principal locomotora política del territorio gallego. 

De cuando A Coruña perdió una gran batalla

Vista aérea de la ciudad de A Coruña.

Durante varias décadas, la batalla política por la capitalidad de Galicia se libró entre tres de las ciudades más importantes de la época por su influencia, historia y poder. A Coruña, Vigo y Santiago de Compostela eran las tres piezas sobre un tablero y en una partida por la supremacía autonómica y el peso económico y social que esto suponía. Lo cierto es que dicha pugna por la capital gallega tuvo innumerables repercusiones en el panorama público y político gallego.

Durante varias décadas, la batalla política por la capitalidad de Galicia se libró entre tres de las ciudades más importantes de la época por su influencia, historia y poder. A Coruña, Vigo y Santiago de Compostela eran las tres piezas sobre un tablero y en una partida por la supremacía autonómica y el peso económico y social que esto suponía. Lo cierto es que dicha pugna por la capital gallega tuvo innumerables repercusiones en el panorama público y político gallego. Sin ir más lejos, en la primavera de 1982, el localismo defendido a capa y espada por Francisco José Vázquez le valió al regidor cuatro mandatos consecutivos en la Alcaldía de A Coruña ―aunque a la urbe en si de muy poco le sirvió. De hecho, en junio de aquel mismo año la ciudad herculina vivió una de las manifestaciones más multitudinarias de su historia bajo el filo de un enorme coruñeismo: hasta 150.000 personas desbordaron las calles de esta gran urbe clamando por la capitalidad de Galicia y las sedes autonómicas, según datos oficiales.

Pese a lo histórico de lo vivido y la desmesurada defensa de la ciudad coruñesa, en aquel entonces también el recién debutado gobierno de Fernández Albor azuzaba el debate y señalaba a Santiago de Compostela en un proyecto de ley como la sede del Parlamento, la Xunta y su Presidente. Hay que recordar que en aquella partida de poderes, en una primera instancia Vigo también se posicionó como una de las posibles opciones al tratarse de una ciudad joven, pero de las más pobladas, industrializadas y dinámicas de toda Galicia. No obstante, lo cierto es que su candidatura fue descartada incluso antes de empezar a librarse aquella encarnizada batalla por la capitalidad gallega. Al final, tanto por su historia como por su situación geográfica, y antes las dos grandes urbes del norte y sur, Santiago de Compostela logró alzarse con el título honorífico de capital de Galicia.  

Lo cierto es que la moderna A Coruña defendía ser, por derecho casi innato e histórico, el centro político y legislativo de la región. Desde 1563 (y permanentemente desde 1612), la ciudad herculina fue sede de la Real Audiencia de Galicia ―órgano de administración de justicia y cuerpo de gobierno del Reino de Galicia― y capital de la Región Militar hasta su desaparición en el año 2002. Además, a partir de 1764, con la puesta en marcha de los Reales Correos Marítimos a América, A Coruña se alza como el centro portuario y comercial definitivo para Galicia. También en los años venideros esta gran urbe acogió la instalación de la Fábrica Nacional de Cigarros (cuna del movimiento obrero en el siglo XIX) así como la fundación del Banco de la Coruña y la Caja de Ahorros entre 1857 y 1876. De hecho, el desarrollo económico de la ciudad en las décadas siguientes y en la nueva disposición provincial de 1832 (que redujo el número de provincias de 7 a 4) influyó en el aumento de su actividad burocrática y administrativa; convirtiéndose por ello en la capital regional de facto para Galicia

Las otras "capitales" simbólicas de Galicia

Vista del río Mandeo a su paso por Betanzos. Foto: Shutterstock

Si entendemos "capital" como un término mucho más flexible, podemos echar la vista más atrás en el tiempo y señalar a diferentes territorios que en sus respectivas épocas lograron tener una cierta autonomía, aunque no se tratase en su día una representación real de la comunidad de Galicia. De hecho, resulta importante recordar que hace apenas un par de siglos la región gallega se encontraba dividida en hasta cinco y siete provincias. Además, por aquel entonces, la revitalización de las principales ciudades episcopales provocó que estas alcanzaran una gran relevancia a nivel territorial. En este período dorado para estas urbes, núcleos poblaciones como Lugo, Ourense, Mondoñedo y Tui se sumaron a las ya determinantes Santiago, A Coruña y Betanzos, para configurar las siete capitales del Reino de Galicia.  

Es importante señalar que el Reino de Galicia fue una institución política que durante su etapa de apogeo territorial llegó a ocupar una buena parte del noroeste de la Península Ibérica. De hecho, esta entidad fue fundada por el rey suevo Hermerico el año 410, estableciendo como su capital a la ciudad más antigua de Portugal: Bracara Augusta, más conocida como Braga. Tras el gobierno temporal de los monarcas visigodos, la reorganización en los siglos VIII y IX provocó que la capitalidad fuese cambiando desde Tui hasta Oviedo (Alfonso II la fija en el año 791) e incluso León (en aquel entonces Medina Leionis y cuyo traslado de la corte se produce en el año 910), estableciéndose como principal reino cristiano de este vasto territorio. En el caso particular de la Compostela medieval, Santiago ejerció como capital del Reino de Galicia desde siglo XI, pues la separación de Portugal en 1128 y la individualización de los reinos de Castilla y León después del 1065 terminaron por delimitar el territorio hasta la organización prácticamente moderna.  

Más allá de estos enclaves históricos, cabe destacar también el caso de localidades como la de Ribadavia, en Ourense. Este rincón enmarcado en la actual comarca do Ribeiro obtuvo el título de capital del Reino de Galicia durante el reinado de Don García, entre 1065 y 1071. La región había empezado a tomar una gran relevancia en tiempos de los cristianos que derivó en un aumentó del poder económico de la villa y un aumento demográfico de la misma. De hecho, Ribadavía logró dicha titularidad en parte por el poderío eclesiástico y la exitosa comercialización del vino Ribeiro entre otros motivos.

Cultura