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Encontrar sitio en la biblioteca: Los Juegos del Hambre de Santiago de Compostela

Colas desde las 8 de la mañana para hacerse con un cotizado sitio en una de las bibliotecas de la ciudad
Entrada de la biblioteca Concepción Arenal, en Santiago.
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Entrada de la biblioteca Concepción Arenal, en Santiago.

Todo universitario que se precie sabe que la llegada de mayo supone el fin de la buena  vida y el inicio de las tardes de estudio. Aunque, como se suele decir, las penas  compartidas son menos penas. 

Las bibliotecas son la excusa perfecta para evitar distracciones en casa, y también para  hacer el estudio más ameno con amigos. Es por eso que, ni las 952 plazas de la biblioteca  Concepción Arenal, ni las 12 salas de estudio esparcidas por las facultades de toda la  ciudad parecen ser suficientes para los universitarios santiagueses.  

A unas semanas de que arranquen los exámenes, encontrar sitio en alguna de las  bibliotecas de Santiago es toda una aventura.  

La Conchi, la biblioteca por excelencia de los universitarios  

La biblioteca Concepción Arenal, popularmente conocida como La Conchi, se ha  convertido en el paraíso de los universitarios. Siempre llena hasta la bandera, La Conchi  lo tiene todo: comodidad, buena ubicación y muchas historias que contar.

Sara Pena estudia farmacia y es usuaria habitual de la Concepción Arenal. Para ella,  cuanto más popular se hace la biblioteca, más difícil es encontrar sitio: “madrugo  mucho para coger sitio, pero suelo dejar las cosas y salir a tomarme un café”. Una  práctica nada sencilla para la que hay que tener experiencia… 

A veces te quitan las cosas si no estás. El truco está en dejar todo bien colocado, en  esparcir los bolis y poner el ordenador para que no de mucho el cante que te has ido”.  

Una de sus fieles compañeras de estudio es Nuria Candal, estudiante de criminología.  Ambas van cada día a preparar sus exámenes, aunque reconocen que no todo es  estudiar. “Pasan un montón de cosas. El otro día vino un chico con saco de dormir y se  puso a dormir en la sala de estudio, y el año pasado había otro que venía a comer  kebabs a la biblioteca”.  

Fonseca y Ciudad de la Cultura, dos alternativas más tranquilas 

Algo menos popular, pero también muy concurrida es Fonseca, situada en la Rúa do  Franco. Su proximidad con la facultad de Medicina la convierte en la más escogida por  los estudiantes de esta carrera. 

Alicia Novoa lo tiene claro, prefiere Fonseca. “Me gusta el ambiente y me gusta que esté  en el centro de la ciudad. Está rodeada de vida y siempre hay gente”. Para ella, dejar  hueco para el ocio es importante, de ahí que la ubicación sea perfecta para parar a  tomar algo una vez se acaba la rutina de estudio.

Otra de las bibliotecas más conocidas de Santiago se encuentra en la Ciudad de la  Cultura, alejada del centro y del campus universitario. Muchos la escogen porque está  menos saturada y porque es fácil acceder a ella en coche. “Suele estar llena de gente  que está opositando, así que para evitar distracciones es el sitio ideal”, cuenta Iria Mariño.  

Iria vive en las afueras de Santiago y va a la biblioteca en coche aunque, más allá del aparcamiento, ve en la Ciudad de la Cultura otras muchas ventajas: “Lo mejor son las  vistas. Cuando me canso de estudiar salgo fuera y estoy en contacto con la naturaleza.  No es como estar en el centro de la ciudad rodeada de ruido y de gente”.  

Biblioteca de la Ciudad de la Cultura.

Encontrar el amor en la biblioteca  

Sea cual sea la biblioteca, todas están llenas de gente y de historias. Hay quien entra a la  sala de estudio vestido de pescador, quien se lleva el saco de dormir, pero también quien  encuentra el amor. 

De esto sabe, y mucho, Cristina Grela. Ella empezó a ir a la biblioteca para acompañar a sus amigas y no quedarse en casa, pero acabó enamorándose. “Un día que fui había,  en la sala de al lado, una mesa con seis personas. Yo sabía que cada vez que me levantaba  me miraban y cuchicheaban sobre mí. Cuando llegué a casa tenía tres solicitudes nuevas  en Instagram”, relata. Las redes sociales hicieron de las suyas, y una de esas solicitudes dio sus frutos: “un par  de meses después empecé a hablar con una de esas chicas. Acabó siendo mi pareja  durante 2 años”. Para Cristina depende de la persona pero, en su caso, no tiene dudas: “para mí, más fácil es ligar que estudiar medicina”.

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